Capítulo 14
La sensación de caída al vacío al atravesar el portal ya la reconocía, pero todavía le resultaba extraña. La gravedad no tenía ninguna dirección y solo vagaba en el espacio entre dimensiones, sus ojos incapaces de enfocar algún objeto en particular por el movimiento errático que le jalaba. Aparecían flashes rápidos con imágenes distorsionadas de lo que creía eran personajes y paisajes, como retratos de momentos, el hechicero luchando por mantenerse concentrado.
Cuando perdió la calma la primera vez y fue absorbido por su propia magia, la única idea en su mente había sido huir de todo, llegar hacia a un lugar dónde nadie pudiera alcanzarlo, dónde nadie pudiera mentirle, y eso lo llevó a una dimensión sin protección alguna. En este momento, necesitaba estabilizarse.
Y lo intentó.
Las imágenes no se volvían más nítidas, incluso si creía reconocer o distinguir entre las manchas borrosas que se le presentaban con rapidez. Sus ojos parpadeaban entre el verde y el tono miel natural cuando lo comprendió mejor, cuando todo adquirió forma... La forma de sus recuerdos.
Se logró ver de niño, los pocos recuerdos que poseía de su infancia, la familia falsa que le adoptó, cuando decidió independizarse y llegó por primera vez a su pueblo por la época, cuando conoció a sus amigos, cuando conoció Rubí... cuando se casó, incluso el momento en que fue traicionado por todo su pueblo en su propia boda y perdió todo, y... las semanas que pasó encerrado en una habitación, drogado a más no poder para evitar pensar o razonar...
Todo.
Las ganas de vomitar que le producían sus propias memorias eran el recordatorio de que no era algo que haya procesado, es algo que llanamente estaba ignorando. Juan no quería recordar. Juan se negaba a pensar en lo que antes fue, obligado como siempre a correr, ocupando su mente en cualquier problema.
No lo podía reconocer a sí mismo, él ni siquiera dejó la adicción por cuenta propia, simplemente el final de una misión le orilló a concentrarse en ello, su dolor y su pena después tampoco le dio otra oportunidad.
Juan solo iba con la corriente de su desastrosa vida, resolviendo sus problemas sin quererlo, una suerte de acierto que lograba mantenerle vivo todos los días.
Luego estaba Spreen.
La llegada del híbrido a su vida era toda una anécdota. Spreen no era su cercano de ninguna forma, pero encajaban demasiado bien. Por primera vez en mucho tiempo, Juan no se había sentido solo en su propio hogar, la voz del híbrido, sus burlas, su presencia acompañándole en su rutina banal lograron llenar un espacio vacío que él ni siquiera sabía que resentía.
Y sí, junto a él, su casi muerte.
Spreen salvó su vida, ¿y qué hubiese sucedido de no estar él? Odiaba pensar de esa forma... pero él llegó en el momento exacto, como un milagro, haciéndolos encajar tan perfectamente que logró sobreponerse al veneno en su corazón. Podría no haber sido, Juan podría haber muerto en la inmensidad de su santuario, solo, sin haber comunicado ni a sus amigos más cercanos de su condición, con solo su mascota enterándose de su deceso.
Pudo haber pasado los últimos minutos de su vida con el insoportable dolor que le producía esa marca, sin nadie a quién aferrarse, sin nadie a quién pedir ayuda, sin nadie que se despidiese de él.
En cambio, la precipitada sucesión de eventos que originó aceptar ayudar al híbrido le habían dado el regalo más hermoso de su vida, y una relación que todavía sentía no merecer. Juan halló paz en la rutina que ambos establecieron, sus charlas de medianoche, sus paseos a la mina, las discusiones de broma habituales, las caricias, su amor... Spreen se preocupaba sinceramente por él, le cuidaba, le acompañaba, se interesaba. Jamás había tenido que pedir nada de ello.
Pero... era injusto.
Tenía la sensación de que él cambiaba a su lado para lidiar con todas sus necesidades. Le apenaba pensar en ello solo ahora...
¿Spreen se habría sentido sobrecargado por él?
¿Spreen se cansaría de lidiar con sus problemas y falta de confianza?
Juan era inútil sin él.
Solo era una carga que soportar para el híbrido y no deseaba serlo, no quería seguir siendo dependiente de Spreen, no quería poner todo su peso emocional en sus hombros, no quería obligar al híbrido a estar constantemente entendiéndolo, como si su situación fuera la única de cuidado. ¿Cuándo se había detenido a pensar él en las necesidades de su pareja? Quería ser su soporte como Spreen era el suyo, poder retribuir ese cariño que obtenía de las formas más inesperadas.
Ahora estaba herido...
Estaba grabada en su retina. La figura borrosa de su amor a través del portal, su precioso rostro de piel morena atravesado por una enorme venda cubriéndole el ojo, con un tinte rojo que probablemente era sangre filtrándose, e incluso la piel marcada de su mejilla...
Necesitaba verle.
El choque que le produjo el golpe entre dimensiones cuando aquellas fuerzas desconocidas para él empezaron a dirigirle en dirección al siguiente portal estuvo a punto de hacerle perder la consciencia como la primera vez, ocasionándole un molesto pitido en los oídos que le quitó la capacidad de oír cualquier otra cosa justo en el momento en que la gravedad actuó por su cuenta y le empujó de lleno contra el suelo.
Resistió a duras penas el dolor que dejó en él el viaje interdimensional. Se sentía débil, los ojos pesaban, apenas logrando entreabrir para intentar esclarecer su visual incluso con los cristales rotos dificultando aún más su tarea. Una bocanada de aire le permitió recuperarse luego de permanecer aguantando la respiración por puro miedo al fallo, asustado de haber errado y acabado en otra dimensión, pero no.
La piedra dura que le recibió era la que él mismo había usado, los trazos rojos en patrón eran su propio círculo de invocación y la enorme morada erguida a su altura y por debajo, sin duda era su hogar.
El alivio que azotó sus emociones le produjeron traviesas lágrimas que cruzaron su rostro sin que él pudiera antes notarlo, y se habría detenido de disfrutar más de su logro de no ser de la división de su consciencia, el sentimiento de preocupación y frustración en el fondo, como un hilo que apenas podía perseguir.
Eso no era suyo.
No lo podía comprender del todo, solo lo notó, la incompatibilidad de su sentir con las nuevas surgiendo de algún espacio dentro de su propia mente. Aquello logró asustarle, porque junto a ello llegó el dolor punzante de su ojo izquierdo, con el sonido de rayos cayendo a su alrededor.
Su padre.
Nadie más que él podría causar tal fenómeno en un mismo espacio tan seguido... Y lo peor era que habían caído en su estancia, a pocos metros de él. ¿De verdad el hombre se había atrevido a usar su poder en su hogar?
No lo pensó por más tiempo, tomando su báculo entre sus manos y corriendo al interior de su hogar, persiguiendo el sonido insistente de los truenos que iluminaban a ratos el espacio oscuro que era todo su santuario. Sus piernas, aunque débiles, lograron llevarle al origen de todo el alboroto, en medio de su magnífica biblioteca.
La escena era terrible.
No solo porque su espacio más preciado estaba hecho un desastre, sino porque sus amigos estaban arrinconados contra las estanterías buscando refugiarse del poder del vejestorio frente a ellos, que sostenía su báculo en lo alto intentando invocar sus rayos contra el grupo entero, pero en particular, del híbrido.
Su pareja, malherido, con la venda fuera de su rostro mostrando el tajo mal cicatrizado con la piel abierta que cruzaba su ojo izquierdo, se sostenía en pie a pesar de la cantidad de rayos que caían en su dirección, incluso dejándose ver una pequeña humarada escapando de él por efecto de los truenos. Se veía terrible y aterrador al mismo tiempo, agotado, pero erguido, como si fuera imposible de derrotar.
Y frente a él, con su propio bastón interponiéndose en el camino del Profeta y el resto, estaba Drako. El hombre exhibía heridas de diversa índole y moretones manchando no solo su rostro, con la sangre escapándose de su boca, siendo claro para él el responsable de tal atrocidad cuando el puño en lo alto de su propio padre mostraba el rastro rojo que había arrancado a las fuerzas del erudito.
La ira que brotó cuando vio a sus conocidos aterrorizados, a Spreen malherido e incluso a Drako... no se la imaginó jamás. Si antes el cielo oscurecido ya suponía un problema, las nubes negras que se cernieron sobre el cielo, como gránulos tormentosos, fueron la pura demostración de su enojo.
—Apártate, mocoso —la profunda voz del hombre mayor pareció hacer temblar la estancia junto al ruido de las nubes, sin saber que el efecto no era gracias a su poder, por el contrario, era el hechicero a su espalda viéndole. —Quiero que ese maldito animal me responda ya.
—Vete de aquí —Drako le respondió, la sangre de su boca escapando a borbotones por causa de su sobresfuerzo para responderle.
—No lo voy a repetir otra vez... —el Profeta empezó diciéndoles, sus ojos azules centrándose más allá de la apariencia patética de quién había sido entrenado por él para hallar los ojos plata del oso que no dejaban de perseguirle, atento a cualquier movimiento que significase peligro para él o el resto. —Decidme de una vez dónde está Juan.
Para ese momento, su hirviente enojo le hizo apretar los dientes tratando de controlarse, siendo todavía más complejo hacerlo cuando podía distinguir no solo su sentir, si no aquél desconocido que permanecía con más fuerza que antes.
El erudito lo dijo. Él no era quién creía. Juan estaba arrepentido de su propia estupidez, incluso si desde el inicio se repitió que no era bueno idealizar. El hombre jamás los había tratado bien, y sí, las cosas cambiaron para él al saber la verdad, pero ¿qué era todo esto? ¿una farsa? ¿Drako tenía razón? No lo podía entender en su totalidad. Solo sabía que su padre falló a la promesa que hizo, cuando pidió expresamente que ya no lastimase a nadie más.
—Como si lo fuéramos a decir, pelotudo —respondió con saña el híbrido, tan concentrado en proteger a los suyos tras de él que no notó que la intensidad de ese aroma que tan bien conocía había comenzado a inundar el lugar.
—¿Queréis que os castigue, entonces? —se burló en su lugar, golpeando su bastón contra el suelo para traer consigo una nueva oleada de rayos a los presentes.
Y cayeron, uno tras otro, un espectáculo de luz y sombra, pero en ningún momento alcanzó a ninguno. La protección sobre ellos desvaneciéndose en el momento en que el grupo por fin notó el par de ojos brillando en color oro en el fondo del pasillo. Casi parecía tétrica la forma en que, dentro de la oscuridad en la que se hallaba, el brillo en sus ojos con la apariencia de dos orbes fantasmales flotando.
—Aquí estoy. —Juan se anunció a sí mismo, deteniendo su andar lento parándose delante del erudito. La calma y seriedad en sus facciones poniéndole los pelos de punta, a sabiendas de que el hechicero no exhibía esa parte de sí mismo.
El profeta guardó silencio, sopesando como actuar. Su hijo le había parecido la criatura más fácil de predecir en antaño, sobre reaccionando, enojándose por cualquier cosa, vocalizando su molestia y sus quejas en todo momento, como si no pudiera mantener la boca cerrada por demasiado tiempo.
Ahora no.
Juan le miraba con una frialdad atípica, sus ojos miel persiguiéndole y juzgándole. El hechicero sostuvo su propio báculo brillante un paso por delante de él, una demostración tácita y advertencia de no acercarse más. No sabía como actuar. Su registro de actitudes del menor no reconocía la actual y estaba dudando de qué camino tomar. No era el momento para perder ni echar por tierra sus esfuerzos.
La sonrisa ladeada y ensangrentada de Drako tras de él logró hacerle chasquear la lengua. Estaba en completa desventaja. No podía abrir demás la boca en presencia de su otro hijo. No necesitaba que el erudito a quién utilizó se pusiera en su contra delante de Juan. Existían verdades que no debían salir aún.
—Hijo... —partió a decir, suavizando su mirada casi de forma mecánica y fingida, con esa facilidad de alguien acostumbrado a manipular para cambiar completamente su temple. No es que hubiera forma de explicar lo que estaba viendo su hijo, no pensó que lo vería llegar él mismo luego de que el grupito de ineptos se negase a decirle en dónde estaba.
—Hablaremos después. —sentenció el hechicero cuando el silencio fue el único que llenó el espacio luego de su primera palabra, a sabiendas de que no tenía nada que acotar que fuese justificación suficiente. No la necesitaba de todas formas ahora mismo, estaba perdiendo el tiempo con el mayor.
—Pero... —quiso replicar, preguntándose de sí era o no una buena oportunidad. Dejarlo ahora significaba que el resto podría responder por él, sin embargo, tampoco podía formular ninguna historia ahora mismo. Las alarmas en su cabeza encendiéndose al pensar en perder su avance.
—Después. —repitió con seriedad el hechicero, sin darle espacio a insistir más. —Vete ahora mismo de mi hogar, luego iré yo a verte.
El profeta lo aceptó a regañadientes, empezando a elevarse por los cielos para marcharse de los terrenos de su hijo.
Juan no perdió el tiempo apenas vio a su padre abandonar su santuario, volteándose para hallarse con todos los rostros conocidos viéndole, una mezcla entre la sorpresa y el impacto, luego de haber estado desaparecido por muchos días. Toda la seriedad que hubiera podido usar para mantenerse firme en contra del Profeta y la rabia abandonándole cuando sus ojos hallaron a su persona de interés.
Se olvidó por un instante en que había más personas en aquella biblioteca de su pertenencia, sus ojos miel llenándose de lágrimas cuando enfocaron por fin al híbrido de oso.
Ahí estaba.
Era su Spreen.
No logró contenerlo. No podía con la felicidad, la preocupación, el alivio poniéndole fin a su desesperación luego de días sin poder estar a su lado. Ni siquiera logró dar un paso cuando ya estaba envuelto en fornidos brazos que le rodearon el cuerpo, elevándolo y arrancándole el aire. Su llanto ruidoso cuando el aroma le anunció lo que era obvio, la pertenencia suya de ese hombre y... fue un gesto silencioso, que apenas logró captar en medio del desastre de sus pensamientos, la pequeña humedad instalándose en su hombro donde Spreen había enterrado su rostro.
Lo tenía en sus brazos. Era él.
—Juan... —el híbrido se oía bajo, apenas en un hilo. —Juan... —repitió, esta vez con más claridad, su voz quebrándose al repetir el nombre de quién era dueño de todos sus pensamientos.
No lograba asimilarlo aún, luego de noches en vela, sin descanso en tanto buscaban cualquier forma para contactarle, luego de aquella fatídica noche... Luego de su llegada a su hogar para saberlo perdido. Juan estaba ahí. Era realmente él, no parte de sus alucinaciones por falta de sueño en aquellas largas noches, su calor realmente estaba en contacto con su piel y su aroma inundaba su olfato, regocijándole.
—Spreen... —el hechicero dejó escapar su nombre, encantando de ser apretado contra el cuerpo ajeno con tanta necesidad. No estaba dispuesto a soltarle, aterrado de que la imagen se le desvaneciese entre las manos, incluso si todo señalaba que no estaba dentro de ningún sueño, su corazón herido todavía no entendía que por fin era real.
—Gafotas, no sabés lo mucho que te extrañé —confesó a su oído, la vibración recorriéndole la espina y casi derritiéndole, sus piernas perdiendo fuerza. Incluso así, no caería, Spreen jamás lo dejaría caer. —Volviste...
—Volví —reafirmó Juan, sus dedos colándose entre el desorden de cabellos crespos para repartir caricias en la zona buscando relajarle, apuntando a su punto débil, recibiendo a cambio pequeños gruñidos del oso a gusto con su tacto.
—No te vayás de nuevo... —Spreen rogó, vocalizando su temor sin querer. —Yo... yo te explico todo, perdón, perdón, perdóname... —repitió, cada vez más bajo. —Solo... no te volvás a ir, no me dejés...
El resquemor en su corazón que le dejó la voz debilitada de su Spreen con sus súplicas estuvo a nada de hacerle quebrar, destrozado de oír al amor de su vida con el mismo temor en su interior que él, de saber que él podía pensar que en verdad eso podría suceder. No quería causar esa herida emocional, no lo deseaba para su oso.
—Estoy aquí, Spreen... —le dijo, pensando en aquellas seguridades que quería infundir para su amante. —No me iré. —prometió, el cuerpo de su pareja apoyándose contra él como si ese alivio le quitase un peso de encima. —Te amo. —finalizó diciendo, su voz tan baja que estaba seguro el único quién era capaz de oírle fuese el oso.
Había intentado que la primera vez diciéndole aquello fuera especial, una ocasión digna de rememorar, sin embargo, no importaba ahora. Solo quería decírselo, repetírselo cuántas veces hiciera falta, poner en palabras lo que quería demostrar cada vez para este hombre entre sus brazos.
Solo pudo reír cuando el híbrido elevó su rostro, apartándose de su hombro, mostrándole su expresión de sorpresa al oír semejante confesión. Y aunque no lo había visto suceder antes, las mejillas de Spreen se tintaron de un leve rubor. Fue un pequeño orgullo para sí mismo lograr dejarle sin palabras, incluso si su pequeña victoria duró demasiado poco.
Por supuesto, la herida expuesta quedó al descubierto de él con tanto detalle que le dejó sin aire por pocos segundos. No parecía tan mal cuando la notó antes, sin embargo, ahora, con el híbrido a escasos centímetros lo observaba mejor. La laceración estaba mal curada, probablemente por causa de haberse reabierto desde la primera vez que fue infringida. Atravesaba su ojo izquierdo, abriéndole incluso el párpado y mostrándole el iris nublado del híbrido. Sus manos se dirigieron en automático a las mejillas para guiar el rostro del oso en su dirección buscando la reacción de aquel órgano, pero Juan no necesitó ser médico para notar lo obvio.
—¿Quién fue? —le cuestionó el hechicero en tanto terminaba su inspección. Spreen se asombró del tono empleado para hablarle, y el recuerdo de cuándo obtuvo esta herida le hizo chistar con enfado.
—Juan... hay cosas que necesitás saber antes —comunicó Spreen, sin ánimo de comenzar a relatar la historia y explicaciones que estaba consciente le debía a su pareja. No podía hacerlo cuando, aunque los estaba ignorando, habían más personas que podían oír.
Juan lo comprendió de alguna forma, sin calmar ni un ápice su enfado, pero dispuesto a esperar.
—Este ojo... —quiso decirle en cambio, antes de que una de las morenas manos de Spreen atrapase la suya.
—Es inútil ahora —finalizó por él, respondiendo a la duda interna del hechicero sobre sí era consciente de la pérdida sin que tuviese ponerlo en palabras. —No te preocupés, gafotas, estoy bien ¿va? —dijo, sin intenciones de preocuparle demás. Iba a necesitar volver a curarlo luego de que el viejo hubiese ocasionado que los esfuerzos de Zorman se fueran por el caño cuando los atacó.
El hechicero le miró con reproche, la mano libre tocando las cercanías de su ojo notando el maltrato. El toque ocasionó un quejido instantáneo en el oso, quién cerró el párpado herido por reflejo ante el pinchazo de dolor. La sorpresa vino a ambos cuando el mismo dolor se replicó en Juan, quién imitó el gesto del híbrido. Nada había tocado su ojo, había sido solo el efecto espejo de la marca estando tan cerca el uno del otro.
Fue una confirmación para Spreen y una extrañeza para Juan.
—Si lo sentís —afirmó para sí mismo el híbrido, llamando la atención de Juan, mirándole con duda por causa de su sonrisa resignada. Spreen besó con calma la zona de su ojo que había replicado su dolor. —Vos me sentís.
—¿De qué..? —quiso cuestionarle, antes de que el recuerdo de las explicaciones del erudito llegasen como golpea a la realidad para el hechicero. —¿Entonces eso qué dijo Drako era verdad? ¡Pensé que estaba siendo exagerado!
—Yo también —se rió el híbrido junto a él. —No pensé que vos también me ibas a sentir, pero creo que sí.
—Sí... —Juan divagó, sin detallar más la situación cuando su atención volvió a la desastrosa herida en el ojo de su amado.
Tiempo tendría después para comprender las implicaciones de eso. Ahora mismo, lo único que tenía en mente era curarle. Juan sabía que no era ningún experto en esta área de su propio poder, pero valía la pena intentarlo.
Sus manos jalaron el rostro del híbrido, quién era más alto, mucho más cerca de sí mismo, Spreen notando en ese instante como los ojos miel de su pareja se iluminaban y el tacto en sus manos se volvía más cálido. El susurro bajo de Juan recitando su hechizo terminó, sus frentes juntas, con sus labios sellando el proceso antes de apreciar como la piel lastimada empezaba a curar con un brillo dorado, dejando tras de sí solo la cicatriz en un tono levemente distinto al del resto de su piel bronceada.
El híbrido no lo podía ver, pero el hechicero se encantó de la visión cuando la pupila del ojo recuperó su tono negro. No había sido perfecto para no dejar rastros, Juan lamentó las líneas rojas que serían el recordatorio de aquella herida, pero consiguió su objetivo. El ojo del oso volvía a reaccionar y Spreen parpadeó confundido cuando su campo visual se amplió.
—¿Qué...? ¿Qué fue eso? ¿Cómo? —expresó, mirando en todas direcciones para comprender mejor el cambio y acostumbrarse, luego de días sin poder ver correctamente. Se fijó de nuevo en Juanito cuando este rió enternecido por sus gestos, recostándose contra su pecho.
—Te curé osito —le explicó, un bostezo saliendo de sus labios cuando el cansancio empezó a resentir todas sus extremidades. —Soy un hechicero, ¿recuerdas...?
Por supuesto. Spreen no pudo hacer más que agradecerle, elevándolo entre sus brazos cuando el hechicero acabó recostando todo su peso contra él al perder casi por completo sus energías, habiendo usado su poder para sanarle.
Besó con todo el cariño del mundo su corona, la calidez instalada en su interior recordándole que a quién sostenía era la persona más importante en su mundo. Jamás lo dejaría de ser.
Por fin lo tenía devuelta.
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¡Hola!
Esta vez tardé un poco más;; perdón, aunque quizá nadie lo notó uu, ¡pero igualmente!
Tenemos a c!Jn por fin en casa, ¿quién creyó que todo saldría mal...? Aunque... para serles honestxs, ¡si iba a ser así! Supongo que no tiene sentido ahora, pero pensé seriamente en hacer que c!Jn cayera en otra dimensión, incluso lo escribí, pero viéndolo en retrospectiva, no tenía mucho sentido... Así que este es el resultado. ¡Estos dos por fin están reunidos! ¿Cuántos capítulos fueron separados? ¿Cómo 10 caps?
¡YYYY! Algo nada importante para nadie, pero me parece increíble que esta parte ya tenga más palabras que "El Bosque"! ¡Y todavía nos falta en este ff!
En fin... Les agradezco mucho sus lecturas y votos, de verdad, no puedo creer lo rápido que creció;; Espero la historia le haga justificia al amor recibido, y ya saben... comentarios, críticas, votos, ¡todo es bien recibido! Soy re feliz leyendo sus comentarios, incluso cuando wttpd no me notifica todo:c
Y eso... Es super tarde y mañana trabajo, pero quería subirlo;; corregiré errores más tarde de haberlos uu
¡Muchas gracias por leer!
¡Nos vemos!
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