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Quince.

Antes de leer;

Extenso, como siempre.

Situaciones que podrían afectar la sensibilidad de los lectores. Mantener precaución.

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La tenue luz del exterior alumbraba el pequeño cuarto a través de la cortina damasco. A pesar de que la noche anterior, en el pueblo una torrencial lluvia azotó los techos de los humildes moradas, el tímido canto de algunas avecillas dispersas amenizaba el frío ambiente que reinaba en la aldea.

Una dulce parsimonia enternecía además la situación en aquel cuarto. Dos mujeres, tendidas tranquilamente sobre un mismo lecho, ambas con la piel en contacto, con sus ojos cerrados y la respiración en calma.

Porque Sara y Mila, pasaron aquella noche juntas, y sin darse cuenta, pronto se meterían en problemas por su imperturbable sueño que antes, no les advirtió del pasar de las horas.

Fue Sara quién primero despertó. De forma lenta separó sus párpados, advirtiendo primeramente la claridad de la atmósfera. Entornó los ojos y alzó un poco su cabeza, percatándose entonces de la situación; Mila, yacía dormida y abrazada a ella, con el cuerpo desnudo y con una posición bastante comprometedora. Dio un pequeño respingo y de forma fugaz se ocultó bajo las sábanas, avergonzada por lo que anoche había sido capaz de hacer.

De forma lenta nuevamente alzó su vista por sobre las sábanas, quedándose esta vez hipnotizada por el dulce rostro de su amada.

Se dejó caer en su almohada, manteniendo su mirada estática hacia ella; sintió que una cálida sensación abarcó en la zona de su pecho.

¿Desde cuándo Mila era tan bonita? Pensó embobada. Alzó de forma tímida uno de sus dedos, y como si se tratara de una bella liana rodeada de flores, Sara comenzó a enrollar un mechón cobrizo entre sus dedos, jugueteando con él.

Y sin ella darse cuenta, una leve sonrisa ensanchó sus labios. Era extraño, pero sentía una sensación de paz en su interior, algo que no sentía hace mucho tiempo. ¿Quizá era el hecho de estar fuera del palacio? ¿Quizá era el hecho de estar en un cuarto tan silencioso y armónico? ¿O quizá era el hecho de estar junto a Mila?

Nuevamente y, entre sus alocados pensamientos, dirigió una vista de soslayo a su amada, notando de nuevo como esta dormía plácidamente.

Se estremeció.

Y, cuando por segunda vez Sara se cuestionó el hecho del por qué sentía una extraña sensación estando en aquel sitio, un fugaz recuerdo vino a su mente.

¿Será porque por un instante siquiera, olvidé lo que está pasando con Michele?

Y cuando su mente dilucidó aquel pensamiento, Sara se reincorporó de un salto en la cama.

Su mente se nubló y sus manos comenzaron a temblar; ¿cómo pudo ser tan imprudente y egoísta como para olvidar la situación que le aquejaba a su familia?

Se sintió caer nuevamente en un vacío enorme. Se encogió y su vista se nubló; con fuerza apretó las sábanas y un terrible nudo se formó en su garganta.

Su Michele, su pobre y querido Michele, ¿cómo estaba él? ¿Cómo se sentía esta mañana? ¿Alguien estaría amenizando su terrible sufrimiento? Y sintió que el corazón se le estrujaba y caía a pedazos.

Porque su querido Michele estaba seguramente en cama, en una habitación oscura, en un ambiente lúgubre y solo esperando a que el tiempo pasara, para luego su vida ser cobrada. Porque mientras su Michele sufría, ella estaba allí, desnuda, en la misma cama junto a Mila, pensando cosas sin sentido e importancia alguna.

Que había perdido el tiempo en algo inútil, cuando su verdadera tarea y propósito estaba junto a Seung-Gil, para enamorarle y conseguir lo que tanto anhelaba: recuperar el honor de su familia, conseguir el aprecio de sus padres y, por sobretodo, poder ver nuevamente a su querido Michele, antes de que el espectro de la muerte pudiese llevárselo y ella quedara con las manos vacías de esperanza y llenas de frustración.

Debía casarse con Seung-Gil; debía interrumpir el ridículo plazo de esa boda. Y aquello, no lo conseguiría estando junto a Mila en la misma cama.

¡No conseguiría sus propósitos si jugaba a hacer como si estuviese enamorada de Mila! ¡Qué ridícula era! ¿Cómo era capaz de perder el tiempo en algo como eso?

Y con el ceño fruncido, volteó su rostro hacia Mila, murmurando:

-Esto no debió pasar Mila, lo siento... -Aferró las sábanas hacia su pecho, cristalizándose sus ojos-. Lo nuestro fue un estúpido error.

Y con el nudo aferrándose en su garganta, Sara Crispino, decidida a abandonar aquel sitio sin dejar ni el más mínimo rastro, se inmiscuyó de la cama, dirigiéndose entonces hacia el suelo, en donde yacían sus prendas, cuando de pronto...

Crrriiii.

El fuerte sonido del chirrido de las bisagras de la puerta, retumbó ante la presencia de Sara. Y, cuando ella alzó su vista hacia el nuevo intruso en la habitación, sintió que caía en un abismo de vergüenza y pudor.

La nueva presencia en el lugar, tan solo le observó anonadado.

Y Sara, lanzó un grito agudo y repentino, alzándose en sus piernas y tapándose sus senos desnudos, pero dejando su intimidad al descubierto.

El muchacho también lanzó un grito por causa de ello.

Y Mila, entonces despertó de un respingo.

-¡¿Q-q-qué rayos?! ¡¿Qué está pasando?!

Yuri, con aspecto débil y, con el rostro sonrojado por causa de la fiebre y vergüenza, mantenía su vista cegada con su antebrazo, totalmente descolocado por la escena de la que era testigo.

-¡Yu-Yuri! -Mila, despojándose de inmediato de cualquier atisbo de sueño, se alzó rápida del lecho, tapándose ligeramente con una prenda y caminando hacia el muchacho-. ¡E-escucha, no es lo que piensas, es que...!

Pero Mila no pudo llegar a Yuri, pues el muchacho retrocedió al verla a ella también desnuda; el color ascendió por el rostro de la mujer.

-Y-yo y-ya me iba, ya me iba, m-mi vest-vestido... sí... sí... -Sara, completamente avergonzada y eufórica por huir del lugar, comenzó a vestir su cuerpo con cualquier prenda que encontraba.

Mila se volteó hacia ella.

-Sara, cariño, escuch... -Pero Mila, de un fuerte movimiento fue empujada hacia un costado-. ¡Sara, espérame!

Y cuando la princesa quiso salir de la habitación, Yuri alzó su vista y quedó estático en la puerta, mirando desafiante a la mujer.

Y Sara, sintió que le despellejaba con aquella densa mirada.

-Sara... -musitó Yuri, contrayendo sus ojos esmeraldas y abriendo sus labios, notoriamente descolocado-. Sara Crispino. Eres la princesa...

Y sintió que caía en un vacío. Y con el miedo más grande, Sara empujó también a Yuri, provocando que este azotara su cuerpo en la pared y permitiéndole el paso libre hacia el exterior.

Y Sara, huyó de aquel lugar, dejando a Yuri y a Mila en un silencio absoluto e incómodo.

Hasta que el muchacho entonces habló.

-No me voltearé hacia ti. No hasta que te pongas ropa, Mila.

La mujer aludida mantuvo su expresión angustiada, asintiendo despacio con la cabeza, recogiendo una prenda del suelo y vistiéndose con ella, para que nuevamente la habitación se fundiera en un lúgubre silencio.

Y el ambiente era tan denso, que incluso podría ser fácilmente traspasado por una flecha.

-No puedo creer lo que has hecho, Mila.

La voz de Yuri sonó severa; Mila se contrajo en su sitio.

-De esto debe enterarse Viktor.

Y dicho aquello, Mila se aferró a él, cruzando sus brazos por su pecho y tratando de contenerle.

-¡Yuri, no! ¡Por favor no! -bramó suplicante, intentando coartar los movimientos del menor.

Pero Yuri, a pesar de estar debilitado por la golpiza, de todos modos pudo defenderse, logrando zafarse del agarre.

-¡¿Cómo quieres que calle esto?! -le reprochó, frunciendo el ceño y notándose en su voz la tensión en la garganta-. ¡¡A Viktor se lo llevaron a los malditos calabozos, por tu causa!! ¡¡Están en todo el pueblo investigando sobre quién es él o la amante del príncipe, y resulta que ahora te veo encamada con la mismísima prometida del príncipe!! ¡¿Qué quieres que haga, Mila?! ¡¿Qué te aplauda?!

La mujer, con los ojos cristalizados, solo abrió y cerró sus labios varias veces, como intentando hilar alguna explicación ante lo evidente de la situación.

Mas nada pudo salir de su boca.

-¡¡Eres la amante de la prometida del príncipe!! -acusó-. ¡Y resulta que en todo el pueblo se está investigando el amorío del príncipe, cuando su misma prometida es la que está ejecutando malos actos! ¿Te das cuenta? ¡Se llevaron a Viktor por tu causa, y resulta que podrías arreglar toda la situación del reino solo abriendo tu cochina boca!

Mila agachó la vista y se llevó ambas manos a su cabeza, totalmente perturbada.

-¡N-no sabes lo que realmente pasa, no lo sabes! -sollozó amarga.

Yuri bufó exasperado.

-¡Por favor! -dijo hastiado-. ¡Cómo si descifrar la escenita fuese muy complicado! ¡Ambas estaban desnudas! ¡Se encamaron! -Un fuerte brillo resplandeció en sus ojos, como conteniendo una lágrima-. Le dije a Viktor que no te dejara volver en aquel entonces, pero él no escuchó mis palabras.

Y otro silencio se acentuó entre ambos, hasta que Mila rompió en llanto.

-¡Yuri! -Se echó a los pies del menor, besando sus piernas y frotando su rostro en las rodillas-. ¡Por favor, no! ¡No se lo digas a Viktor! ¡Te lo suplico! -Y de forma lenta, ascendió su mirada suplicante hacia el perplejo rostro del menor, como pidiendo con su melancólica mirada aquello que le salvaría el pellejo a su amada-. Ha-hazlo por mí, ¿sí? -susurró-. Devuélveme el favor, hazlo por lo que yo alguna vez hice por ti. Eres sangre de mi sangre, te lo suplic...

Y Yuri, sobrepasado por la situación y las palabras de Mila, de un fuerte movimiento se zafó de ella; la mujer lanzó un fuerte alarido.

Y Yuri, con las entrañas revolviéndoseles por fatídicos recuerdos de antaño, apretó los dientes, diciendo:

-¿Sangre de tu sangre? -escupió con ira-. Por tus venas no corre sangre, Mila; por tus venas corre ponzoña. -El labio inferior comenzó a temblarle; Mila pudo percatarse de ello-. No trates de engatusarme con un supuesto favor que yo jamás te pedí. Así que guárdate tus comentarios, que yo jamás te daré las gracias.

Y antes de poder alejarse de Mila y subir a la planta superior de la casa, Yuri dedicó la mirada más hostil a la triste expresión de la mujer, y articuló:

-Nunca entendí como Viktor pudo antes elegirte como su esposa; sin lugar a dudas, ese fue uno de los más grandes errores de su vida. Tú siempre eres un error para todos. Tú siempre cometes errores.


El dulce crepitar de las velas a su alrededor fue lo primero que escuchó apenas recuperó su consciencia. Abrió sus ojos adormilados y dilucidó el negro techo adornado con leves espectros amarillos expendidos desde las llamas.

Movió su cabeza hacia su derecha y encontró vacío el sótano; se sintió de cierta manera reconfortado, pues aquel sitio últimamente se había convertido en el lecho al que podía huir de todo el caos que se producía en el palacio.

Y emitió un suave suspiro.

-Es bueno saber que te sientes aliviado estando en este sitio.

Cuando oyó aquella voz prácticamente en su oreja, le fue inevitable dar un fuerte respingo. Dirigió su vista hacia la izquierda y pudo ver que, sentado a su lado y con la mirada estática, le observaba Jen.

-¡¿Q-qué haces aquí? -bramó Baek, asustado por la repentina situación. Se alzó apenas y tomó asiento sobre las frazadas y la paja.

Jen alzó ambas cejas.

-Se dice gracias -murmuró, y Baek desvió la mirada-. Te desmayaste, de nuevo. Estábamos en el bosque, te dio un ataque de llanto y luego cediste nuevamente en mis brazos, como toda una delicada flor.

Baek le dedicó una leve mirada inquisitiva.

-No es gracioso, ¿sabes? -le reprochó.

-Sé que no lo es -dijo Jen, incorporándose y caminando hacia el rincón del sótano; Baek fue capaz de oír que movía unas herramientas, y al instante dilucidó a Jen caminando hacia él con una caja en las manos-. Pero al menos trato de hacer un poco más agradable toda esta maldita situación.

Baek no articuló palabras. Con la vista cansada, solo observó cómo Jen se agachaba a la altura de sus pies tendidos y abría la caja que traía.

Y Baek contrajo levemente sus pupilas cuando, fue testigo de la planta que yacía dentro de la caja: belladona. Sí, veía bien; Belladona. La misma planta que había sido prohibida por la iglesia, por considerársele demoniaca. Seguramente Jen la guardaba ahí por sus dotes curativos y analgésicos.

-¿Qué estás haciendo? -preguntó Baek de pronto, cuando pudo ver que las vendas de sus pies eran desenrolladas; Jen le ignoró.

Y Baek, solo pudo seguir observando en total silencio.

Y notó, poco a poco, como Jen dejaba al descubierto sus pies. Y posteriormente, a los pocos segundos, Baek notó que sus pies estaban mucho más sanos.

Y no pudo evitar sonreír.

-¡M-mis pies! -exclamó, moviendo sus dedos de forma suave y resplandeciendo un pequeño brillo en sus grisáceos ojos-. ¡Ya no duelen tanto!

Jen se incorporó y sonrió de forma leve. Observó a Baek a los ojos, arqueando una ceja.

-¿Y? -musitó divertido.

Baek desvió la mirada, avergonzado, y dijo:

-Gracias, supongo...

Jen rodó los ojos y, con la caja entre sus manos, se devolvió hacia el rincón del sótano; Baek le siguió con la mirada y, a través de la espesa oscuridad, pudo notar como a un costado yacía un montón de estructuras metálicas alargadas una encima de la otra; enarcó sus cejas por la curiosidad de ver tales objetos allí apilados.

-A pesar de que pude sanar tus pies, es necesario que sigas descansando. -Se devolvió al sitio y se sentó frente a Baek-. Trata de evitar salir por hoy de este sitio. Además... es preferible que no veas al príncipe andar por ahí.

Por un instante, Baek miró extrañado a Jen, sin entender el contexto de sus palabras. Pero, cuando los recuerdos de la tarde anterior pasaron nuevamente por su conciencia, entonces sintió que el corazón se le estrujó a un punto invisible.

Y de forma instantánea bajó su mirada; mordió sus labios y una terrible expresión de tristeza inundó su faz.

Porque la imagen de Seung-Gil y Phichit, precisamente en el interior de aquella casa en medio del bosque, traía a Baek un sentimiento de dolor que no podía encasillar en algo.

Simplemente le dolía, y aquello es lo único que sabía.

-Sé que no quieres recordarlo, y créeme que tampoco es mi intención hacértelo recordar. -Jen tomó una pausa y respiró profundo, intentando elegir bien sus palabras-. Pero necesito que rehúyas de lo que pasa allá arriba, ¿sabes? Además...

Baek sintió como el ambiente comenzó a tornarse algo denso y, con la mirada cristalizada, ascendió su vista hacia la nerviosa expresión de Jen, y escuchó en un bajo murmullo:

-Además, el rey nos pedirá explicaciones acerca de lo que vimos, ¿no? Algo se me ocurrirá pronto; sé que podemos burlar esta situación.

Y Baek sintió que el mundo se le desmoronaba.

¿Cómo pudo haber olvidado tal situación? Jeroen les había encomendado tal tarea, y muy pronto, les pediría explicaciones a ambos acerca de lo que pudieron averiguar.

-Yo no conozco muy íntimamente al rey -dijo Jen-, y es obvio, después de todo solo soy una basura sin libertad, pero tú... -se agachó a la altura de Baek, entornando sus ojos y dirigiendo su vista inquisitiva hacia la asustada expresión del menor- tú sí eres muy cercano a él, ¿verdad?

Y ante la pregunta de Jen, Baek contrajo sus pupilas y abrió levemente sus labios, un tanto descolocado por la sospecha articulada.

-No me pongas esa expresión -musitó Jen, algo divertido-, no es que lo esté afirmando, era tan solo una duda. -Se alzó nuevamente, estiró sus brazos y lanzó un largo suspiro; Baek supo que aquella sospecha en Jen, no era tan solo algo banal-. Bueno, como sea. Solo sé que él es el rey, que es un maldito sádico y que, sino contestamos a lo que él nos exija, nuestras cabezas adornarán la pila de cráneos que está en el calabozo de los ciegos.

Baek sintió que el estómago se le revolvió.

Y peor fue la sensación, cuando en el primer piso del palacio, por encima de sus cabezas, una voz muy clara resonó en un bramido:

-¡¿Baek?!

Y el muchacho, de un movimiento desesperado e instantáneo, se incorporó de su cama de frazadas y paja, dibujando una horrorizada expresión en su rostro y encogiéndose en la pared.

-¡¿Baek?! -volvió a oír al mismo guardia en el primer piso-. ¡Baek! ¡¿Dónde te has metido?! ¡El rey solicita tu inmediata presencia en su despacho!

Y con las pupilas encogidas y los labios temblorosos, Baek se mantuvo estático en su lugar, con la vista hacia el techo.

Jen se mantuvo en la misma posición, también con la tensión a flor de piel.

Y después de varios minutos oyendo al mismo guardia vociferar el nombre del servidor, pudieron notar como este se esfumó en el sentido contrario del sótano, hacia el pasillo que daba al despacho del rey.

Y Baek, sintió que la desesperación le consumía como un gusano a un cadáver.

-Baek... -Apenas el guardia se alejó, Jen se acercó al menor, intentando tranquilizarle del suceso próximo que sobrevendría-. Escúchame, tienes que decirle la verdad, de lo contrario, tú y yo...

-N-no... -musitó tembloroso, bajando la vista cristalizada y sintiendo que las piernas le fallaban-. N-no pu-puedo, m-mi señor Seung-Gil, él...

Jen se llevó ambas manos a la cabeza y se dio la vuelta; un fuerte quejido se escuchó por el sótano.

-¡Siempre es Seung-Gil! ¡¿Verdad?! -disparó en un bramido-. ¡Nos pondrás a ambos en peligro, solo por tu ridículo deseo de pensar que el príncipe nota tu existencia!

Y aunque aquellas palabras fueron sumamente hirientes en su contenido, Baek pareció no escuchar las palabras de Jen, porque en su rostro se mantenía la misma expresión de horror.

Porque por su mente, un millón de ideas y tormentas se mezclaban, y generaban en Baek un torbellino sin precedentes.

Y la incertidumbre le fue carcomiendo de a poco la escasa lucidez mental que en aquellos instantes le quedaba.

¿De qué sería capaz Jeroen si él le mentía acerca de lo que vio? ¿Era realmente necesario decirle que vio a Seung-Gil y Phichit siendo amantes? ¿Y si burlaba la situación y le decía que no había visto nada? No, eso era muy arriesgado; él conocía a Jeroen, mucho mejor que cualquier persona sobre este mundo; sabía de lo que él era capaz de hacer.

¿Qué le diría? ¿Qué mentira usaría? ¿Qué haría con su querido Seung-Gil en caso de ser descubierto? ¿Y si sobornaba luego a Jen y le hacía daño por su causa? ¿Y si sometían nuevamente a Phichit a otra tortura para sonsacar información? O peor, ¿y si torturaban a Seung-Gil para obligarle a confesar? No, no, no y no. Aquello era una pesadilla. Cualquier posible escenario era terrible, y él debía evitar eso...

¿Pero cómo?

Debía buscar una solución, sí. ¿Pero cuál? ¿De qué forma podría burlar la situación y hacer olvidar a Jeroen la tarea que le encomendó? Porque, a pesar de ser Jeroen ya un hombre de edad, Baek sabía perfectamente lo astuto y lúcido que era en cuánto a su honor, y tenía completo conocimiento de que el rey jamás olvidaría una misión encomendada a su persona.

¿Pero entonces qué? ¿Con qué podría seducir a Jeroen para que olvidara aquello? ¿Qué podría ser tan poderoso como para aplastar el ímpetu de Jeroen?

Y entonces una idea fugaz, desagradable y, sumamente arriesgada, pasó por la alborotada y cegada mente de Baek.

Y las entrañas se le revolvieron. Su cuerpo se tensó y, con el nudo en la garganta, alzó su vista hacia la perpleja expresión de Jen, y susurró:

-Jen... -El joven aludido bajó su mirada hacia la nerviosa expresión del menor-. Tengo una ide...

-¡¡¡BAEK!!!

Y de pronto, ambos sintieron que el cuerpo se les congeló, cuando, un terrible bramido retumbó por sobre sus cabezas.

Y esta voz, era ahora de Jeroen.

-¡¡¡Baek, sal de dónde sea que estés!!! -La fuerza en la voz de Jeroen, era de tal magnitud, que los guardias en el primer piso tapaban sus orejas para que sus tímpanos no se dañasen-. ¡¡¡Sal de tu escondite, asquerosa rata!!!

Y tanto Baek como Jen, pudieron palpar la furia en la voz de Jeroen.

Y Baek, sintió que el miedo le tomaba preso. Y, con las pupilas encogidas, dirigió su vista hacia el rostro de Jen.

Y Baek, supo que jamás había visto esa expresión en su amigo, porque Jen, siempre se mostraba tranquilo en todas las situaciones, pero ahora...

Ahora estaba aterrado, y la expresión en su rostro le delataba.

-Ba-Baek... -balbuceó en un hilo de voz, bajando su mirada hacia el menor-. Vamos, escóndete -le dijo, tomando a Baek por el antebrazo y tratando de llevarlo hacia un rincón del sótano.

Pero Baek se zafó de su agarre.

-No -dijo seco. Jen se volteó a mirarle con una perpleja expresión, y otro bramido de Jeroen se oyó por sobre sus cabezas-. N-no voy a esconderme, no...

Y Jen frunció el ceño, notoriamente frustrado.

-Yo voy a lidiar con esto -le dijo decidido, tomándole nuevamente por el brazo y arrastrándolo hacia un pequeño espacio que se formaba entre un gran mueble y una abertura de la pared-. Encontraré una forma de solucionar est...

Y Baek, esta vez se zafó con más fuerza de su agarre.

Y Jen le dedicó una mirada hostil; otro grito de Jeroen retumbó por todo el palacio.

-Baek, es suficiente -dijo entre dientes-. Dije que iba a solucionar esto, déjate de...

-Jen... -dijo Baek en un susurro-. Ya basta. -Frunció levemente el ceño-. Deja de asumir responsabilidades que no te corresponden.

Jen no supo por qué, pero sintió que aquello fue como un golpe en su nuca.

-¿Responsabilidades que no me corresponden? -dijo en un jadeo-. ¿Sabes? Tienes razón. Yo no tendría por qué estar en este sitio. Yo debería estar feliz de la vida, tranquilo, vagando por este palacio, y no estando contigo aquí, prestándote mi hombro para tus lloriqueos, sanando tus pies, acompañándote al bosque y temiendo por mi miserable vida por la furia de Jeroen.

Y Baek sintió que el corazón se le estrujó; Jen apretó sus puños.

-Si estoy metido en todos estos problemas, es por tu causa -le increpó, dirigiéndole una mirada inquisitiva-. Pero, ¿y qué? Así lo decidí yo; nadie me obligó a meterme en problemas contigo. -Desvió la mirada-. Tan solo quería ayudarte.

Y un silencio fortuito se acentuó entre ambos, cuando otro bramido iracundo de Jeroen irrumpió por completo el crepitar de las llamas.

-Y te lo agradezco... -Oyó Jen que Baek susurró-. Y si quieres ayudarme, entonces te pediré un último favor...

Jen, aguantando las lágrimas a los bordes de sus ojos, volteó nuevamente su vista hacia Baek, y pudo observar...

Pudo observar la expresión de Baek, totalmente apaciguado y en paz.

-El último favor que te pediré, es que subas con Jeroen, y le digas que baje a conversar conmigo.

Jen sintió que el aliento se le fue.

-No -dijo seco-. ¿Estás loco, Baek? Está hecho una fiera. No, definitivamente n...

-Jen, por fav...

-No -repitió-. Es cierto, estás más sano, pero sigues estando débil. ¿Quieres que te haga añicos? No. ¿O acaso vas a decirle la verdad de lo que viste del príncipe? -Le dirigió la mirada a Baek, y este, tan solo bajó la mirada; Jen comprendió la respuesta-. No, claro que no se lo dirás... ¿entonces qué harás? No Baek, ¿qué pretendes? Esto no me da confianza, él podría...

-Jen, por favor. -El aludido negó con el cabeza, totalmente ofuscado-. Confía en mí.

Jen torció los labios.

-Todas las veces que he confiado en ti, me metes en problemas. -Alzó los brazos y se tomó la cabeza-. Baek, no puedo dejarte solo con él, es una bestia.

Pero Baek, dedicó nuevamente una mirada inundada de paz a Jen, como diciéndole que todo estaría bien.

Y Jen, con el corazón en la mano, y con la conciencia hecha un alboroto, dijo en voz baja:

-Tengo mucho miedo.

-Yo también -le respondió Baek-, pero te prometo que todo saldrá bien. -Tomó las manos de Jen y las apretó de forma conciliadora; Jen sintió que los sentidos se le apagaron-. Conversaré con Jeroen. Le haré entrar en razón y, luego de unos minutos, volveré a descansar tal y como me lo pediste.

Jen sintió que cedía de a poco a las peticiones de Baek; calló por unos instantes.

-¿E-estás seguro que...?

-Sí -dijo Baek con toda seguridad-. Yo sé lidiar con Jeroen; todo saldrá bien.

Y Jen, sintiéndose entre la espada y la pared, cerró sus ojos con rabia, apretó sus dientes, y dijo:

-Está bien. -Apretó con más fuerza las manos del menor-. Pero yo estaré vigilando la conversación de ustedes dos.

Baek negó con la cabeza; Jen quedó perplejo.

-Necesito que me dejes a solas con Jeroen -dijo con total convicción-. Es más, necesito que vayas a un lugar lejano, ¿qué tal el patio exterior o la sala principal?

-¡Pero Baek!

-Por favor...

Y Jen, nuevamente sintió que la frustración le cegó todo por dentro.

-Maldita sea... -dijo entre dientes-. Es-está bien... no sé qué pretendes, pero no me queda otra opción que confiar en tus palabras.

Y después de varios bramidos de Jeroen retumbando por sobre sus cabezas, Jen soltó despacio las manos de Baek, encaminándose hacia las escaleras y subiendo por ellas. Pero, antes de llegar a la cima, se detuvo y miró a Baek en la parte inferior del sótano.

Y Baek, le dedicó una leve sonrisa sosegadora.

Y Jen, sintió que el corazón se le estrujó. Y sin esperar más, abrió la puerta y desapareció de la vista de Baek.

Y desde aquel instante, Baek sintió que la desesperación le consumió el cuerpo y el alma.

Se volteó hacia la pared, pegó su frente a ella y cerró los ojos. Apretó los dientes y sintió que las entrañas se le revolvieron.

No podía creer lo que estaba a punto de hacer. No era capaz de conciliar todo lo que ocurriría allí con Jeroen.

Y todo, por proteger a Seung-Gil de las garras del rey. Por proteger a Seung-Gil, a Phichit -cuya existencia y bienestar, representaban la felicidad para su príncipe-, y a Jen, que, a pesar de ser antes un extraño, se había vuelto un amigo en el cuál podía confiar.

Y si él tenía que arriesgar aquello por el bienestar de ellos, entonces que así fuese.

Y sus pensamientos hundidos en la más grande desesperación, se vieron irrumpidos por unos pesados pasos en las escalas de madera.

Y sintió como alguien descendía hacia el sótano. Y sintió que el cuerpo se le tensó.

-Así que este es tu escondite.

Aquella voz, tan desagradable y familiar para Baek, se oyó por todo el sótano, opacando el dulce crepitar de las llamas.

-¿Escondiéndote en un sótano como las ratas, Baek?

Y Jeroen, entonces se detuvo a espalda de Baek, estando este aún apoyado en la pared. Y de forma lenta, e intentando guardar cualquier signo de miedo, se volteó hacia Jeroen, con una expresión sumamente tranquila.

-Majestad.

Musitó Baek con calma, dedicando una mirada levemente inocentona al rey; este arqueó sus gruesas cejas ante el inusual semblante del joven.

-¿Por qué no acudiste a mis llamados? -inquirió con su áspera voz-. ¿Por qué has hecho un desacato a mi autoridad?

Y aunque en la voz de Jeroen era palpable la ira, Baek intentó guardar la calma, y dijo apenas:

-Usted lo sabe, majestad. Mi estado de salud es delicado; no podía acudir tan solo así a su llamado.

Jeroen frunció el ceño y guardó silencio. Baek cruzó sus manos por detrás, aferrándolas una a la otra, conteniendo las evidentes ansias que invadían su cuerpo.

-En fin -dijo Jeroen, notoriamente exasperado por la situación-. Vine a ya sabes qué.

Y cuando la severa expresión de Jeroen exigió a Baek una respuesta de la tarea encomendada, el más joven sintió que un nudo se formó en su estómago.

Y sintió que se tambaleaba, pero tomó aire y aguardó; no podía fallar en su propósito; debía mantener la calma, aunque el miedo le paralizara los sentidos.

-No entiendo a qué se refiere, mi señor Jeroen... -dijo en un suave susurro, arqueando sus cejas de forma leve y dedicando una tenue sonrisa a Jeroen; este frunció el ceño de inmediato.

Y arrastrando sus pies tan pesados como el plomo, se acercó a Baek, acechándole con su densa mirada.

Y el más joven, sintió que los nervios le estrujaban todo por dentro.

-No me hagas perder el tiempo -dijo entre dientes, acercando su gran cabeza al rostro de Baek y expendiendo su aliento caliente en la expresión contenida del menor-. Sabes perfectamente lo que quiero. Dímelo, ahora.

Baek tragó saliva, intentando no dar señales del horror que invadía cada fibra de su ser. Contuvo el temblor en su cuerpo y, con una expresión relajada, sonrió nuevamente al rey.

Y Jeroen, sintió que la sangre se le espesaba por la ira que le provocaba la tranquila faz del servidor.

-Déjate de jugarretas, imbécil -le advirtió, tomando a Baek por la prenda y acercándole peligrosamente a su rostro; el muchacho cerró los ojos despacio, con cierto repelús-. ¿Qué viste sobre Seung-Gil? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Quién es su amante?

Y Baek, sintiendo como los fuertes latidos le ensordecían la audición, solamente contuvo su respiración y esbozó otra sonrisa.

Y Jeroen, sintió que un fuerte ardor se posó en su estómago por causa de la ira; aquel estúpido muchachito se estaba burlando de su autoridad. Y, con la vista cegada de frustración, Jeroen decidió aplicar un castigo a Baek, cuando de pronto:

-Mi rey Jeroen... -musitó suave Baek, dirigiéndole la vista y zafando con un suave movimiento la gran mano del rey que sostenía su prenda-. ¿Qué tal si nos olvidamos un rato de un tema tan complicado como el del príncipe?

Jeroen guardó silencio por varios segundos, no pudiendo hilar las palabras del menor.

-Quizá deberíamos... no sé, ¿relajarnos un poco? ¿Recordar otro tipo de cosas? -Alzó suavemente su dedo índice, deslizándolo por el cuello del rey-. Hoy se ve distinto.

Y aunque el estómago se le revolvía por dentro, debía seguir adelante con sus acciones.

-¿Qué pretendes? -disparó Jeroen de inmediato, arqueando una gruesa ceja y dirigiendo una mirada inquisitiva a la seductora expresión de Baek-. ¿Qué estás tramando?

Baek guardó silencio. Y, con otro movimiento tenue, deslizó una mano por el brazo de Jeroen, intentando generar con su tacto alguna reacción en el mayor.

Y aunque no era visible por ahora, Jeroen comenzaba a sentir que por dentro el fuego de la ira se le apagaba, para dar paso a un calor de otra índole.

-¿Tramando? -repitió el muchacho, mostrando cierto aire de ofensa-. Mh, no... -susurró- resulta que, me parece muy apropiado el lugar en el que estamos, ¿a usted no, mi señor?

Jeroen tensó su expresión.

-Mire... -Con sus nudillos ejerció una caricia fugaz por la barbilla de Jeroen-. Es un sótano; un sitio oscuro. ¿No le trae recuerdos de antaño?

El hombre se mantuvo perplejo, aún sin poder creer la repentina -y tan deseada-, faceta que ahora Baek le mostraba.

-Quizá deberíamos aprovechar el instante. -Con cada palabra que articulaba, sentía que se hundía más y más en un pozo sin salida-. No hay nadie viéndonos, y el ambiente es agradable.

Jeroen, con la vista perpleja como piedra y, con el cuerpo congelado por las palabras del menor, solo pudo limitarse a asentir con la cabeza, como embobado por la situación.

-Bien -dijo Baek en un hilo de voz-. ¿Qué tal si me toma, señor?

Y articular aquellas palabras le provocó un asco indecible, mas no poseía otra salida; era ahora o nunca; debía lograr lo que ya había iniciado.

Y Jeroen, con un brillo salvaje revistiendo sus ojos, tomó al menor por la cintura y lo jaló hacia su cuerpo, con suma brusquedad.

Y Baek, no tardó en sentir la áspera lengua del hombre en su cuello, como si de un animal de carroña se tratase.

Sintió que su cuerpo se congeló. Los cabellos de la nuca se le erizaron.

-No sé qué pretendes -jadeó Jeroen, sin desatender el cuello de Baek-, pero si es real, entonces el tema de Seung-Gil lo zanjaremos cuando termine con esto.

No. Porque luego de aquel acto carnal, Jeroen no recordaría nada, y aquel, era el plan de Baek: dar a Jeroen una experiencia sexual tan placentera y extenuante, que cayendo luego el rey dormido, él se encargaría de borrarle la memoria.

Porque Baek era un joven observador y, que bajo los efectos del miedo y la presión, podía maquinar coartadas perfectas, incluso cuando ello traía su propia desventaja.

La Belladona. La misma planta que Jen antes ocupó para fines analgésicos externos para las heridas de sus pies, sería ahora utilizada en más grandes cantidades para alterar la memoria de Jeroen.

Era un plan perfecto, nada saldría mal, después de todo... él era un joven muy sabiondo de la ancestral herbolaria. Su abuela era la herbolaria del pueblo, y él, obviamente no se quedaba atrás en conocimientos.

Sí, ya todo estaba zanjado. Todo saldría bien. Él se acostaría con Jeroen, este caería dormido y, en medio de su plácido sueño, los efectos sedantes de la belladona actuarían.

Todo era perfecto.

-Majes...tad... -Baek no tuvo más opción que lanzar un falso gemido, ante las furiosas manos de Jeroen que le despojaban de sus ropas.

Y Jeroen, parecía un hambriento animal de carroña. Con los ojos entornados y cegados, delineaba cada centímetro de cicatrices en el torso y cintura de Baek, como corroyéndose su lucidez mental por causa de la excitación.

Y con evidente hambre, subió al rostro del menor, sellando un desagradable beso entre ambos.

Y Baek, sentía que el cuerpo comenzaba a despellejársele; la sensación de asco le subía por las entrañas, y con el pasar de los minutos sentía que no podía tolerarlo.

Porque con el asco de aquellas sensaciones, también sobrevino el miedo, y los recuerdos de cuando era niño, comenzaron a impregnársele de forma dolorosa en la memoria.

No ahora, no podía estar pasándole eso ahora, no justo cuando había maquinado un plan perfecto.

Porque sí, su plan era perfecto, pero Baek, no contó con el hecho de que él era humano, y por tanto, era un ser impredecible en sus sentimientos y traumas, más cuando Jeroen representaba la principal desgracia de su vida.

Y emulando nuevamente otra falsa sensación, Baek lanzó otro gemido, intentando dispersar las sospechas de Jeroen.

Y el rey, pareció no sospechar nada.

-Las personas como tú me causan asco -gimió Jeroen, sacando por completo el harapo que cubría el torso del más joven; Baek se encogió por el repelús-. Las personas como tú y Seung-Gil...

Y con un movimiento desesperado, Jeroen tumbó a Baek en el suelo, posándose sobre él y abriéndole las piernas.

Baek comenzó a sentir que el cuerpo se le paralizaba del miedo.

-Y, sin embargo, no puedo evitar sentirme absorbido por ti. -Le tomó del mentón con una fuerza desmedida, fijando su mirada iracunda en la descolocada expresión de Baek-. Porque eres tan solo tú, quien me quiebra de esta manera. Porque me generas ira, y me generas debilidad. Porque te tengo a mi completa merced, y a la vez, me tienes a tu completa merced.

Y las palabras de Jeroen no eran más que la verdad. Porque Baek y Jeroen, aunque para los ojos de los demás eran tan solo el gran soberano y el servidor carente de libertad, compartían una historia por detrás. Una historia que se traducía en la eterna codependencia que entre ambos existía.

Porque Baek, era la más grande amenaza para Jeroen, pero a la vez, era lo que más seguridad le brindaba. Y porque Jeroen, era para Baek su más grande desgracia, pero a la vez, era la salvación y la única opción para poder cumplir su promesa de vida.

Porque ambos eran un latente peligro para el otro, pero a la vez, eran los únicos que sabían toda la verdad sobre el otro.

Una relación de codependencia y sumamente tóxica. Porque con tan solo un chasquido, Baek podía poner a sus pies a Jeroen como un indigno perro, pero a la vez, sabía que un movimiento en falso pondría una soga en su cuello. Porque Jeroen sentía por Baek una obsesión enfermiza. Una relación y un sentimiento que se traducía en la más completa dependencia de todos sus secretos. Porque Baek sabía todo sobre Jeroen, y Jeroen, sabía todo sobre Baek.

Y mientras uno funcionara en virtud del otro, ninguno de ellos se dañaría lo suficiente como para corromper el pacto que poseían.

La historia que por detrás les unía, era sumamente fuerte como para ser olvidada por Jeroen. Y, sumamente trágica, como para ser superada por Baek.

-Desde que fui testigo del monstruo que género mi unión con Eveline, comencé a sentir asco por acercarme a ella -musitó Jeroen, deslizando un gran dedo por los labios de Baek, e introduciéndolo suave en su interior; el muchacho trago saliva-. Y tú, tan solo tú, pudiste saciar mi hambre.

Y aunque Jeroen decía aquellas palabras con un semblante sumamente tranquilo, un montón de recuerdos agónicos pasaban por la mente de Baek.

Porque lo que fue alguna vez placentero para el rey, para Baek fue un episodio traumático de su vida.

Y la vista se le comenzó a cegar por las lágrimas.

-Nunca te irás de este palacio -sentenció Jeroen, acercando su boca hambrienta al pecho del menor, y repartiendo mordiscos similares al de un lobo corroyendo la carne de una oveja-. Porque perteneces no solo a este sitio, sino que también a mí.

Y Baek, comenzó a entender entonces que, a pesar de que la coartada de su plan era prácticamente perfecta, al parecer no podía seguir soportándolo.

Porque Baek no contó, con que su mente y cuerpo no serían capaces de ignorar aquellas sensaciones tan vomitivas y despreciables.

No podía soportarlo; el estómago se le revolvía y la conciencia se le cegaba de cualquier atisbo de tranquilidad.

Y comenzó a colapsar.

-Ba-basta...

Dijo en un hilo de voz, cuando sintió que la mano furiosa de Jeroen aventuró en su entrepierna, comenzando a moverse de arriba hacia abajo en lo que alguna vez él tocó cuando era un niño.

Y recordó entonces, cuando Jeroen le enseñó aquella táctica para purificar su alma del pecado. Que, cuando él sintiera un fuerte remordimiento por uno de sus malos actos, aquel líquido blanco que saliera de su cuerpo, sería la expulsión del pecado.

Y los ojos se le cristalizaron. Y sintió que era humillado en aquel instante. Que no era más que basura asquerosa y que existía solo para complacer al resto. Que era indigno.

Y el alma se le lleno de ira, pero no pudo moverse.

-Bas...ta, n-no... Je-Jero...en...

El miedo le paralizaba la lengua y, con el furioso tacto de Jeroen, sentía que todo su ser se hundía en un pozo sin fondo.

Y peor, fue la sensación cuando Jeroen, hundido en la más grande excitación carnal, sacó su miembro y lo posó entre las piernas de Baek.

Y el horror fue completo.

-¡¡¡No, no, no!!! -desgarró su garganta en un grito acorralado, propinando golpes en la espalda del rey-. ¡No, por favor, lo siento, y-yo no quería, n-no era... m-mi...!!!

Pero ya era demasiado tarde.

Porque Baek jamás predijo aquella situación. Porque pecó de soberbio al pensar que podía manejar todas las situaciones él solo. Que era capaz de anular esa parte humana suya e ignorar todo el miedo que sentía de lo que ocurría. Que era humano y, que por tanto, se le tenía permitido también sentir.

Pero ya era demasiado tarde.

Ya había provocado al animalesco instinto de Jeroen. Ya nadie le ayudaría. Estaba él, débil y mucho más pequeño que Jeroen, en un sótano oscuro, lejos de cualquier ayuda.

El final de aquel episodio estaba escrito, y Baek, supo que entonces solo debía someterse a las intenciones de Jeroen.

Que el rey le tomaría carnalmente, y que ya nada podía hacer.

-N-noooo, no... no... -Sollozó amargamente, cerrando sus ojos con fuerza y llevando sus manos a la cabeza.

Y sintió entonces, el contacto del miembro con su entrada; comenzó a desfallecer de forma tortuosa, quemándose su humanidad por la humillación a la que se estaba sometiendo.

-¡Basta, por favor, basta, basta!

Y sintió la presión, y supo entonces, que sería penetrado.

Y ese sería el comienzo del fin.

Porque Baek, comenzaría entonces a vivir la misma experiencia de hace años.

Y ya nadie le salvaría.


Cuando Sara cruzó el portón de las caballerizas con sus ropajes desordenados y el rostro entre sus manos, pudo notar como la mirada inquisitiva del guardia le seguía con evidente sospecha.

Corrió sin alzar su vista hacia el frente. En todo momento, observó sus pies avanzando rápidamente hacia la tranquilidad de su habitación.

Con el corazón martilleándole con fuerza, se inmiscuyó en el pasillo interior y, un par de segundos después, vio frente a ella el pasillo que daba a la sala principal.

Y sintió un gran alivio por ello.

Y, cuando dobló el pasillo a la habitación principal, chocó con una nueva presencia que, al parecer, iba igual de apurado que ella.

Y cuando notó de quién se trataba, sintió que el alma se le salió del cuerpo.

-¿Sara?

La voz de Seung-Gil le tapó los oídos. Sintió un silbido agudo en su cabeza; no podía estar pasándole. No precisamente Seung-Gil. No precisamente la persona de la que más temía sospechara de la situación.

-¿Hacia dónde vas tan apurada? -inquirió el príncipe, alzando su mano e intentando sacudir el hombro de la princesa, que yacía con una mancha de polvo; esta dio un gran respingo y lanzó un fuerte alarido; Seung-Gil le miró curioso-. ¿Qué te pasa?

La princesa negó con la cabeza.

-Na-nada...

¿Y si Seung-Gil ya había notado que ella no estuvo toda la noche en el palacio? ¿Y si los guardias que vigilaban las entradas ya se habían percatado de que nunca llegó? ¿Y si alguien en el pueblo la vio correr desesperada y con sus ropajes desarreglados?

No.

No, no y no.

Sara no podía imaginar las horrorosas consecuencias que ello traería. Porque, si Seung-Gil sospechaba siquiera de una infidelidad por parte de ella, el pacto que mantenían se esfumaría en menos de un segundo.

Y ella, lo sabía perfectamente.

-¡Sara!

La voz de Seung-Gil ascendió su volumen; Sara dio un pequeño respingo y alzó su vista hacia el príncipe.

Su expresión era delatadora. Su respiración agitada, era clara señal para Seung-Gil de que algo inquietaba a Sara de sobremanera.

-¿Te ocurrió algo malo? -dijo, entornando sus ojos y tratando de revelar qué se ocultaba tras la inquieta expresión de su prometida-. ¿Acaso algún servidor o guardia trató de sobrepasarse contigo?

Y al oír aquello, Sara sintió una leve sensación cálida rodear su pecho. ¿Acaso Seung-Gil estaba mostrando preocupación por ella? ¿Acaso él estaba demostrando un alero de protección hacia su persona? Y con las mejillas levemente ruborizadas, la princesa recogió su cabello y lo junto en una coleta, dejándoselo caer todo en un costado de su cuello.

Y dejó al descubierto la otra parte de su cuello.

-E-estoy bien -sonrió nerviosa, tratando de esquivar la mirada de Seung-Gil-. Solo estoy cansada, me iré a dorm...

Pero cuando Sara quiso concluir su frase, sintió los dedos del príncipe en su cuello.

Y el cuerpo se le estremeció, al pensar que Seung-Gil le estaba propinando caricias.

Pero para su mala fortuna, el tacto del príncipe era por otra causa, y aquello pudo comprobarlo, cuando alzó su vista y observó la perpleja expresión del príncipe.

Quedó boquiabierta.

-¿Q-qué ocurr...?

-Tienes dos marcas en el cuello.

Dijo seco, encogiéndosele las pupilas y dibujando una leve expresión hostil en su rostro.

Y Sara, sintió que el alma se le salía del cuerpo.

De un movimiento rápido, separó el tacto de Seung-Gil y cubrió las marcas con una de sus manos.

Y la respiración nuevamente se le entrecortó.

-¿Ma-mar...cas? -dijo apenas, en un hilo de voz-. N-no, claro que n...

-Son marcas -reafirmó Seung-Gil, manteniendo la mirada estática en el cuello de Sara-. Las pude reconocer perfectamente.

Y Sara no supo qué hacer. Con su expresión perpleja, solo omitió comentarios y se encogió en su lugar, con las pupilas temblorosas.

Y por largos segundos, ambos se mantuvieron en silencio.

-Me... me picó un insecto -dijo con voz endeble-. Sí, eso fue.

Seung-Gil no quitó su expresión hostil.

-Claro... -musitó descolocado-. Estás con ropas que nunca te he visto, estás despeinada, con marcas en el cuello y muy nerviosa.

Y con cada paso que Seung-Gil daba hacia Sara, ella sentía que se hundía más y más en un abismo.

-Me gustaría saber, qué clase de insecto te deja marcas tan extrañas.

Y con un semblante iracundo, Seung-Gil acercó su rostro hacia Sara, observándole estático y esperando alguna respuesta de su parte.

Pero ella, tan solo se mantuvo horrorizada en su sitio, con las manos temblorosas y el sudor surcándole las sienes, cuando de pronto.

-Majest...

Phichit apareció por detrás de Seung-Gil. Y, cuando observó la escena que se desarrollaba entre ambos nobles, se detuvo en seco.

Y tragó saliva, cuando fue testigo de la tensión entre ambos.

Sara, por varios segundos no pudo quitar su mirada perpleja de la inquisitiva expresión de Seung-Gil, hasta que notó la nueva presencia que yacía por detrás del príncipe.

Y sintió que las entrañas le ardían.

Phichit. El mismo con el que su prometido se encamaba. El mismo hombre que era la piedra en su zapato, y la barrera que existía entre ella y Seung-Gil.

¿Y aun así, Seung-Gil era capaz de encararle y enojarse por la marca en su cuello? ¿Con qué moral? Cuando él replicaba las mismas acciones con su servidor.

Y con la rabia atascándole los sentidos y revolviéndole las ideas, Sara sintió que debía gritarle a Seung-Gil en la cara, todo aquello que le quemaba.

Y cuando observó a Phichit de soslayo, sintió que el pecho le ardió en una gran llamarada; aquel servidor le observaba con una expresión inocentona, y aquello, le ardía a Sara en su dignidad.

-¿Y de qué te enojas tanto, Seung-Gil? -susurró Sara entre dientes, convirtiendo su nerviosa expresión en una totalmente iracunda-. ¿Acaso tú no haces lo mismo con Phichit?

Los ojos se le cristalizaron de la pura ira. Seung-Gil contrajo sus pupilas y abrió sus labios, conmocionado por las palabras de Sara.

-Así como tú ya te encamaste con Phichit, supongo que yo también puedo hacerlo, ¿no? -Sara no era capaz de dilucidar las palabras que articulaba porque, estando en pleno conocimiento de sus facultades, se golpearía a sí misma por lo que estas luego provocarían-. No creas que me tienes tan segura, Seung-Gil. Como tú, yo también sé jugar sucio.

Y dirigiendo a la perpleja expresión de Seung-Gil una última mirada llena de ira, Sara le empujó con el hombro y se retiró a paso rápido por el pasillo, dedicando de soslayo una hostil mirada a Phichit.

Y se esfumó de la vista de ambos.

Y Seung-Gil, con las pupilas encogidas y la boca abierta, se volteó sobre su sitio y observó el recodo por el que Sara desapareció.

Y los sentidos se le apagaron por un instante.

-¿Majestad? -Phichit acortó distancia hacia el príncipe, tomándole por el brazo e intentando captar su atención-. ¿Ocurrió algo con la princesa? ¿Por qué pone esa cara?

Y después de varios segundos totalmente descolocado, Seung-Gil parpadeó y sacudió su cabeza.

Y pudo al fin hilar la situación.

-Phichit... -susurró confundido, tomándose la frente y bajando la mirada.

-¿Pasó algo? ¿Se siente bien? -insistió, tomando las manos del príncipe y entrelazándolas de forma discreta.

Seung-Gil parpadeó de nuevo, se mordió los labios, y dijo:

-No pasó nada -mintió-. Da igual. -Sonrió confuso-. Te estaba buscando; quiero que vayamos a la catedral del pueblo.

Phichit ladeó su cabeza, imitando a un pequeño cachorro confuso.

-¿Para qué, majestad?

Seung-Gil metió sus manos al bolsillo de su túnica, tomó dos objetos y los extendió a la vista de Phichit:

Era los amuletos que Areeya les había obsequiado.

-Quiero que el padre Celestino los bendiga -sonrió enternecido-. Para mí es importante contar con su bendición. Además, estos amuletos los hizo tu hermana para nosotros, ¿no te parecería lindo tener la bendición no solo de tu hermana, sino que también del padre?

Y Phichit, con una tenua sonrisa en sus labios, respondió:

-Claro que me gustaría, majestad.

Seung-Gil asintió suave, depositó un fugaz beso en la frente de Phichit, y dijo:

-Entonces no perdamos más tiempo. -De un movimiento rápido guardó los amuletos, tomó a Phichit por el brazo y lo dirigió a las caballerizas-. Vamos a la catedral antes de que llueva. Se ve que hoy será un día sombrío.


El equino se abrió paso entre medio del pueblo, y para Phichit, el camino a la catedral fue extraño. A pesar del mal tiempo que se avecinaba, mucho movimiento se divisaba en los estrechos y fríos callejones de la aldea.

Y, especial atención causó en Phichit, los rostros afligidos de las personas. Muchos se pasaban murmullos de oreja en oreja, y posteriormente, expresiones tristes se dibujaban en los rostros de quienes recibían el mensaje.

Phichit sintió que los pelos de la nuca se le erizaron, pero ignoró aquella sensación, creyendo que era por causa del frío viento que cruzaba el reino.

Pero no era así. Aquella fría sensación fue el primer indicio de lo que muy pronto Phichit enfrentaría.

Y, cuando por fin llegaron a su destino, Seung-Gil posicionó al equino al costado de un árbol, y junto a Phichit se encaminaron ad portas de la catedral.

Y Phichit sintió que un gélido aire le sacudió la espina, cuando vio a un grupo de monaguillos reunidos por los alrededores, y todos ellos, con expresiones de preocupación.

Y Phichit comenzó a tener la leve impresión de que algo malo ocurría.

-Phichit.

Oyó la voz de su amado sacarle de la inmersión de sus pensamientos, y dio un gran respingo.

-Ah, majestad -musitó Phichit de pronto.

-¿Todo bien? -dijo, al notar a Phichit con cierto aire de preocupación.

Phichit sonrió levemente.

-Entonces vamos.


Cuando entraron a la catedral, pudieron divisar a Celestino concluyendo la función de la confesión, y a JJ arrastrando un montón de ofrendas hacia un rincón.

Mas solo fue Phichit quién pudo reconocer a JJ.

-¡Phichit! -JJ empujó fuertemente la caja con el montón de ofrendas, se incorporó rápido y con una sonrisa en sus labios, se encaminó hacia Phichit y Seung-Gil-. ¡Qué agrado verte por aquí! ¿Qué tal estás?

Phichit sonrió ampliamente. Seung-Gil observó a ambos y frunció el ceño.

¿Por qué se sonreían?

-A-ah, disculpe, majestad... -JJ se tumbó en el suelo rápidamente, agachando su cabeza-. Príncipe Seung-Gil, disculpe mi osadía, mi señor.

Seung-Gil no quitó su expresión hostil del rostro; Phichit se encogió en su sitio.

-Majestad. -De pronto, se oyó la voz de Celestino acercándose hacia ellos-. Qué grato es verle en la casa de Dios.

Seung-Gil forzó una leve sonrisa.

-He venido con Phichit. -Ante la vista de JJ, Seung-Gil posó un fuerte agarre en el hombro de su servidor, atrayendo su cuerpo hacia el suyo-. Porque necesitamos su ayuda.

Celestino enarcó ambas cejas, observando con cierta diversión la extraña actitud del príncipe.

-Claro, ¿en qué puedo ayudarles?

-Tengo que explicárselo en privado -dijo en voz baja.

Celestino sonrió y asintió despacio.

-También tengo que hablar algo con usted -dijo en un susurro-. ¿Y si me acompaña al salón interior?

Seung-Gil asintió, y quiso tomar a Phichit para ir tras Celestino, pero antes de que pudiese hacerlo, el padre dijo:

-Pero tendrá que ser sin Phichit. -Seung-Gil le miró con cierto recelo-. Es un tema delicado. Es mejor que él no escuche nada.

Seung-Gil tensó su mandíbula, dirigiendo una fugaz mirada de soslayo a JJ y Phichit.

Celestino comprendió su inquietud, y le tomó por el brazo, arrastrándolo hacia un costado.

-Tranquilo, majestad -le dijo en voz baja-. No pasará nada. Jean es un monaguillo que está a mi cargo, y es un joven así de amigable con todos; no tiene otras intenciones con Phichit.

Seung-Gil bajó la mirada.

-Pero...

-No pasará nada. -Cruzó su brazo por el hombro de Seung-Gil y se encaminó con él hacia el interior del salón-. Quizá se conocían desde antes; deje que Phichit interactúe con otras personas.

Seung-Gil, giró su rostro y miró de soslayo a ambos en la habitación principal de la catedral. Y, aunque se alejaba a regañadientes, se decidió por acatar los consejos de Celestino.

Y dejó a Phichit y JJ solos en la sala principal de la catedral.

Cuando caminaron por varios segundos hasta un salón aledaño, Celestino cerró la puerta y encendió tres velas.

Y su expresión cambió de inmediato; Seung-Gil sintió que un aire gélido le sacudió la espina.

-Padre... -dijo en un jadeo-. ¿Qué ocurre?

Celestino apoyó sus brazos en la mesa. Agachó su cabeza y un silencio sumamente denso abrazó la atmósfera.

Tan solo el crepitar de las llamas resonó.

-¿Padr...?

-Algo horrible está ocurriendo en todo el pueblo, majestad.

Aquellas palabras sonaron como una sentencia de muerte. Seung-Gil jamás había oído las palabras de Celestino con tanta severidad.

Y sintió que las manos le comenzaron a temblar.

-¿Qué está diciendo? -disparó atónito-. ¿Qué está pasando?

Celestino guardó silencio. Alzó su mirada y mordió sus labios.

-Se está asesinando gente a diestra y siniestra -reveló-. Se están incendiando casas de familias enteras. Se está privando de vida a una magnitud descabellada, como nunca antes ha ocurrido en este reino.

Seung-Gil contrajo sus pupilas y un leve jadeo salió de sus labios. La expresión en Celestino era terrible.

-¿P-por qué...? -balbuceó descolocado-. Desde que llegó Phichit a mi vida, yo he abandonado todo tipo de intromisión en la gente del pueblo. Inclusive mi padre, ha dejado un poco de lado la tiranía con el pueblo. ¿Quién está haciendo todo esto? ¿Por qué razón? ¿Qué es lo que está pasand...?

-La gente no quiere hablar, Seung-Gil. -Celestino se incorporó y se despojó de su túnica-. Yo y Jean hemos intentado sonsacar información a los aldeanos, pero ni uno solo ha querido hablar. Lo único que sé, es que esta masacre es obra de la santa inquisición. Algunos aldeanos solo me han dicho que se está ejecutando una nueva búsqueda de herejes en el pueblo.

Seung-Gil guardó silencio, petrificado por la situación.

-La justicia eclesiástica ha querido extirpar por completo la herejía de las entrañas de este reino -dijo con severidad-. Eso es lo único que se me ha dicho por parte de los hombres de Snyder, y por parte de los aldeanos. He intentado sacar más información, pero temerosos, los aldeanos han desistido de dar más explicaciones.

Seung-Gil se tomó la cabeza, cerró los ojos e intentó hilar toda la situación.

-Eso quiere decir entonces... -se calló por un instante-. ¿Qué mi padre no tiene que ver con esto, verdad?

Celestino negó con la cabeza.

-Si Snyder está detrás de todo esto, entonces quiere decir que es mera obra de la santa inquisición -supuso-. Por tanto, la potestad del rey no interviene en estos casos.

-Pero... -Seung-Gil comenzaba a exasperarse-. ¿Por qué razón de un día para otro han asesinado tanta gente? Digo... la justicia eclesiástica siempre ha condenado a muerte, pero... ¿A esta magnitud? ¿No habrá una situación que ha gatillado toda esta masacre?

Celestino guardó silencio, perturbado por la situación.

-No lo sé, majestad -dijo finalmente, colapsado-. Solo sé que es una nueva cruzada de la iglesia por extirpar la herejía de este pueblo. Quizá han intensificado su compaña, pero lo único que sé, es que esto se está volviendo una masacre; la gente en el pueblo está atemorizada, y nadie quiere hablar sobre esto.

Seung-Gil sintió una fuerte inquietud abrazar su pecho. Y, con los pensamientos revueltos, metió su mano en la túnica y sacó los relucientes amuletos.

Celestino sonrió levemente.

-Casi lo olvidaba -suspiró-. Le llené de inquietud con la reciente situación, pero dejé de lado la razón de su visita.

Seung-Gil se los extendió.

-¿Son de usted y Phichit, no? -Seung-Gil asintió apenado-. Bien, vamos a darles la bendición entonces.


-Eres su servidor personal, ¿no? -JJ fundió sus manos en las mangas de su larga y negra túnica-. Te lo pregunto porque, se notaba muy molesto con mi presencia cerca de ti.

Phichit sonrió apenado.

-Es así -dijo-. Es un poco hostil con los demás, pero he aprendido a lidiar con esto.

JJ lanzó una risa espontánea.

-¿Un poco? Yo diría que mucho.

Ambos rieron.

-¿Y qué te traer por aquí?

-El príncipe ha venido a atender unos asuntos personales con el sacerdote.

JJ sonrió alegre, notando que Phichit se encontraba en mejores condiciones a comparación de la primera vez que le vio.

-Veo que estás mejor -le hizo notar-. ¿Ya te sientes mejor por lo del señor Teodorico, verdad?

Y ante aquella pregunta, Phichit no pudo evitar recordar todas aquellas tortuosas imágenes de aquel episodio.

Y una expresión horrorizada se le dibujó de inmediato en el rostro.

JJ se encogió en su lugar.

-Oh, maldición... -Desenrolló sus manos e intentó acercarse a Phichit-. Tengo un talento natural para hacer sentir mal a las personas...

Y Phichit, con la vista agachada y con los recuerdos quebrándole todo por dentro, sintió las manos de JJ en sus hombros.

Y alzó su vista de forma agónica.

-Phichit... -musitó JJ-. No fue mi intención hacerte recordar eso, perdón -sonrió con tristeza-. Escúchame, todo estará bien. El alma de Teodorico está en paz, y eso, porque tú has rezado y has encomendado el descanso de su alma.

Y aunque las palabras de JJ eran las mismas que siempre oía, Phichit sintió reconfortarse con ello.

-Cada vez que quieras encomendar la paz o el bienestar de algún ser querido, debes rezar. Porque rezando serás escuchado, y Dios atenderá tus súplicas, ya lo verás.

Y Phichit, con la vista acongojada, solo asintió despacio.

-Así que arriba el ánimo. -Dio pequeños golpecitos en los hombros del moreno-. ¿Por qué sigues con esa expresión tan trist...?

-Tengo miedo -dijo de pronto-. Miedo de lo que pueda pasar con mi familia y amigos.

JJ guardó silencio.

-Entonces debes rezar por ellos -dijo sin más-. Mientras tengas fe, obtendrás la eterna protección del seno de María, y de la voluntad benevolente de Dios, nuestro señor.

Y aunque las palabras de JJ eran sumamente redundantes, Phichit sintió calma en ellas. Porque si rezar era entonces la única opción a la que él podía acudir para la protección de su familia y de su amado, entonces que así fuese.

Y lo haría.

-Mira, allí está María. -JJ volteó a Phichit despacio, dirigiendo su mirada a la dulce estatua de la mujer-. Hoy está especialmente hermosa y en paz. Está sola, ¿por qué no le rezas en el silencio de la catedral?

Phichit le dirigió una mirada leve y sonrió.

-Gracias, JJ.

Y a paso lento, Phichit acortó distancia hacia la mujer, y con suma devoción, se tumbó de rodillas en el suelo, cerró sus ojos y fundió sus manos en una oración.

Y por largos segundos, comenzó a susurrar súplicas a la santa mujer. Y JJ, con el pecho fundido en una cálida sensación, le observó con una tierna sonrisa en el rostro, cuando de pronto...

-Jean.

La voz de otro monaguillo le sacó de la magia del momento. JJ se volteó despacio, observando la afligida expresión de su compañero.

-¿Ocurre algo? -dijo de inmediato, exaltado por el terrible semblante del muchacho.

Y Phichit, aunque rezaba hacia María, era capaz de oír la conversación de ambos; estaba en la cercanía, y sus voces, aunque suaves, hacían eco hacia su oído.

-Ha pasado algo horrible en el pueblo -le dijo su compañero, sumamente afligido; JJ contrajo sus pupilas y se le acercó lo suficiente.

-No me digas que...

-S-sí...

JJ se calló por unos instantes, tensionando la mandíbula y dibujando una expresión de ira en su rostro. Su compañero monaguillo bajó la mirada, acongojado.

-Esto es terrible... -murmuró Jean, cerrando los ojos con rabia y bajando la cabeza.

Y Phichit sintió un aguijonazo cruzar por su pecho.

¿Qué había ocurrido? ¿Qué eran tan terrible? ¿Por qué JJ y el otro monaguillo mantenían esas expresiones tan desoladoras?

Phichit comenzaba a sentir miedo.

-¿Sabes quién fue la persona? -Oyó decir a Jean.

-No, no lo sé aún -respondió su compañero-. Pero dentro de poco lo sabremos. Solo sabemos que piden la presencia del padre.

JJ asintió con una expresión severa.

-Cuando sepas su identidad, por favor avísenos de inmediato.

Y el joven asintió acongojado, agachándose su cabeza y retirándose de la catedral.

Y Phichit se incorporó ante JJ.

-¿Todo bien, JJ? -preguntó Phichit curioso, al ver la afligida expresión del monaguillo.

JJ resopló divertido.

-Todo bien -mintió-. ¿Terminaste de orar?

Phichit asintió, aún no muy convencido por las palabras de JJ.

-Perfecto entonces.

Los pasos de Celestino y Seung-Gil retumbaron en la habitación principal. JJ alzó su vista de inmediato, dirigiendo una mirada cómplice y acongojada al padre.

Este entendió el mensaje de inmediato.

-¿Y ahora quién fue? -susurró cerca al rostro de JJ.

-No lo sé aún, padre -dijo suave-. Pero pronto nos dirán.

Phichit y Seung-Gil se observaron de soslayo.

-Bien, entonces, majestad, por favor cuídese. -Celestino agachó su cabeza, en señal de sumisión-. Joven Phichit, tú también.

Phichit sonrió nervioso.

-Gracias por todo, padre. -Seung-Gil replicó la acción de sumisión-. Iremos con cuidado. Lo mismo va para usted y... -dirigió su mirada hacia JJ.

-Jean -dijo él, en una leve sonrisa.

-Eso, Jean.

Y a paso lento, Seung-Gil y Phichit se retiraron de la catedral.

Y en la habitación principal, tan solo JJ y Celestino se quedaron, con los corazones estrujados y las consciencias apagadas.

Y muy pronto, la identidad de aquella persona sería revelada, y a Phichit, el mundo se le vendría abajo.


Caminaron una larga distancia hasta llegar a la puerta de la morada. Con el bebé en brazos, y lidiando con el débil cuerpo de Viktor, Yuuri llegó a la casa que les aguardaba.

-Viktor, creo que aquí debo dejarte. -Las palabras de Yuuri, aunque cansadas, podían ser interpretadas con suma melancolía por el adiós-. No creo que sea buena idea tardar más aún; anoche no he vuelto al palacio, y es seguro que el príncipe ya está sospechando de mi ausencia.

Viktor, con el cuerpo agarrotado y la expresión cansada, asintió con una débil sonrisa.

-Yuri, no sé cómo agradecerte... -Y aunque Viktor quiso continuar, sus palabras fueron calladas por una suave mano del japonés que se posó en su mejilla herida.

Y ambos se observaron en silencio.

-No tienes que agradecer nada -sonrió enternecido, meciendo con suavidad al pequeño bebé dormido-. Hice lo que tú también habrías hecho por mí.

Viktor, con un movimiento torpe, acercó sus labios a la frente de Yuuri, y resopló:

-Por eso te amo tanto, Yuuri.

Y Yuuri, sintió que una sensación cálida le reconfortó el pecho, cuando un tenue beso de Viktor fue depositado en su frente.

Y con una última mirada cómplice, ambos se fundieron en un tierno abrazo, quedándose un par de segundos sintiendo el calor corporal del otro.

-Nos veremos pronto -dijo Viktor, recibiendo al bebé en brazos-. Espérame hasta aquella ocasión.

Y Yuuri, con el corazón reconfortado, solo asintió despacio, depositando un fugaz beso en la mejilla de Viktor y perdiéndose a paso rápido entre las callejuelas de la aldea.

Y Viktor, sintió que nuevamente una parte de su vida se le iba de las manos, aunque no por mucho.

Y de pronto, el sonido de la puerta rechinando le sacó de los pensamientos.

-Viejo.

La voz de Yuri, por detrás de su espalda, hizo voltear a Viktor de inmediato.

Y los ojos esmeraldas del muchacho se cristalizaron.

-Pensé que no volverías...

Viktor sonrió cálido.

-Tenía que volver -susurró en un tono paternal-. Los hombres de verdad siempre vuelven a su familia.

Y con la emoción a flor de piel, e ignorando la presencia de un nuevo hermano entre brazos de Viktor, Yuri se aferró al mayor en un fugaz abrazo.

Porque temió por la vida de su querido Viktor, y le extrañó demasiado, pero tampoco podía permitirse demostrarle mucho afecto.

Después de todo, él no era ese tipo de persona. Y tampoco podía dar indicios a Viktor, de algo que muy dentro de él se ocultaba.

-Entra a casa -dijo Yuri, separándose, secándose las lágrimas y doblándose a un costado, dejando la entrada libre a Viktor-. Y tendrás que explicarnos por qué mierda traes a un bebé a casa.

Viktor lanzó una pequeña carcajada e ingresó en el hogar.

Y, cuando pudo estar en el interior de la morada, vio a Mila en la mesa, con la cabeza agachada y las manos apoyadas en su rostro.

Y su expresión era de abatimiento total.

-Mila...

Musitó Viktor, encogiéndose sus pupilas y esbozando una leve sonrisa.

Mas Mila, aunque contenta por el regreso de Viktor, solo le dedicó una sonrisa triste.

Y Viktor sintió que el corazón se le estrujó.

-¿Por qué tú...?

-Qué bueno que estés acá, Mila -irrumpió Yuri por detrás, cerrando la puerta y dedicando a la mujer una densa expresión-. Tienes que conversar con Viktor.

Y Viktor, pudo notar como Mila se deshacía en una expresión sumamente acongojada ante la inquisitiva mirada de Yuri.

-Yuri, ven aqu...

Mas Viktor, no pudo tomar a Yuri por el brazo, pues este se zafó despacio.

-¿Me escuchaste bien, Mila? -subió el tono de voz, totalmente exasperado por la poca reacción de la joven-. ¡Tienes que hablar con Viktor! -le gritó, entornando sus ojos y apretando sus puños.

Y la mujer se tapó el rostro. Viktor se encogió en su puesto.

-Yuri, ya está. Ella ya te escuch...

-¡¡Mila!! -volvió a insistir, volviéndose a la mujer con total desprecio-. ¡Di algo, maldita rata! ¡Dile a Viktor en lo que te he encontrado hoy en la mañana!

Viktor sintió que el estómago se le revolvió.

-¡¡Eres basura, maldita!! -exclamó Yuri, con la voz notoriamente quebrada y encaminándose hacia ella-. ¡¿Por qué no dices nada, ah?!

Mila comenzó a lanzar leves alaridos, totalmente afectada por las palabras de Yuri.

-¡Claro, como siempre! -exclamó ofendido-. ¡Siempre eres la víctima en todo! ¡¿No?! ¡Pues ahora Viktor se dará cuenta de lo malvada que eres!

-Yuri, ya basta. Ya déjal...

-¡De lo perra que er...!

Y una bofetada fugaz le voló las palabras de los labios a Yuri. Sus ojos esmeraldas se encogieron y abrió sus labios, atónito por la acción del mayor.

Viktor bajó la mirada, con evidente congoja.

-Yuri, guarda respeto hacia Mila -sentenció con severidad-. Ahora, déjame a solas con ella.

Yuri se mordió el labio, reteniendo el llanto. Frunció el ceño con fuerza.

-Perdón -dijo en un hilo de voz.

Viktor asintió despacio.

-Ahora lleva al bebé contigo -le dijo, pasando el menor a los brazos de Yuri-. Después hablaremos con tranquilidad, por ahora, ve a tu habitación.

Y siguiendo las instrucciones de Viktor con total devoción, Yuri asintió y a paso rápido subió las escaleras.

Porque Yuri, aunque un joven de corta edad y con el impulso de sus acciones a flor de piel, guardaba total respeto a las órdenes de Viktor.

Porque Yuri sentía devoción hacia él.

Y en la sala principal, tan solo Mila y Viktor se quedaron, a solas en la luz de la vela y con el silencio carcomiendo sus pensamientos.

-Bueno, Mila...

Viktor acortó distancia hacia la mujer, le miró en silencio y se sentó frente a ella, compartiendo la misma mesa.

Mila mantenía su expresión agarrotada.

-Mila... -Viktor extendió su mano hacia el antebrazo de la joven, apretando de forma conciliadora-. No te tomes tan en serio las palabras de Yuri; tú sabes cómo es é...

-Me duele mucho las cosas que dice... -irrumpió Mila, en un hilo de voz-. Yo quiero tanto a Yuri, y él me trata de esta forma. -Comenzó a sollozar por lo bajo-. Ya no sé qué hacer para obtener su aceptación, yo...

-Tienes que entenderlo... -musitó Viktor-. No es fácil para él quitarse los recuerdos de encima, y mucho menos apartar el rencor que te tiene.

Mila asintió despacio, entre pequeños alaridos.

-Mila, tu familia ha hecho un daño irreversible a Yuri, y debes entender que él te odia por eso.

-Pe-pero y-yo... yo lo salvé -dijo Mila, alzando su vista hacia Viktor e intentando buscar una excusa a su postura-. ¡Yo lo salvé! ¡Lo saqué de ese sitio! ¡Le di un hogar, y ahora él...!

-Tú no le salvaste, Mila -dijo Viktor, severo-. Tú arrancaste a Yuri del lado de su abuelo, y empujaste a que tus hermanos asesinaran a su madre.

Mila bajó la mirada con total perturbación, obcecada por la acusación de Viktor.

-Mila... -Nuevamente, la suave mano de Viktor se posó en el antebrazo de la mujer-. Eres una mujer de bellos sentimientos, pero no sabes cuál es el límite de las cosas. Tus ansias por cambiar el mundo, han traído desgracia y dolor para Yuri, y eso, no es un favor que le has hecho, porque has desencadenado tragedias en él.

Mila asintió, con el nudo en la garganta.

-Por eso no puedo interceder para que obtengas su perdón o aceptación.

-Pe-pero... -balbuceó, consternada por la situación-. Si tan solo tú hablaras con él...

Viktor negó con la cabeza. Mila le observó perpleja.

-Mila, por favor, observa la situación. -Viktor se incorporó de la silla y comenzó a deslizarse por la habitación-. Cuando éramos más jóvenes, tú y yo fuimos esposos.

-Aún lo somos... -musitó débilmente la mujer.

-Bueno, sí -irrumpió Viktor-. El asunto es que, tú y yo jamás conocimos de carencias en Rusia, ¿no es así?

Mila asintió despacio.

-Éramos los príncipes de Moscú, Mila -le recordó-. Nuestras familias eran pudientes, y tú y yo jamás supimos lo que fue pasar frío, o sufrir de hambre, mas Yuri, supo desde el instante de su nacimiento, el dolor del rechazo y de los malos tratos.

Mila se encogió en su sitio, totalmente acongojada.

-Porque aunque Yuri es tu hermanastro, fue convertido en un bastardo por tu padre, el mismo que violó a una de sus criadas, y que no entregó su apellido al engendro que salió de ese acto criminal.

Mila comenzó a sollozar despacio.

-Y desde aquel día, aunque tu padre fue consciente de que Yuri era sangre de su sangre, relegó su crianza a una vieja casona en las caballerizas, junto a su madre y su abuelo. Porque tu padre era consciente de que su acto fue criminal, y por tanto, jamás sintió la apatía suficiente para echar a la calle a la madre de Yuri, pero tampoco jamás sintió el amor suficiente para aceptarle completamente como su hijo -se detuvo, observando que Mila comenzaba a deshacerse en un llanto amargo-. Yuri es el bastardo que nació de una violación, por parte de tu padre a su madre, una simple criada. No pidas a Yuri que no sienta rencor, porque él fue marginado por tu familia completa, y posteriormente, tú lo despojaste de su madre y de su abuelo.

-¡Lo hice por su bien! -gritó Mila, indignada.

Viktor negó con la cabeza.

-Siempre creíste que podrías controlar todo -le recriminó Viktor-. Siempre sentiste pena por Yuri, y creo que fuiste la única de tus hermanos en sentir esa empatía con él, a sabiendas que era producto de una violación e hijo de una criada. Comenzaste a ser tan amable y permisiva con Yuri y su madre, que posteriormente tu madre sospechó que nuevamente tu padre se había encamado con la criada, por lo que provocaste la ira de ella y todo terminó en un asesinato impune por parte de tus hermanos.

-¡Yo no soy culpable de la monstruosidad que hicieron mis hermanos! -gritó Mila, desconsolada-. ¡De saber que mi madre creería que mi padre de nuevo se encamaba con ella, jamás habría hecho eso! ¡Yo solo quería dar a mi hermano y a su madre algo de consuelo! ¡Quería hacerles sentir parte de la familia! ¡Quería...!

-Pero él no te ve como su familia, Mila -dijo Viktor sin tapujos-. Entiéndelo de una vez. Con tus actos imprudentes no solo provocaste la muerte de la madre de Yuri, sino que cuando nos casamos y, aburridos de las presiones de nuestras familias, huimos de Rusia hacia este lado del mundo, secuestraste a Yuri y le sacaste del lado de la única persona que le quedaba; su abuelo.

Mila se alzó iracunda, harta de las acusaciones en su contra.

-Lo secuestré porque era lo mejor para él -le dijo-. Estaba harta de ver a Yuri viviendo como un exiliado en nuestra propia casa. Porque mientras nosotros, los nobles de Rusia comíamos un animal del mejor ganado, Yuri se alimentaba de panes con moho y de agua estancada. ¿Sabes el dolor que eso me producía? ¿Sabes siquiera lo que yo sentía al ver a mi propio hermano ser tratado como una bestia sin humanidad?

Viktor le observó, con una expresión seria.

-¡¿Lo sabes, Viktor?! -rompió en llanto-. ¡Si saqué a Yuri de ese sitio horrible, fue porque mi familia ha sido tan malvada con él y su madre, que lo único que pude hacer para calmar mi culpa fue sacarle de ese sitio y traerle conmigo! ¡Ahora Yuri conoce la libertad! ¡Ahora Yuri es un joven de bien, y ya no es una bestia para divertir a mi padre, a mi madre y mis hermanos!

Viktor se mordió los labios.

-¡Yuri me debe su vida, y su libertad!

Y Viktor, sobrepasado por la situación, solamente dio un fuerte golpe en la mesa, diciendo:

-¡No entiendes nada, Mila!

La mujer se sobresaltó.

-¡Porque tú piensas que las personas son felices con lujos y comodidades! ¡¿Pero te has puesto a pensar que, los lazos afectivos, la compañía de la gente que amamos y, seguir en la lucha con los nuestros, es lo que realmente da felicidad a otras personas?!

Mila quedó muda; torció los labios.

-Tienes razón; Yuri jamás tuvo las comodidades que tú y tus hermanos poseían, pero... ¿sabes qué? Yuri tuvo una madre que amó por sobre todas las cosas, y también tuvo a su abuelo, que fue el padre que jamás tuvo. Y, aunque Yuri no poseía grandes lujos, ese era su gran tesoro; el amor que ellos le brindaban. Y tú, creyendo ingenuamente que secuestrándole podrías arreglar su vida, te equivocaste...

Viktor se encaminó hacia Mila, y esta solo pudo bajar la mirada.

-Porque ahora la nueva vida de Yuri está llena de comodidades, pero está lejos de su única familia. Porque has dejado en tu casa a su abuelo, expuesto a los maltratos y burlas de tu familia, y te aseguro, que no hay día en que Yuri no piense en ello. Mila, tus intenciones eran nobles, pero fuiste egoísta al pensar que eso traería bienestar para Yuri. Al fin y al cabo, tan solo lo hiciste para calmar la culpa que te generaba la gran deuda que tu familia poseía con Yuri.

Mila se llevó ambas manos al rostro.

-Pe-pero... -dijo en un hilo de voz-. Yo solo quería lo mejor para él, yo solo...

Y de pronto, Mila sintió las manos de Viktor en su rostro, acariciándole con suavidad.

-Eres una mujer hermosa, Mila... -susurró enternecido-. Y, aunque nuestro matrimonio fue una simple alianza, hace tiempo me enamoré de ti, enormemente. Sin embargo, cuando cansados de la presión de nuestras familias, decidimos huir de Rusia, cuando llegamos al reino Crispino, tú ya no volviste a ser la misma.

Mila se tensó en su sitio. Las pupilas se le encogieron.

-Y ese, fue el segundo gran error que cometiste. Porque, hace dos años, cuando decidimos venir a este reino, tú desapareciste y no volviste, y jamás supe qué pasó contigo, hasta hace un tiempo que regresaste a nuestro lado.

Mila desvió la mirada, asustada por la situación que Viktor comenzaba a hilar.

-Y Yuri se sintió abandonado por ti, Mila -le dijo, revelando aquello que la mujer no sabía-. Desapareciste por mucho tiempo, y Yuri sintió que nuevamente era abandonado, y al final, tan solo yo y Yuri vinimos a este sitio. Yo aprendí este oficio, y en poco tiempo pude surgir con las riquezas que traje de Rusia, y Yuri, aprendió el importante oficio de un capataz. Yo y Yuri pasamos todo este tiempo juntos, y muchas veces yo fui su hombro para situaciones difíciles, y es por eso, que por sobre todo, él va a preferirme a mí, antes que a ti.

Mila sonrió con tristeza.

-Es extraño... ¿no? Yo soy sangre de su sangre, y me odia. Y tú, que eres mi esposo... te quiere como a un hermano.

Mila contuvo las lágrimas, y dijo por fin:

-Creo que he cometido muchos errores -suspiró-. El primero fue creer que podía hacer feliz a Yuri, y el segundo...

Y con la mirada de Viktor estática, Mila reveló finalmente:

-Y el segundo, enamorarme de una persona equivocada; esa fue la razón por la que me desaparecí de nuestro antiguo hogar, estando en el reino Crispino.

Viktor sonrió triste.

-Siempre supe que te habías ido detrás de otro hombre -dijo Viktor, con cierta melancolía-. Y no te guardo rencor por eso. Con el paso del tiempo me desenamoré de ti, y actualmente te he perdonado; es por eso que te permití regresar a nuestro hogar, y es por eso que ante todo, exijo a Yuri que te dé respeto, incluso cuando él cree que no lo mereces.

-Gracias, Viktor...

El mayor sonrió.

-Respecto de lo que haya pasado en la mañana... -Mila se encogió en sus hombros, asustada por lo que sobrevendría-. Desconozco que fue lo que tanto hizo enojar a Yuri, pero estoy seguro que tú eres capaz de lidiar con eso. Lo que haya sido, lo dejaré en tu consciencia.

Mila quiso hablar, pero Viktor le hizo callar con un ademán.

Sintió que el corazón se le estrujó, porque lo que antes Yuri vio, era una situación sumamente delatadora y grave que, exponiéndola con la persona indicada, seguramente terminaría con la masacre del pueblo, pero a su vez, pondría en un grave peligro a su amada.

-Sé que no has hecho algo malo -le dijo, mostrando confianza en ella-. Ya has aprendido mucho del pasado. Tú no estarías metida en situaciones que generen más daño a otras personas, ¿no?

Y Mila, con el corazón desenfrenado y el sudor surcando por sus sienes, solo negó en silencio.


Baek cerró sus ojos y las lágrimas comenzaron a surcarle el rostro. Su cuerpo se tensó, y en aquel lúgubre instante, tan solo pudo esperar a que Jeroen entrase en él.

Porque ya no podría salvarse, porque subestimó su propia humanidad y sensibilidad, y ahora, volvería a replicar el mismo trauma que le desgarró cuando era un niño.

Y con total horror, abrió su boca cuando sintió que la presión del miembro de Jeroen se intensificó a un punto en que empezaba a surtir efecto hacia su interior.

Y lanzó un grito desgarrador, asustado por lo que sobrevendría.

Pero Jeroen, no alcanzó siquiera a entrar, porque en aquel instante, algo se alzó sobre ellos.

-¡¡¡HIJO DE PUTA!!!

Aquel bramido ensordeció a ambos, y Baek, con los ojos perplejos, ascendió su vista por detrás del hombro de Jeroen.

Y, con el corazón paralizado, pudo ver aquella fugaz escena.

Era Jen.

Y se alzaba por sobre la espalda de Jeroen, con un fierro oxidado entre sus manos y con una expresión mortífera desgarrándole la faz.

Y Baek no alcanzo siquiera a gritar, cuando la alargada estructura metálica se azotó con brutalidad en el cráneo de Jeroen, resonando un desagradable crujido y provocando en el rey un fuerte tambaleo.

Y se alzó apenas, dando tres pasos hacia atrás, con los ojos en blanco y con un grueso hilo de sangre escurriendo por su frente.

Y como un saco de plomo, cayó al suelo de forma abrupta, provocando una muy fuerte sacudida en la madera.

Y Baek, quedó perplejo mirándole, con el cuerpo desnudo, los labios separados y los ojos inundados en lágrimas.

-¡¡Deja a Baek en paz, maldito enfermo!! ¡¡Rey de mierda!! ¡¡Bestia asquerosa!!

Y como si su mente se hubiese cegado de cualquier pensamiento racional, Jen se volvió a alzar sobre el rey, lanzando varios golpes asesinos en su cráneo.

Y Baek se alzó de inmediato, intentando contener las asesinas intenciones de su amigo.

-¡¡Jen, basta, Jen!! -sollozó con fuerza-. ¡Vas a matarlo, Jen!

Mas Jen no le hizo caso, y siguió golpeando a Jeroen, esta vez, propinando fuertes patadas en la espalda del soberano.

-¡¡Voy a matarte, hijo de puta!! ¡¡Asqueroso!! ¡¡Enfermo!!

Y Baek, con las pocas fuerzas que le quedaban, entonces empujó a Jen hacia un rincón, cayendo este sobre unas estructuras de madera y provocando un fuerte estruendo en el lugar.

Y ambos, entonces se observaron directo a los ojos, sin decir palabra alguna. Baek respiraba con total exaltación; Jen le miraba con evidente hostilidad.

Y tan solo la respiración de ambos fue perceptible en el lugar.

-¿Eres la prostituta de Jeroen?

Baek sintió aquella pregunta como una estocada en el pecho; una triste expresión se dibujó en su faz.

-Je-Jen, escucha... -De forma lenta caminó hacia el cuerpo tendido de su compañero.

-No te me acerques -dijo con evidente desagrado, incorporándose de forma lenta del montón de estructuras sobre las cuáles había sido empujado-. No te me acerques, Baek.

El joven quedó petrificado en su sitio, con el alma en un hilo.

Y Jen, con una expresión sumamente descolocada, miró a Baek de pies a cabeza.

Y desvió la mirada con total indignación.

-Ponte ropa -susurró iracundo, sacándose su propia prenda y lanzándosela a Baek; este la tomó con torpeza y accedió a la orden del mayor.

Y otro silencio se acentuó entre ambos, cuando Baek intentó amenizar la situación.

-Jen, ¿por... por qué viniste? Te dije que esperaras en otro sitio, que todo saldría bi...

-No has respondido a mi pregunta -dijo seco, con evidente rabia hacia Baek-. ¿Eres la prostituta de Jeroen?

Y Baek quedó nuevamente petrificado.

-¿C-cómo puedes decirme eso? -dijo con evidente tristeza-. Claro que n...

-¡¿Y por qué razón entonces te estabas encamando con él?! -disparó con la frustración cegándole los pensamientos-. ¡Me dijiste que todo estaría bien! ¡Que sabrías lidiar con él! ¡Incluso te despediste con una sonrisa!

Se detuvo por un instante, tomó aire y dijo:

-¿Cómo no pude notarlo antes? -sonrió indignado, tomándose la cabeza y observando a Baek con cierto repelús-. Eres la prostituta de Jeroen; esa es la razón por la que ustedes son tan cercanos.

Baek se mordió el labio y sintió que los ojos se le humedecieron.

-Y dime... ¿cuántas veces te has encamado con él? ¿También lo haces con Seung-Gil? ¿Esa es la razón por la que has permanecido tanto tiempo en el palacio, no es así?

Los ojos se le cristalizaron. El labio inferior le temblaba.

-Qué idiota fui, Dios... -rio despacio-. Me he metido en todos tus problemas, pensando que Jeroen era tu enemigo, pero resulta que... resulta que eres su prostituta. Resulta que al final tú y él se aman...

Comenzó a reír despacio. Baek sintió que el alma se le despellejaba.

-No es cierto -intentó defenderse, colgando su voz de un hilo-. Jen, escucha, todo esto fue un plan, yo no quería...

Jen se mordió los labios con fuerza y apretó los puños.

-Cállate -le dijo, y Baek guardó silencio-. Cállate, por favor.

Y por varios segundos todo quedó en un completo silencio, hasta que Jeroen entonces comenzó a toser, y alzó su cabeza apenas un poco.

Y ambos se sobresaltaron.

-¡¡Vuelve a dormir, pedazo de mierda!!

Y sin que Baek pudiese siquiera reaccionar, Jen tomó el fierro entre sus manos y asestó otro fuerte golpe en el cráneo de Jeroen.

Y volvió a tumbarse en el suelo, con la lengua colgando y su mentón azotándose en la tierra.

-¡¡Maldita sea, lo vas a matar!! -Baek se volvió hacia Jen y le quitó el fierro de las manos-. ¡¡Ya basta, tranquilízate!!

-¡Eso es lo que quiero! -bramó iracundo-. ¡Matar a este desgraciado de una buena vez por todas!

Baek frunció el ceño, y preocupado por la situación que se había gatillado, se volvió hacia Jeroen y le observó de cerca.

Le notó con los ojos blancos y la saliva escurriendo.

Y al parecer ya no respiraba.

-Je-Jen...

A Baek le tembló la voz. Jen le miró aún con el ceño fruncido y, pudo notar en el semblante de su compañero, el horror más grande invadirle.

Y su corazón se le estrujó.

-¿Q-qué pasó?

Dijo Jen en un débil jadeo. Y Baek, alzó su mano despacio, y con el temblor sacudiendo su brazo, levantó su dedo índice hacia el rostro de Jeroen.

Y el corazón se le detuvo.

-L-lo... -Las lágrimas comenzaron a surcarle por el rostro-. Lo mataste.

Jen lanzó un fuerte alarido y soltó el fierro que sostenía.

-Ma-mataste a Jeroen...


El presagio de tormenta que hizo Seung-Gil comenzó a tener sentido cuando ambos estuvieron de vuelta en el palacio. Phichit, sentado frente a la fuente de patos en el patio exterior, alzó su vista hacia el cielo, notando como pequeñas gotas de lluvia comenzaban entonces a rociarle el rostro.

Phichit parpadeó incómodo.

Con los ojos entornados y, posicionando su antebrazo en el rostro, intentó rehuir del agua que comenzaba a mojarle las ropas.

Y con pasos cortos, se encaminó hacia el umbral del portón que daba hacia el patio exterior, observando cómo la noche inundaba el cielo y, progresivamente, el viento comenzaba a azotar las ramas de los árboles.

Al parecer, aquella noche sería sombría.

Y con los pelos erizados por causa del gélido viento, agarró su capucha larga y se la caló hacia el rostro, observando como los guardias también corrían a protegerse de la leve tormenta que se avecinaba.

-Joven Chulanont.

Phichit, oyó por detrás como un guardia articulaba su nombre. Despacio, se volteó y observó al joven presente.

-Señor -dijo Phichit, con sumo respeto-. ¿Qué ocurre?

El guardia se le acercó, intentando hablar por lo bajo.

-Sé que usted no es un servidor cualquiera dentro del palacio -le dijo el guardia, tomando a Phichit por el hombro y apretándole de forma conciliadora-. Sé que usted es el servidor personal del príncipe, y que por lo tanto, se le tiene permitido ciertas cosas que a un servidor ordinario no.

Phichit ladeó su cabeza de forma leve, extrañado por las palabras del guardia. Frunció el ceño despacio, y parpadeó confundido.

Hasta que el guardia nuevamente habló.

-Hay un joven que quiere verlo en las caballerizas -dijo por fin, revelando la situación-. Me dijo que fuese discreto, y al parecer es un hombre enviado por la iglesia. Dice que es urgente, y que de ser posible el príncipe no les vea.

Phichit sintió que el estómago se le estrujó.

¿Qué estaba ocurriendo?

-Gracias por el aviso... -musitó descolocado al guardia-. Iré de inmediato.

Y el guardia asintió, acompañando a Phichit hasta las caballerizas y, quedándose situado a unos metros de la entrada, vigilando que todo estuviese en orden.

Y la lluvia comenzó a intensificar su caída, cuando Phichit, con las ansias comiéndole el estómago, pudo ver la silueta de un hombre en la entrada de las caballerizas.

Y la duda le asaltó.

Era JJ.

-JJ... -Phichit enarcó ambas cejas, sonriendo agraciado por la presencia del joven.

Y se sintió estúpido, creyendo que se trataba de un asunto más grave. Porque si JJ le visitaba, era porque todo estaba en orden.

E inclusive, la presencia de JJ se le hacía simpática. ¿Por qué necesitaba tanta discreción?

-Phi...Phichit... -JJ, alzó su vista acongojada hacia Phichit, sacándose el sombrero y estrujándoselo en el pecho; ni siquiera era capaz de mirarle a los ojos.

Y Phichit sintió que el corazón se le sacudió.

-¿Cuál es la razón de tu visita, JJ? -Phichit sonrió enternecido, ante la afligida expresión del monaguillo-. ¿Por qué necesitas tanta discreción? -le susurró divertido-. El príncipe está en sus aposentos, no tienes que preocuparte por si nos ve. Además, tú y yo comenzamos a ser amigos, ¿no?

JJ no pudo devolver la sonrisa, y con la mirada acongojada, tan solo bajó la cabeza.

Y Phichit no entendió su actitud.

-JJ, ¿qué te pasa?

Y tan solo la lluvia resonó como respuesta. Y con el viento sacudiéndole el cabello, Phichit entendió que algo no estaba en orden.

Y que quizá la situación era peor de lo que él pudo imaginarse.

-Lo siento tanto, Phichit... -dijo JJ de pronto, en un hilo de voz-. Lo siento tanto, lo siento, lo siento...

Phichit encogió sus pupilas, descolocado por las palabras de JJ.

-¿Por qué lo sientes? -sonrió nervioso-. ¿Qué pas...?

Y JJ, con los ojos cristalizados, alzó su vista hacia la descolocada expresión de Phichit, diciendo:

-Si vine hasta el palacio a visitarte, es po-porque...

Y el labio le tembló, sintiendo que articular las siguientes palabras le dolía.

Pero tomó valor, y dijo:

-Vine a darte el pésame, Phichit.

Y al escuchar aquellas palabras, Phichit no hiló absolutamente nada por varios segundos. Y desde aquel momento, tan solo pudo oír la lluvia azotándose en el barro.

Porque Phichit veía que JJ movía sus labios articulando palabras, pero no era capaz de oírle.

Y todo en su cuerpo dejó de funcionar. Los sentidos se le apagaron, y sintió como una masa de miedo le invadió desde los huesos a la sangre.

Y sintió que caía en un abismo

¿Había oído bien?

-Siento tanto lo que pasó, Phichit -seguía diciendo JJ-. Te estimo demasiado, y si vine a verte, es porque quiero que obtengas mi pésame por el deceso de tu familia. Quiero que sepas que cuentas conmigo, y que no es necesario que ocultes tu tristez...

Pero JJ dejó de hablar, cuando fue testigo de la terrible expresión en el rostro de Phichit.

Y supo entonces, que había cometido un error fatal.

Porque JJ, creyendo que Phichit ya sabía sobre la noticia del fallecimiento de su familiar, fue a visitarle para darle su apoyo.

Pero jamás contó con que Phichit no supiera de aquello.

Y se maldijo en su interior, cuando se dio cuenta entonces de que Phichit recién se enteraba de aquella terrible noticia.

-P-Phichit... -musitó JJ, con las lágrimas cediéndoles y el alma rota-. Y-yo no pensé que tú no... no sabías y-yo...

Y Phichit sin darse cuenta, comenzó a llorar. Porque en sus grisáceas pupilas encogidas, las lágrimas comenzaron a ceder con lentitud y se mezclaron con la lluvia que rociaba el rostro de Phichit.

Y sus labios abiertos por causa de la impresión, comenzaron a temblarle.

Y Phichit, sintió que el cuerpo se le congeló del impacto.

Y su miedo más grande se hizo realidad, cuando escuchó aquello de JJ.

''Vine a darte mi pésame''.

No, no, no, no y no. No podía ser realidad. Aquello era una broma. ¿Había oído bien? ¿El pésame? ¿Acaso algo había ocurrido con su familia?

Y el horror fue total. Y no dejó espacios a ideas racionales. Y con el ímpetu dirigiendo sus acciones, con fuerza Phichit empujó a JJ hacia un costado, calándose la capucha de inmediato y cruzando el portón de las caballerizas a toda velocidad.

Y Phichit huyó del palacio, y corrió a través de la pradera hacia su hogar.

Y a pesar de que la voz del guardia delineó su nombre en fuertes bramidos, Phichit no oyó nada.

Porque en su mente, tan solo su familia aparecía. Porque el miedo le obcecó, y entre leves alaridos desesperados, Phichit corrió y corrió, atravesando la pradera e inmiscuyéndose por el pueblo.

Porque él debía verlo con sus propios ojos. Necesitaba ver a su familia. Requería ver que todo era falso. Que ellos estaban bien.

Que realmente, su más grande miedo no se había hecho realidad.

Pero en los próximos minutos, sería testigo de que las palabras de JJ eran verdaderas.


Cuando Seung-Gil fue advertido por los fuertes gritos de JJ y el guardia, salió hacia las caballerizas, observó con el ceño fruncido, y bramó:

-¡¿Qué es todo este alboroto?! -su voz, tan potente como el rugido de una bestia, cruzó la lluvia y advirtió a ambos hombres.

-¡M-mi señor Seung-Gil! -El joven guardia, nervioso por la situación gatillada, se acercó de inmediato al príncipe, y dijo-: E-es Phichit, su servidor person...

Y Seung-Gil sintió que el estómago se le revolvió.

Y de un movimiento instantáneo, tomó al guardia por la ropa, y le espetó:

-¿Qué pasó con Phichit?

El guardia comenzó a temblar, y con los ojos temblorosos, comenzó a balbucear frases inentendibles.

Porque la expresión en el rostro de Seung-Gil le intimidaba, y la huida de Phichit del palacio le sacaba el alma del cuerpo.

-Majestad...

Seung-Gil oyó una voz que le era familiar. Y, de un movimiento instantáneo, soltó al guardia y se volteó.

Y sintió que una fuerte llamarada se levantó dentro de su pecho.

-¿Tú que haces aquí? -disparó desafiante contra JJ.

El monaguillo apretó su sombrero contra el pecho, nervioso por lo que había provocado.

-Phichit huyó hacia el pueblo...

Y con aquellas palabras, Seung-Gil sintió que se derrumbó.

No, Phichit no podía huir del palacio. ¿De nuevo? ¿Por qué razón?

¿Le había abandonado?

-¿Phichit? No, él... él no sería capaz de huir de mi lado. N-no...

Mas JJ, tomando valor para acercarse a Seung-Gil, dijo:

-Yo causé esto... -musitó arrepentido-. Por favor, acompáñele. Phichit necesita de alguien.

Y Seung-Gil, con la vista perpleja, tan solo se limitó a negar con la cabeza.

Y tomó a JJ de su ropa, y le acercó a su rostro, diciendo:

-¿Hacia dónde fue? -Su expresión en el rostro era mortífera; JJ sentía que el agarre le asfixiaba-. ¿Hacia dónde huyó? Dímelo, ahora.

JJ cerró los ojos, y con el aire escaseándole, musitó:

-Fu-fue hacia su casa... -reveló-. Por favor, a-acompáñele, majestad...

-Préstame tu capucha, ahora -ordenó Seung-Gil, soltando de pronto a JJ.

Y JJ, con movimientos torpes se despojó de su capucha, extendiéndola hacia el príncipe.

Y Seung-Gil, antes de poder correr hacia el pueblo, dedicó una última mirada hostil hacia JJ, diciendo:

-Y vete de mi palacio, no quiero verte más por aquí.

Y con JJ sintiendo que la culpa le carcomía por dentro, Seung-Gil emprendió una rápida marcha a través de la pradera.

Y jamás imaginó lo que pronto debería enfrentar.

Porque desde aquel instante, entonces Seung-Gil sería testigo principal de la conversión de su amado.

Y entonces podría percatarse, que absolutamente ya nada sería igual.


Phichit corrió sin dar tregua a su cuerpo bajo la iracunda manta de la lluvia. Cuando llegó al callejón en donde se hallaba su casa, paró en seco, con el corazón palpitándole desenfrenado y con el aliento desesperado saliendo por sus labios.

Y el alma se le escapó del cuerpo, cuando vio que su casa era la única iluminada por las llamas de las velas en aquel callejón.

Y había gente amontonada, y leves sollozos se oían en su interior y hacia el exterior.

Y no pudo creerlo.

Despacio acortó distancia hacia su hogar, y con el miedo invadiéndole los sentidos, Phichit se detuvo afuera por un instante.

Y pidió a Dios, que aquello fuese cualquier otra situación, menos la que tanto temía.

Porque Phichit, aún guardando la última pizca de esperanza, se esmeraba en pensar que aquella pesadilla era irreal, y que por tanto, nada de ello estaba pasando.

Pero se equivocaba.

Con la capucha calada hasta el rostro, Phichit se inmiscuyó entre la gente, abriéndose paso hacia el interior de su hogar, y parando en seco cuando fue testigo de lo que ante él se extendía.

Y el cuerpo se le congeló del más denso terror.

Ante él, una mesa a ras de suelo se alzaba, con un cuerpo tendido sobre ella. Y Phichit, no fue capaz de reconocer de quién se trataba, pues el cuerpo yacía ligeramente cubierto con una sábana blanca.

Y quiso creer que se trataba de una persona ajena a su familia, incluso cuando estaba ocurriendo en su propia casa.

Y con las piernas temblándole, se tumbó en el suelo, dibujando una terrible expresión en su rostro.

Y no fue capaz de moverse, por lo que se limitó tan solo a observar aquel cuerpo que yacía cubierto con un blanco manto.

Pero no pudo más.

Y con el alma colgándole en un hilo sobre un gran abismo sin fondo, Phichit alzó su mano temblorosa, cogiendo la manta por la parte inferior del cuerpo, y alzándola de a poco, decidido a saber si se trataba o no de lo que tanto temía.

Y de a poco, Phichit fue deslizando la manta, y cuando pudo observar el primer indicio de la identidad del cuerpo, el corazón se le pulverizó.

Eran unos pies delgados, enrollados con suma delicadeza en una blanca tela de seda, simulando los inocentes y dulces zapatos de una niña. Y con cada movimiento hacia un costado, la tela iba cediendo.

Y al final, el peso de la tela cedió por sí solo, dejando el cuerpo totalmente al descubierto.

Y Phichit sintió que el corazón desapareció de su pecho. Y su mente, totalmente bloqueada, entonces no reaccionó.

Y por largos segundos, observó a la persona allí tendida, sin ninguna emoción en su rostro.

Porque su miedo se había hecho realidad.

Porque alguien de su familia había muerto, y ahora, tan solo se mostraba ante él lo que pudo quedar de aquella persona.

Y con las pupilas encogidas a más no poder, los labios temblorosos y abiertos, el cuerpo congelado y el corazón deshecho, Phichit dijo en un jadeo carente de vida:

-A-a...a... -El estómago se le volteó y una gran arcada le sacudió las entrañas; Phichit se encogió y posó ambas manos en su boca-. A-aree... Areeya...

Porque Areeya había muerto.

Porque el valiente y altruista corazón de aquella jovencita, no soportó la culpa de su padre en los calabozos. Y, empujada por el amor hacia su familia, se inmiscuyó varias horas después hacia el recinto en el exterior del pueblo, entregándose por completo a los bajos instinto de Snyder y sus hombres, ofendiéndoles hasta la última fibra de su médula y, entregando su vida completa a cambio de que su padre fuese liberado.

Porque era ella quién tenía información de lo que tanto buscaban. Porque ella era una mujer, y las ofensas que gritó a cada uno de los hombres de Snyder, produjo un efecto mucho más potente a diferencia de las ofensas que hace comúnmente un hombre.

Y Areeya fue tomada presa, y Damdee, el padre de familia, fue entonces puesto en libertad.

Pero jamás se le informó la razón de su puesta en libertad, porque desde aquel instante, el destino se había sellado.

Porque Areeya se sacrificó por su familia, y posteriormente, fue objeto de torturas y burlas por parte de Snyder, pero nunca, inclusive cuando el dolor le quemaba el alma, Areeya delató a su hermano.

Y Snyder, cuando supo entonces que aquella jovencita estaba llena de un impetuoso fuego en su espíritu, y que al hablar, se replicaba la misma esencia de Phichit, su hermano mayor, Snyder se vio fuertemente seducido por su sádico espíritu.

Y contra Areeya Chulanont, Snyder Koch ejecutó las más terribles torturas, todo, por saciar el hambre de sufrimiento que quería causar en Phichit.

Y que bien le estaba funcionando.

-¡Phichit!

Phichit, aún inmerso en una realidad ajena, sintió un fuerte jadeo a su costado, y una mano nerviosa se le posó en el hombro.

Era Seung-Gil, que alertado por JJ, fue rápidamente hacia él.

Pero a Phichit no le importó; nada ni nadie le importaba en aquellos instantes.

-Phichit... -volvió a decir Seung-Gil en un jadeo-. Yo...

Pero Seung-Gil no fue capaz de continuar, cuando de soslayo, fue capaz de observar lo que tanto Phichit observaba.

Y el corazón se le estrujó a un punto invisible.

Era Areeya, en condiciones sumamente irreconocibles. Porque la joven mujer, aunque arropada con un vestido blanco que irradiaba pureza y, adornada su casi inexistente cabellera -por ser arrancada como forma de tortura-, con flores celestes, estaba en condiciones que Seung-Gil, ni siquiera en sus peores pesadillas, habría imaginado.

Porque Snyder, placentero por provocar sufrimiento a la mismísima hermana de su enemigo, aplicó el mismo castigo que anteriormente había propinado a Phichit.

Porque Snyder destrozó el rostro de Areeya con la pera de la angustia, y también, destrozó su intimidad con el mismo objeto de tortura.

Porque Areeya, acusada no solo de blasfema por parte de Snyder, sino que también de bruja, fue destrozada por arriba y abajo.

Y redujo a aquella dulce jovencita, cargada de sueños y buenos sentimientos, a un cuerpo sin forma, cubierto de sangre y llanto.

Phichit no pudo soportarlo, y su mente, en un estado de bloqueo total, comenzó de a poco a hilar lo que ante él se extendía.

Y comenzó a temblar de forma desenfrenada; Seung-Gil le observó perplejo.

-Phi...Phichit, cálmate, cálmate... -le tomó por los hombros e intentó fijar su mirada, pero Phichit, simplemente no reaccionaba.

Horrorizado, se llevó ambas manos al rostro, enterrando sus uñas y cayéndole las lágrimas por las mejillas.

Porque sentía que estaba en medio de una pesadilla. Que aquello era el infierno. Que no podía estar pasando.

Y una fuerte sensación le volcó el estómago, y de pronto, Phichit vomitó.

-¡¡Phichit!!

La gente alrededor, alertada por la reacción de Phichit, comenzó a lanzar leves murmullos, mas Phichit, obcecado por la monstruosidad a la que fue reducida Areeya, solo enterraba las uñas en su rostro, totalmente cegado.

-A-ah...a...n-no...

-Phichit... -Seung-Gil comenzó a flaquear; ver en ese estado a su amado le generaba un terrible daño-. Tienes que ser fuerte, tienes que...

Y de pronto, un fuerte estruendo en la puerta irrumpió aquel escenario. Seung-Gil, con los ojos hundidos en la capucha, se volteó de forma instantánea hacia la entrada.

Y el corazón se le detuvo.

Eran soldados del palacio real.

-Disculpen la intromisión, señores. -El encargado de la patrulla, desenvainó una espada e ingresó en la habitación-. Sé que es todo muy triste, pero deben desalojar este sitio.

Y ante la mirada estática de Phichit en el cuerpo de su hermana, la expresión perpleja de Seung-Gil por la presencia de los guardias, y los murmullos de la gente asustada, el guardia anunció:

-Es ley: ''Está prohibida la reunión de más de ocho personas en lugares no autorizados por el gran soberano. Aquello se entenderá como una reunión para levantarse en armas en contra de la familia real, y por tanto, sobrevendrán las sanciones que el soberano estime''.

Y cerró el pergamino, y con ello, se adentró hasta el fondo.

-Salgan de este sitio -ordenó, desenvainando sus espadas el resto de soldados-. O se entenderá que es una reunión para levantarse en armas en contra de nuestro rey, y entonces, no me quedará más remedio que arremeter contra todos.

La gente comenzó a salir asustada de aquel sitio. Las personas chocaban y se empujaban en la salida, provocando así un gran alboroto.

Pero Phichit no reaccionó, y sus ojos se mantenían estáticos en el rostro destrozado de Areeya.

-Phichit, tenemos que irnos -musitó nervioso Seung-Gil, tomando a su amado por la ropa e intentando jalarlo.

Pero Phichit no se movió; estaba en un profundo estado de shock.

-¡Phichit, debemos hacerlo! -exclamó Seung-Gil en un susurro, observando como los soldados se acercaban hacia ellos.

Y el corazón le comenzó a latir con fuerza, porque si los soldados descubrían sus identidades, todo estaría perdido.

-Tienen que irse.

De pronto, un hombre se tumbó al costado de Phichit, mas este último simplemente le ignoró, inmerso en su profundo shock.

-Señor, usted...

Seung-Gil sintió que el corazón le saltó, cuando pudo reconocer la identidad del hombre que se agachó al lado de ellos.

Era Damdee, el padre de Phichit.

-Majestad... -susurró Damdee, totalmente petrificado por la presencia del príncipe-. Hi-hijo...

Y cuando vio a Phichit con una expresión horrorizada y estática en el rostro de Areeya, Damdee sintió que el corazón se le estrujó.

Y cerró los ojos con total ira, adolorido por lo que se desataba dentro de su hijo.

Y los pasos de los guardias comenzaron a retumbar con fuerza hacia ellos, y Damdee, entonces tuvo que dejar de lado sus fuertes sentimientos, y dijo:

-Majestad, por favor, llévese a mi hijo de este sitio -pidió, con la voz endeble y los ojos aguados-. Tienen que irse, o algo peor ocurrirá con mi familia.

Y Seung-Gil, con la respiración agitada y el corazón martilleándole con fuerza, asintió decidido.

-Cuidaré de su hijo -dijo sin más, tomando a Phichit con toda su fuerza y arrastrándolo hacia la salida.

Y Phichit, aún con los sentidos bloqueados, solo pudo observar la última imagen de Areeya antes de salir al exterior.

Porque Phichit, nunca más en su vida olvidaría aquella última imagen de su hermana, en donde sus antes ojos llenos de vitalidad, ahora convertidos en dos nubes opacas y llenas de agonía, se deshacía el más grande sufrimiento.

En donde antes reposaba un bello rostro y una sonrisa cargada de sueños y esperanzas, ahora yacía una masa amorfa de dientes disparados, huesos rotos y piel mezclada en sangre.

En donde antes yacía la intimidad de Areeya, tan pura y virginal, esperando a recibir la primera vez de un dulce jovencito que correspondiera a su primer amor, yacía ahora una huella demoniaca que desgarró todo a su paso.

Porque Areeya había sido asesinada, y ante eso, Phichit terminaría culpándose cada día de su vida.


-¡Phichit, Phichit, amor, por favor, reacciona! -Seung-Gil, deshecho en un amargo llanto, sacudía el rostro de su amado, intentando sacarle del profundo shock que sufría.

Pero no funcionó, porque Phichit, hundido en un fuerte trance, solo dejaba caer lágrimas de sus ojos, con una expresión carente de emoción y la respiración desenfrenada.

Aún no podía asimilar que aquello era la realidad.

-¡Phichit, Phichit, Phichit! -Seung-Gil, preso también del pánico, comenzó a sacudirle con más fuerza-. ¡Por favor, reacciona!

Pero Phichit no reaccionó.

Y en su mente, un montón de preguntas comenzaron a punzarle los sesos.

¿Por qué la vida se ensañaba con Areeya, precisamente la persona más bella y pura que él conocía? ¿Por qué ocurría aquella tragedia, si él, con suma devoción, había encomendado a Dios y María la protección de su familia? ¿Por qué las cosas debían ocurrir de aquella manera?

¿Por qué Dios le había abandonado?

-Phichit... -musitó débil Seung-Gil, rendido-. Phichit, por fav...

Pero cuando Seung-Gil estuvo a punto de deshacerse, Phichit frunció el ceño fuertemente y se mordió los labios, con total ira.

No, no podía estar pasando. No a su familia. No a su hermana.

Y sintió que el estómago se le contrajo, que una llamarada le encendió el pecho y, que la rabia le cegaba la mente.

Y con una expresión nunca antes vista por Seung-Gil, Phichit mostró los dientes, totalmente preso del odio y la ira.

Y corrió.

Se zafó de forma violenta de Seung-Gil y corrió sin dar tregua a través de la lluvia, dirigiéndose entonces hacia aquel sitio en donde alguna vez, cuando aún era una joven que guardaba esperanza en su alma, concedió a María varias oraciones para pedir la protección de su familia.

María, la misma que le había abandonado.


Seung-Gil le siguió a paso rápido, y sin embargo, no fue capaz de igualar la agilidad de Phichit.

Y, cuando este se inmiscuyó a las puertas de la catedral, se dirigió a paso furibundo hacia María.

Por largos segundos la observó con una expresión llena de odio, apretando los puños, y exclamando:

-¡¡MALDITA, MALDITA PERRA!! -Se aferró a la estatua en un abrazo iracundo, intentando lanzarla al suelo; esta se balanceó por un instante.

Y Seung-Gil, entonces llegó a su lado, conteniéndole con fuerza.

-¡¡Phichit, basta, basta, no lo hagas!! -Con ambos brazos, intentó inmovilizar los movimientos de su amado.

Pero la ira que Phichit guardaba en su interior era de tales dimensiones, que no era capaz de ver con claridad nada.

El odio conducía sus acciones.

-¡¡¡BASTARDA, PERRA MENTIROSA!!! -Los gritos de aquel antes dulce jovencito, se deshacían en el más denso rencor-. ¡¡¡TE ENCOMENDÉ EL BIEN DE MI FAMILIA!!! ¡¡¡ME ENTREGUÉ A TI A CAMBIO DE QUE CUIDARÁS A LA GENTE QUE AMO!!! ¡¿Y QUÉ HACES?! ¡¡DESTRUYES MI VIDA DE ESTA FORMA!!

-¡¡PHICHIT, YA BASTA!!

-¡¡¡MARÍA, PERRA MALDITA!!! ¡¡¡TE ABORREZCO, MALDITA Y MIL VECES MALDITA!!!

Y sus gritos resonaron como el aullido de una bestia, y por su resonancia, pronto alertó a los miembros del clero.

Y tras varios hombres saliendo de los salones interiores de la catedral, también se hizo presente Celestino y JJ.

Y quedaron perplejos ante la terrible expresión de Phichit.

-¡Seung-Gil! -exclamó el padre, acortando distancia hacia ambos y alzando las manos-. ¡¿Qué ocurr...?!

-¡Aléjese, padre! -exclamó Seung-Gil, con expresión perpleja e intentando retirar a Phichit de la catedral-. ¡Él no es Phichit! ¡No sé qué ocurre con él, yo...!

Pero Phichit, preso del ímpetu que le carcomía el raciocinio, se zafó de Seung-Gil, levantándose nuevamente contra María.

-¡¡¡TE ODIO!!! -sollozó frente a ella, tumbándose en el suelo y alzando su vista engorrosa en lágrimas-. ¡¡¡TE ODIO, MALDITA!!! ¡¡¡TE ODIO, A TI Y A DIOS, LOS ODIO!!!

Y todos quedaron perplejos. Y Seung-Gil, sintió que aquel no era Phichit; el alma se le derrumbó.

-¡¡¡LOS ODIO CON TODA MI ALMA!!!

Y antes de que Seung-Gil pudiese nuevamente retener a Phichit en un abrazo, este se alzó de forma fugaz y corrió fuera de la catedral.

Y Seung-Gil, no tardó en seguirle de inmediato.

Y con Celestino y JJ totalmente horrorizados por la escena reciente, una parte de la humanidad de Phichit quedó cautiva en la catedral.

Porque en aquel instante, Phichit perdió todas sus esperanzas de seguir viviendo.


Con los sollozos atascándole la respiración, Phichit corrió sin tregua bajo la lluvia, llegando esta vez hacia el interior del bosque.

Y llegó al río, y con movimientos agónicos, se metió en él, sintiendo como la corriente tambaleaba su cuerpo.

Y por un instante, observó su reflejo en el agua, siendo testigo de la bestia que ante él se extendía.

Ese no era él.

Y frunció el ceño con total odio, y con las lágrimas cegándole la vista, Phichit comenzó a golpear el agua.

Y comenzó a deshacer su maldito reflejo en ella. Porque Phichit odiaba su reflejo. Porque Phichit comenzaba a odiarse a sí mismo.

Porque él era el culpable de la muerte de su hermana. Porque era un asesino. Porque era desgracia.

Porque él era quien tenía que morir, y no su querida hermana. Porque era él quien debía tener el rostro y su intimidad destrozada. Porque era él quién merecía tener la vista nublada y una terrible expresión de sufrimiento en la faz.

Porque él lo merecía, y no su inocente hermana Areeya.

-¡¡¡¿POR QUÉÉÉ?!!!

Alzó su rostro hacia el cielo, con una expresión totalmente abatida. Y aunque Phichit abandonó todo indicio de esperanza, creyó que en aquellos instantes, Dios le miraba desde el cielo y se reía en su cara.

Y el odio le cegó el alma.

-¡¡¡POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ!!!

Y sintió como unos fuertes brazos le rodearon el torso, y un rostro inundado en lágrimas se fundió en su espalda.

Y aunque supo que aquel tacto correspondía a Seung-Gil, ni siquiera eso le alivió.

-Mi... mi amor... -balbuceó el príncipe entre lágrimas, tomando a Phichit y arrastrándole hacia la orilla-. Mi...mi Phichit, mi amado Phic...

Mas Seung-Gil se vio irrumpido por un fuerte empujón que Phichit le propinó.

Y quedó perplejo.

-¡¡¡Aléjate de mí!!! -exclamó furibundo, dedicando a Seung-Gil una expresión llena de odio-. ¡¡Jamás debí enamorarme de ti, jamás!!

Y Seung-Gil sintió que el corazón se le detuvo.

¿Acaso Phichit le estaba rechazando?

-¡¡Te odio, te odio tanto Seung-Gil, te odio, te odio!! -Y cerró los ojos, preso de la ira y la conmoción.

Y comenzó a dar golpes de puño en el pecho de Seung-Gil.

-¡Phi-Phichit! -bramó Seung-Gil, perplejo-. ¡Por fav...!

-¡¡Maldito príncipe, maldito!! -Phichit no media el daño que generaban sus palabras-. ¡¡Jamás debí enamorarme de ti, nunca debí hacerlo, nunca!!

Y aunque Seung-Gil sentía que aquellas palabras le desgarraban el alma, supo que debía ignorarlas por ahora.

Porque Phichit se había convertido en algo irreconocible, y por tanto, aquellas palabras no eran de él.

Y con los ojos inundados en lágrimas, Seung-Gil aferró a Phichit en un abrazo contenedor.

Y aunque recibió por parte de su amado varios golpes, no le importó.

-¡¡SUÉLTAME!!

Pero no le soltó, y simplemente fundió su rostro en la espalda de su amado, y le dedicó una tenue sonrisa.

-Te amo tanto, Phichit...

Y Phichit, preso del más grande dolor jamás experimentado, tan solo calló por unos instantes, relajando apenas su cuerpo.

Y cuando el sonido y la sensación de la torrencial lluvia le devolvió a la realidad, alzó su vista agónica hacia el cielo.

Y gritó.

Porque Phichit, totalmente cegado de su parte humana, lanzó un grito que desgarró su garganta, resonando por lo largo y ancho del bosque.

Y desde aquel instante, la conversión de Phichit fue total.

Porque el desgarrador dolor de la muerte y la culpa, convierte a las personas, y Phichit, así lo comprendió desde aquel instante.

Porque Phichit, comenzó a perderse a sí mismo.

N/A;

¡Buenas noches a todas! Espero que este capítulo haya cumplido con sus expectativas.

Phichit comienza su conversión total. La muerte de su hermana le golpea de forma brutal, y no solo lleva en su espalda el rencor hacia Dios y el dolor de la muerte, sino que también la culpa de que fue su relación con Seung-Gil lo que provocó el deceso de su hermana.

Desde este punto la historia toma un rumbo distinto, porque la muerte de Areeya es un detonante para Phichit, en donde comienza a vivir el verdadero dolor y es impulsado a tomar decisiones que aunque hieren a otros, comienzan a ser racionales por la situación difícil que se vive en el pueblo; Phichit comienza a experimentar un proceso de maduración y a tener una visión distinta de todo.

Les voy a pedir que tomen con la madurez que merece lo que pasa de ahora en adelante, y que tengan paciencia. Voy a trabajar en Phichit un proceso de luto, y el proceso de luto es largo, tedioso y muy doloroso. Los sentimientos de Phichit, aunque redundantes, son reales, y se los dice alguien que sabe el dolor del luto.

La muerte también detona en una persona una visión distinta de la vida, y es lo que Phichit comenzará también a experimentar.

Lo otro, también pudimos ver la relación de Mila, Yuri y Viktor. (¿A qué no se lo esperaban?)

Respecto de Baek (que se metió en un tremendo lío junto a Jen, ahora sí), les traigo un meme que grafica muy bien la relación de Jeroen y Baek.

Aunque traté de explicarlo con palabras, esto lo grafica mejor. Al final Jeroen y Baek se deben devoción, porque ambos son peligrosos para el otro, por la relación de codependencia que tienen.

No tengo más que decir xD perdonen la demora, como siempre. Espero que haya sido de su agrado. Nos vemos en una siguiente oportunidad.

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