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Capitulo 13

Saint salió de la cafetería y vio a Mark, apoyado en su coche, en una postura aparentemente indiferente. Sin embargo, Saint pudo ver la silueta de una pistola debajo de la chaqueta de Mark. Un movimiento en falso y él estaría muerto.

—Oye, Mark, ¿Qué estás haciendo aquí? —Saint esbozó una sonrisa forzada.

—No lo hagas.

—¿El qué?

—No te hagas el tonto, Saint. O realmente quieres ver estallar tus tripas, en la calle.

Chris se puso tenso.

—¿Qué te detiene?

—Quiero escuchar lo que tienes que decir.

—¿Y eso qué importa, Mark? Supongo que sabes con quien me encontré y lo que soy.

—No eres un simple interno de la tecnología de la información del FBI, de eso estoy seguro. Así que sube al coche, hazlo agradable y fácil, Saint.

—¿Y si no lo hago?

—Entonces, Off podría tener en su cerebro una bala cuando salga de la cafetería. Al coche, Saint.

—Estupendo. —Saint se metió en el coche, golpeando la puerta al cerrarla—. ¿Hacia dónde vamos?

—Sólo conduce, Saint. Te diré cuándo parar. —dijo Mark, al entrar al vehículo antes de cerrar la puerta, sin dejar de mirar a Saint todo el tiempo—. Y mis hombres están todavía en el café. Así que ni siquiera trates de saltar fuera del vehículo.

Saint gruñó. Realmente debería haber tenido más cuidado, pero últimamente había sido descuidado, y ahora estaba jodido.

—Pensé que me habían dejado de seguir. —Su mirada parpadeó hacia la pistola de Mark antes de concentrarse en la carretera—. ¿A dónde vamos, Mark?

—Sólo tienes que ir recto. Al parecer, se me olvidó dar la orden. He sido muy descuidado. —Había un tono de reprobación en la voz de Mark, como si Mark estuviera decepcionado con él. Saint se habría reído, pero pensó que era mejor no hacerlo, sobre todo cuando había una bala con su nombre en ella.

—Dímelo a mí. Debería haberme dedicado sólo a mandar correos electrónicos.

—Sí, sólo concéntrate en conducir, las dos manos en el volante cuando te acerques a un cruce.

—Gira a la izquierda en el siguiente.

Saint asintió con la cabeza, tomando nota de las casas dispersas a lo largo del camino. Cuando no había más casas a la vista, Mark tomó la palabra, interrumpiendo el silencio que se había prolongado en el coche.

—De frente... bien, paramos aquí, aparca allí —Mark señaló un claro entre los árboles.

—¿Me vas a abandonar en el bosque, Mark?

—No me tientes, Saint. —Mark lo miró, y Saint pudo ver en sus ojos que hablaba en serio.

—Así que dime. ¿Quién eres exactamente, y que tienes de Perth hasta el momento? Y no me va a dar apuro dispararte, Saint. O simplemente te puedo disparar en estos momentos. Y Perth ni siquiera sabría nada.

—¿En serio? Mira, yo no creo que me vayas a matar, Mark. —Saint volvió a mirar a Mark.

—¿Y por qué diablos no?

—Perth haría preguntas. Sabes que se enteraría.

—También se enterará de que lo traicionaste.

—Así que solo me vas a matar, Mark. ¿Qué pasa con el interrogatorio? — Saint dijo secamente.

—Quiero saber lo que tengo que hacer antes de que los federales arrastren a Perth y el resto del clan a la cárcel.

—No tienes que hacer nada, Mark. Dejé la investigación.

—¿Qué? —dijo Mark abriendo más los ojos por la sorpresa.

—Sólo me vieron dándole la carta de renuncia al jefe. Renuncie, ¿de acuerdo?

—¿Y se supone que debo creerte?

—Puedes creer lo que quieras. Me importa un bledo —Saint tiró de la manija de la puerta, con un pie saliendo del coche.

—Muévete y te mato, Saint.

—Adelante, Mark. Pero antes de hacerlo, te pido que no le digas a Perth, ¿de acuerdo? Acerca de mí y todo lo demás.

—¿Por qué no le debería decir que eres un maldito traidor?

—Porque no lo soy. Los federales no tienen nada en concreto, Mark. Pero no se detendrán. Así que simplemente dile a Perth que tenga cuidado, ¿vale? — Saint se marchó fuera del coche, con ganas de alejarse de todo.

—Entonces, ¿qué? ¿Te vas a ir ahora? —Mark gritó detrás de él.

—Si.

—Te pego un tiro, Saint.

—Adelante, Mark. Ya he terminado. —Saint siguió caminando, sin darse la vuelta.

Se escuchó un disparo unos segundos más tarde en el bosque.

***

Perth estaba furioso. Saint había estado desaparecido durante la mitad del año, y sus hombres no habían encontrado nada. Era como si Saint hubiera desaparecido de la faz del planeta.

—¡Maldita sea, Saint! ¿Dónde diablos estás? —Perth arrojó su vaso contra la puerta y observó con satisfacción como se rompía en mil pedazos.

—Bueno, no estás de buen humor hoy. —Mark entró en la habitación, con la mano en el pomo de la puerta mientras examinaba la puerta antes de cerrarla detrás de él.

—¿Qué quieres, Mark? —La nariz de Perth estalló mientras trataba de contener su temperamento.

—No mates al mensajero, jefe.

—¿Qué tienes para mí?

—Smith está llamando a su tío.

—Por supuesto. Que esperabas. —Perth sonrió por primera vez en días.

—¿Así que vamos a llegar a un acuerdo con él?

Perth se encogió de hombros.

—Yo no estaba realmente interesado en su territorio. Sólo necesitaba saber que no iba a olfatear alrededor de lo que es mío. Así que dile que la próxima vez que intente hundir sus garras en Los Angeles, no sólo asumiré el control de su distrito, sino que me asegurare de que él y su familia se arrepientan del momento que tuvieron la tonta idea.

—Estoy pensando en eso, sí, ya recibió ese mensaje, Perth. Tendrías que haberle visto lloriquear en sudor frío cuando nuestros hombres lo hicieron.

—Bien.

—¿Vamos a dejarlo vivir?

—Estoy de buen humor. —Perth sonrió, pero sus ojos permanecieron fríos.

—Está bien, entonces. ¿Qué pasa con todas las áreas de las que se hizo cargo?

—Dáselas a los hombres que se lo merezcan. Ellos serán parte del clan Tanapon, ahora.

—¿No te vas a hacer cargo de sus otras áreas?

—Nah. Simplemente dejarlos estar.

—Está bien, jefe. Yo me despido ahora.

—Espera, Mark.

—¿Sí?

—¿Encontraste alguna pista sobre Saint?

Hubo una pausa antes de que Mike respondiera diciendo.

—¿Seguro que quieres encontrarlo, Perth?

Perth miró a Mark fijamente.

—¿Qué es lo que no me estás contando, Mark? ¿Qué has estado escondiendo, todos estos meses? Por favor, dime que no lo mataste. —Perth se apoderó de los apoyabrazos de su silla, su cuerpo se tensó.

—¿Por qué? ¿Vas a matarme si yo dijera que lo hice?

—No, Mark. ¿Lo mataste? —el corazón se le encogió ante la idea de que Saint estuviera muerto. Y si Mark realmente había matado a su amante, Perth se vería obligado a hacer algo que nunca había contemplado. Castigar a un amigo de confianza.

—Mira, Perth, tal vez es hora de que dejes ir a Saint. Tal vez él no quiere ser encontrado.

Perth dio un suspiro de alivio mental.

—Me importa el culo de una rata lo que Saint quiere. Lo que quiero es que este a mi lado.

—¿Aunque haya sido un federal, que tenía ordenes de encerrarte?

Perth cerró los ojos y respiro antes de ver a Mark y responder

—Aun así.

—Joder. Lo sabías. ¿Sabías que era un federal? ¿Qué demonios, Perth? ¿Y le permitiste estar cerca de ti? ¿Qué...

—Y al parecer tú sabías mucho más —dijo Perth en voz baja—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Tal vez porque no quería que hacerte daño.

—Ja. Sentimentalismos. ¿Quién iba a decir que nosotros tendríamos de eso, ¿eh? —Perth se echó a reír.

—No es divertido, Perth. ¿Cuánto tiempo hace que los sabías?

—No lo suficientemente pronto como para no enamorarme del tipo.

—Ahora admites tu amor por su culo. Agradable.

—Así que dime, Mark, ¿Dónde está?

—No vamos a retroceder en esto, ¿verdad?

Perth sonrió.

—Está bien. Nuestros hombres olfatearon algo en Saskatchewan.

—¿Sas-qué?

—Saskatchewan. Canadá.

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