Episodio 1
Baja la palanca del sanitario, ve su desayuno girar y girar por el agua hasta que por fin se esconde en el caño. Está asustada, tanto que ha llegado a vomitar. Qué maldita estupidez. Sale del cubículo, lava sus manos, retiene el agua entre estas y se la echa a la cara. Frente al espejo está tratando de darse valor. Hoy es el día en que se va a declarar a Denji Hayakawa, estuvo dándole muchas vueltas y por fin ha decidido hacerlo. "Vamos, Asa", se da aliento en su interior, tiene que hacerlo, debe de hacerlo un arma para poder complacer a Yoru aun si tiene un gramo más de cariño que le prohibe hacerlo por el cargo de culpa. Por eso es perfecto, debe de someterlo, hacerlo suyo, debe de... Fornicar con él. No es el mejor entre todos los chicos, tiene notas regulares, incluso más bajas que el promedio, es un cerdo que hace lo que sea por estar con chicas y estafa a los más necesitados, es un sinvergüenza que no tiene remedio, un maldito, un idiota..., un tonto que lo hace por el bien de su pequeña hermana fungiendo como un padre para ella. Es un gran chico a pesar de ser tan gris.
Recarga la frente en el espejo, no quiere hacerlo en realidad, pero desde que Yoru pudo mantener un cuerpo lejos de ella le ha demostrado que en cualquier momento el contrato se deshace y aunque suene tan bien, en realidad significará que Yoru ya no la necesita y podrá disolverlo al punto de regresarla a la muerte. Es claro, debe de darle un arma, debe de sacrificar el amor que siente por Denji para poder darle lo que desea Yoru y seguir viviendo.
"No llores, Asa, no llores". Seca sus lágrimas con las manos, luego vuelve a echarse más agua al rostro para espabilar. Está nerviosa, muy nerviosa, tanto que apenas repara en una presencia que está a unos cuantos metros de ella observándola fijamente. Lo mira a través del espejo. Es un hombre con tatuajes en el rostro, apuesto, dominante. ¿Qué hace él en el instituto? ¿Qué hace en el baño de las chicas?
No le ha dado tiempo de encontrar respuesta, el hombre de inmediato se abalanza contra ella poniendo su mano sobre su boca para evitar que grite, la sujeta, ejerce fuerza para doblarla en el lavamanos, intentando inutilmente morderle la mano, pero esta es devuelta con otra.
—Agh... —Sangre, bastante sangre, se cubre la boca , le duelen los labios. La sonrisa burlona del hombre la confunde, ¿Cómo es que...? Mira la mano del tipo, encuentra respuesta al ver una boca con dientes afilados en esta.
—Mmm... Pensaba que llorarías —sigue burlándose de ella, se da la vuelta, levanta la mano dispuesta a pegarle, pero el movimiento se ve suspendido en el aire por el reflejo de aquel hombre que sostiene su muñeca sin tanto asombro—. No te atrevas a moverte.
—¿Quién eres tú?
—Tienes algo que me corresponde.
Así que es él.
Asa guarda silencio, quedándose quieta por voluntad y no por orden implícita del tipo que la retiene. Da un paso hacia atrás, curiosa sobre si habla de su mochila repleta de dedos amputados, aquella que yace en el suelo, cerca de sus pies.
—¿Cómo sé que eres Sukuna? —su pregunta parece molestarlo, algo que puede notar por su entrecejo arrugado.
—¿Cuántos hombres se meten al baño a atacarte?
—Ya ha pasado, ¿Quién me asegura que no eres un imbécil violador? —Ahora se echa para atrás, lo suficiente para girar el cuerpo y pegarse a la pared, atrayendo con el pie su mochila para evitar que la tome—. ¿Cómo sé que eres Sukuna? Habla ahora o grito que hay un apestoso acosador en el baño de chicas.
Está molesto, pero no le importa—. Hazlo y juro que asesino a todo aquel que esté en el edificio.
Entonces Asa patea su entrepierna, doblándolo mientras ella coge aire—. ¡Auxilio, hay un violador en el baño!
—¡¿Cómo mierda me golpeaste?! —Una fuerte herida para el rey de las maldiciones, mas la advertencia no es broma porque pronto el edificio se inundó de gritos desgarradores, asustando a Asa que apenas pudo encontrar consuelo entre los azulejos fríos del baño y su mochila contra su pecho.
—¿En serio eres Sukuna?
—Sigue así y juro que te mataré, mocosa. No me jodas la paciencia.
—Te imaginaba más alto.
—Tú odias vivir —suspira—. Te daré hasta la cuenta de tres para irte si me das esa mochila, olvidaré tu falta ante mi presencia, pero en serio piérdete.
Asa se aferra a la mochila, dudosa—. ¿Qué culpa tengo de no conocerte? Es la primera vez que estoy delante de ti.
—Mocosa, estás desperdiciando mi bondad.
—¿En serio comes dedos? —susurra mientras abre la mochila, sosteniendo un ejemplar con duda—. ¿Tanto lo necesitas para volver a tus días de gloria?
Entonces le arrebata la mochila, buscando uno a uno los ejemplares de las extensiones con uñas malditas—. Esfúmate de mi vista.
—Hay comidas más deliciosas.
—¿Qué haces aquí aún? —contesta mascando, tragando los dedos sin titubeo y antes de atacar la segunda mitad, Asa le arrebata la mochila, poniéndola detrás de ella—. Mocosa, me estás hinchando los huevos.
—¡Esto es un trato! —exclama, intentando recordar en un inicio cómo diablos hizo Yoru para usurpar su cuerpo, sin encontrar alguna solución favorable porque no desea tener a otro idiota en su cuerpo—. Tú me ayudas a derrotar a Chainsaw Man y yo te doy el resto de tu comida, ¿bien?
—¿Eres consciente que puedo matarte?
—Los dedos son míos, yo los encontré y si yo quiero puedo volverlos un arma, haciéndolos inútiles para ti, eso me dijo Yoru, así que escúchame —habla Asa, nerviosa de tener que encarar a una maldición por amor a Denji—. Mata a Chainsaw Man y te daré todos.
—¿Y si te mato? Además, ¿Quién mierda es Yoru? —Rueda los ojos, harto de tener que discutir con una tonta.
Asa le da la espalda un segundo, lo suficiente para cerrar la mochila y dejar a Ryōmen reducido a un simple mortal por quedarse embobado por el premio trasero que se carga.
Lo que tiene de hartante lo tiene de nalgona.
Y, al volver la vista al frente, Asa tiene las orejas de la mochila sujetas a ella, portándola sin contratiempos.
—Jinete del apocalipsis, es algo así como tu reina.
—Esas mierdas no existen con las maldiciones.
—Ella viene desde el mismo infierno, con demonios y más cosas como tú.
—¿Me llamaste cosa, mocosa?
—Dicen que eres el Rey de las Maldiciones, pero eh... No tienes idea de quién es Chainsaw Man o Yoru, así que seguro eres un farsante.
—Atrévete a decir eso una vez más y...
—¿O qué? —Paso al frente, Asa roza su nariz mientras lo observa fijamente, desafiante, sin conocer el verdero peligro de tener al temible Ryōmen a escasos centímetros o quizás es Sukuna quien no entiende la alerta que es Mitaka al respirar el aire que sale de su nariz—. Mata a Chainsaw Man y yo te doy los dedos, tú vuelves a ser un Rey Maldito y a mí me dejas en paz, a Denji, Nayuta, incluso a Yoru que no te ha hecho nada, básicamente este es mi plan.
Ahora aprovecha, poniendo las manos a cada lado de su delicado cuerpo tembloroso, nervioso de tener que encarar a la maldición especial—. ¿O qué?
—Volveré a patearte.
—Mocosa, no tendrás la misma suerte, te mataré si lo intentas.
—Dícelo al señor de cara de volcán porque seguro te espera en el más allá.
Sukuna rompe en carcajadas, asqueando a Asa que recibe gotas de su saliva impregnándose en su cara. Gira el rostro, molesta por la cercanía.
—¿Tú lograste derrotar a una maldición de grado especial?
—Soy una cazadora de demonios, la mejor de todas, ¿Qué piensas que nací ayer? Tengo talento y sé aprovecharlo. —Presumida.
—Pues soy el Rey de las Maldiciones, mocosa, suerte exorcistándome, porque tú y el idiota vendado serán un banquete de risas que estoy dispuesto a disfrutar. —Presumido.
—Hagamos una apuesta, Sukuna.
—No hago apuestas con simples mortales, mocosa.
—Entonces es un pacto. Mata a Chainsaw Man y te daré los dedos.
—¿Por qué quieres que haga eso? No me das órdenes.
Asa extiende el brazo izquierdo, posando la palma sobre el frío azulejo ante su mirada juzgona.
—¿Quieres que te enseñe?
—Inténtalo, mocosa.
—Espada baño escolar.
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