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Al séptimo día de encontrado el cadáver de mi hermana, la Procuraduría desveló la causa de muerte de mi hermana y en lugar de enterarme por mis padres o por los agentes, me enteré por las publicaciones en la página de Facebook de Conexión Mx.

Se revela que Fabiola Barrios fue asesinada antes de ser enterrada. Emoji de cara sorprendida. Hashtag ConexiónMX. Hashtag MásInformaciónEnElPrimerComentario.

El primer comentario: un enlace a su portal web donde repetían lo mismo que en su publicación.

En casa nadie lloró. Mis hermanos y yo ya lo habíamos hecho antes, durante y después desde el momento en que Faby desapareció. Mi padre no lloraba. Nunca lo había visto hacerlo. Mi madre, en cambio, estaba más preocupada por lo que pensaría la gente ahora que la información salió a la luz.

Supongo que le preocupaba que se supiera que fueron sus uñas las que rasgaron la piel de mi hermana horas antes de que desapareciera. Y se sabría, porque en ese instante la desgracia de la familia Barrios era lo más comentado en la ciudad. Mis compañeros de clase ni siquiera fingían que hablaban de lo sucedido. Incluso llegaron a preguntarme si la desaparición no fue más que una mentira y que en realidad, nosotros la habíamos puesto ahí.

Cuando Conexión Mx publicó una nota más detallada sobre el dictamen de los peritos, mi madre perdió la cabeza.

— ¡Esa niña estúpida! —exclamó tras lanzar el celular de Cota al suelo—. Maldita niña estúpida. Incluso muerta sigue dando problemas.

— Noticia de última hora a través de Conexión Mx —me murmuró Edgar al oído. Ambos sabíamos que, si nuestra madre nos escuchaba, los próximos rasguños estarían dirigidos a nosotros—. Madre de Fabiola Barrios la maldice tras darse a conocer la postura de la Procuraduría. ¿Qué opinan nuestros seguidores? Los leemos en los comentarios.

— Comentario de un perfil con foto de un equipo de fútbol —dije yo—. Es una familia rara, algo ocultan. Los hermanos no lloran y la madre me da mala vibra.

— ¿Qué están murmurando ustedes dos, tarados?

— Nada —se apresuró a responder Edgar, enderezándose en su sitio—. ¿Ya vamos a comer?

No comimos hasta que Raqui volvió del trabajo, a eso de las ocho. Afuera ya había oscurecido lo suficiente para que las cámaras de los teléfonos solo captaran sombras difusas en el interior de la casa. Lo cual fue bueno, porque si no hubieran grabado a mi madre dando vueltas por la casa, tirándose de los cabellos, literal y figurativamente, mientras se preguntaba una y otra vez qué había hecho mal para que le sucedieran males tan terribles.

— Nos van a llevar a la cárcel, ¿verdad? —mencionó Cota, mientras tomaba una pieza de pollo frito.

— Por supuesto que no —mintió Raqui, que no llevaba muy bien lo de ser la hermana mayor—. Eres menor de edad, no te llevarán a la cárcel.

— Iremos a la correccional —le recordé—. O si no, nos llevarán al DIF.

— ¡Nadie se los llevará al DIF!

Raqui dejó que explotaran los sentimientos que acumulaba desde que Faby desapareció. Ella no era buena siendo la hermana mayor. Ella no quería ser madre. Ella era feliz siendo la segunda al mando. Faby siempre era la que organizaba, repartía y mandaba. Raqui solo obedecía y verificaba que el resto siguiera las reglas. Ser nuestra protectora era demasiado abrumador para ella.

— Nadie nos llevará al DIF —repetí mientras Edgar, le daba un abrazo a nuestra nueva hermana mayor.

— Perdón —añadió Constanza, pero ella no tenía la culpa de nada.

Ninguno de nosotros tenía la culpa de algo.


— ¿Escuchaste lo que dijeron sobre la causa de muerte?

Fue la voz de Edgar la que cruzó el silencio de una noche en la que nadie dormía. Papá nos había enviado a todos, sin excepción a dormir.

Se supone que los chicos y las chicas no deberían compartir habitación, sobre todo por el rango de edades que teníamos, donde la privacidad y la propiedad eran algo primordial para nuestro desarrollo y más que nada, por nuestra propia intimidad. Sin embargo, los cinco estamos amontonados en una sola habitación con dos literas y una cama individual.

Mi hermano dormía en la parte de arriba, así que asomó la cabeza hacia el exterior para averiguar si las chicas lo habían escuchado.

— Se desangró —les recordé—. Fue mejor así. Lo saben. Ser enterrada viva es peor que desangrarse.

— Intenta explicárselo a tu madre.

— Mamá está loca —murmuró Cota desde la parte de arriba de su litera.

— Entonces todos nosotros también lo estamos —añadió Raqui, uniendo su falta de sueño a la nuestra—. ¿Están seguros de que podremos seguir con esto?

Me giré hacia la pared.

Estábamos en el mismo lugar donde mi hermana mayor fue encontrada muerta. Nadie nos había apoyado emocionalmente por lo ocurrido y mamá solo nos maldecía y maldecía, buscando en su pintoresco lenguaje alguna forma de culparnos por lo sucedido.

— Fabiola desapareció, probablemente tenía un novio escondido o estaba metida en asuntos peligrosos —nos decía lejos de las cámaras—. Era una niña tonta y solitaria. Tal vez estaba embarazada y no quiso decirlo.

Faby no estaba embarazada ni tenía un novio escondido ni estaba metida en asuntos peligrosos. Ella venía a casa todas las tardes antes de las seis porque caminaba quince minutos desde su trabajo hasta la parada de taxis, después se subía a uno de la ruta más próxima y llegaba, hambrienta y cansada, pero jamás enojada. Siempre me saludaba, me preguntaba cómo me había ido y me ayudaba con mi tarea, a pesar de que no había comido desde las nueve de la mañana.

Mamá, en cambio, se aparecía a las cuatro de la tarde, hablaba con su perro pulgoso, entraba directo a su habitación y se dormía hasta las ocho de la noche. Cuando se levantaba tenía una larguísima lista de reproches. Gritaba y jamás nos dejaba hablar. Decía que no podíamos decir nada, porque era nuestra madre y ella tenía la razón, que si no estábamos de acuerdo, nos largáramos de una vez porque le haríamos un favor.

Si el mundo fuese justo, Faby estaría viva y mi madre muerta.

No tengo miedo de decirlo.

Ya no.

En el exterior se escuchaba una chicharra, el ladrido de los perros y el sonido de movimiento de algunos vehículos y pasos se acercaba. Tal vez un idiota buscando volverse viral a costa nuestra. Si mi hermana estuviera viva, habría tomado el bate o alguna escoba y haría que cualquiera que se acercara nos dejara en paz. Ella era nuestra defensora, pero ¿quién la defendía a ella? ¿Quién la protegía de mamá y la consolaba al llorar?

Los ladridos de los perros se intensificaron y el sonido de los pasos se fue acentuando. Por primera vez, desde la ausencia de Faby, me permití pensar, pensar realmente, sobre cuánto tiempo más resistiríamos sin ella.

Quise llorar al percatarme que ni siquiera fuimos capaces de durar un mes.

¡Qué se friegue Conexión MX! La premisa de mi ruptura emocional y mi llanto desconsolado no lo tendría nadie, ni siquiera un portal estúpido que buscaba likes donde no había nada más que una familia rota.

Creo que Raqui también lloró. Incluso Edgar, pero no sabría decir con claridad que lo hicieron. Estaba luchando para que mis sollozos no se escucharan más allá de esa almohada contra la que apoyé mi rostro.

Después me dormí. El resto debió hacer lo mismo.

Cuando desperté, no quedaba nadie en la habitación.


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