Capítulo 39 - Epílogo 5
Hola!! Espero que está historia te esté gustando. Ya estás a pocos pasos para terminar está entrega que me salió del alma.
Escribo estás líneas por un comentario que dejaron por el capítulo a continuación. Si eres sensible, no leas estos últimos capítulos que vienen, porque son muy crudos.
Bueno que puedes esperar de personajes que son crueles y al final reciben lo que cocecharon , es más que obvio que tengan un final cruel.
En mi defensa me gustan las historias policiales. Tengo un libro de Asesinos Seriales así que la crueldad de algunos de mis personajes son una constante.
Leé estos dos últimos capítulos bajo tu riesgo.
Besos 💋 💋 💋 y gracias por llegar hasta aquí.
Casandra
Me siento en la silla de mi escritorio y recapitulo en lo que ha sido mi vida: perdí a mi hijo, lo único que podía llamar mío; me metí en un mundo de oscuridad del que casi no salvé nada, excepto lo que provocó perder a mi hijo, a mí misma. Estuve muerta en vida y luego llegó el ser que sanó todas mis heridas, al menos las físicas, porque las psicológicas aún persisten.
Miro las fotos de Cristian y su familia y me siento una extraña: mi hijo creció con otra familia. Debo admitir que agradezco a los Grey que hicieran de Cristian un buen hombre. Luego miró a Rose y a Peter: no son mis hijos, pero después de todo este tiempo he aprendido a quererlos. Solo lamento no haber estado cuando atraparon a Carla; esa perra merecía la muerte que tuvo y más.
Para nuestra mala suerte nos quedan dos y son los más peligrosos y escurridizos. Estúpidamente, creímos que Dalton y Morton no tenían recursos porque les habíamos cerrado todas sus empresas, pero lamentablemente descubrimos que guardaban dinero en bodegas y eso les ha permitido mantenerse ocultos. Hemos seguido cada pista que hemos recibido y no hemos conseguido encontrarlos.
—Esa expresión en tu rostro no me gusta —me dice mi amado esposo, preocupado.
—Cariño, sabes lo que me preocupa —suspiro. William no aprueba la manera en que hemos hecho justicia con estas personas, pero no me reprocha nada.
—Cas, nunca te he juzgado. Pero te extraño, temo que salgas lastimada y peor que ya no estés conmigo.
—Toma asiento a mi lado y me mira con esos ojos que tanto amo.
—Lo sé, Will. Pero tienes que entender que ni la familia de Cristian, ni la de Raymond Steele y Lambert pudieron proteger a Ana y a Rose de esas personas porque tenían y tal vez aún tengan una red de cómplices que les ayudará a eludir la justicia. No tienes idea de las asquerosidades que Morton le hizo a Anastasia con ayuda de su propia madre. Ya sabes lo que Dalton hizo conmigo.
—Mi esposo se queda en silencio.
—Tienes razón, Cas. Solo conozco una parte de esta historia. La verdad es que no los juzgaría si alguien le hubiese hecho daño a alguno de mis hijos; movería cielo y tierra para hacer justicia. Por cierto, ¿qué has sabido de ellos? —Me encogí de hombros.
—Es como si se los tragara la tierra. No sabemos nada. Lambert logró dar con uno de los perros falderos de Dalton, que al parecer se habían escondido en una propiedad a nombre de una empresa legalmente constituida. Cuando fueron a buscarlos, ya no estaban.
—Viendo el panorama, entiendo todo lo que haces, solo prométeme que te cuidarás. Deja que James, Shaw y Peter se encarguen.
—No —niego.
—Voy a ser parte de la muerte de Dalton, William. Me separó de mi hijo y muchas veces insinuó que había muerto. Siempre viví con ese miedo, pero mi vida no me importaba; la de Cristian sí. Por eso soporté todo lo que me hizo. De Morton se encargará Robert y Raymond.
—Mi esposo asiente en reconocimiento.
Habían pasado los meses y visitábamos Estados Unidos una vez al mes para reunirnos con esta gran familia a la que pertenecíamos. Los mellizos de Cristian ya caminaban y los vientres de Anastasia y Rose estaban muy abultados. Habían acordado en secreto realizarse la ecografía de identificación del sexo de sus bebés al mismo tiempo para poder informarlo en esta reunión familiar, así que aquí estamos, esperando a ver qué pasa. Ana y Rose salieron por la puerta de atrás de Cristian y Peter y ahora están discutiendo acaloradamente para saber dónde están. Por mi parte, solo los miro caminar por el gran salón como leones enjaulados.
—No sé cómo puedes estar tan tranquila —comenta Grace a mi lado.
—Porque llevan una escolta de un pequeño regimiento, jamás las dejaría ir solas y sus coches están blindados. Así que estate tranquila, todo irá bien.
—A esos dos parece que les dará un infarto —dijo, mirando a Cristian y a Peter.
—Déjalos, cuando sepan a lo que iban se les pasará. Por cierto, vamos a preparar el brindis.
Le sonrío. Solo espero que no pregunte nada más y me levanto para caminar hacia la cocina, esperando que me siga. Anastasia le había dejado instrucciones a Gail sobre cuándo regresar.
—Gail, ¿todo en orden? —le pregunto al entrar en la cocina.
—Señora, Taibhse. Todo va como la señora Grey lo pidió. Ella sonríe, también es parte de la organización de la sorpresa.
—Casandra, ¿qué se traman las chicas? —Sonrío para tranquilizarla.
—Grace, es algo que nos llenará de alegría a todos. Si pudiera decírtelo, lo haría, pero Rose me hizo prometer que no diría nada. Es mejor hacerle creer que la idea fue de Rose y no de Ana, para que no sienta que la están desplazando.
—Tu sabes, Ana es como una hija para mí.
—Lo entiendo perfectamente, para mí Rose es como la hija que nunca tuve. Ahora tómate una copa y celebremos que tendremos nietos, porque con estos chicos tendremos una guardería.
—Nos sirve una copa de champán. La felicidad que refleja su rostro no tiene precio.
El tiempo restante, Grace me pone al tanto de cómo fue la llegada de Cristian a su familia y lo mucho que lo han amado, lo que me llenó de alegría. Luego me contó cómo fue creciendo, cuando se fue a la universidad y el inicio de su empresa. Le agradecí a Grace que amara a mi hijo. Le hice saber que nunca trataría de arrebatarle su lugar en la vida de Cristian.
—Sabes, Casandra, es a ti a quien debo agradecer el gran hijo que tenemos. Nunca dejó de pensar en ti; muchas veces lo oí llorar en su habitación por ti, nunca perdió la esperanza de encontrarte y ahora que estás aquí sé que es más feliz que nunca —dijo Grace, y las lágrimas escurrieron por sus mejillas.
—Tenemos dos grandes hijos, Grace —le digo, pensando no solo en Cristian, sino también en Peter.
De pronto, escuchamos un revuelo en el salón principal, así que salimos de la cocina imaginando que las chicas han vuelto y sus maridos controladores les están haciendo preguntas.
—¿Dónde se habían metido? —increpa Peter.
—¿Por qué no respondías a mis llamadas, Anastasia? —interroga Cristian.
—Hemos llamado a todos y ningún pendejo respondía —casi grita Peter—.
—Calmemonos, por favor. Ya están de regreso», les digo a todos.
—Tú eres la culpable, tú sabes dónde estaban y no nos lo has dicho. Sabes que están en peligro si salen solas.
Levanto una mano para que Cristian se calle; Rose está a punto de llorar y Ana va a estallar de ira. Miro a mi alrededor para comprobar que estamos todos.
—No estaban en peligro; iban bien escoltadas. Le guiño un ojo a las chicas.
—Ahora que han regresado, disfrutemos de la reunión familiar —digo, y los dos niegan frustrados.
—Creo que es mejor comenzar por la razón por la que nos ausentamos, o estos dos ogros explotarían de frustración.
—Casandra —me interrumpe Anastasia.
—Bien, si lo quieren así —dice Anastasia, y Rose la imita, entregando una caja a cada uno.
—Anastasia, si esto es lo que pienso, me voy a cabrear mucho —dijo ella, encogiendo los hombros. Peter no sabía qué hacer con la caja; al parecer, Cristian sí sabía de qué se trataba, y los demás también. Yo solo soy una espectadora.
—Sí, Cristian es lo que parece, así que abre tu caja —le gruñe Anastasia.
—Peter, haz lo mismo —le dice Peter, pero abre la caja.
Todo sucede como en cámara lenta: ambos cogen los zapatitos con mucho cuidado, Cristian sonríe y Peter simplemente no entiende nada.
—Van a tener una niña —le dice Cristian.
—Y ustedes un niño. Mira los escarpines con lágrimas en los ojos.
—¡Por Dios! Este par de idiotas es muy blando. —Me tomaré un trago —se burla Elliot.
—No, es hora del brindis —intervino Gail con una bandeja de copas llenas de champán.
—Elliot, deja de burlarte, te desmayaste cuando te dijeron que tendrías gemelas —se burla Mia de su hermano mayor.
El día termina con risas, abrazos y mucha felicidad. Cristian tendrá un varón y el rudo Peter tendrá una niña, y así se completa otra pieza del rompecabezas.
Por la mañana, mientras preparábamos el equipaje para volver a Escocia, recibimos la visita de Robert y de Raymond. Creí que todo se debía a la euforia por su nuevo nieto y que venían a visitarlos, pero se trataba de algo muy distinto, porque enseguida reunieron a Peter y a mí en el despacho de Cristian.
—Miren, los medios están como locos —dijeron Robert y Ray, lanzando los periódicos sobre el escritorio—; Anastasia está en la portada de todos.
-Son unos hijos de puta, que mierda dicen, son puras tonterías. Ana y yo no nos estamos divorciando -Espeta Cristian.
—Lo bueno es que no hablan de Rose, porque eso sería un problema para justificar que Anastasia tiene una gemela —les digo.
—Eso no es a lo que nos referimos. Tenemos pista de Morton. Mis hackers lo han identificado en un pueblo pequeño fuera de la ciudad, aquí, en Seattle —explica Robert.
—Bueno, el viaje de regreso se ha pospuesto. No pienso quedarme fuera de esto.
—Contaba con que se quedaran. Vamos a necesitar a los chicos», con estas palabras, Robert se refiere a Pete, James y Shaw.
—Ni yo me lo perdería, ese hijo de puta casi nos mata —espeta Shaw.
—Me sumo a la operación. Spike era como un hermano y, si no me hubiera escondido, tal vez no estaría aquí contando esta historia.
—Ustedes nos darán apoyo, pero Anastasia es nuestra hija y seremos Robert y yo quienes decidamos cómo morirá la rata —dijo Ray, como si fuera una sentencia.
—¿Ya saben cómo morirá la «Rata?» —pregunta Peter. Y algo en la mirada de ambos hombres me pone los pelos de punta.
—Ya lo verán, lo hemos valorado con mucho cuidado —comenta Robert, y por sus palabras se deduce que será muy doloroso y muy crudo.
Durante una semana, las cámaras de la ciudad estuvieron vigiladas, pero nada aparecía. Los reportajes sobre la visita de Ana al hospital llegaron a oídos de Morton y algo está planeando. Su enfermiza obsesión por Anastasia será su perdición.
—Creo que tenemos que tenderle una trampa a esta rata —expresó mi teoría.
—No voy a poner en riesgo a mi mujer, Casandra —sentencia Cristian.
—No estoy diciendo que la expongas, es un espectáculo que tú y ella salgan en una cena romántica en un restaurante de lujo celebrando la vida de tu nuevo bebé. Mira lo que ocasionó una visita al hospital.
—Casandra tiene razón, podemos prepararlo con mucho cuidado. Ana y tú llegando a tu restaurante favorito una noche, con un aspecto informal, para celebrar la nueva vida. Pondremos mucha seguridad, los chicos vigilarán las cámaras y te aseguro que ya tenemos ojos en esta propiedad.
—Robert amplía mi plan original.
—Estoy de acuerdo con ellos. Un grupo de nosotros deberá estar listo para ir tras él en el momento en que los chicos ubiquen a Morton.
—Ray expresa la última parte de este plan.
—Hablaré con Ana —dice Cristian al plan a regañadientes.
Y, como era de esperar, Anastasia aceptó el plan que planteamos; obviamente, no le dimos los detalles de lo que se haría con él cuando fuera atrapado. Una semana después, habíamos realizado la logística y, como era de esperar, había una persona vigilando en cada una de las empresas, así que ya habíamos planeado sacarlos de circulación. No tardaron en darse cuenta de que Ana y Cristian se dirigían al restaurante.
Segundos después, vemos cómo un automóvil blanco sale detrás de ellos. Esperamos que la carretera esté un poco despejada cuando un camión los atropella y los chicos los sacan como si fueran basura. Ya tienen sus instrucciones: escuchamos la radio, ha bloqueado los otros autos. Ana y Cristian pasan la velada tranquilos y los medios en línea explotan.
—Prepárense, porque Morton puede aparecer en cualquier momento —les dice Taylor a todos los de seguridad. Mientras tanto, Robert, Ray y yo estamos esperando a que lo atrapen, mientras los dos hombres que me acompañan preparan todo. La verdad es que quiero saber dónde está Dalton. Puede que a este se le suelte la lengua.
Esperamos en silencio, que se ve interrumpido por una persecución. Gracias a la providencia, logro escuchar que Ana y Cristian están a salvo y lejos de la persecución de Morton. También escuchamos disparos, lo que nos pone nerviosos.
—¿Qué pasa, Taylor? —pregunta Ray.
«El maldito va bien armado y lleva efectivos en la camioneta en la que van, por suerte nuestros vehículos están blindados».
Las palabras de Taylor se cuelan por el altavoz del móvil de Ray.
—Sáquenlos de la ciudad, envíenlos hacia aquí. No queremos a la policía husmeando en esto», les ordena Robert.
—Eso estamos haciendo, Cristian y Ana ya están a salvo en la mansión, así que estamos cazando a esa escoria —respondió Taylor, pero entonces se produjo un estruendo que lo hizo callar.
—¿Qué pasa, Taylor? —preguntó preocupada, sin obtener respuesta.
Lo llamé sin obtener respuesta durante unos minutos, hasta que respondió.
—Los hemos impactado para detenerlos y se han enfrentado a nosotros. Lo tenemos, tenemos a Morton. Estamos en camino, prepárense.
Se corta la llamada.
Mientras traían a Morton, Ray y Robert comenzaron a moverse: había una gran mesa de acero inoxidable con una cantidad impresionante de herramientas, una silla de madera con dos pares de grilletes, un botiquín, un arnés que colgaba del techo y cadenas en el suelo. Dos horas después llegan.
—Nos lo puso difícil —me informó Shaw cuando lo miré.
Arrastran a Morton hasta las cadenas que cuelgan y lo miran, sonrío y pienso que seré la primera en preguntar, quiero saber dónde está Dalton. La escoria comienza a maldecir, pero Ray y Robert lo callan a golpes.
—Sabes, hijo de puta, esto no será rápido —le informa Ray.
—Antes de que hagan algo, quiero preguntarle algo —me giro para hablar con Morton.
—¿Dónde está Dalton? Si colaboras, tal vez pueda convencerlos para que lo hagan rápido.
—Lo miro a los ojos para que me crea.
—¿Por qué crees que debo responderte, perra? Ray le da un gancho al hígado que lo deja jadeando por el dolor.
—Piensa en las palabras que usas con ella, infeliz —dice Ray, y le da otro golpe.
—Tranquilo, Ray, Richard hablará antes o después de que yo muera —me giro hacia Richard nuevamente.
—Richard, Dalon y yo tenemos asuntos pendientes que debemos saldar antes de que muera, obviamente —le digo. Él me mira.
—¿Quién eres? —Porque nunca te he visto —me mira de pies a cabeza.
—Somos viejos amigos —me dice Robert, poniéndome los ojos en blanco.
—No eres su tipo, tú eres una mujer adinerada. A él le gustan las putas y, de hecho, estuvo enamorado de una.
Me río a carcajadas.
—Dalton nunca ha amado a nadie; solo a sí mismo —rebato con la rata a ver si suelta alguna pista.
—No puedes ser ella. Dalton la asesinó él mismo.
—Lo dice incrédulo.
—Soy el resultado de dejarles a otros el trabajo sucio. Y bueno, mi apariencia, mi nueva vida y el poder que tengo se lo debo a mi esposo.
—Sonrío con suficiencia.
—Esta vez sí te va a matar.
—Yo niego.
—No, querido. Esta vez seré yo quien termine con esto y sí me aseguraré de que sea el final. Quiero que mis hijos sean felices. Ray, Robert, creo que esta rata no sabe dónde está Dalton. Así que es todo vuestro problema.
Morton me mira con los ojos muy abiertos.
—¡Dijiste que si cooperaba, me liberarías! —Me devuelvo y lo miro a los ojos.
—No, no te equivoques, querido. Yo dije: «Si me dices dónde encontrar a Dalton, les pediré a ellos que te maten rápidamente», nunca que te liberaría. No me has dicho dónde está tu socio. Jamás le quitaría la oportunidad a dos padres de vengar todos los vejámenes que le hiciste a su hija.
Me mira con horror.
—Sé todo lo que le hiciste a Anastasia, incluida la complicidad de Carla. Lamento no haber llegado a tiempo para contribuir a su fallecimiento; mujeres como esa no deberían ser madres».
«Ya no diré nada más, solo miraré».
—¿Qué han hecho con Carla? —Los dos lo niegan.
—Eso no te incumbe —le escupe Robert.
—De todos modos, ella no te importaba; la abandonaste cuando obtuviste a Ana y a Rose —le propina un golpe en el rostro tan fuerte que lo hace escupir varios dientes.
Ambos hombres se turnan para golpear a Morton, había que reconocer que el hombre tenía un aguante extraordinario. Peter intervino en algún momento pensando que tal vez él podría sacarle la información que necesitábamos.
—Voy a intervenir —les digo a los tres.
—¿A qué te refieres? —pregunta Ray.
—Solo lo han golpeado, ¿para qué tienen todas esas herramientas si no las usan? Es hora de tomar medidas extremas: volvamos donde tienen a Morton.
—¿Qué haces tú aquí? —me increpa la rata apestosa.
—Bueno, he venido a hablar contigo y no voy a aceptar un «no sé». Tú y Dalton no solíais dejar nada al azar. —Así que dime, ¿dónde está Dalton? —
—Ya he respondido a esa pregunta —niega con la cabeza.
Tomo una pinza y le hago un gesto a los dos tontos que no han hecho nada.
—Hagan que extienda una mano —dije, y me tomaron de la mano derecha.
La pinza me permite ir sacando sus uñas; sus gritos no me conmueven, y con cada uña que le quito imagino cada asquerosidad que le hicieron a Anastasia. Como no suelta prenda, continúo con su mano izquierda. Cuando terminó, lo dejo pensar porque lo que viene es más doloroso.
—Te di tiempo para pensar, Morton. Así que dime.
—Le doy unos segundos y niega.
—Sujeten su cabeza —dicen.
Le introduzco un separador en la boca para que no pueda cerrarla. Le saco los colmillos, para su mala suerte tienen una raíz más grande de lo normal, así que aumenta su dolor. Sus gritos no me afectan.
Recuerdo algo: las cordales de algunos tienen tres raíces y son cerradas, así que voy por ellas. Para mala suerte de Morton, él tiene las cuatro, así que voy por la primera, pero no puedo, así que Ray se ofrece a hacerlo y no solo una, sino dos.
El infeliz pide piedad y nosotros no nos detenemos; cuando vamos a quitarle el último diente, nos detiene.
—Está en Nueva York. No sé en qué ciudad.
—Por fin.
—Ray, Robert, mi trabajo aquí ha terminado. Tengo una visita a Nueva York que hacer, ahora es su turno.
—Asiente con respeto.
El camino a mi venganza está trazado; ahora la búsqueda se centrará en un solo estado. Dalton no sabe lo que le espera.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro