Capítulo 37 - Epílogo Parte 3
Rose
Mi secuestro junto a Anastasia hizo que nuestro vínculo se fortaleciera; tuvimos que luchar juntas para salvaguardar nuestra integridad. El día de nuestro rescate, Peter y Cristian nos llevaron a la mansión Grey, donde no se separaron de nosotras hasta que fuimos revisadas por un médico.
—Te amo, Peter. No sabes cuánto te he extrañado —me abrazó a él en la cama, cansada por los intensos últimos días.
—Yo también, nena. Casi me volví loco cuando me dijeron que te habían secuestrado. Dalton y todos sus allegados desaparecieron. Trataron de matarnos a mí y a James. Pero ya están aquí y eso es lo que importa.—Él me besa en la boca y yo me aparto de él ligeramente.
—¿Lograron atraparlos? —Peter gruñe.
—Por desgracia, no. Tenían un túnel secreto que conducía directamente al mar. No te preocupes, nos haremos cargo. Te prometo que los atraparemos —me dice, y me acomodo en su pecho, encontrando esa paz que tanto he deseado.
Días después, en una reunión, Casandra, una de las personas a las que ayudé en nuestro rescate, se acerca a mí. Ella nos ofrece una vida sin problemas legales y con una identidad, y miro a Peter, que me guiña un ojo.
—Aceptamos —confirma Peter.
Días después de esa reunión, nos marchamos hacia un país llamado Escocia; al llegar al aeropuerto, nadie pide documentos ni cuestiona nuestra presencia. En todo momento son Casandra y su esposo quienes hablan, ellos presentan nuestros documentos y nadie cuestiona nada.
De camino a casa, solo admiro el paisaje: todo está nublado y hace un frío tremendo.
—¿En qué piensas? —La pregunta amable de Casandra me saca de mi admiración del paisaje.
—De lo fácil que ha sido todo y de que hace mucho frío —dije y la vi sonriendo.
—No le des más vueltas, niña, y sí, aquí siempre hace frío. Por cierto, ajústense los abrigos porque creo que pronto va a nevar.
Como si aquellas palabras fueran una orden, comienza a nevar. Me ajusto el abrigo y me recuesto más contra el pecho de Peter. Casandra y su esposo hacen lo mismo y nos sonríen; me quedo dormida durante el trayecto.
Durante un tiempo no soy consciente de nada, hasta que me despierto y me estiro; obviamente estoy en una cama. Miro a mi alrededor y veo que estoy en una habitación parecida a la de la casa de los Grey: lujosa y cómoda, con sábanas de satén y un edredón calentito. Me acomodo más en la cama cuando la puerta se abre y entra Peter con una bandeja de comida que huele de maravilla.
—Me alegro de que estés despierta —me sonríe con esa sonrisa que me excita tanto.
—Eso huele maravilloso —digo, tomando siento y me recuesto en el respaldo.
—Es bueno saber que tienes hambre. El doctor sugirió que deberías comer más —dice Peter, y se sienta a mi lado.
—¿Y tú? Aquí hay solo para mí —,me besa en la mejilla.
—Ya lo hice, nena. Me gusta verte comer.
Comienzo por devorar todo lo que hay en la bandeja, incluso el té caliente.
—Mañana haremos un recorrido por la propiedad —dice después de la cena, y después de mirar un poco la televisión, me quedo dormida.
Después de instalarnos y decidir vivir en una casa pequeña en la propiedad de la mansión familiar de Casandra, conseguimos los documentos que nos acreditaban como Peter y Rose McKenzie, en teoría hijos adoptivos de Casandra. La casa es pequeña en comparación con la principal: tiene tres habitaciones, una cocina y un salón comedor. Peter ha acondicionado una de las habitaciones como gimnasio, donde entrenamos a diario. También hay una pequeña biblioteca y un cuarto de lavado. Con los días hemos ido dando nuestro toque personal. Peter y Shaw me han enseñado a disparar y a utilizar otros tipos de armas. Shaw decidió acompañarnos porque está decidido a encontrar a Morton, quien mató a Spike y casi acaba con él.
—¡Atención! —Interrumpe Casandra nuestro entrenamiento.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Shaw.
—Tenemos pistas —informa Casandra.
Ese fue el inicio de una cacería que parecía interminable; con cada búsqueda, obteníamos experiencia en la caza de esas escorias. Sin embargo, cada vez que estábamos cerca de ellos, se nos escapaban como agua entre las manos. En tiempos de descanso visitábamos a Ana y a Cristian, y ellos y su familia nos acogieron como a uno más. Casandra y su esposo también nos acompañaban.
En una de nuestras misiones logramos encontrar una pista de Hyde, al parecer compañero de trabajo de Anastasia y esposo de la doctora Leila Williams. Hyde también estaba enamorado de Ana y la había acosado durante un tiempo, y parte de la idea de nuestra creación. Así que decidimos buscarlo y, en solo un mes, lo encontramos; al parecer, no contaba con mucho dinero para ocultar su rastro.
Nos habían informado de que Hyde era asiduo visitante de una taberna en el condado de Helston, donde, según el informante, bebía hasta quedar semiinconsciente y su lengua lo traicionaba. Entramos en The Anchor. Es bastante tarde, por suerte el lugar está oscuro y las sombras cubren nuestros rostros. Shaw se sienta en la barra y nosotros buscamos el rincón más oscuro, un lugar que nos permita tener una amplia visión del local. El resto del equipo está en una camioneta en el callejón de al lado.
Shaw tiende un billete al barman, seguro preguntado por Hyde. El hombre niega, pero nuestro compañero no se levanta, lo que significa que nuestro objetivo aún no ha llegado.
Nos besamos, es parte del acto, aunque lo que más disfrutamos es durante una hora beber y besarnos, hasta que Shaw nos hace una seña y vemos entrar a Hyde. Miro la fotografía en mi móvil y ese hombre es la sombra de lo que fue. Su apariencia es descuidada, tiene barba y el pelo largo. Se sienta en la barra, justo al lado de Shaw.
Durante tres horas lo vemos beber hasta que vuelve una carga, el gerente al lugar le piden que se marche. Nosotros pagamos nuestra cuenta y salimos besándonos, con Shaw siguiéndonos a unos pocos pasos detrás. Hyde llega al callejón y nos lanzamos sobre él para meterlo en la furgoneta sin ventanas.
Horas después, se despierta colgando de sus brazos. Al vernos, trata de gritar, pero no puede porque le hemos atado los labios.
—Así que te gustaba acosar a la señora Grey —le dice Shaw.
Niega con la cabeza al percatarse de que no podrá hablar.
—Claro que sí. Por eso tu mujer y Elena Lincoln crearon clones de los Grey. Creíste que así podrías tener una oportunidad con Ana.
—Peter sale de las sombras y yo tras de él.
Hyde abre mucho los ojos cuando se da cuenta de quiénes somos. Sonrío.
—Sabes, creí que sería más difícil encontrarte, pero adivina, te sacaste la lotería y has sido el segundo —me río.
Algo parecido a «No me maten» salió de sus labios, negamos. Se lo ha buscado.
—Sabes, debiste usar esa supuesta inteligencia tuya para pensar que, si esto salía mal, iríamos tras de ti; sin embargo, te escudaste en un cuarteto de delincuentes. Realmente creíste que ellos moverían un dedo por ti.
—Peter se burlaba del hombre.
—Vamos, Peter. Terminemos con esto, quiero ir a dormir.
Shaw estaba aburrido, yo también.
—Bien, yo me encargo —dijo Shaw, y comenzó a buscar la salida. Cuando llegamos a la puerta, escuchamos el disparo.
—Creo que se la pusimos fácil a Hyde —comentó Shaw.
Los hombres de Casandra se encargaron de limpiar las pruebas.
Esa madrugada, cuando llegamos, Peter me hizo el amor hasta el amanecer. Ana me había llamado por la mañana para saber cuándo iríamos de visita; le respondí que lo hablaría con Peter y que le avisaría. Peter le había informado a Cristian de la muerte de Hyde.
Casi un mes después, siguiendo las pistas de los Lincoln, empecé a sentirme enferma, por lo que decidimos regresar y buscar un médico. En la casa devolví todo lo que había comido. Casandra se preocupó y, al día siguiente por la mañana, llegó un médico.
—Rose, hija, ¿cómo te sientes? —Casandra entró en la habitación.
—Fatal, creo que es algún virus. Me he sentido mareada y he devuelto toda la comida
Ella me miró con una pequeña sonrisa.
—Llamaré al médico de la familia y come algo —nos dijo a Peter y a mí.
Solo pude comerme las tostadas; los huevos y el tocino me daban asco, pero la infusión de manzanilla me sentó bien.
—Nena —la preocupación era evidente en la voz de Peter.
—Casandra ha ido a por el médico. Creo que es un virus —, eso parecía preocuparle más.
Una hora después, me estaban revisando. Casandra sacó a Peter para que el médico pudiera hacer su trabajo.
—Rose estará bien sin ti. Yo me encargo. Esto es cosa de mujeres —lo empujó hasta sacarlo.
—¿Ha traído la prueba, doctor? —Casandra se dirigió al médico.
—Sí, aquí está —respondió él, y ella sonrió.
—Bien, Rose. Ve al baño y trae una muestra de tu orina aquí.
Así lo hice y, al regresar, el médico introdujo un objeto en el recipiente de mi orina.
—Debemos esperar tres minutos —dijo el hombre.
Me quedé en silencio, no entendía lo que estaba pasando; las dos personas que estaban a mi lado estaban expectantes.
—Positivo —dijo el doctor.
—Lo sabía. —Esto es maravilloso, Rose. Felicidades —me abrazó Cas.
—Felicidades, debes cuidarte los tres primeros meses, porque son los más importantes. Además, debes tomar hierro y ácido fólico—, dijo el médico, y le entregó un papel a Cas.
—Me encargaré de que vaya cada mes a su control —le dijo ella, y se marchó estrechándole la mano.
—¿Qué sucede conmigo? —La miré.
—Estás embarazada, Rose. Ahora podrán formar su propia familia. Hay que decirle a Peter.
Ella me abrazó.
—No —le dije, y ella me miró asustada.
—No, ahora. Quiero decir... La semana que viene vamos a visitar a los Grey. Ahí les daremos la noticia a todos.
Ella sonrió satisfecha.
Ese día tuve que hacer algo que me había prometido no hacer. Mentirle a Peter. Le dije que efectivamente estaba incubando un virus. No estaba convencido, así que lo distraje de la mejor manera. Esa noche tomé el control de nuestra cama y le hice el amor a mi pareja como nunca lo había hecho.
Una semana después, estábamos en la reunión familiar y vi a Ana con sus bebés, y me imaginé, en un futuro cercano, yo estaría igual. Cuando vi a Peter hablar con Cristian, sentí que era el momento de dar la noticia: el ambiente estaba relajado y la felicidad flotaba en el aire.
—Atención, por favor —dije en voz alta y todos volvieron sus miradas hacia mí. Casandra me hizo un gesto para que continuara.
—Tengo una noticia que darles... Había perdido la esperanza de que esto sucediera... —Tragué grueso.
—Estoy embarazada —dije, soltando la bomba, y todo se quedó en silencio.
Peter se cae sentado al lado de Cristian y este comienza a reír al ver la cara de pánico que ha puesto Peter, quien está pálido como un papel.
Todo se convierte en una celebración, con aplausos y abrazos para Peter y para mí. Lo sé, mi chico está nervioso.
—¿Hace cuánto lo sabes? Peter entra en la habitación trastabillando. Creo que se ha pasado de festejo.
—Bueno, no quería mentirte. Solo quería esperar a que estuviéramos todos juntos. La semana pasada. Cuando creíamos que estaba enferma. Casandra lo sospechaba.
Hice un puchero para que me perdonara.
—Nena, nena. —No vuelvas a ocultarme cosas como esa —dijo, y se acercó a la cama.
—¿Estás enfadado? —Mis lágrimas casi salían.
—Jamás podría enfadarme contigo, Rose. Te quiero tanto que ahora solo siento felicidad. Ha sido mi sueño desde que vi a los hijos de Cristian. Ahora podremos tener nuestra propia familia.
Me besa y se acomoda en la cama con su pijama puesto.
—Te prometo que ya no te ocultaré nada, amor —prometí.
Esa noche celebramos como siempre.
Ese fue el inicio de una carrera contra reloj: Peter ya había hablado con todos. Quería encontrar a todos en menos de nueve meses y disfrutar de nuestras vidas con las personas que nos habían hecho daño fuera de nuestro camino. Obviamente, yo no estaría incluida.
Para Casandra, cuidarme sería su misión, sería la abuela más protectora que mi bebé podría tener. Al principio me sentí incómoda porque sabía que los mellizos de Ana y Cristian eran sus verdaderos nietos; aun así, ella me tranquilizó diciéndome que a su hijo no le molestaría compartirla con mis hijos.
Y así comenzó una nueva etapa en nuestras vidas.
https://youtu.be/mlJWzAOprrI
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