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Capítulo 33. Final - Parte 1


Habíamos descubierto la conspiración del senador Jackson y el alcalde Morrison, socios secretos de Dalton y Morton. Nos había costado mucho encontrarlos hasta que Peter y James los vieron reunirse con ambos. Como siempre, los delincuentes estuvieron tres pasos delante de nosotros, lograron escapar y dejaron a los políticos corruptos detrás.

—Tienes un topo, Cristian —dijo Casandra.

Mi madre biológica intervino sin decir nada.

—¿A qué se refiere, señora? Todavía me pregunto qué hace ella aquí.

Después de todo, Raymond la mira con intensidad y ella no aparta la vista de la suya.

—Cálmate, Raymond. Ella tiene tanto derecho como todos aquí. Ella tiene una historia que contar, pero no es el momento de que la cuente. Además, creo que tenemos un topo. El problema es que necesitamos saberlo cuanto antes —respondió Roberth.

—Aquí estamos los mismos de siempre, las personas en quien confío —dije caminando alrededor de mi estudio.

Barney me hacía señas para que siguiera hablando, me miraba con el ceño fruncido e instaba a que siguiera hablando.

—¿Qué saben del paradero de las chicas? —pregunté.

La pregunta no iba dirigida a nadie en particular; todos se miraban unos a otros por mi cambio de tema tan abrupto. Caminaba alrededor del salón mientras Barney caminaba entre nosotros con un detector. Llegó hasta el saco de Lambert, y quedó obviamente sorprendido y asustado. Taylor cogió el saco y lo sacó del salón en silencio. Suspiré tranquilo cuando habló.

—Ya estamos limpios de micrófonos —dijo Robert, con los ojos muy abiertos.

—No creerán que sea el traidor. Anastasia es mi hija, ¡Por Dios! La quiero al lado de mis nietos.

Levanté la mano para que se callara.

—Nadie duda de ti; es obvio que alguien de tu entorno lo ha hecho —manifesté.

—¿Quién pudo haber sido? —preguntó Luke.

—Alguien muy cercano, tanto que pudo meter un micrófono entre las capas de tela de tu saco —respondió Taylor, que volvió con las piezas del dispositivo.

—Solo una persona se encarga de esa labor... —se quedó pensativo.

—Hoy no la vi en la mansión. —Taylor, Luke y Karen podrían ir a por mí ama de llaves y tráerla, por favor —dijo.

—La casa de Lambert está a solo treinta minutos de aquí, así que no tardarían mucho.

—Iremos por esa traidora —dijo Robert, y vi la decepción en su rostro.

—Tranquilo, pronto traeremos a las chicas. Ya destruimos el único medio que tenían esos desgraciados para estar un paso por delante —Roberth negó.

—Ella fue especial para mi hija y mi mujer, trabajaba para la familia. Siempre la tratamos con respeto como a una miembro más de la familia. Quiero saber por qué lo hizo. —Suspiró.

—No te sorprendas con la respuesta. A veces, tratar a alguien como a una familia no significa que se convierta en tu familia.

—Tienes razón, Raymond. Carla es el reflejo de ello —.

Su mirada se oscureció.

Acabo de recibir la llamada de Luke. El resultado no me sorprendería.

—No está en casa, me respondieron la esposa de Robert y su hija. Dicen que pidió vacaciones, que empezaron cuando Anastasia y Rose desaparecieron. —

Negué.

—Regresen, debe de estar con esas alimañas —me giré y miré a todos.

—Ha desaparecido. —Así que no podremos interrogarla —la ira burbujeaba en Roberth.

—Nosotros iremos a descansar durante una hora. Cristian, dedícales tiempo a los niños, te necesitan ahora que tu esposa no está—, dijo Casandra, que se levantó y tomó la mano de su esposo, quien permaneció en silencio y se marcharon en silencio.

—Estaré unas horas con los niños. Si descubren dónde está mi mujer y Rose, no duden en ir a por mí.

—Yo me encargaré —expresa Raymond.

Está destrozado; mi esposa es lo que más ama y su misión es traerla de regreso.

Camino hasta la habitación de mis hijos, donde Kate, Mia y Grace han estado cuidando de ellos.

—¡Hijo! —Mi madre se sorprende al verme.

Me acerco a ella, la abrazo y luego le doy un beso en la frente; ella me abraza. Solloza en mi hombro.

—Quisiera poder hacer más para que Ana regrese —solloza, y el resto de las chicas también lo hacen.

—No, no lloren. Hacen lo suficiente por estar con los niños mientras buscamos a mi esposa. No sé qué haría sin ustedes y sin Gail. Han sido mi apoyo en esta parte del conflicto. Se levantan y me abrazan.

En ese momento, recuerdo que no he visto a mi hermano.

—¿Dónde está Elliot, Kate? —Ella parecía recordar algo.

—Dijo que luego lo hablaría contigo. Comento que alguien le debía un favor y que iría a cobrarlo. No entendía nada, pero me despreocupé, ya hablaría con él luego.

—Descansen, dormiré con ellos —dije, y miró de reojo a los niños.

Se retiraron mientras me cambiaba de ropa para dormir. Regresé a la habitación de los niños, los cogí y los llevé a mi cama. Esta noche dormirían conmigo. Los acomodé en mi pecho, respiré el rico olor de los bebés y me quedé dormido con una última promesa.

—Traeré a su madre pronto —les dije.

—Buenos días —saludó Elliot, sentándose en el comedor.

Taylor y Luke bufaron, mientras Shaw sonreía preparándose para burlarse de mi hermano.

—Me han extrañado, ¿verdad? —Siempre tan arrogante.

—Aquí la única miope es Kate. Así que deja de ser arrogante.

Todos se rieron y Kate se puso roja como una cereza.

—Yo te amo pese a tu miopía, nena —le dijo mi hermano a su mujer.

Reí por el buen humor de mi hermano, pero no olvidaba la conversación que tenía pendiente con él, sobre todo viendo el moretón que estaba tratando de disimular debajo de la camisa.

Nos reunimos nuevamente en el estudio; los oficiales del FBI a cargo de Robert buscaban una señal de Dalton y Morton en las cámaras de la ciudad sin éxito, hasta que mi hermano interrumpió el silencio.

—Atención, por favor —dijo Elliot.

—Elliot, no estamos para tus putas bromas —rezongó Luke.

—Luke, déjalo hablar. Mi hermano sabe lo mucho que odio que me oculten cosas y que ponga en peligro su vida.

—Lo miré a los ojos reprochándole sus actos.

—Lo siento, Cris. Pero creo que hay fuga de información, por eso actué por mi cuenta.

El idiota se encoge de hombros.

—Sí, lo descubrimos ayer —responde Lambert avergonzado.—Eso es pasado, habla, puto Grey —lo apremia Taylor.

—Ex puto, te recuerdo que soy un hombre comprometido —gruñó exasperado.

—Bien, hace un tiempo recibí la visita de un abogado que decía representar varias empresas de importaciones. Los dueños querían firmar un contrato indefinido para las remodelaciones con mi constructora. Algo no me gustó de él. Creo que el sexto sentido de Christian se me pegó. Rastree la firma de abogados y resultó que trabajaban con compañías de dudosa credibilidad, así que rastree las direcciones de las empresas que representaban y todas me llevaban a bodegas y muelles desiertos. Por eso, en la siguiente visita del abogado, lo mandé a la mierda. Cuando el FBI vino a buscarme hace unas semanas para preguntar por la relación de la constructora con una de esas empresas, imaginen quiénes estaban detrás de esas empresas —suspiró.

—¿Qué tiene que ver esa historia con los moretones que tanto escondes? —Lo increpé.

—Bueno, busqué al maldito abogado para que me dijera dónde están sus jefes, pero el hijo de perra me dio pelea. Por suerte, los hombres de tu nueva sosia aparecieron y ya le están sacando la mierda. Debemos estar atentos para actuar.

—No esperé más de mi hermano.

Estoy molesto por poner su vida en juego y no es que no lo agradezca, pero pudo haber salido herido. Fui a visitar a mis hijos y, en silencio, les prometí que hoy dormiríamos con su madre. Me cambié por mi ropa camuflada y mi chaleco antibalas. No me había dado cuenta de que había bajado de peso, ahora el chaleco me queda flojo. Exhalé resignado; ya cambiado, me dirigí al estudio, donde todos estaban.

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