Capítulo 31
Ana me había enviado un mensaje informándome que iría a visitar a Rose por unos momentos, mi intuición me decía que no era el momento, pero soy consciente de que Ana es mi esposa, no mi empleada.
Le envió un mensaje a mi Ana y me quedo mirando el móvil como un idiota, esperando la respuesta.
«Iré a recogerte. Quiero tenerte solo para mí durante unos minutos».
Cinco minutos y nada.
«¿Todo bien, nena?»
Otros cinco minutos y sigo sin respuesta, así que decido llamarla. Uno, dos, tres... buzón de voz.
Intento otra vez y mis nervios comienzan a dispararse.
—Taylor llama a Luke. Ana no responde a mis mensajes ni a mis llamadas —digo, y estaciona el coche para hacer lo que le pedí. Tres intentos y el mismo resultado: buzón de voz.
Taylor arranca el coche a toda velocidad mientras yo saco nuestras armas, que están listas, y reviso que todo esté en orden. Así compruebo la funcionalidad de las armas y le entrego las suyas a Taylor.
El corazón me palpita tanto que siento cómo late en mi garganta; mi mente me juega una mala pasada, imaginando a las dos en manos de Morton y las cosas horribles que podría hacerles. Las manos me tiemblan cuando el coche se detiene en la acera del edificio. Debo controlarme, debo tener la mente en blanco y la esperanza de que todo sea un malentendido.
Subimos a la planta de Ana. Mi corazón se hace añicos cuando encontramos la puerta abierta y vemos el cuerpo de Shaw, que está pálido.
—Cristian, llama a urgencias, le han disparado. Pero aún respira —No le respondo y lo hago.
Camina hacia otra dirección y niega, se levanta, toma la mesa de centro y la lanza contra la pared.
—¡AAAAAAAAAAAAAAA! ¡Los voy a matar, da igual quién lo haya hecho! Saca su pañuelo del bolsillo del saco y se lo coloca en la cara a Spike.
—Shaw, amigo. Por favor, aguanta —tapó el orificio de bala con mi pañuelo.
—Búscalas, Taylor —le pido y se levanta para ir a revisar el resto del departamento.
En el novecientos once, me piden la información requerida, así que cuelgo porque debo llamar a los que realmente pueden hacer algo. Llamo a Ray y a Robert en modo conferencia.
—No es momento de detalles. Han secuestrado a Ana y a Rose. Han disparado a los chicos. —Spike... no lo logro, Shaw sigue luchando, pero no sé por cuánto... —Hijos de puta.
—¿Dónde está mi Annie, Grey? —Ray me grita, no sé qué responderle.
—Vamos para allá. Imagino que están en el apartamento de Anastasia. Asiento en silencio.
Desde ahí llamo a Welch y a Barnie para informarles de lo sucedido. Les ordeno que hagan lo que mejor saben hacer. Taylor regresa con Luke a rastras; le ayudo a sentarse en el sofá, lo reviso y no tiene ninguna herida. Está drogado. Me siento mareado y con ganas de vomitar.
—Cristian, tenemos que salir, es el aire, así los drogaron. Los malditos sabían que no lo tendrían fácil.
—Los malditos sabían que no lo tendrían fácil —dije, y levanté a Luke para salir del apartamento. Volvimos a por Shaw, revisamos su herida, no tiene salida, así que deduzco que la misma bala está haciendo de tapón.
Luke comienza a despertarse poco a poco y mira a su alrededor. Se mira las manos y estas le tiemblan.
—Lo siento. Ana no me dejó. Me hizo esconderme en un mueble de la biblioteca; ya había aspirado mucho gas. Lo hicieron por el aire acondicionado.
—Se cubre la cara. Debe de sentirse fatal. Quiero gritar, patear, matar, pero soy consciente de que no ganaría nada con eso: Luke no tuvo la culpa, deberían haberlos seguido o alguien les habrá informado.
Diez minutos más y todo se convierte en una locura: los paramédicos se llevan a Shaw y a Luke. Les prometo a ambos que pronto iré a verlos. Sawyer intenta negarse, pero Taylor se lo impide. Él promete que no tardará en recuperar el conocimiento, que atrapará a los hijos de puta que se llevaron a las chicas.
El FBI y Robert llegan antes que la policía, es evidente que algunos miembros de este cuerpo están pagados por Morton o Dalton. Robert aparece con la jefa de investigación del FBI, Karen Luz, y nos hace preguntas; sin embargo, la policía llega enseguida. Raymond, que estaba muy callado, los hace echarse.
—¡LARGO! Se les ha llamado hace dos horas. El FBI llegó antes que ustedes. Os juro que haré rodar cabezas en el departamento. Hay un hombre muerto, otro luchando por su vida y otro drogado. Están podridos.
Raymond se deja caer por la pared y comienza a llorar.
—Mi única hija, Dios mío, mi bebé —jura que los matará si le han hecho daño de nuevo—. Robert se acerca.
—Lo haremos, Ray. Ana también es mi hija.
Se estrechan las manos, como un pacto silencioso.
—Trataron de borrar el vídeo. El cortafuegos que había puesto funcionó, aquí está —dice Barnie, y me muestra su ordenador. Los demás se acercan.
Miramos el vídeo y entendemos cómo dieron con este apartamento. Venían por mi mujer, Rose fue la presa por casualidad.
—¡Hija de perra! ¡Se lo advertí! Robert golpea la pared y lo entiendo: ver a Carla entregar a su hija a Morton es asqueroso.
—Señor Grey, hemos logrado apagar el sistema de ventilación del apartamento. Hemos encontrado residuos de un polvo que están llevando para analizar. Necesitamos la información de la víctima, a menos que sea usted quien avise a los familiares —La mujer nos interrumpe y niego.
—Lo haremos nosotros —nosotros somos la familia de Spike. Él era como un hijo para Taylor. Él mismo lo entrenó.
Envío a Taylor para que se ponga al tanto de la salud de Luke y a Shaw. En mi despacho hemos montado un centro de control. Todos mis muchachos, más los de Ray y Robert y algunos del FBI, han formado un pequeño ejército. No se han comunicado con nosotros, lo que evidencia que es Morton; ese tipo tiene una enfermiza obsesión con mi esposa.
—Quiero a esa perra viva; yo me encargaré de ella cuando la encuentren —le dice Robert a alguien por teléfono.
—¿Quién era? —Lo interrogo.
—James está preocupado, no sabe si podrá contener a Peter de hacer una estupidez —dice Robert—. Yo lo entendería.
Horas después, aparecen Taylor y Luke, y aseguran que han dejado bien custodiado a Shaw y que está fuera de peligro. Mi familia aparece, todos están preocupados: Kate no deja de llorar, Mia y Kate se hacen cargo de los mellizos, que no han dejado de llorar, para darle descanso a Gail. Sin embargo, ella se marcha para hacernos bocadillos.
No sabemos cuándo se dieron cuenta los medios de la desaparición de Ana; de pronto, una horda de periodistas acampaba en la mansión de mis padres, la casa de Ray, y también en las empresas de ambos. No tenía cabeza para nada; Andrea y Ross se estaban haciendo cargo de todas las empresas junto con mi padre.
Robert iba y venía, se había convertido en un hombre despiadado. Su esposa e hijos habían venido por cortos periodos de tiempo a acompañarnos. Me estaba volviendo loco cuando Casandra Taibhse y su esposo William aparecieron en el salón sin invitación.
—Señor Grey, siento interrumpirle en su casa sin invitación, pero la situación lo amerita. —William, este es mi... el señor Christian Grey.
La miro en silencio bajo la atenta mirada de todos.
—Señor Grey, es un gusto conocerlo en persona. Lo lamentable es que suceda en estas condiciones. Escúchela, por favor. Ella sabe mejor que nadie los posibles lugares donde pueden tener a su esposa.
Todos creen que buscamos a una sola persona, pero la realidad es que son dos.
—Grace Grey, soy la madre de este joven. Disculpe la falta de cortesía de mi hijo; estos días han sido muy duros para nosotros.
—Mi madre reacciona antes de que mi cerebro pueda procesar lo que ha dicho.
—¿Qué sabe usted de la gente que tiene a mi hija? —Ray camina hacia Casandra.
—Muy a mi pesar, estuve en manos de una bestia como Richard Morton y, para mi desgracia, ambos son socios. Comparten muchos de sus negocios, incluyendo propiedades, que están a nombre de empresas fantasma. Puedo ubicarlas en un mapa.
—Robert, trae el mapa de nuestra ciudad —ordena Ray.
Ella niega.
—Necesito una tablet con el mapa del país. No creo que ella esté en esta ciudad —Me estremezco. Robert le entrega una tablet y comienza a marcar cada una de las propiedades de esos infelices. Me tapo la cara desesperado, en qué momento las encontraremos con tantas propiedades. El sillón se hunde a mi lado. Una mano sube y baja por mi espalda.
—Eres un joven muy valiente e imagino que tu esposa también lo es. No te desmorones ahora, tus hijos te necesitan. Quiero serte de ayuda, ya has soportado mucho peso durante tanto tiempo; permíteme cargarlo, por favor —Debo preguntarle y así salir de la duda.
—Casandra, ¿eres mi madre? La respuesta se queda en el aire cuando un móvil interrumpe el silencio.
—¿Qué sucede, James? —grita Robert.
Levanto la vista y solo veo los ojos de Robert, llenos de oscuridad.
—Ya saben dónde deben ir. Estaré dentro de treinta minutos —dice y cuelga.
—Raymond, ven conmigo—dicen ambos al mismo tiempo y salen sin decir nada. Todos nos quedamos ensilencio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro