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Capítulo 29

Llegué a casa con el corazón acelerado. Esa voz me había traído recuerdos de mi infancia, momentos felices junto a mi madre biológica.

—Cariño, ¿qué sucede? —Ana, entra en mi estudio. Me vine a refugiar aquí para no trasmitirles esta tristeza a mis hijos.

Ana me mira con nuestros hijos en brazos. Me analiza, se le saltan las lágrimas de sus hermosos ojos.

—Hoy escuché una voz... —Se me hace un nudo en la garganta.

Camina hacia mí y me entrega a mi hija. La lleno de besos para llenar ese vacío.

—Ven, vamos al sofá —me toma de la mano para que la siga. Junior busca su pecho; este niño es un comedor compulsivo. Gracias a la providencia, Anastasia es una buena productora de leche materna, razón por la que no hemos necesitado fórmula para nuestros hijos.

—Así me gusta, que sonrías, amor —me da un pico en los labios.

—Una mujer llegó a la empresa y pidió reunirse contigo. Me encontraba en ese momento recogiendo todo para volver aquí. Le dije a Andrea que le dijera que solicitara una reunión y que enviara la propuesta. —Hice una pausa para tomar aire.

—¿Quién es la mujer que te ha afectado tanto, Cristian? Has enfrentado a criminales de alto perfil y nunca te he visto así. Bueno, solo cuando trataron de secuestrarnos.—Toma mi mano suelta, como si fuera de apoyo.

—Me estaba esperando fuera del ascensor. Su voz... Es igual que la de mi madre, como la de Ella. La miré: su cabello, sus ojos, iguales a los míos; la misma estatura, pero su rostro no se parece en nada al de ella. —Mi hija comienza a revolverse en mis brazos. También es la hora de su comida.

—¿Crees que ella sea tu madre biológica? —Ana me mira expectante.

—Nena, he abandonado la esperanza de encontrarla. Peter dice que nunca la ha visto, y James tampoco. He atacado a Dalton en todos sus antros cuantas veces no sabría decirte, pero nada.

—Sin un cuerpo, no hay muerte, Cristian. Investiga quién es la mujer. Tienes una seguridad que hasta el presidente envidia. Investígala, cítala, habla con ella. Tú sabes analizar a las personas. —Se levanta.

—¿A dónde vas? —

—Voy a poner a Cristian en su cama y a llevar a Darcy a que coma. Así podrás pensar en lo que te he dicho.

Camina hacia la salida. A los pocos minutos se lleva a nuestra hija.

Le hago caso a mi mujer. Andrea me ha enviado la propuesta. Miro el nombre de la empresa, me causa curiosidad; es una de las empresas escocesas mejor posicionadas a nivel mundial. Tiene un patrimonio de doscientos años de experiencia y una facturación de cien mil millones de euros anuales. Tienen un catálogo de empresas bastante amplio. Decido llamar a Andrea.

—Andrea, cita a la señora Casandra Taibhse a la una de la tarde, por favor.

—De inmediato, señor Grey —contestó.

Cuelgo y luego llamo a Barnie.

—Barnie, necesito que investigues a Taibhse Enterprise y, principalmente, a Casandra Taibhse. Necesito todo, hasta lo que no sea de conocimiento público. No escatimes en recursos.

—Lo haré y trataré de tenerla lo antes posible.

Cuelga para hacer lo que le pedí. Ahora solo queda esperar. Hoy decido no trabajar en casa, quiero pasar tiempo con mi familia.

Por la mañana, llego a la empresa ansioso porque Barnie no se ha comunicado conmigo, lo que significa que aún no tiene información. Camino hasta el ascensor. Subo hasta mi planta y Andrea me saluda y me pone al día de la agenda del día. Me informa de que la señora Taibhse llegará a la una de la tarde.

—Gracias, Andrea —respondo y me dirijo a mi despacho.

A media mañana, Barnie irrumpe en mi oficina sin llamar. Viene muy exaltado con una carpeta en la mano.

—Tengo la información que me pidió. Solo que preferí traerla personalmente.

Pone el expediente sobre la mesa.

Lo leo: la señora Taibhse no dice mucho; es estadounidense, su esposo es cirujano plástico, tienen diferentes y exitosas carreras y empresas, y sus hijos tienen todos carreras y empresas diferentes y exitosas. Lo que me desconcierta es que no hay ninguna información de la señora Taibhse antes de su boda, a pesar de que los esposos no comparten hijos en común.

—Barnie, de la señora Taibhse. No hay nada de ella antes de conocer a su esposo.

—Lo sé, estoy trabajando en ello. Hasta donde he indagado, él trabajó aquí en un programa de intercambio, capacitando estudiantes para cirujanos plásticos. Al parecer, la conoció aquí cuando ella fue su paciente... —.

Guarda silencio.

Según mi contacto, se conocieron cuando ella era una adolescente. Sin embargo, su edad coincide con la de tu madre actualmente, si supiéramos que está viva.

Mi estómago se pone a hormiguear; podría ser ella.

—Trata de buscar información sobre la señora Casandra Taibhse. Antes de conocer a su esposo. Envía a alguien al hospital donde trabajaba su esposo, quizá alguien sabrá algo.

—Asiente y se marcha.

Trato de concentrarme en lo que queda de la mañana; mi apetito se ha ido al carajo. Llamo a mi mujer para saber de mi familia. Ana está al borde de la histeria; los mellizos están en uno de sus días y se ponen a reclamar atención al mismo tiempo.

Para las doce y cincuenta y cinco, la ansiedad me tenía con los nervios de punta, hasta que Andrea anunció la llegada de la mujer que ha perturbado mi paz mental. Me puse de pie y me dirigí a la sala de reuniones.

Me senté y esperé por ella. Al entrar, su aura invadió el lugar. La admiré de pies a cabeza; ella no se parecía en nada a mi madre: ella era sencilla, solía caminar con la cabeza baja; esta mujer caminaba con seguridad y altivez, como mi amada Ana.

—Señora Taibhse, bienvenida —dije estrechándole la mano. Luego le corrí la silla para que se sentara.

—Gracias, señor Grey —dijo ella, y se sentó.

—¿Viene sola? Creí que traería a su abogado.

—No lo traje por la misma razón por la que no está presente el suyo. Espero que la información que obtuvo de mí le haya sido útil; yo también hice mi tarea. Por cierto, su esposa es muy hermosa y, bueno, no hay fotos de sus hijos. Debo suponer que serán tan hermosos como sus padres.

Me mira a los ojos sonriente.

—En mi defensa, investigo a todo socio potencial, señora Taibhse... —Levanta su mano.

—Casandra. Ese es mi nombre, si vamos a hacer negocios, tenemos que fomentar la confianza. Entiendo su proceder por su pasado. Yo también guardo algunos secretos.

—He leído su propuesta. Todo lo que su empresa me ofrece ya está en la mía. No obtendré beneficios para mi empresa, pero sí para la suya —Contra ataco.

La miro inquisitivamente.

—Se equivoca, Cristian. Usted y yo tenemos un enemigo en común que debemos destruir. Juntos podremos hacerlo, porque yo tengo información que ni el FBI ni la CIA conocen.

—Mi mente me juega una mala pasada. Al recordar a Dalton llevándose a mi madre.

—Solo hay una persona a la que quiero destruir en este momento y no creo que una mujer como usted lo conozca. —Tomo asiento para mirarla a los ojos.

—No se confunda, no siempre fui una distinguida dama de sociedad. Conocí a un hombre cruel, misógino y muy astuto. Me quitó mi mayor tesoro y ya es hora de cobrar esa cuenta. Cuando esté preparado para este trato, con mucho gusto le daré la información.

Se pone de pie y camina con su bolso en la mano.

—Somos los únicos que podemos destruir a Dalton. Cuando esté preparado para coger al toro por los cuernos, ya sabe a qué número llamarme.

Abre la puerta y se marcha.

Me quedo en mi sitio, en estado de shock durante varios minutos, hasta que reacciono. Salgo a buscarla, pero ya no está en esta planta. Regreso a mi oficina, no puede ser mi madre.

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