Capítulo 26
Peter
—¿Por qué sigues siendo el perro faldero de Dalton? —James se me acerca y me increpa.
—No lo entiendes. Tienen algo muy preciado para mí.
—¿Por una mujer? Hay cientos de ellas. En el antro de Dalton todas sus putas anhelan tener tu verga dentro de ellas.
—Solo hay una mujer que realmente me importa. Dalton podrá decirme que se ha ido con Morton, pero no le creo. Estoy recogiendo dinero para pagarle a Lincoln su libertad.
Sigo golpeando al tipo que no quiere pagarle a Dalton.
—Ummm —es lo único que sale de la boca del estúpido encadenado en la bodega.
—Déjalo pensar un rato, vamos a tomarnos algo — James me jala del brazo.
—Bien, no beberé más. Quiero sacarle el dinero al tipo.
James para en seco.
—No, iremos a otro sitio. Uno donde Dalton y Morton no tengan nada que ver y podamos estar tranquilos sin que nos miren.
—Me dejo convencer —digo, porque James es el único que ha mostrado que le caigo bien; al resto no soy de su agrado.
Salimos por una de las puertas que no tiene cámaras y James coge uno de nuestros coches para conducir al otro lado de la ciudad. Aprecio el silencio en el coche, que me permite pensar en mi chica. Me la imagino volviendo a meterse en su caparazón y a vivir en su armario, del que la saqué. Prefiero pensar eso antes que imaginarme a alguien poniendo sus sucias manos sobre su cuerpo.
Sé que el viejo Lynch la veía con ojos lujuriosos, yo no le mentí cuando le dije que lo mataría si le ponía a Rose una sola mano encima.
—Piensas en ella, ¿verdad? Debe de ser muy hermosa —lo miro de reojo.
—¿Cómo sabes qué es una mujer? —Lo interrogo.
—Solo los enamorados ponen cara como la tuya. No te das cuenta, suspiras, los ojos te brillan y babeas.
Se vuelve a carcajear.
—Tengo el mismo rostro de siempre, idiota. No quiero que sea un arma en mi contra, por eso no lo reconozco.
—Sí, sí, repítelo hasta que te lo creas.
Luego de eso, se instala el silencio hasta que llegamos.
El lugar es muy exclusivo, se nota más que el antro de Dalton. Al parecer a James lo conocen, porque al instante nos dejan entrar sin preguntar, guiándonos a una sala reservada. Tras unos minutos, una chica llega a tomar nuestro pedido.
—Una botella del mejor whisky, dos vasos y mucho hielo —dice James, y lanza dos billetes de cien. La chica los toma y se marcha.
—Ya has estado aquí —le digo, pero no le pregunto, solo confirmo.
—Peter, te traje a mi lugar seguro porque confío en ti. Ahora quiero preguntarte algo: ¿de verdad quieres seguir siendo el perro faldero de Dalton o quieres tener un futuro con esa chica en la que tanto piensas? —Él me mira con ojos acusadores.
—¿Qué esperas que haga? Estoy atado de manos. Si no hago lo que quieren, la apartarán y no volveré a verla. —El suspira.
—Yo te miro y lo único que veo en tu futuro es que te pudres en la cárcel, en el mejor de los casos.
—¿A qué viene todo esto? —increpo.
—Quiero ayudarte, Peter. Pero quiero estar seguro de que no me venderás a Dalton y Morton. —Me mira a los ojos.
—¿A qué te refieres? —
—Conozco a personas que quieren atrapar a esas alimañas. Ellos nos utilizan, nosotros nos ensuciamos y ellos no salen en las listas de los más buscados. —No entiendo.
—No entiendo —dijo con la mirada fría.
—Bien, hablaré más claro. Conozco gente asociada al FBI. Morton y Dalton han hecho daño a gente muy rica y se les han escapado por culpa de gente como tú, como yo o como los Lincoln.
—¿Qué desean? ¿Me ayudarán a recuperar a Rose? —Mi corazón salta.
—Mira esto hasta el final. Me lo ha enviado alguien que quiere reunirse contigo. Me entrega un móvil.
Miro el vídeo: hombres vestidos de militares, con el rostro cubierto, entran en el lugar donde me tenían, que en realidad no es un hospital. Reconozco el lugar: llegan hasta cierto punto, hasta que se encuentran con Morton.
—¡Hijo de perra! Te juro que lo voy a matar. —Lo prometo.
James sigue mirándome.
A Morton lo hieren y, de rebote, a Rose, y mi sangre hierve. Todo sucede rápido: sacan a Rose del lugar sin contratiempos. Alguien atiende su herida y el video termina ahí. James me quita el móvil de las manos.
—Ahora sabes que Rose no está en manos de Lincoln ni de Morton. ¿Qué harás?—
—Iré en su búsqueda. ¿Sabes quién la tiene? —Suspira.
—No, no puedes ir a buscarla. Sé quién la tiene, pero no dónde. Solo sé que la están protegiendo y velando por su bienestar. —Me impaciento.
—Dime, ¿por qué no puedo? —
—No puedes porque, primero, Dalton no lo permitirá y, segundo, aunque el FBI hubiera atrapado a los Lincoln y a Morton, alguien les ayudó a escapar. Por lo tanto, tú y yo somos los únicos que podemos ayudarles a atraparlos, incluidos Dalton y Hyde, que está bien escondido.
—¿Por qué siempre tengo que ser yo quien deba ayudar a alguien para obtener lo que quiero? —El niega y, a la vez, sonríe.
—Porque si vas a por ella, la pondrás en peligro. Dalton jamás permitirá que te vayas, te tiene controlado. Porque contigo a su lado perjudica al ser que más odia en su vida, alguien que una vez lo hizo quedar mal.
Un hombre que no conozco toma asiento al lado de James.
—¿Quién es este, James? El idiota no dice nada.
—Yo soy quien rescató a tu chica y el padre de la persona que la está protegiendo.
Saca un móvil.
—Aquí la puedes ver en tiempo real. Está muy delgada, de hecho, tiene anemia moderada. Se le está proporcionando el medicamento necesario y una alimentación adecuada. También está recibiendo ayuda psicológica para controlar sus problemas de ansiedad y las pesadillas. Habla de ti en todo momento. ¿Quieres estar con ella? Ayúdanos a atraparlos a todos y yo me encargaré de que no te hagan cargos por lo que has estado obligado a hacer, para que luego puedas formar una vida con Rose.
—Esa voz la reconozco.
—Eres el hombre que rescató a Rose. He reconocido tu voz.
—Así es. Necesito que quedemos claros.
—Así es. Necesito que quedemos claros. Si quieres estar con Rose, yo soy la única persona que puede ayudarte. Dalton y su horda de amigos ya han demostrado que no lo harán. Llegamos justo cuando Morton se la llevaba, imagina qué habría pasado si no hubiéramos llegado a destiempo. —Tiene razón.
Miro a mi chica en la pantalla del móvil, se ve sonreír, pero sus ojos muestran la tristeza que siente. Al verla tan triste, unas lágrimas escapan de mis ojos y me doy cuenta de que ha bajado mucho de peso gracias a esos desgraciados.
—¿Cuál es el trato? —pregunto.
—No hay trato, Peter. Quieres estar con tu chica, entrega a esa escoria por el bien de ambos. Alguien de mi confianza ha resultado seriamente afectado por Dalton. Busca a esta persona.
Esto es extraño. Me muestra una fotografía de una mujer, es la misma que he visto en algunos de mis sueños.
—¿La has visto? Presumimos que Dalton la tiene en algún lugar. —Negativo.
—No, no la he visto y no entiendo por qué no hay trato.
—Siempre es así —Me mira con mirada indulgente.
—Muchacho, eso es lo que Dalton y ellos hacen. Pero, si quieres, podemos hacer un trato para que estés más tranquilo. Ayúdanos con esa basura y ayúdanos a encontrarla. Así y solo así podrán vivir en paz.
El hombre me extiende la mano en señal de trato.
¿Quiero esto? Rose lo vale, en los ojos de este hombre veo honestidad, algo que no he visto en Dalton.
—Trato hecho —le tomo la mano.
—James será tu único contacto, él te dirá lo que haremos.
—Es hora de irme —se despide y desaparece de la misma manera en que llegó, como un jodido fantasma.
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