Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21

Anastasia

Mirando el ecógrafo donde se podían ver los rostros de nuestros mellizos, una niña y un niño, que están creciendo en mi vientre, me sentía muy feliz de llevar en mi interior el fruto de nuestro amor.

Cristian está muy feliz, me besaba a cada momento que podía y yo estoy aterrada; no tuve el mejor ejemplo de madre y, qué decir de los locos que desean hacernos daño. Sin embargo, el concierto de latidos me saca de mis pensamientos; los corazones de mis bebés laten fuerte y constante.

Esto será un punto de inflexión con Cristian. Saber que son dos bebés los que vamos a tener hará que intensifique nuestra seguridad y será más que obvio que tratará de que no trabaje en la editorial.

Siendo consciente de nuestra situación, creo que será lo mejor. No podría volver a ver a Cristian a la cara si algo les pasa a nuestros bebés. Es lo mejor que nos ha pasado a ambos. Ojalá encontremos a Ella, que ella pueda disfrutar al igual que Grace de esta felicidad.

Le pido a la doctora que me imprima cuatro imágenes de nuestros hijos. Le entregaremos una a Ray, otra a los Grey, y las otras estarán en nuestros despachos.

La doctora me dio las mismas recomendaciones de cada mes, con la diferencia de que esta vez enfatizó en la palabra "descanso" en estos últimos meses. Me molesta que haga eso, tengo muy clara mi situación, me molesta que me traten como una niña.

No quiero discutir con Cristian por esto, es un momento especial. Por otra parte, me siento impotente de no poder llevar una vida normal, como cualquier mujer. Mis hormonas me juegan una mala pasada. En el auto me sumerjo en mis pensamientos.

Cristian me toma de la mano mientras miro por la ventana. Mi amado esposo llama mi atención cuando las lágrimas se asoman en mis mejillas. Me recuerda lo mucho que me ama, y yo asiento mirándolo.

Su amor hacia mí es verdadero, más aún cuando sabe que llevo a nuestros hijos en mi vientre. Reconoce mi valor como profesional y que amo mi trabajo. Me hace recomendaciones que ya había valorado por mi cuenta y está trabajando con mi padre por el bien de la compañía. Cristian se desabrocha el cinturón de seguridad y, sentándome en su regazo, aprovecho para absorber su exquisito olor, para luego comenzar un beso muy apasionado.

No sé en qué momento todo se descontrola. Un auto nos golpea mientras otro nos sigue. Cristian recibe una llamada y comienza a gritar órdenes mientras me abraza con mucha fuerza a manera de protección. Quiero mirar por la ventana de atrás, pero Cristian no me lo permite; está tan aterrado como yo.

En un abrir y cerrar de ojos, con la ayuda de la seguridad, estamos en casa. En nuestra habitación me desplomo y desato mi llanto. ¡Malditos, por qué no nos dejan en paz! Cristian me ayuda a darme una ducha para luego dirigirnos a nuestra cama y caer profundamente dormidos.

Los siguientes días se vivieron en la más profunda tranquilidad, hasta que en uno de los medios amarillistas salió un reportaje de Cristian, donde ponían en duda nuestra estabilidad matrimonial al no asistir a la editorial y él estar fuera del estado por negocios. Las hormonas me estaban desquiciando. Sé que Cristian me ama, no obstante, el no tenerlo a mi lado me deprimía. Su familia, Ray, inclusive Franklin estaban pendientes de mí. Yo necesito a Cristian que me abrace.

Cristian regresa de viaje y me aclara que era una misión. Siempre era lo mismo: una posibilidad de atrapar a Morton y a Dalton, pero ellos siempre se salían con la suya. No los pudieron atrapar tampoco esta vez.

Todo estaba tranquilo cuando Gail nos informa que mi madre está en la entrada, solicitando que me reúna con ella. La verdad, no quiero. Acto seguido, se me ocurre algo y esto sería definitivo: la alejaría de mi vida. En el fondo, soy consciente de que ella no me ama y debería alejarla.

—Nena, no la recibas. Déjame a mí recibirla —me ruega Cristian.

—No, amor. Tengo que demostrarle que ya no soy la niña asustadiza que cree conocer. No quiero parecer una víctima —Cristian se agarra el puente de la nariz, frustrado, su sentido de sobreprotección no le deja en paz.

—¿Estás segura? —me pregunta dudoso.

—Sí, estoy segura. Tanto que sé que estarás tras la puerta esperando para saltarle a Carla al cuello —me río.

—Chistosa —se queja.

—Pueden intervenir cuando quieran —entro en el despacho.

Carla entra a los minutos con ese aire de superioridad que la caracteriza. La analizo y no me parezco a ella en absoluto; todo en mí es de Franklin. Lo único que compartimos es nuestro género.

—Necesito dinero, Anastasia. Lo que Rey me da no me alcanza —tras sus palabras, nos enfrascamos en una discusión.

Se burla de mí y de mi relación con Cristian, hasta que mi padre entra en la habitación y la saca del estudio. Cristian llega a mi lado, me carga en sus brazos y me lleva a nuestra habitación.

Llaman nuevamente a la doctora Greene. Mi presión arterial vuelve a subir y sufro de contracciones. Me medican y me quedo dormida. Al día siguiente, amanezco mejor.

—Cristian, quiero invitar a la familia para anunciar el género de los niños —le digo animada.

—Me parece genial. Llamaré a mis padres y a Elliot. Tú llama a Ray —me sonríe.

—Cristian, llama a Franklin; invítalo —me mira.

Tras una mañana muy agitada sexualmente hablando, coordino con Gail lo que será la cena para recibir a nuestras familias. El resto del día lo siento como si fuera el ojo de un huracán y que todo se descontrolará de un momento a otro, a pesar de ello el resto del día lo paso leyendo un manuscrito. Hasta que es el momento de arreglarnos para recibir a los invitados.

֎֎֎֎

—Anastasia, Cristian, mi esposa. Amanda Hamilton —Franklin presentó a su esposa.

Me quedé muda, observando a Amanda. Nunca esperé que Franklin le contará de mi existencia.

—Es un gusto conocerlos. Anastasia eres una copia exacta de Franklin. Mi esposo me ha contado todo —Amanda sonrió, pero sus ojos reflejaban una mezcla de curiosidad y algo más.

—Sí, no tengo secretos para mi esposa —añadió Franklin, con una mirada cómplice hacia Amanda.

—Con eso aclarado, los presentaremos al resto de la familia —dijimos Cristian y yo, mientras los guiábamos hacia el salón principal, decorado con flores y velas.

La cena transcurrió en un ambiente muy acogedor. Elliot y Raymond no paraban de hacer reír a todos con sus ocurrencias. Incluso Frank, a pesar de la tensión inicial, se relajó y participó en la conversación junto a Amanda.

—Estamos muy contentos de que estén aquí con nosotros en estos momentos tan especiales —comenzó Elliot, levantando su copa.

—Como podrán ver, nuestra familia está creciendo... —y antes de que pudiera continuar, Elliot me interrumpió con una gran sonrisa.

—¡Cuñada, pero si se te nota un montón! —exclamó, señalando mi vientre.

—¡Elliot! —lo regañó Cristian, pero todos estallamos en carcajadas.

—Hace unos días tuvimos la gran sorpresa de saber el sexo de los bebés —anunciamos emocionados, mientras observábamos las caras de asombro y alegría de nuestros familiares.

—¿Y serán...? —preguntó Grace, con la voz entrecortada por la emoción.

—¡Sí! Ya sabemos si serán niñas o niños —confirmó Cristian, mientras nos tomamos de las manos.

—Dilo tú, amor —le cedí el honor a mi esposo de dar la noticia.

—¡Son niño y niña! —exclamó Cristian, con los ojos brillando de emoción. Todos estallaron en aplausos y vítores. Ray me envolvió en un abrazo, suave y protector. —Estoy muy orgulloso de ti —me susurró al oído.

—Y yo de ti, papi —le respondí, dándole un beso en la mejilla.

Caminé por el jardín, bajo la luz de la luna llena, mientras escuchaba a lo lejos las risas y las conversaciones de la familia. Esa tranquilidad me inquietaba. Me sentía nuevamente como en el ojo del huracán. Y una vez más, mis pensamientos volvieron a los clones. La imagen de ellos, indefensos y manipulados, me producía un dolor agudo. Nosotros teníamos a nuestra familia, a nuestros amigos... ellos no tenían a nadie.

¿En qué piensas? —Franklin me detuvo en seco, interrumpiendo mi camino hacia el invernadero. Suspiré, sintiendo un nudo en la garganta.

—En los clones. Esas pobres criaturas, encerradas en ese infierno... Mi clon... no quiero ni imaginarme por lo que estará pasando en manos de Morton. —Me estremecí, visualizando la escena.

—Anastasia, debes tranquilizarte. Tu presión arterial podría volver a subir y poner en peligro a los bebés —Franklin me atrajo hacia él, sosteniéndome antes de que me desplomara por el fuerte mareo.

—Quiero pedirte un favor, algo que solo tú puedes hacer por mí —sus ojos se llenaron de determinación.

—Quiero que recuperes a mi clon. A cualquier precio. Si necesitas dinero, te daré todo lo que pidas con tal de alejarla de las garras de ese monstruo —Mí voz tembló ligeramente.

—No tengo ni idea de dónde pueda estar —admitió, visiblemente afectado.

—Sé que tienes un infiltrado entre ellos. Con tus contactos, no debería ser tan difícil averiguarlo —afirmé con convicción. Había escuchado por casualidad una conversación entre Cristian y él.

—Ellos tienen sus aliados en el Senado, personas influyentes que mueven los hilos desde las sombras. —Sus palabras resonaron en la habitación, llenándola de una sensación de impotencia.

—¿Te imaginas lo que pasamos tu hija y yo? ¿En manos de esos monstruos? —Mi voz se quebró mientras las lágrimas me nublaban la vista.

—Lo sé, Anastasia, lo sé. Haré todo lo posible por rescatarla. Pero el Senado es un laberinto de corrupción, y encontrar a alguien en quien confiar es casi imposible. —Su rostro reflejaba su desesperación.

—Tengo un lugar seguro para ella. Un pequeño apartamento a las afueras, lejos de todo. Nadie sabe de su existencia. —Le ofrecí una débil sonrisa.

—Lo sé, lo sé... —Intentó alejarse, pero lo detuve. Tenía que asegurarme de que comprendiera la urgencia de la situación.

—No puedo decirte que te amo, porque quien ha ocupado tu lugar es Ray. Solo dame tiempo —confieso, sintiendo un nudo en la garganta.

—Lo entiendo. No tienes la culpa de nada. Fuimos víctimas de una mujer ambiciosa. Y ya no tienes que preocuparte por ella. La he enviado lejos. —Me abraza con fuerza, pero su mirada refleja una tristeza profunda.

Franklin y Amanda se despiden temprano. La casa se llena de risas y conversaciones mientras la noche avanza. Sintiendo una extraña sensación de seguridad, me retiro a mi habitación.

Caigo en un sueño profundo, pero mis sueños están llenos de imágenes de mi doble, atrapada en ese infierno. Ruego para que pronto pueda liberarla.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro