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XXIII - LA ÚLTIMA BATALHA

Mientras Samuel conducía en dirección a su objetivo, muchas diligencias ya habían ocurrido en la operación Caza a los Órganos de la Policía Federal en conjunto con el Ministerio Público. Basados en las informaciones anónimas que recibieron, sumadas a todo lo que ya sabían, varios mandatos de prisión y, otros de busca y captura fueron expedidos.

Los coches patrulla llegaron a las direcciones; la prensa holográfica acompañaba las incursiones, ansiosa por transmitir el máximo de informaciones a los internautas. Samuel no había dejado la cosa fácil y limpió también las cuentas de los miembros de la organización en todo el mundo, dejándoles endeudados e incapaces de honrar sus compromisos.

No habría más coordinación, porque el esquema había sido totalmente desarticulado. También en Frankfurt, París, Marruecos, Asia; todos los envueltos fueron presos.

Los jefes de la cuadrilla esperaban la libertad por las manos de sus hombres poderosos, pero lo que no sabían es que ahora los grandes cabezas de la organización estaban siendo encarcelados, independientemente de los cargos que ocupaban y del poder que ejercían en sus países. Todo estaba expuesto en las redes y fue entregado a los órganos corregidores competentes. No había escapatoria.

Vidas eran salvadas por centenas, gracias a un héroe anónimo y sin rostro. Personas inocentes fueron sueltas de las cárceles privadas, gracias a alguien que surgiera de las cenizas para cumplir su misión.

En casa del francés corruptor Gerard, policías llamaron a la puerta. Este jugaba con su hijo de seis años mientras tomaba un té servido por su esposa en Lion. Fue hacia la puerta para ver quién era y, cuando abrió, recibió el mandato de prisión.

— Usted está detenido de acuerdo con las leyes internacionales. Tiene derecho de quedarse callado y todo lo que diga será usado en el tribunal...

— ¿Qué ha pasado, amor mío? – la mujer indagó; ella y el hijo observándolo todo, curiosos.

— Estos policías están arrestándome, pero debe ser un equívoco. Pídele a mi abogado que vaya a la comisaría para soltarme. En breve estaré de vuelta.

Después de hacer un registro en la residencia buscando pruebas, él fue esposado en frente de la familia, y los vecinos le observaban con los ojos abiertos de par en par, siendo llevado preso para ir a juicio.

Evidencias rebosaban en los procesos de los facinerosos y estos fueron sentenciados a largos años de prisión.

El administrador de la empresa CIR fue preso, el consejo y los accionistas eligieron nuevos dirigentes para la matriz francesa. Los medios usados por la empresa fueron reprobados y un nuevo código de conducta fue adoptado para evitar que tales prácticas se repitieran en el futuro. Toda su investigación fue dirigida a fines pacíficos, para el bien de la humanidad.

En Brasil, la policía comprobó que los miembros de la ONC estaban presos.

En el CIR de la capital paulista, José Rodolfo había hecho un nuevo pedido para que la matriz remitiera nuevos chips de control para su unidad.

Convocó a un ingeniero de su confianza, a fin de ir al lugar donde los proyectos AR— 399 y AR— 400 estaban, para desconectarles como antes había planeado. Ni imaginaba el estropicio que las propias creaciones del Instituto de Investigación habían hecho con la organización.

Allá afuera, algunos coches patrulla de la Policía Federal entraban en el Instituto. Uno de los agentes leía las últimas instrucciones para la prisión del gerente.

Dentro de la sala de proyectos, reunido con los ingenieros, recibió la noticia de la presencia de la fuerza tarea.

— ¿Qué será que estos policías quieren aquí en el CIR? Voy a enviar algunos mensajes a mis contactos. – le dijo José Rodolfo a su secretaria.

Se puso nervioso y envió un mensaje a Orlando Canhoto, pero nadie respondió. José Rodolfo no sabía que su amigo de transgresiones criminales dormía el sueño eterno en la morgue paulista, esperando por una autopsia.

Miró a su equipo que esperaba las próximas palabras y hasta pensó en huir, pues tenía el alma cargada de culpa, pero no había tiempo porque los agentes ya estaban al otro lado de la pared de vidrio identificándole. Otros dos policías federales pasaron por el pasillo, ganando acceso a las salas de ingeniería. Estaban provistos con un mandato de prisión y buscaban al gerente. Entraron en la sala donde este estaba:

— ¿Por favor, quien es el señor José Rodolfo? – indagaron al hombre, cuyas facciones ya conocían de las investigaciones.

Él se irritó con toda la situación. Sin embargo, aún confiaba en el poder de la ONC y de sus compinches.

— Soy yo mismo, ¿por qué?

— Usted está arrestado por el envolvimiento con el tráfico de órganos. Tiene el derecho de quedarse callado. Todo lo que diga será usado contra usted en un tribunal.

— ¿Tráfico de órganos? ¿Qué quiere decir con eso? – indagó Silvia a los policías, en choque.

El gerente José Rodolfo bajó la cabeza, avergonzado, como si reconociera su autoría.

— ¿Señora, usted todavía no ha visto la prensa holográfica? – inquirió el policía sorprendido.

Todos empezaron a investigar en sus smartphones los escándalos, que se transformaron en noticias internacionales. Y Rodolfo fue llevado esposado. Su ordenador personal, así como otro de uso exclusivo de la gerencia, fue requisado para averiguaciones, bien como algunos dispositivos de almacenamiento de medios de comunicación.

Silvia y los otros ingenieros, además de los médicos y otros profesionales del equipo, se decepcionaron con su jefe.

— ¿Cómo puede habernos engañado durante todo ese tiempo? – la cirujana jefe Helena se indignó.

Cuando el gerente viera su cuenta bancaria, que estaba en rojo, se asustaría más aún, porque no tendría como pagar por un buen abogado.

Después de ver las noticias, los colaboradores de la empresa conversaron:

— ¿Quién diría que el Doctor José Rodolfo estaba envuelto en ese esquema horrible de asesinatos de niños y personas sin techo? Yo siempre oí hablar de eso, pero nunca creí que era verdad – comentó Silvia con espanto.

— Este mundo está perdido. Aunque intentemos hacer lo correcto con nuestro trabajo honesto, el mal nos rodea en todas sus formas. Yo tampoco imaginé jamás que el jefe estaría metido con eso – dijo otro ingeniero, perplejo.

— Bien que a mí me parecía extraña la facilidad con que él conseguía órganos humanos. De alguna manera, el mal del cual él participó causó un bien a Raquel y a su hermano – comentó la Doctora Helena.

— Hablando de eso, ¿dónde están ella y Paulo? – Preguntó Silvia curiosa.

Todos se miraron sin respuesta.

En otra parte de São Paulo, allá en la Mansión de la Muerte, los preparativos para las operaciones se iniciaban y Samuel llegó a la puerta de la clínica. Él confirió el punto rojo del localizador haciendo intermitencias en la pantalla de su dispositivo.

"Entonces, he llegado al nido de la serpiente. Aquí es la tal clínica del Doctor Alma, el lugar donde la mafia envía a las personas para el sacrificio. Debo actuar rápido."

Samuel puso dos drones para sobrevolar el lugar y constató dónde quedaban las entradas y salidas de servicio, decidió que no perdería más tiempo. Se infiltraría en la clínica para desvendar el misterio sobre el Doctor Alma y salvar a su hermana y al novio. Además de eso, tenía un motivo más para invadir el cubil, Bruna, su amor, también estaba allí.

Samuel se acercó a la cerca y empujó la reja con la fuerza de su brazo derecho; abrió un vano torciendo las barras. Consiguió un espacio suficiente para entrar.

Dos enfermeras preparaban las bandejas de instrumentación y el doctor Alma ya estaba con su bata quirúrgica verde. Fríamente, se ponía los guantes, miraba el cuerpo de Bruna y la pareja, todos inmovilizados presos a las mesas de cirugía con esposas para impedir una posible fuga. El maquiavélico médico pensaba en los lucros que iba a ganar, al mismo tiempo que la médica pagaría por haberle despreciado.

— Tengo mucha suerte... aun sin conseguir que su corazón me pertenezca, ahora tomo pose del cuerpo entero, pedazo por pedazo, como su verdadero dueño. Ella no debía haberme rechazado; pues bien, si no conseguí su amor, tendré su corazón entero en mis manos... — dijo al sacarse del bolsillo el cordón con el colgante de corazón que le había quitado a ella del cuello.

— ¿Te ha gustado la sorpresa que te he traído para tu banquete? Una parejita de ingenieros que trabajaba en el CIR.

— ¡Claro que sí, Cabeza! Cuantos más órganos, más ricos nos haremos y siempre hay gente esperando en la cola, capaz de pagar cualquier precio.

El ciborg estaba a su lado y le ayudara a amarrar al trío a las mesas quirúrgicas.

— ¿Pero, por qué has venido justamente a mi clínica?

— Fuimos informados de que había alguien saboteando las operaciones de nuestra organización. Pillamos a los tipos y esos dos estaban con ellos. Creo que liquidé a un ciborg que también era del grupo, pero uno escapó.

— Es bueno saber que esos dos son nuestros enemigos. No voy a anestesiarles a la hora de la cirugía.

Miró a Paulo y Raquel para ver su reacción y los ojos de la pareja se abrieron de par en par ante la amenaza del monstruo en la piel de un médico. En este momento, las víctimas tenían cintas adhesivas amarradas a la boca para que se quedaran calladas.

En un acto de desesperación, al oír aquellas palabras perversas, peleaban para soltar las manos y los pies también amarrados. Emitían gritos ahogados pidiendo socorro en la esperanza de que alguien les oyera.

Bruna, angustiada al lado de ellos, también intentaba gritar, patalear, pero así como los otros, no conseguía escapar de allí. Sus muñecas ya estaban sangrando debido al esfuerzo para intentar soltarse.

— ¡No te preocupes, querida! Yo te amo, por eso voy a aplicar anestesia para que no sientas nada. Voy a separar tu corazón para guardarlo conmigo y tu útero para recordar que un día casi tuve la posibilidad de ser el padre de tus hijos, diferente de Samuel, aquel descerebrado que a ti te gustaba. Podemos empezar – Él apuntó el dedo hacia ella, ordenándole al anestesista del equipo que comenzara.

Esperó algunos minutos mirando el reló, la anestesia hacía efecto rápido y estaba ansioso para empezar las incisiones en aquel bello cuerpo. En su mente insana sería la venganza perfecta. Pero en cuanto a los pacientes allí tumbados inertes, cada segundo era importante porque había alguien allá afuera que podría salvarles y nadie lo sabía.

— Ahora, Cabeza, apártate de aquí, necesito concentrarme.

El ciborg se retiró y fue a tomar un café en una sala cercana, en el mismo corredor.

— ¿Enfermeras, todo listo?

La paciente estaba desmayada y el anestesista confirmó la sedación.

— Sí, doctor – la jefe respondió, atenta.

Raquel y Paulo se miraban y a Bruna que estaba anestesiada. Serían obligados a ver aquella escena de horror sabiendo también que su propio fin estaba cerca.

— Pásame el bisturí.

La auxiliar le pasó el instrumento y él lo cogió ávido por empezar sus cortes precisos. Cuando miró ansioso la piel suave del abdomen desnudo de Bruna, que le esperaba para recibir la primera incisión, fue interrumpido abruptamente por alguien que abrió la puerta:

— Doctor, necesitamos que usted vea urgentemente los monitores holográficos.

— ¿Cómo osas interrumpirme en un momento tan importante?

Una música clásica sonaba bajito, como a él le gustaba a las horas de abatir a sus presas.

— Pero lo que está ocurriendo allá afuera es más relevante, señor. Un hombre ha invadido la propiedad.

— ¿Y qué es lo que estáis esperando? Acabad con él o expulsadle. A fin de cuentas es un solo hombre. ¿Dónde está Cabeza?

— El tipo es muy fuere. Por las cámaras, le vimos retorcer las rejas como si fueran hechas de goma – el responsable por la seguridad continuó insistiendo, hasta que Thomas fue obligado a tomar una actitud.

Se volvió hacia el equipo quirúrgico:

— Dejadlo todo como está. Voy a verificar ese problema y volveré rápidamente para empezar la operación.

El médico salió del quirófano, entró en el salón principal y se quedó observando por las cámaras si sus hombres harían bien el servicio. Cuando vio las imágenes del invasor, reconoció al sujeto en el mismo momento. Era el hombre que había entrado en la cafetería y detuviera a los asaltantes, mientras él flirteaba con Bruna.

"Voy a acabar con este hijo de perra de los infiernos. Ha caído directo en mi telaraña como un insecto. ¡Uno más para abrirle las entrañas!", pensó lleno de odio.

Mientras los guardias abordaban al sujeto, él llamó al ciborg.

— Ven conmigo y mira al tipo que está allí afuera – ambos observaron las imágenes.

— Es el mismo que acabó con los policías en el Almacén y le quito la vida a Orlando.

— Entonces, es más peligroso de lo que yo imaginaba, porque el comisario Canhoto era hueso duro de roer y yo también vi a este tipo en acción; sé que va a dar trabajo.

— No para mí, yo puedo con él.

— Entonces, no te quedes ahí parado. Ve allá afuera a ayudar a los otros, pues estoy seguro de que te necesitarán.

Al reconocer quién era el hombre y pensar que estaba allí por causa de Bruna, el Doctor Alma fue hasta su escritorio y cogió una pistola para defenderse. Sabía que el tipo, fuera quien fuera, era audaz.

De repente, el médico abrió los ojos como platos porque disparos intermitentes venían del lado de fuera. Samuel disparó contra los vigías de la casa, derribando a los que llegaron primero.

Espero otros girar la esquina de la acera que separaba las paredes laterales de la casa y alcanzó a algunos con disparos precisos, le dio un puñetazo en el cuello a uno, un sopapo por debajo de la barbilla a otro y una patada en el estómago. Los que estaban más lejos dispararon contra él, que, viendo la trayectoria de los proyectiles, los esquivó y sintió las balas pasar cerca de él. Él las veía como si estuvieran en cámara lenta y sus oponentes se asustaron con su capacidad.

— ¿Cómo este tipo consigue esquivar las balas? – el Doctor Alma habló bajito viéndole por el sistema de seguridad de la casa.

Después Samuel sacó el "ángel" de la funda de la cintura a su espalda y disparó una, dos, tres veces y derribó a más guardias que surgieron, hasta que dos tipos grandes y cabeza vinieron de una puerta lateral de la casa y se abalanzaron sobre él. Al ciborg le gustaba una pelea y quería retrucar los golpes que se llevó del agente allá en el almacén.

Los primeros sujetos se lanzaron sobre Samuel. Este chutó a uno de ellos entre las piernas, haciéndole caer al suelo, y le dio un golpe con las manos en forma de concha en las orejas a otro, dejándole atontado. Cuando el tipo se levantó, el agente le dio un puñetazo en el rostro, rompiéndole algunos dientes y huesos faciales; dejándole KO. Miró al próximo que le defirió un golpe en el estómago. Él sintió el impacto del golpe, pero le retribuyó con otro bien más fuerte en la región del hígado que le tumbó. Ahora Cabeza se acercaba, después de ver a todos los hombres caídos.

Con su súper fuerza, saltó encima del adversario como un gorila feroz y le agarró en un abrazo mortal sofocando al policía, que no conseguía desvencijarse del golpe. El agente intentaba usar la fuerza de su brazo derecho, pero era impotente contra los dos miembros robóticos del verdugo que le asfixiaban con una llave en el cuello.

En un último intento, Samuel se lanzó con el ciborg contra una pilastra que se derrumbó, después ambos colidieron de encuentro a otra que el policía empujó con las dos piernas, proyectando al enemigo contra una pared. El troglodita chocó la cabeza y se quedó atontado. Debido a la lucha, las armas de ambos cayeron en el césped, no había tiempo de recogerlas.

El Doctor Alma acompañaba todo esperando que el ciborg liquidara al invasor. Él quería que aquello acabara para continuar su trabajo.

Mientras el rival estaba desorientado, Samuel se acercó a las rejas de una ventana cerca de él. Intentó con su brazo arrancar una barra para acabar de una vez con el ciborg, pero esta no se soltaba, pues el metal era duro y resistente. Cabeza se levantó y fue hasta el policía que aún intentaba arrancar el metal con toda su fuerza, pero estaba difícil, y el elemento atroz le atrajo por el cuello nuevamente. El acero se contorció con el empuje y se giró con la punta hacia delante, sin soltarse por entero.

— Tú eres un hombre fuerte, pero voy a acabar contigo aun así – dijo Cabeza mientras le sujetaba, intentando apretarle el cuello, que era su artificio preferido.

— ¿Viste cómo acabé con todo tu personal en el almacén? — desviaba la atención del verdugo mientras sujetaba el potente brazo.

— Y yo voy a hacer lo mismo contigo, como lo hice con tu amigo el ciborg.

Al oír aquello, la rabia del agente le subió por las venas. Fernando era su amigo y aquel crápula le había quitado la vida.

El secuaz de la mafia le soltó el cuello al percibir que no le ahogaría, le dio un puñetazo en la espalda a Samuel en la región de los riñones y este sintió mucho dolor. Recibió otro golpe en el mismo lugar... El agente se arrodilló, después Cabeza dio un cruzado de derecha con destino a la cara, cuando el agente se defendió con el brazo derecho, acertando, en seguida, la mandíbula del adversario con un gancho de izquierda.

El oponente reaccionó arrancando un árbol que había cerca de donde luchaban, mostrando los dientes al usar toda su fuerza. Lo sujetó con los brazos, haciendo movimientos hacia los lados, a fin de atemorizarle.

Samuel tenía una razón fuerte para entrar en la clínica y no podía perder tiempo. También se acordó de las palabras que el otro dijera hacía poco sobre su amigo y aquello parecía darle más energía.

El ciborg lanzó el árbol contra Samuel, que se defendió, partiendo el tronco con su miembro superior derecho. Cabeza se quedó con una parte del árbol en la mano y se lo arrojó al policía, que esquivó, desviándolo lejos con el brazo.

Los dos estaban demasiado cerca y el agente, viendo que no sería fácil alcanzar el arma con el hombre pegado a él, intentó como último recurso usar el peso del ciborg contra este mismo.

Samuel le agarró por la cintura y le empujó en dirección a la reja retorcida.

Con el golpe, agujereó la espalda del enemigo en la barra metálica, este se quedó clavado en ella sin salida, la sangre fue chorreando hasta la muerte. El metal atravesó su cuerpo, traspasando la barriga, quedándose aparente la punta delante de él. El ciborg intentaba quitarse aquel acero con las manos ensangrentadas, pero poco a poco inclinó el tronco hacia delante, sin vida.

Allí adentro, el médico miró todo el combate y ahora estaba bastante asustado. Un único hombre fuera capaz de subyugar a todos los guardas de la Mansión de la Muerte, incluyendo a Cabeza que, supuestamente, era invencible.

"Es hora de enfrentar a ese ser que no parece tenerle miedo a nada. ¿Quién es, a fin de cuentas?", pensaba decidiendo que la lucha cuerpo a cuerpo estaba fuera de cuestión.

El Doctor Alma acabara de ver a Cabeza, el hombre más fuerte que conocía, sucumbir al fantasma que viniera no sabía de dónde para estorbar sus planes maléficos.

"Voy a encontrar la manera de acabar con este sujeto, cueste lo que cueste..."

El agente federal fue al jardín y empuñó su "ángel"; se lo puso en la funda en la parte trasera de la cintura y entró en el cubil con cautela. Todo allí olía mal y Samuel estaba seguro de que Bruna, Raquel y Paulo corrían peligro de muerte, pero no imaginaba que ellos estaban en mesas allí adentro como animales listos para el abate. Si él fallara, sería el fin de todos.

Los asistentes y las enfermeras, todos vestidos con sus batas blancas, al ver al hombre entrando armado, corrieron aturdidos, dejándolo todo atrás. Salieron por el portón de la clínica, sin poder llamar a la policía por el carácter delictivo de sus actividades, pero al menos podían salvar sus vidas.

Al salir, vieron a los guardias vencidos en el suelo y al ciborg inerte, atrapado en los herrajes de la ventana con la lengua fuera, la sangre coagulada en la boca. Se quedaron más asustados aún y corrieron con toda la energía de que disponían en aquel instante.

La figura del cirujano apareció, saliendo de una puerta en el lateral del salón principal de entrada. Este llevaba un arma en la mano derecha.

— Sería más elegante que te presentaras. Me intriga saber el nombre del hombre que siempre esconde su rostro – Thomas enfrentó a Samuel.

Las gafas oscuras del agente se habían roto con la pelea, así como su gorra se perdiera allí afuera.

— Finalmente he encontrado a mi último objetivo. Soy el policía federal que vosotros matasteis en una emboscada hace algunos meses. Mi cerebro fue donado para este cuerpo. Me llamo Samuel y Bruna era mi novia. Tú eres el sujeto con bigote que estaba con ella en el Gil's Café. Entonces, te disfrazaste para intentar conquistarla. Vaya, vaya, dicen que los brutos también aman. ¿Eso incluye a los asesinos cobardes como tú? ¿Y ahora quieres acabar con su vida porque fuiste rechazado, el ego hinchado fue despreciado y tirado a la basura?

— Idiota... No puede ser verdad. Estás mintiendo...

— Te presento al primer hombre con trasplante de cerebro que ya has visto y al último que verás también, porque hoy no te escaparás de mí. Para desgracia de tu cuadrilla, soy el tipo que estaba cazando a todos los criminales. A estas alturas, están todos presos o tumbados en la morgue. Cuando vendisteis mi cuerpo, también estabais negociando las almas con el diablo y él lo aceptó satisfecho. Yo soy tu mayor error.

— Puedo derrotarte y sé que estás solo.

— Te equivocas. Tengo un amigo al que le gustaría conocerte. Alguien que está siempre conmigo y se llama Ángel. Ahora sé que tú eres el famoso carnicero de la Mafia de los Órganos. Pero pensándolo bien, no voy a matarte, porque me encantará verte criando moho tras las rejas.

— ¡Mafia de los Órganos! Me ha gustado el nombre... pero tú aún necesitas salvar a la bella doctora, que está aquí en este momento en el quirófano. Yo estaba empezando a separar sus órganos para mi colección personal o, quien sabe, venderlos a algunas personas que paguen bien por ellos, pero me has interrumpido. Cuando acabe contigo, voy a terminar mi trabajo. Esta vez, voy a hacer picadillo su cerebro para dárselo a mis perros.

— ¡Eres un monstruo, canalla!

Los dos levantaron las armas y se apuntaron el uno al otro. Esta vez, Samuel tiró con la mano izquierda e hirió al médico en el hombro. El policía proyectó el otro brazo frente a sí mismo y consiguió defenderse de la bala del enemigo, pero el miembro se quedó dañado.

Un tiro más fue disparado y esta vez el abdomen del policía fue alcanzado. Samuel sintió el dolor poniéndose la mano sobre la herida y consiguió disparar por la última vez con su "ángel" antes de caer al suelo.

El Doctor Alma celebró la caída del poderoso adversario y sonrió lleno de maldad, cuando se dio cuenta de un fuerte dolor que empezaba en su pecho. Se puso la mano en la herida llena de sangre; la bala había alcanzado la arteria aorta cercana al corazón.

Lentamente pudo sentir los últimos latidos de su corazón perverso. Su vida se acabó y cayó al suelo en medio de la sala, así como Samuel, que también permanecía inmóvil. Un charco de sangre abrazaba los dos cuerpos.

Como si despertara de un sueño entorpecido, Bruna despertó sin entender dónde estaba, ni que es lo que pasaba, anduvo mareada hasta la sala. Ella encaró los dos cuerpos extendidos en el suelo central y dijo en llanto:

— No puede ser... Ahora que le reencontré. Vino a salvarme una vez más. ¡No, por favor, Samuel! No te vayas de nuevo.

Aun sin su consciencia normal, lo que ella más sabía hacer era salvar a personas. Así, la médica le puso los dedos en la carótida y se dio cuenta de que aún había latidos. Rápidamente, corrió en búsqueda de alguna cosa para hacer una compresión e interrumpir la hemorragia. Cogió el teléfono de Samuel que estaba en el bolsillo de este y llamó, inmediatamente, a una ambulancia.

Mientras esperaba, monitoreaba las señales vitales e intentaba mantenerle vivo. Soltó rápidamente a Raquel y Paulo y verificó que estaban bien.

Un helicóptero del Hospital Santa Mónica llegó. La policía fue llamada y un saco de plástico negro guardó el cuerpo del Doctor Alma, cuando los investigadores cerraron la cremallera después de la pericia. Los hechos fueron apurados a fondo por la policía que también quería descubrir al responsable por la parte quirúrgica de la mafia.

Raquel y Paulo les contaron toda la historia a los investigadores. Prometieron ir a la comisaria a dar las aclaraciones necesarias para elucidar todos los hechos.

Samuel fue operado de urgencia en el hospital Santa Mónica.

Bruna acompaño todo de cerca, Allá en el CIR, Paulo Nakayama asumió la gerencia; Raquel también mantuvo su empleo que tanto apreciaba. El policía fue transferido al hospital del Centro de Investigaciones y su brazo fue restaurado con la autorización de la matriz.

En el pasillo, Raquel y Bruna acompañaban la recuperación de Samuel mirando por la ventana, cuando la ingeniera se sacó del bolsillo un objeto.

— Creo que este cordón te pertenece. Nosotros lo encontramos en el quirófano, así que te fuiste con mi hermano en el helicóptero.

— ¡Gracias, Raquel! Este corazón es un recuerdo que guardo con cariño; fue el propio Samuel quien lo compró para regalármelo. Siento mucho por todo lo que ocurrió y, al mismo tiempo, me hace feliz que él tenga una nueva oportunidad de vivir.

Raquel le contó toda la historia a Bruna, mientras esperaban la recuperación de Samuel.

— Una operación más... parece que él tiene muchas vidas. Prométeme que le vas a cuidar bien, Bruna.

— Claro que te lo prometo, yo le amo mucho y estoy muy feliz; salvó nuestras vidas de las manos de aquel médico sádico. Me costó creer que él era Samuel, pero después de ver sus actitudes, su amor, su coraje, no dudé más...

Las dos se abrazaron observadas por Doña Alda, que venía andando hacia ellas y ya sabía toda la historia. Paulo se acercó y sonrió al verlas reunidas de nuevo. Todos tuvieron bastante tiempo para conversar sobre todo lo fantástico que le ocurriera a aquella familia en los últimos meses. Ahora él también formaba parte de ella, y estaba contento por haber sido salvado por Samuel. 

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