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XI - Trasplante Neural

El cerebro de Samuel fue preparado para la operación. Raquel fue a trabajar radiante; fue llamada al despacho del gerente porque José Rodolfo quería aclarar algunas cosas antes de la cirugía.

— Raquel, me gustaría explicarle que usted no va a participar esta vez como fue en los otros proyectos, porque ahora estamos lidiando con su hermano. No podemos dejar que las emociones estorben los planes. En una operación posterior, que será más sencilla, le pondremos un nuevo dispositivo que está siendo desarrollado por los ingenieros de la matriz en el cráneo a Lucas. Más cerca de la ocasión, la avisaremos al respecto. Recibí una información del supervisor de que ese artefacto biocibernético está casi listo.

— ¿Qué es lo que eso quiere decir? ¿Pretenden vigilar a mi hermano?

— Es muy importante que tras hacer la rehabilitación de Lucas podamos evaluar cómo se comporta frente a tantos cambios. Eso es para ayudarle a lidiar mejor con la nueva vida.

— Creo que a él no le va a importar siempre que esté vivo...

— Como he dicho, es significativo que todo sea hecho de común acuerdo. La inversión que la compañía está haciendo en este proyecto es muy onerosa. Esta va a querer monitorear los resultados para seguir adelante con el programa y ayudar a nuevas personas. El AR-399 también recibirá ese chip y con eso sabremos a medio y largo plazo sobre la seguridad de los proyectos.

El AR-399 era el nombre dado al proyecto ciborg parecido con un androide, cuyo cerebro era el de Fernando, amigo de Samuel.

Raquel estuvo de acuerdo, pensando en la mejoría de su hermano Lucas. Pero, en verdad, la intención de la empresa era controlar completamente a los pacientes que consideraban como inversión tecnológica. De esta forma, esta tendría productos altamente negociables en gran escala, fáciles de ser contenidos si fuera necesario. El dispositivo tendría la capacidad de desconectar el cerebro cuando accionado remotamente, pero este era un secreto de la empresa que solamente José Rodolfo sabía.

Días después, la operación tuvo inicio en el hospital del CIR. Alda y Raquel conversaban mientras tomaban un café en la sala de espera para visitantes.

— ¡Mamá, que suerte que mi hermano ha tenido de que ellos necesitaran a alguien para realizar el proyecto! Y lo más increíble es que encontraran órganos totalmente compatibles con él. ¡Un verdadero milagro!

— Sí, hija. Esta es una oportunidad única. Con los costes de este tipo de cirugía, sería imposible que pagáramos por eso. ¿Y tu hermano Samuel? Sería tan bueno que él estuviera aquí en este momento difícil para todos nosotros.

— Intenté entrar en contacto con él en el número que me dio, peor no obtuve respuesta. Tal vez ya tenga una familia con hijos y esté muy ocupado.

— Creo que no tiene hijos. No es su perfil. Si estuviera cerca, vendría a visitar a Lucas. Debe estar en alguna misión secreta en los confines de Brasil como tantas otras que nos contó.

Mientras conversaban allí en el centro operatorio después de la anestesia, los brazos robóticos accedieron primeramente a las regiones más nobles de la cabeza.

Los tejidos encefálicos eran trasplantados con recursos de bionanotecnología, unidos a los del donante uno a uno, con inmensa exactitud. El equipo de acompañamiento holográfico deba todo el apoyo para garantizar el éxito. Por realidad virtual, otros cirujanos de la empresa, en todo el mundo, también participaban en el procedimiento.

Los materiales del donante habían sido guardados en soluciones crioprotectoras, constituidas de partículas magnetizadas que, al calentarse por radiofrecuencia, hacían el descongelamiento de modo uniforme evitando que el órgano sufriera daños.

José Rodolfo y Paulo Nakayama acompañaban cada detalle, sin pestañear, junto a los ingenieros y científicos especialistas de Francia y de las otras sucursales por realidad virtual. Nada podría salir mal.

Los tejidos medulares cervicales conectores, los tejidos faciales y un ojo del color del cielo fueron trasplantados. El brazo derecho y el oído fueron cuidadosamente implantados; por tanto, eran cibernéticos. Por detrás del globo ocular, conexiones robóticas con el cerebro prepararon la visión para la agudeza elevada.

Un científico japonés, que participaba remotamente, miró a José Rodolfo en un holograma preguntó en inglés, curioso:

— ¿Dónde consiguieron las partes del cerebro que le faltaban al joven?

— Días antes de la operación, recibimos una remesa de órganos donados. Generalmente, hacemos la criopreservación en nuestro laboratorio, conservando las propiedades esenciales – el gerente respondió también en inglés.

— Lo he preguntado porque es difícil conseguir cerebros saludables para donación – Ideo Takamura Sato, ingeniero cibernético de la empresa matriz, comentó.

La doctora en Biología entró en la conversación para explicar mejor sobre el proyecto.

— Hicimos los testes de biocompatibilidad HLA que estudian los antígenos leucocitarios humanos. También utilizamos inmunosupresores para evitar rechazos del organismo receptor. Y en cuanto al trasplante de cerebro, conseguimos unir el complejo tisular nervioso utilizando los sistemas robóticos precisos de la cirugía. La nanotecnología nos permite descongelar rápidamente los tejidos criopreservados para evitar daños a los mismos por acúmulo de cristales de hielo. También insertamos moléculas biotecnológicamente creadas, llevando sustancias para engañar al sistema inmunológico y evitar rechazos a los trasplantes.

— Estoy realmente abismado con los avances que su equipo ha conseguido aquí, doctor José Rodolfo. Nosotros utilizamos un sistema parecido, pero el suyo es muy sofisticado – reconoció el científico japonés.

— Gracias, doctor Sato. Nuestro equipo es realmente fantástico y siento mucho orgullo de todos aquí.

Sin más conversaciones, los científicos se concentraron en los procedimientos a que el paciente era sometido. En la sala, los computadores guiaban los bisturís a láser; las suturas en partículas sellantes en la región medular cervical y cerebral fueran ejecutadas por los cirujanos a través de gafas 3D de realidad virtual.

Minuciosamente, conectaron todos los músculos, arterias, nervios y venas de los tejidos del donante al receptor.

Un cirujano especialista americano y otro alemán acompañaban por las holografías la reconstitución de los huesos precisamente fabricados con tecnología de impresión tridimensional. Una impresora que utilizaba polímeros por adición había diseñado con titanio las partes más internas, mientras otra preparó las regiones externas de la cara y de la témpora. Ellos también empleaban materiales resinosos con el color de la piel biosintética.

El rostro de Lucas empezaba a tomar forma cuando las piezas que sustituirían los huesos destrozados fueron posicionadas en los respectivos lugares. Los tejidos de la piel fueron puestos junto a los materiales formados por bioingeniería en algunas partes que él perdiera en el accidente.

En este momento, ya poseía un ojo azul conectado a la órbita. Todo transcurría perfectamente y los procedimientos de cerramiento de las últimas capas de la dermis eran hechos, cuando un bip intermitente disparó de los computadores holográficos de control, asustando al equipo médico.

La tardanza de la operación, debido a su complejidad causara una parada cardiorrespiratoria, inmediatamente, los médicos accionaron brazos robóticos que salieron del techo del quirófano. Estos bajaron con el desfibrilador acoplado en sus puntas y las placas se aproximaron al tórax de Lucas.

— Apliquen una carga de 200 julios – ordenó la doctora Helena, cirujana jefe, poniendo la mano sobre la piel parda de su rostro al pensar en nuevas estrategias de reanimación, en caso de que aquella fallara.

Pero después de la embestida, el paciente no volvió. Ella entonces mandó que aplicaran una segunda y tercera vez...

— ¿Qué es lo que está pasando con mi hijo? – Preguntó Alda asustada al ver el alboroto en el pasillo cerca de la sala de espera.

La madre del muchacho corrió para ver si descubría algo, seguida por Raquel.

— Por favor, creo mejor que ustedes salgan del pasillo y esperen en la sala para visitantes – dijo una de las enfermeras que pasaba aflicta.

Raquel retiró a la madre de allí, al verla angustiada con el movimiento. La puso en un sofá y le pidió a una colaboradora que trajera una infusión de camomila para calmarla, pero en el fondo la hija también necesitaba de aquello.

— ¿Sabes qué es lo que está pasando? – Alda parecía cada vez más preocupada con Lucas.

— Creo que hubo un imprevisto en la operación, pero los médicos van a cuidar de eso. Quédate aquí descansando que traeré noticias.

Después de ayudar a la madre y servirle la infusión, corrió al local de la cirugía. Decidió buscar a Paulo para saber noticias. En el pasillo de la sala de proyectos, preguntó:

— ¿Qué ha pasado, Paulo? ¿Algo ha salido mal en la operación?

— Aún no puedo informar nada, pero el equipo está haciendo lo mejor para que Lucas salga bien. Ahora tengo que irme, perdona la prisa.

Raquel se puso nerviosa, pues nunca había visto al novio preocupado de aquella forma y volvió para abrazar a la madre en un apoyo mutuo. Desgraciadamente, la hija sabía tanto como Alda sobre lo que podía estar ocurriendo en la operación.

En el centro quirúrgico, cargas cada vez más fuertes fueron calibradas para aplicación de choques en el joven, que parecía no volver más. La energía eléctrica circulaba por su cuerpo, llegando hasta la parte del cerebro donada, esparciéndose por todos los circuitos neuronales.

La memoria de aquella parte del cerebro que el paciente recibiera del donante fue activada por los tremendos impulsos eléctricos de resucitación.

"¿Será que se ha ido todo por agua abajo?", pensaba Rodolfo, desanimado con la situación.

Los ingenieros que acompañaban los procedimientos por realidad virtual apretaban los labios imaginando lo peor. Ellos estaban con las miradas inmóviles, atentos a la holografía de monitoreo y nada, ninguna señal de vida.

Rodolfo ya estaba desistiendo de todo cuando, de repente, una señal fue oída, iniciando la cadencia tan esperada de los latidos del corazón.

— ¡Dios mío! Lo conseguimos... — Paulo golpeaba el aire hacia arriba con el brazo derecho.

— ¡Gracias al buen Dios! – la doctora Helena celebraba el retorno del joven.

— ¡Trèsbien, mon ami! (¡Muy bien, amigo mío!) – Comentó Jean François, que también pasó a acompañar todo de cerca, sin parpadear, por un holograma.

Todos sonrieron cuando el paciente volvió a respirar, el corazón latiendo en el compás correcto, listo para proporcionarle un nuevo futuro al joven abogado.

Después de eso, su rostro fue vendado, así como la cabeza. El organismo funcionaba perfectamente y los sistemas holográficos avisaron que las funciones y señales vitales habían vuelto a lo normal.

La cirujana jefe salió del centro quirúrgico mientras los otros profesionales terminaban las últimas suturas en la piel del paciente. Rodolfo fue hasta el pasillo para conversar sobre el resultado de la operación.

— ¿Cómo fue allí, doctora?

— ¡Perfecto! Salió todo muy bien. Nos llevamos un susto al final, pero ahora está todo bajo control. Es lo que importa – sonrió ella dejando a la vista sus bellos dientes.

Rodolfo se volvió hacia el médico que había hecho los trasplantes robóticos.

— ¿Todo el proyecto fue un éxito?

— ¡Claro que sí! – miró al cirujano asistente a su lado meneando la cabeza positivamente en agradecimiento por el trabajo del equipo. – Después haremos los testes necesarios con el ojo, el brazo y el oído. Además de eso, seguimos el protocolo: colocación de algunos chips en la interface cibernética instalada en los huesos de titanio que incorporamos al cráneo.

— Pero los chips que teníamos aquí en el laboratorio eran los mismos que fueron utilizados en el robot AR-399. ¿Será que habrá algún problema por causa de eso? – Pregunto Rodolfo.

— En el protocolo operatorio, decía que yo debería implantar los chips para ser acoplados a los dispositivos de control que la matriz está preparando en Francia – el cirujano asistente confirmó.

— ¿Qué te parece, Paulo?

— De cierta forma, Lucas estará conectado al robot y la mente funcionará en la misma frecuencia que el ciborg. Pero no habrá problemas porque podemos alterar los comandos de control cuando implantemos el dispositivo que los científicos enviarán más tarde.

— Gracias, Paulo, por aclarar – José Rodolfo se volvió hacia el médico. – Muy bien, doctor Edson. Todo está caminando como planeamos.

— Gracias, Rodolfo. Estamos haciendo nuestra parte y estamos satisfechos con los resultados, a pesar de que casi perdemos al paciente. Además, tenemos que agradecer por la competencia de la jefa de nuestro equipo, la doctora Helena. Hablando de eso, ¿dónde está ella?

— Fue a hablar con la madre del paciente y Raquel. Quería confortarlas después del susto – Paulo respondió contento con la actitud.

— Además de la competencia profesional, ella también tiene la sensibilidad femenina que nos falta – afirmó Edson admirado.

Después de la conversación, el gerente general volvió al laboratorio central para reportar a los otros ingenieros sobre el resultado final de la operación. Los científicos de la compañía aún estaban presentes en la conversación por medio de los hologramas y de las imágenes de monitoreo.

— ¿Y tú sabes de dónde vinieron aquellos órganos, Rodolfo? Parecía que estaban esperando que nosotros necesitáramos algo... — Paulo Nakayama también cuestionó, todavía desconfiando con tamaña coincidencia.

— La empresa negoció con el mercado de donaciones y creo que pagó caro por eso.

— Pensé que los órganos tenían que ser donados, ni sabía que había ese tipo de mercado – Paulo parecía espantado.

— Para conseguirlos con rapidez, creo que hicieron algún tipo de negociación. De cualquier manera, lo importante es que el joven está bien y va a recuperarse – dijo José Rodolfo, dando por terminada la conversación y ya cambiando de rumbo. – El proyecto AR-399 rindió frutos y, con este nuevo programa, derivado de él, mucha cosa va a cambiar en el mundo.

Paulo, en seguida, conversó con el equipo que acompañaba por realidad virtual. Se volvió hacia Rodolfo:

— Jefe, los cirujanos del CIR que participaron de la operación virtualmente están celebrando el éxito así como el señor Jean François, que está congratulando a todo el personal.

— Dales la enhorabuena a ellos también, Paulo. ¡Trabajamos juntos!

— Se han quedado muy interesados en nuestro programa y piensan repetirlo en las otras unidades de la Empresa.

— Necesitamos acompañar el pos operatorio para ver si el éxito será absoluto. En lo que nos necesiten, estaremos listos para ayudarles.

— Caramba, me siento lisonjeado con la importancia que le están dando a nuestro proyecto – dijo Paulo, orgulloso.

En verdad, los informes de toda la operación fueron transmitidos a la nube de Big Data de la Compañía. Los colaboradores acompañaban minuciosamente los hechos para que nada pasara desapercibido.

Enseguida, Jean François llamó a José Rodolfo en una comunicación por holograma. Su imagen apareció en la sala de proyectos.

— Enhorabuena, doctor Rodolfo. Estamos contentos con el éxito de la cirugía. El señor Dubois, presidente de la CIR, me pidió que le felicitara.

— ¡Gracias, señor! Pero el mérito es de todo el equipo, incluso de aquellos que participaron virtualmente.

— Estoy de acuerdo y le pido que nos pasen las próximas etapas del programa. Las acompañaremos de cerca.

— Sí, señor. Enviaré los informes diariamente.

La imagen desapareció y la atención de todos se volvió hacia el paciente.

Los médicos especialistas informaron que la memoria del paciente era un enigma, porque estuviera en coma durante mucho tiempo a pesar de todo el organismo funcionar de modo normal a partir de aquella cirugía. El paciente era monitoreado con atención mientras dormía porque cada segundo importaba hasta que fuera revelado su real estado mental.

Después del trasplante, él podría despertar en cualquier minuto, o nunca, todo dependía tanto del procedimiento al cual fuera sometido como de las conexiones cerebrales y, de la propia voluntad del paciente – y quién sabe un poco de suerte.

Así, por ironía del destino, los órganos de otro ser humano fueron para un nuevo cuerpo, a través de la red de tráfico que el propio hermano quería desmantelar con tanto empeño. El mal parecía vencer una vez más, pero por lo menos parecía hacerle dado la oportunidad de vivir a otra persona.

Acostado en una cama, el paciente adormeciera en un sueño profundo durante dos días. Poco a poco empezaba a moverse de modo lento y la enfermera le observó cuando empezó a mover el dedo pulgar de la mano izquierda. La madre y la hermana de vez en cuando pasaban por el cuarto para verle recubierto de vendajes, desde el otro lado del vidrio. Pero él estaba vivo y eso era lo que les importaba.

El monitoreo del paciente continuaba cercado de expectativas. Todos aguardaban angustiados por el despertar pleno del muchacho para confirmar si las funciones estaban regulares como mostraban los instrumentos holográficos de control.

***

Mientras tanto, en otro barrio, en el hospital Santa Mónica, Bruna descansaba en la sala de los médicos después de atender a varios pacientes.

Tras quedarse somnolienta, adormeció y soñaba con Samuel. Cuando el policía entró en el apartamento, ella estaba sentada en el sofá leyendo un libro de romance, en su pecho estaba el collar con el colgante cerca de su corazón. Después de oír el ruido de la puerta, la doctora se volvió y le vio, iluminado por un rayo de sol que se reflejaba en su rostro.

— ¿Samuel, eres tú? – Bruna corrió a sus brazos sonriendo.

— Claro que soy yo. ¿Quién más podría ser?

Samuel se acercó a ella y la besó en los labios rosados. Después le dio la mano y la aproximó hacia sí, abrazándola fuerte contra su pecho.

— ¡Amor mío! ¡Cómo te amo! ¡Qué añoranza!

— ¡Pero tú desapareciste!

Fue cuando él le contó el motivo.

El agente federal le dijo que volviera de un largo viaje, donde había necesitado actuar en una operación secreta.

— No podía entrar en contacto contigo, pues pondría la operación en riesgo, además de tu vida. Perdóname querida.

— ¡Yo te amo! ¿Cómo no perdonar? Qué bien que hayas vuelto – ella le abrazó una vez más y le besó. – Querido mío me gustaría tanto ser la madre de nuestros hijos. Eso me haría tan feliz.

— Quiero vivir contigo el resto de nuestras vidas. No necesitamos hijos, amor mío.

Fue cuando alguien la llamó y ella despertó, de repente, aún con el sabor de Samuel en sus labios.

— Doctora, me pidieron que la llamara. – La enfermera dijo, mientras se acercaba después de abrir la puerta.

— ¡Gracias, Rosi! Ya estoy yendo – respondió, desanimada al caer en la realidad. — ¿Hay mucha gente?

— La sala de espera de cardiología está llena de nuevo, doctora. Creo que vamos a trabajar duro como por la mañana.

— Está bien. Es para eso que estamos aquí.

Después de arreglarse, Bruna salió por los pasillos hasta alcanzar el sector de cardiología del hospital. Durante el recorrido, se acordó del sueño y pensó:

"¡Bien que podría ser verdad!"

Al final del pasillo, un hombre alto se rascó el bigote y la observaba curioso.

***

En el ala de recuperación pos quirúrgica del hospital del centro de investigación, dos ojos se abrieron en medio de los vendajes, uno azul y otro castaño. La luz era débil para no irritar al paciente y él empezó a raciocinar con perfección.

— ¿Dónde estoy? Parece que dormí un sueño profundo. ¿Dónde está mi equipo? Dios mío... ¡Fuimos emboscados!

Era Samuel...

Miró las paredes blancas que le circundaban, el ambiente con olor a éter y los frascos de suero cerca de él, las agujas clavadas en sus venas.

— Creo que estoy en un hospital. Ahora me acuerdo de todo: invadimos el almacén, la operación Caza a los Órganos, los tiros y aquel desgraciado Orlando. ¿Cómo pudo traicionarnos? Después no vi nada más. Parece que los médicos salvaron mi vida – era Samuel quien decía esto levantando el antebrazo derecho mientras cerraba la mano con fuerza.

Los enfermeros cuidaban de él mientras también era asistido por los médicos, todo era acompañado por hologramas donde el equipo de ingeniería confería las funciones.

Pasados algunos días más, finalmente pudieron quitarle todos los vendajes y su rostro estaba hinchado, los contornos orbiculares morados, así como otras partes del cuerpo; el paciente era aún irreconocible. Samuel le había prestado un ojo a su hermano, un oído, tejidos del brazo y lo principal: el cerebro que parecía ser lo más importante, pues era su mente la que funcionaba. Tal vez el policía había despertado debido a los sucesivos choques para reanimar el cuerpo del hermano.

Después Samuel se sentó en la cama, aún atontado, miró los monitores cardiacos, los hilos presos a sí e intentaba recuperar al máximo sus recuerdos. Algunos minutos más, se sacó las agujas de los brazos, los sensores conectados al pecho y al resto del cuerpo. Una enfermera apareció de sopetón en la puerta seguida por otros dos enfermeros.

— ¿Qué piensa que está haciendo, Lucas? No puede remover lo que está preso a usted sin autorización médica – dijo la enfermera mirando a los brazos fuertes de él ya totalmente libres, las suturas expuestas.

— Me siento bien y ya no necesito estas cosas. ¿Pero ha dicho Lucas? ¿Por qué?

Después de decir estas palabras, los enfermeros le miraban con espanto pensando que estaba con algún problema. Fue cuando él miró la pared de vidrio que le permitía ver su reflejo y lo que vio estaba al borde de la locura. ¿Era su hermano quien estaba allí o él ocupaba el cuerpo de Lucas?

Se sintió aturdido; puso la mano en la cama para no caer. Enseguida, el equipo médico entró y le sujetaron por el tronco para estabilizarle junto a los asistentes. Acostaron su cuerpo nuevamente. Los tejidos de la cara habían sido reconstruidos perfectamente, pero era el rostro del hermano menor; todo era irreal.

— Aplíquele un sedante suave, enfermera. Creo que necesita un tiempo para digerir lo que pasó. Fue un trauma muy grande pasar por un accidente de aquella magnitud – dijo la doctora Helena.

— Tiene toda la razón – concordó el médico asistente que estaba a su lado.

Durante el tiempo que él recobraba la razón, Paulo Nakayama llamó con euforia a todos a la sala de reuniones para que acompañaran lo que el computador holográfico central mostraba.

— Él ha despertado – comentó con Rodolfo. – los marcadores muestran que está bien.

— Ahora podemos decir que la operación fue un éxito – la cirujana jefe entró en la sala de reuniones. – Todas las funciones están recuperadas: audición, visión, movimientos de los miembros, memoria y los centros de emoción.

— Vi aquí que le has puesto para descansar un poco mientras recupera la noción de su estado, pero él conversó con el equipo de apoyo y demostró lucidez – dijo Paulo Nakayama con entusiasmo.

José Rodolfo balanceó la cabeza, asintiendo con lo que ella había hecho. Los científicos confirmaban los datos en los hologramas directo de la matriz para ver si era real.

El cuerpo del paciente con la imagen en realidad virtual 3D rodaba frente a ellos mostrando los detalles de los órganos trasplantados.

— Quiero ver eso personalmente. ¿Podemos ir allí doctora? – le preguntó José Rodolfo a la cirujana jefe.

— Creo que no hay problemas. El paciente está estable, pero la familia también está ansiosa por verle. Debemos respetar la preferencia. Aún más después del susto de casi muerte.

— Estoy de acuerdo, doctora Helena – él se volvió hacia Paulo. — ¿Quieres tener el placer de darle la buena noticia a Raquel y a su madre?

— Ya estoy yendo...

En seguida, el brasileño de origen japonés fue a la sala de visitas y llamó a Raquel y Alda para que vieran al muchacho. Al saber que él estaba bien, ellas sonrieron y se apresuraron para verle.

Mientras Samuel aún intentaba entender las cosas la puerta se abrió y estaba un poco sedado.

— ¡Hola! ¿Podemos ver a nuestro paciente más querido? – Preguntó la madre animada.

— ¿Mamá?... ¿Raquel? ¡Qué bueno veros! Sois la mejor visión que yo podría tener después de despertar de esta pesadilla — dijo con lágrimas que no conseguía contener.

— ¡Hijo mío! Cómo es bueno verte con vida – dijo la madre más feliz del mundo. – Y estás lúcido conversando con nosotras aun después de aquel accidente horrible.

— ¡Te amamos, hermano!

— Estás hablando con perfección, hijo, y parece que nos ves también – dijo la madre emocionada con los ojos llenos de lágrimas.

— Os veo y oigo bien.

— Es un milagro. Me lo creo porque lo estoy viendo. Esto sólo puede ser obra divina.

— También de la tecnología, mamá – dijo Raquel sonriendo.

— Pero fue Dios quien le dio la sabiduría al hombre – concluyó Alda también con una sonrisa en el rostro.

Samuel estaba confuso con la imagen del hermano que había visto hacía poco. Pidió permiso para ir al baño.

Anduvo despacio y abrió la puerta. Lo primero que hizo fue mirarse al espejo con los ojos abiertos de par en par no creyendo en lo que veía.

— No es posible. ¿Será posible que lo que estoy viendo... es Lucas?

Puso la mano en la imagen del espejo que veía intentando tantearla, después se tocó la propia cara, los labios, la nariz, los ojos. Miró bien dentro de estos y se acercó. Su brazo robótico sondaba cada centímetro de la piel para descubrir la verdad deslumbrante.

— ¡Qué extraño! Un ojo azul como el mío y otro castaño como los de Lucas. ¿Qué habrá pasado? Necesito entender todo esto con calma. ¿Y este brazo cibernético? ¡Dios mío, cómo es perfecto! Parece humano, piel natural, uñas y cabello...

Se agarró al apoyo del lavabo con la mano y lo rompió de modo involuntario, su fuerza era descomunal. De repente, alguien tocó a la puerta al oír el ruido.

— ¿Está todo bien ahí, hermano?

Samuel salió todavía desconfiando de todo lo que ocurría.

— ¿Qué ha pasado? ¿Te has hecho daño? – Indagó Alda al ver el destrozo.

— No, está todo bien. Creo que me he apoyado con mucha fuerza y el lavabo ya debía estar medio suelto.

Madre e hija se miraron y él decidió quedarse en silencio, se sentó en la cama de cabeza baja intentando entender lo que pasaba. ¿Sería un sueño o, quién sabe, una pesadilla?

Raquel fue allí afuera a avisar a Paulo sobre lo que había ocurrido y ellos entendieron que él necesitaba entrenar para dosificar su fuerza.

Después de explicarle lo que había ocurrido desde el momento del desastre, ellas empezaron a acercarse al muchacho para abrazarle, pero la doctora Helena, observada por Rodolfo, que estaba de pie junto a la puerta les pidió que no lo hicieran, pues el paciente aún necesitaba un tiempo para recuperarse.

— Por favor, Raquel. Tu madre y tú tendréis mucho tiempo a partir de ahora porque lo mejor ya ha ocurrido. ¡Lucas está vivo! Os pido que le dejéis descansar un poco más.

— En breve estaremos juntos – dijo Samuel al despedirse sin revelar su identidad, al menos, de momento.

— Es lo que más queremos, hijo – dijo la madre radiante.

— ¡Me ha gustado tu color de ojos! Uno azul claro y el otro castaño...

Él sonrió diciendo:

— Aún no he entendido esto.

— Pero están lindos, eso sí que te lo digo – Raquel quería agradarle, además de saber que los ojos que ven son los mejores.

Se despidieron y Alda miró hacia atrás una vez más antes de que la puerta se cerrara, aliviada por todo haber salido bien.

En aquel momento, el muchacho era la gran estrella del hospital, ya que dependía del éxito de su recuperación la inversión de la matriz y la continuación de la existencia del CIR.

Algunas horas pasaron y después de dormir un poco más, abrió los ojos.

"Todos me ven como soy ahora, mi hermano que se accidentó, pero ¿cómo eso es posible? Si digo que no soy él, me van a llamar loco. Tal vez me internarían... Debe haber una buena explicación para lo que está pasando conmigo; creo que es mejor esperar y fingir que soy Lucas. Incluso porque estoy casi creyendo que no soy quien pienso... ¡Dios mío! ¿Será que me estoy volviendo loco?"

Miró una vez más la pared de vidrio y se vio a sí mismo. Intentó acordarse de todo lo que había ocurrido. Su hermano al borde de la muerte, los ruidos de los tiros disparados por el comisario traidor Orlando en la redada que dirigió y todos los amigos muertos. Su deducción de policía investigador finalmente encontró la respuesta:

"¡Bingo! ¿Será posible que me mataron y los malditos vendieron mis órganos, insertándolos en mi hermano, tal vez por la compatibilidad? Eso explicaría por qué estoy con un ojo mío y otro suyo, también el motivo de estar con mis pensamientos en su cuerpo... Debo mantener secreto por varias razones y parece que solamente yo sé lo que pasó de hecho. Ahora tengo la oportunidad perfecta para vengarme de aquellos desgraciados."

Un deseo empezó a tomar pose de su alma: venganza. Era la oportunidad de acabar con los traidores canallas y, tal vez, con toda la cuadrilla; él tenía el disfraz perfecto en la piel del hermano.

De repente una imagen apareció en su mente: Bruna. "¡Cómo sería bueno verla de nuevo!"

Siempre obediente a las leyes, él ahora tenía un dilema dentro de sí. La rabia que sentía causaba unas ganas enormes de actuar por su propia cuenta y la sorpresa era su aliada. Tumbado en la cama se acordó de uno de los trechos del antiguo testamento de la biblia que su padre les leía a los fieles:

"A mí pertenece la venganza y la retribución.

En su debido tiempo los pies de ellos resbalarán;

el día de su desgracia está llegando

y su propio destino

se apresura sobre ellos."

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