VIII - Agonía
Antes de acabar la reunión, Raquel pidió para salir más temprano. Le explicó reservadamente el motivo a Rodolfo, que aunque fuera un poco tosco, entendió la gravedad del problema. Paulo se iría enseguida que fuera liberado. Él quería contarle su idea a la novia.
Al llegar al hospital, la ingeniera abrazó a la madre y ambas esperaban informaciones sobre Lucas cuando la puerta del sector de visitas se abrió; apareció un hombre alto y calvo, con una bata blanca grande. Era el cirujano jefe, Antonio Rocha, que llegó con noticias, mientras la familia aguardaba ansiosa.
Miró a las dos y, aun acostumbrado a hablar sobre los resultados de las operaciones, se quedó pensativo a la búsqueda de las mejores palabras. Creó valor y empezó a decir la verdad, pues no había como esconderla:
— El caso de su hijo es muy grave. Hemos hecho todo lo que era posible para mejorar la apariencia del muchacho, pero puedo adelantar que el resultado no fue muy favorable debido a la severidad de las lesiones. ¡Lo siento mucho! Él aún está en coma y no sabemos cuándo saldrá de ese estado por causa de la lesión cerebral.
— ¿Mi hijo aún corre riesgo de muerte, doctor?
— Sí. Como la médica de guardia la avisó más temprano, no podemos garantizar nada. Pero el chico es fuerte porque otros en su lugar ya habrían partido.
— Gracias, doctor. Les agradezco por haber hecho lo mejor para salvar la vida de mi hermano.
El doctor apretó los labios:
— Estamos aquí para eso. Me gustaría poder decir que nuestro equipo de cirugía plástica resolvería los problemas estéticos de Lucas, pero sé que ellos también hicieron lo mejor posible y eso es secundario en relación al problema neurológico.
El médico bajo la cabeza y levantó la mano, despidiéndose con una expresión de pesar. La hija abrazó a la madre por el hombro para atraerla hacia sí. Se miraron, pensando en todo lo que fuera dicho, pues aunque él sobreviviera, la vida no sería fácil.
De repente, Alda empezó a llorar cuando cayó en la cuenta diciendo:
— Mi hijo, tan joven. ¿Por qué tenía que pasarle esto?
— Mamá, ten calma. Lo importante es que está vivo – Raquel dijo esto también con los ojos llorosos.
En seguida, puso a su madre sentada lo más cómodamente posible en un sofá y corrió tras el médico por el pasillo. El doctor estaba receloso. Debería haber algo que él amenizara u ocultara a la familia.
— Doctor, por favor, no me esconda nada. Por el modo que usted habló parecía que había más cosas a ser dichas.
— Perdóneme, las vi con tanta esperanza que no tuve valor para decirles todo.
— ¿Qué?
— Su hermano está ciego de un ojo y tetrapléjico. Por favor, Raquel, le pido que hable sobre esto de un modo que no cause más daño a su familia. Para nosotros, médicos, es muy difícil dar este tipo de noticia y sé que para ustedes es peor aún oír. Entonces, mantenga al máximo la calma, porque haremos de todo para recuperarle.
— ¿Pero es posible rehabilitarle con los recursos actuales de la medicina? Parece que la doctora avisó que él tiene pocos días de vida.
— Fue un modo de preparar a la familia para lo peor. No sabemos con seguridad lo que puede ocurrir, pero he oído decir que los científicos ya consiguen trasplantar cerebros humanos con eficacia. Tal vez en algún centro de investigación avanzado consigan restablecer las funciones nerviosas. Con lo que tenemos en los hospitales, estamos muy limitados.
— Está bien, doctor. Sé que harán lo posible – ella constató la gravedad, triste.
El médico apretó los labios, y cabizbajo continuó su camino, pensando que no tenía mucho más que hacer.
Raquel anduvo por el pasillo en dirección a la sala de espera de los visitantes. En el camino, pensó en el proyecto AR-400, en el que necesitaban a alguien para realizar un trasplante cerebral y recuperar las funciones neurológicas.
"Si al menos aceptaran a mi hermano para el proyecto... Pero generalmente la empresa no permite que colaboradores o sus parientes participen de los programas...," Raquel reflexionó ya perdiendo la esperanza.
Lucas fue llevado a la UCI, donde sería monitoreado por profesionales especializados. Fue permitido que le vieran a través de una ventana de vidrio. Alda, al mirarle con el cráneo envuelto en vendajes, un collar cervical y una tira envolviendo la cabeza para cubrir las cavidades orbitaria y craneana, se emocionó; se tapó la boca con la mano para intentar aguantar el lloro, pero no fue posible. La hija la abrazó, mientras miraba al hermano, después de contener las lágrimas de la madre con un pañuelo.
"¡Lucas, vas a ponerte bien! Quiero decir que nosotras te amamos y estaremos siempre contigo. Vamos a ayudarte a recuperarte: Amor y cariño nunca van a faltar", ella pensó, como si estuviera conversando con él.
Los investigadores del hospital estudiaban las nuevas técnicas quirúrgicas para restaurar las funciones neurológicas y prometieron que si hubiera alguna posibilidad de restablecimiento, ellos ayudarían al paciente. Pero eran sólo promesas porque no había allí tecnología ni recursos para trasplantar cerebros.
La joven ingeniera amaba a su familia y haría cualquier cosa para que su querido hermano se recuperara. Cuando se dio cuenta, vio que era tarde; Raquel le pidió a Alda que fuera a descansar y dormir una buena noche de sueño en casa.
A pesar de querer estar cerca de su hijo, ella estuvo de acuerdo. Lucas era bien asistido por el equipo y pronto por la mañana la madre podría volver para acompañar el tratamiento. Cuando ellas se preparan para irse, Paulo surgió en la entrada, se acercó a ellas, que estaban sentadas.
Él le dio un beso en la cara a Raquel mientras abrazaba a su madre con cariño prestando solidaridad en el momento difícil por el cual ella pasaba.
— ¿Cómo está él?
— En la misma situación, hemos sabido ahora que la cosa es bien más grave de lo que pensábamos; parece que ha perdido parte de la visión y está paralizado de cuello para abajo.
— En verdad, creo que no existe nada peor que un daño cerebral, pero tal vez haya una solución para el caso de tu hermano.
— Por favor, Paulo, dime, porque si hay una posibilidad voy hasta el fin del mundo por él.
— Rodolfo me ha dicho que llegaron órganos en óptimo estado al instituto, muchos cerebros sanos entre ellos. Tal vez le convenza a incluir a Lucas en el programa.
— ¿Pero, cómo conseguiréis un donante compatible? Sabemos cuán difícil es conseguir órganos que no sean rechazados por el organismo receptor.
— No había pensado en eso... Va a ser realmente difícil, pero mañana conversaré con él y daré inicio al programa AR-400. Debemos tener esperanza.
— ¡Gracias, querido! – Ella le agradeció mientras se miraban por algunos segundos.
Después de dejar a Alda en casa, ellos fueron a un lugar discreto donde podían estar juntos y conversar libremente.
Mientras caminaban, Raquel pensó:
"¿Y Samuel, dónde estaría?"
Ella estaba preocupada con la falta de noticias del hermano, pero no podía traerle más problemas a su madre. Decidió que aguardaría hasta que él entrara en contacto. Aunque fuera a la sede de la policía federal, pensaba que ellos no le darían noticias, ya que el trabajo de él era tan sigiloso que mantenía a la familia en secreto.
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