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I - La Emboscada

Año 2040 – São Paulo – Brasil

Samuel hacía una diligencia con su compañero de investigación, Fernando. Allá afuera, los farolillos del coche patrulla giraban dando un toque escarlata a la noche, que parecía humedecida por la sangre de los inocentes. Los padres desesperados, la madre gritaba diciendo que bandidos se habían llevado a sus dos hijos mientras jugaban en el jardín. El padre con lágrimas en los ojos contaba lo que ocurrió a los agentes, los ángeles que tal vez fueran su última esperanza.

Después de anotar todas las informaciones, Samuel prometió investigar el caso. Los dos policías se fueron y conversaban en el coche sobre la tristeza que es perder a los hijos. Sospechaban de la Mafia de los Órganos, una cuadrilla que investigaban, especializada en traficar órganos humanos.

— Por eso siempre digo que no quiero tener hijos. Bruna insiste en esa idea, pero imagínate alguien venir y robar a los niños que la persona ama.

— Mi hija es la cosa que más amo en la vida. Después de que su madre se fue en aquel accidente horrible, yo la crio como si fuera una parte de mí. Vivo para protegerla. – Le dijo Fernando al amigo.

— No le va a pasar nada. No te preocupes... Camila te tiene a ti para proteger su vida, el policía que ya me salvó varias veces y para mí además de un amigo leal, es como si fuera un guardaespaldas.

— Nuestro lema es protegernos el uno al otro. Somos un equipo.

Ellos sonrieron con lo que fue dicho.

Así ambos fueron a sus casas aquella noche. Al otro día, continuarían la búsqueda por la cuadrilla y quién sabe encontrarían a los hijos de tantos padres en sufrimiento.

Samuel llegó del trabajo por la noche al apartamento de Bruna. Ella le esperaba ansiosa, siempre preocupada con si él volvería sano y salvo. Al verle, se puso feliz y saltó a sus brazos.

Se habían conocido en el hospital cuando él llevó a algunas víctimas heridas para atendimiento. Fue amor a primera vista, regado por las miradas de admiración mutua, uno por el trabajo del otro. Después de un cierto tiempo, la pareja enamorada decidió formalizar el noviazgo y prácticamente vivían juntos, visto que Samuel siempre que podía dormía en el apartamento de Bruna. Él también tenía su casa en el barrio de Jabaquara, a pesar de preferir la compañía de su amada.

Bruna pensaba que ellos necesitaban hacer unas vacaciones para descansar. Sería la oportunidad perfecta para tener un hijo, que era el deseo de ella.

Después de llegar y comer algo, Samuel entró para tomar una ducha junto a Bruna. Él la agarró en sus brazos y la atrajo hacia sí, le apretó la cintura dándole un beso húmedo lleno de deseos de estar con ella. Después durmieron juntos.

El agente federal Samuel dirigía el sector de infanticidios de la comisaría e investigaba crímenes bárbaros, cuyas víctimas eran niños inocentes y algunos adultos perseguidos por las mismas cuadrillas, que caían en las trampas de los bandidos. Su equipo estaba investigando a la Mafia de trasplante de Órganos, un grupo criminal especializado en este tipo de crimen.

Samuel tiraba bien. Confiaba en su pistola calibre 45, que cuidaba con cariño manteniéndola siempre limpia. Era su "Ángel" y él siempre decía que donde él iba, el guardián le protegía.

A Samuel no le gustaba poner a su familia en riesgo. Por causa de su profesión, él mantenía su vida en secreto. Bruna siempre hablaba sobre sus ganas de ser madre y él evitaba e asunto, pues pensaba que niños le traerían muchos problemas.

A pesar de su manera de vivir, él amaba a su familia y siempre encontraba una manera de ver las fotos de esta en las redes sociales; investigaba lo que ellos estaban haciendo, principalmente ahora, que también era especializado en investigación de hackers criminales de la Internet. Así como el amigo Fernando, él tenía miedo de que les hicieran mal a su familia; sus padres y hermanos.

En la comisaría, encima de su mesa, el policía levantó un holograma, en realidad aumentada, que estaba sobre su ordenador portátil; confirmó las informaciones de dónde sería la próxima entrega de los órganos humanos robados.

Al investigar cómo la Mafia de los Órganos actuaba, el equipo descubrió que ellos harían una negociación en un almacén abandonado a la noche siguiente. Samuel convocó a sus hombres para una redada donde cogerían a los principales articuladores de la organización.

En la mañana del otro día, Bruna le miró curiosa mientras él cogía una cajita de terciopelo en el bolsillo se su americana y la abría.

Él le enseñó un par de alianzas; ella abrió los ojos como platos.

— ¿Amor mío, quieres casarte conmigo?

— ¡Claro que sí!

Ellos se besaron intensamente y él pudo sentir los ojos de ella llorosos al realizar uno de sus mayores deseos. En un gesto osado, ella introdujo la mano en la americana de él y toco sin querer el "ángel".

Él, inmediatamente, puso el arma en seguridad encima del estante. Después sacó un peine de balas extra y lo puso junto a la pistola.

Después de tomar un buen desayuno, Samuel se fue al trabajo. Bruna se arregló y se fue al hospital. Mientras él conducía, no se dio cuenta de que algunos drones le seguían allá desde lo alto. Un furgón también le vigilaba todo el tiempo a una distancia segura.

Aquel día, Samuel le dio permiso al equipo por la mañana para que se reunieran por la tarde. La noche sería larga para ellos y él dispuso el encuentro para las 19 horas.

El agente salió del entrenamiento de tiro por la mañana junto a Fernando y fue al centro comercial a comprarle un regalo a Bruna. Creyó que tenía que llevarle un recuerdo más expresivo para celebrar el aniversario de noviazgo que coincidía con la petición de casamiento.

De repente, cuando andaban por la acera, pasó un autobús escolar lleno de niños que hacían un alboroto.

— ¡Mira, Samuel! En breve serán tus hijos quienes estarán estudiando...

— Tú sabes que no sirvo para ser padre. Prefiero llevar mi vida tranquila. Los niños sólo traen problemas.

— Esta vez no estoy de acuerdo. Mi hija es mi tesoro. Desde que su madre falleció, la cuido con cariño y no sabría vivir sin ella.

— Perdona, amigo mío. No he querido hacerte daño. Pero tú sabes lo que pienso sobre hijos.

— Sin problema, Sam.

Samuel decidió entrar en una tienda de joyas para comprar un cordón con una gema y fue atraído por una de ellas en formato de corazón.

El amigo Fernando anduvo en dirección a su coche. Quería ver a la hija antes de reunirse con los colegas para la operación policial.

Dentro de la tienda, Samuel imaginó que su mayor objetivo era salvar a las personas, así como el de Bruna, que se dedicaba a la Medicina; entonces una piedra preciosa roja con formato de corazón, que simbolizaba la vida, era la mejor opción.

Decidió comer un bocadillo y en el camino pasó por una plaza. Observó a un niño jugando a la pelota con el padre y esta vino en su dirección. El niño corrió hasta el agente sonriendo y Samuel chutó la pelota de vuelta. El padre del niño le sonrió en agradecimiento. El policía retribuyó la sonrisa y se quedó pensando en cómo sería ser padre.

Después, se sentó en un banco de la plaza con un bocadillo en la mano y una lata de refresco. Mientras comía, se acordó de su familia. Pensó en su decisión de apartarse de todos para no ponerles en peligro, después de que se hizo policía.

El padre, religioso, pastor de una iglesia evangélica; su madre, una pedagoga; la hermana Raquel, ingeniera cibernética y el hermano Lucas, abogado criminalista, al que le gustaban la música clásica y los niños. Con su smartphone, proyectó un holograma con su familia para aliviar la añoranza.

En seguida, caminó hacia el coche con el regalo en manos, lo puso en la guantera y se quedó esperando hasta llegar al horario acordado con los otros agentes. Más tarde, cuando llegara a casa, le entregaría la joya a su querida.

Mientras conducía hacia el sitio de la redada, sin darse cuenta de que estaba siendo seguido, Samuel conectó el viva voz del coche, sintonizándolo con el teléfono.

— ¿Todos en sus puestos? Estoy yendo al lugar acordado, llegaré en 20 minutos. Quedaos escondidos y listos para cuando yo de la orden.

— ¡Copiado! – respondió una voz, precediendo a varias otras.

El policía miró el display del salpicadero y vio la foto digital de Bruna que guardaba allí. Sonrió pasando el dedo sobre la imagen del rostro de ella, deseando que aquello acabara pronto para encontrarla de nuevo.

Un furgón con varios agentes aparcó a algunas manzanas del almacén; dentro de este, los hombres verificaban sus materiales de ataque.

Samuel se encontró con ellos. Así que llegó, otros coches con faroles altos se acercaron y todos salieron de los vehículos mirándose aprensivos.

— Verificad el armamento – dijo él al mando de la operación.

— Todo correcto aquí, Sam – Uno de ellos respondió con presteza.

— Gracias, Fernando. Nuestro lema: el lobo protege el frente y la manada guarda la retaguardia. Todos dan cobertura – el equipo asintió con la cabeza en acuerdo.

Ellos portaban fusiles, pistolas y escopetas calibre 12; hicieron los últimos testes para ver si todo funcionaba bien.

Samuel cogió, de la funda de su espalda, su ángel, lo examinó y accionó el percutor para poner la bala en la recamara, después se lo puso de vuelta en la funda. El ataque era inminente y el líder quería elevar el ánimo del equipo.

— Hoy es un día importante. Vamos a atrapar a la mayor red de tráfico de órganos de Brasil. No dejéis escapar a nadie... Arrestad a todo el mundo, que a través de ellos vamos a llegar a los grandes jefes de esa banda y salvaremos muchas vidas inocentes.

— Estupendo, Samuel. Será una victoria más para la corporación – comentó otro agente federal.

— ¡Estamos juntos, personal! – el valiente mentor intentó animar al grupo. – Tomad vuestras posiciones.

— ¡Vamos allá! – vociferó valientemente otro policía.

Despacio se posicionaron alrededor del almacén. Uno subió al tejado, otro fue a la parte de arriba y arregló el fusil con la correa ajustada al hombro, girando la visera de la gorra hacia atrás.

— ¿Todo listo?

— ¡Para mí, está bien! – respondió Fernando, ya posicionado detrás de unas cajas.

— ¡Tirador en posición! – el policía Carlos, que estaba en el tejado, avisó.

Samuel verificó el posicionamiento de sus hombres, miró todo a su alrededor y esperaba que los bandidos llegaran.

De repente, luces fuertes invadieron el área de los almacenes y la hora de la confrontación se acercó. Un furgón blanco llegó y entró en el almacén; después llegaron dos coches más, como la información que Samuel hackeara indicaba. Cuatro hombres salieron del furgón. Eran 12 en total.

El equipo de Samuel era de diez hombres fuertemente armados.

Los criminales hablaron de alguna cosa unos con otros y la puerta del furgón blanco fue abierta. Para sorpresa de los agentes federales, nada había allí adentro. Perplejos, decidieron partir al ataque aun así.

— ¡Ahora! Invadir...

— ¡Policía Federal! ¡Alto! ¡Manos arriba! – Samuel vociferó.

Los bandidos levantaron las manos, después de poner despacio las armas en el suelo.

Cuando los policías empezaron a acercarse a ellos, un ruido de neumáticos derrapando fue oído y tres furgones más entraron en el almacén de carga. Entre ellos, aquel que seguía al coche de Samuel. Los agentes se volvieron cuando empezaron a recibir varios disparos. Drones volaban alto y mostraban la posición de los agentes federales a otros que coordinaban la emboscada allí en otro furgón do color negro.

— ¡Es una trampa! ¡Protegeos! –gritó Samuel, aturdido.

Los otros maleantes que estaban rendidos aprovecharon para coger las armas que habían puesto en el suelo y empezaron a disparar a los policías también. Eran ráfagas de balas venidas de todos los lados. Los oídos de los agentes zumbaban con el fuego cruzado... Fernando acabó siendo baleado. Samuel se acercó al amigo para apartarle hacia atrás de una columna de hormigón.

— ¡Qué porquería! Una emboscada... Alguien abrió la boca sobre el plan. ¿Quién habrá sido el desgraciado que avisó a estos gusanos sobre la operación? Si salgo de aquí con vida, juro que acabo con ese traidor de los infiernos – Gritó Samuel, rabioso con la traición, y después se giró hacia los otros colegas que restaron. – ¡Ayudadme a llevar a Fernando detrás del coche patrulla!

Los amigos se esforzaron para llegar hasta el policía, pero no había manera. Hacer eso sería la muerte segura. De repente, un cuerpo cayó del tejado y los policías vieron a Carlos desmoronarse desde allí arriba, sin vida. La situación empeoró cuando se dieron cuenta de que algunos drones disparaban proyectiles de armas de fuego acopladas en estos.

Samuel disparaba bien y baleó a algunos enemigos, pero eran muchos. Desesperado, vio a los compañeros ser abatidos, uno a uno.

Sintió un golpe y se puso la mano sobre el pecho, por debajo del chaleco; se dio cuenta de que también estaba sangrando. Miró a los bandidos, intentado entender quién podría saber sobre la redada.

Pero no había tiempo, pensaría en eso después. Tiró con su fusil HK 417 para todos los lados que podía en aquel momento. Su pistola también gastaba toda la munición que poseía. Hasta que sus fuerzas acabaron, debido a las heridas y a la hemorragia. Después de un tiempo, todo oscureció y él no consiguió ver nada más. Se derrumbó en el suelo.

Minutos después, un enmascarado se acercó a él. Se quitó la máscara y dijo:

— Sobró uno aquí comisario Orlando – Samuel le oyó decir aun aturdido.

Para el policía, aquel nombre no le era extraño. El pecho ardía, pulsando, y Samuel apretaba los ojos intentando ver algo más.

Comprimía los músculos de la cara al buscar el menor soplo de aire que consiguiera llevar a sus pulmones. Quería un suspiro que le devolviera las fuerzas que se le habían ido junto a la sangre que resbalaba por su cuerpo, pero no había aire y gemía, sintiendo dolor. El miedo que raramente sentía, envolvía por completo su alma en un abrazo mortal. Estaba seguro de que su vida le abandonaba allí, en aquel momento.

En el apartamento de Bruna, después de un plantón difícil, ella sintió un escalofrío extraño. Fue a la ventana y miró la noche oscura allí afuera sin saber lo que pasaba.

Mientras tanto, Samuel sólo tuvo tiempo de pensar en quien amaba:

"Bruna, quería tanto estar contigo esta noche... Sólo una noche más."

— Mira: El gran Samuel, salvador de los niños desaparecidos y los mendigos disecados. ¡Este hacker desgraciado! Un poco más y acaba con toda la red. Menos mal que confiaba en mí – el sujeto dio una carcajada.

Incluso con los oídos afectados, el agente caído en el suelo, herido, reconoció la voz del traidor. El hombre sabiendo que acabaría con su rival, se quitó la máscara ninja estirándola por detrás de la cabeza. El odio recorrió las venas del agente cuando vio la cara del traidor.

Era el comisario Orlando Canhoto, jefe del departamento de combate a los crímenes contra la vida. Uno de los pocos que sabían al respecto de la operación.

Este apuntó el arma hacia el agente casi muerto y cuando puso el dedo de la mano izquierda en el gatillo un compinche dijo:

— Jefe, el tipo está todo fastidiado. ¿Por qué no le pide al doctor Alma que haga un download de su cerebro? Podríamos saber todo lo que tiene en la cabeza y si hay alguien del Ministerio Público por dentro de nuestra operación.

— ¡Buena idea, Sarampión! Manda al personal de la limpieza que recoja los cuerpos que tienen utilidad y envíalo todo a la clínica – Orlando se rascó la perilla gris respondiendo al compinche pelirrojo que tenía muchas pecas en la piel de la cara.

Samuel aún vivo fue puesto en el furgón junto con varios otros cuerpos para que los órganos fueran aprovechados. Antes de irse, hicieron una barredura en el local para eliminar cualquier vestigio que les comprometiera.

Al llegar a la Mansión de la Muerte donde trabajaba Thomas, el doctor Alma, el agente fue llevado inmediatamente al quirófano. Atontado, sin condiciones de reaccionar, sintió una aguja con solución anestésica ser aplicada en la vena de su brazo izquierdo. Cerró y abrió los ojos y vio cuando un médico de bata verde se preparaba para lo que parecía ser una operación.

Después, pensamientos aleatorios dominaron su mente y no había más dolor, ni clamor, ni luz, sólo la oscuridad se apoderó de todo.

Pasado algún tiempo, muchos órganos fueron separados para servir a los clientes. Al lado del doctor Alma, algunos cerebros estaban acondicionados en recipientes de vidrio dentro de soluciones orgánicas, sangre artificial calentado a la temperatura corpórea circulaba por los tejidos neurales. Las arterias que circulaban por las masas encefálicas eran conectadas a bombas que enviaban los nutrientes permitiendo la preservación de los preciosos tejidos neurales.

¿Hacia dónde serían llevados? 

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