Capítulo 6. Christian
La empujo contra la encimera de la cocina hasta que la golpea, mi boca aún en la de ella en un beso que nos deja sin aire. Si la dejo ir, le dará tiempo para pensar. No quiero que piense, quiero que sienta.
A mí.
Mi legua juega con la suya el tiempo suficiente para que mi mano libre se deslice por debajo de su blusa sin que ella lo note, o al menos la distraiga lo suficiente como para resistirse.
Cuando se empuja para apartarse, mi boca baja por su fino cuello lamiendo y chupando su suave piel, y me gano un gemido de satisfacción.
—Christian... —se queja, pero suena como un jadeo.
—Shh.
Ana en realidad no quiere apartarme, quiere fingir que está atracción entre nosotros no existe, y si yo tuviera respeto por mi hermano, me apartaría. Supongo que no le tengo tanta estima como creí.
Mis manos se mueven sobre los botones de su blusa rosa de seda mientras dejo marcas por su hermoso cuello. Suspira, girando la cabeza en el sentido opuesto para que pueda llegar a ella, sus uñas se clavan en la chaqueta de mi traje.
—No deberíamos... —suspira muy bajito.
Se empuja contra mi cuerpo y desliza sus manos por dentro de mi saco, pero deja de hacerlo cuando alcanzo el suave tejido de su sostén blanco, mis dedos pican por apretar sus pezones. Lo hago y ella gime más fuerte.
Su cabeza debe estar en disputa, porque por un momento intenta empujarme lejos de ella pero la resolución dura poco cuando mi boca baja para lamer sus tetas.
—¿Cuál es tu habitación? —pregunto sin apartar mi lengua.
—¿Qué?
No necesita frotarse contra mi para que sepa que está excitada, todo su cuerpo la delata y me complace saber que ella quiere esto tanto como yo. Pregunto de nuevo, chupando con más fuerza mientras ella arquea la espalda.
—¿Cuál es tu habitación, Anastasia?
No voy a cogerla aquí, en medio de la sala. Supongo que no hay compañeros de piso, pero prefiero la privacidad de su recámara en caso de que los haya. Y ojalá no sea mi puto hermano.
—Derecha. —chilla cuando cambio al otro pezón—. Christian, por favor.
—¿Por favor, qué? —me aparto para mirarla, pero mis manos siguen tocando sus pequeñas tetas—. ¿Por favor tócame? —pellizco ambos pezones—. ¿Por favor bésame? —mis labios bajan y tocan los suyos, mordiendo en el proceso—. ¿Por favor cógeme?
Sus ojos azules brillan de excitación y sus piernas intentan frotarse juntas, y carajo, me muero por ver esas bragas mojadas para mi. Sin perder más tiempo, la empujo por el pasillo que señaló y abro la puerta.
La habitación es sencilla, una cama tamaño matrimonial con edredón verde y paredes blancas, nada fuera de lo común. Incluso los barrotes de hierro de la cama la hacen parecer anticuada, pero me serán de utilidad para futuras actividades. Hoy no.
Hoy quiero recordarle a Ana lo maravillosos que somos teniendo sexo: yo, con mi experiencia y ella con su inocencia y naturalidad. Tal vez deba indagar un poco más sobre su experiencia con Elliot, que no debe ser buena si ella está hambrienta de placer.
Nos detenemos junto a la cama, mi mano izquierda liberando su blusa y sostén mientras la derecha se cuela dentro de su pantalón de vestir blanco. Esperaba encontrar una tanga de encaje, pero igual me complace sentir el suave material del algodón de sus bragas.
—Abre para mi. —digo, sus ojos fijos en mi boca.
Mis dedos recorren la humedad de sus labios, trazo un círculo sobre su clítoris y presiono con más fuerza. Otro gemido se escapa de sus labios y juro que también podría haber salido de mi.
Más de su miel empapa mis dedos al tiempo que los deslizo dentro de su vagina caliente, dentro y fuera como pronto lo hará mi pene. Sus piernas se mueven inquietas mientras ella trata de montar mis dedos.
—¿Te gusta? —susurro, metiendo mis dedos más profundo—. Dime cuánto te gusta, Anastasia.
—Si... —su cabeza cae hacia atrás pero sus manos se aferran a mi saco.
Voy más rápido, más duro, su cuerpo se mueve atrás y adelante tratando de llevarme a dónde me necesita para encontrar su liberación y yo no puedo evitarlo, saco los dedos de ella y los pongo en mi boca.
—Deliciosa. —ella me mira con labios entreabiertos—. Acuéstate en la cama.
Por un segundo espero a que se niegue, que se resista a mi, pero no lo hace. Empuja sus pantalones y bragas al piso, luego se recuesta sobre su espalda. Ella definitivamente está más allá de la excitación porque no espera por mi, lleva sus propios dedos a su bulto hinchado y comienza a trazar círculos.
—Nena, basta. Solo yo puedo tocarte. —digo, al tiempo que me deshago de mi saco y corbata—. Solo yo puedo probarte.
La camisa, los pantalones y el boxer quedan en el suelo de la habitación descartados mientras me arrastro sobre su cuerpo. Una parada rápida entre sus piernas para lamer más de esa dulzura que brota de su núcleo.
—Por favor. —chilla, empujando mi cara hacia su clítoris para darle la presión que necesita.
Mi lengua presiona con fuerza y se mueve con rapidez de un lado a otro, su cuerpo se empuja hacia mi boca. Su pecho y mejillas se tiñen de rojo por la excitación, y yo dejo el punto dulce entre sus piernas para reemplazar la lengua con mi pene. Ella gime ruidosamente.
Le gusta, lo sé.
Sus uñas se aferran a mi espalda mientras eleva la cadera para frotarse contra mí.
—Te volviste una gatita traviesa, ¿No? —empujo fuerte y profundo, inmóvil para ver su expresión de satisfacción—. Lo sabía, sabía que disfrutarias de todo el aprendizaje y la experiencia que yo podría darte. Eres perfecta para mi pene.
Ella se sacude de nuevo, obligándome a retomar las embestidas rápidas y profundas que se vuelven descoordinadas cuando pierdo el control. Mi cuerpo se mueve en forma automática sobre ella para cogerla, y estoy tan excitado que dudo que baje después de mi orgasmo.
Anastasia se estremece con fuerza después de dos orgasmos y yo estoy listo para venirme, pero no para terminar con ella. Carajo, podría hacer esto todo el jodido día. Penetro con más fuerza y dejo que mi propia liberación se derrame dentro de ella, la humedad de ambos ensuciando nuestros cuerpos.
A lo lejos escucho el timbre de mi móvil, en el bolsillo de mi saco donde lo dejé, pero me niego a detenerme para revisarlo. Estoy en el puto cielo y debo aprovecharlo todo el tiempo que pueda, porque en este momento ella es mía de nuevo.
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Capitulo nuevo.
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