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1. ¡Vete de aquí!

—¿Cuántas veces te lo voy a repetir, Baek Hyun? ¡No es no! ¿Acaso esperas que te abofeteé? ¿Qué te insulté? ¡Estás agotando mi paciencia! El que tu padre no esté, no limita mi posición en esta casa, como tu madre. Ya está hecha la cena, si quieres comer, bien, si no está la puerta para que vayas a donde quieras. Eres mayor de edad, ¿verdad? ¿No es lo que me recalcas todo el tiempo?

Era la quinta discusión en la semana que volvía a tener con su madre en el comedor cuando tocaba cierto tema que no le agradaba ni una pizca y hervía, más bien, su sangre. Hablar de ello, o intentar hacerlo, la transformaba de una mujer cariñosa a alguien que quería salir de sus casillas como si guardará más de un reprimido sentimiento que no llegó a expresar con su progenitora. Tenía una rabia de mal sabor que la hacía consumir pastillas por aquel agudo dolor de cabeza que la disparaba hasta su habitación para descansar.

De nuevo, Baek Hyun comería solo por ser un bocazas.

Creyó que al no tocar el tema por dos meses calmaría a su madre de reaccionar de la misma forma de siempre; sin embargo, parecía elevar su carácter volviéndola cada vez más agobiada con la situación pues esto no quedaba como una discusión de un día, su madre se volvía indiferente al siguiente, y al otro, durando el promedio de una semana para sentirse capaz de disculparse con su hijo y tratar de seguir la vida que habitualmente llevan.

La madre de Baek Hyun es auxiliar en una escuela primaria. Uno de sus trabajos más estables desde que se mudó a la capital y supo que la calidad de vida era muy diferente al pueblo donde vivió tantos años y por nada iba a retornar. Pasó por años muy complicados debido a ser viuda en una sociedad donde hasta el más mínimo error te juzgaban e imponían que debías volverte a casar para brindarle una mejor calidad de vida a tu hijo. Pero ella no quiso. Todavía vivía con el recuerdo de su amado esposo que llevaba consigo en aquel preciado obsequio que la vida le pudo otorgar. Y ese amor, le dio fuerzas para atravesar las adversidades, consiguiendo que Baek Hyun pueda tener una educación superior que lo llevó a ser un muchacho muy hábil e inteligente para ser autosuficiente.

Él decidió pagarse la universidad, postular a una estatal y hacer trabajos de medio turno para ayudar en casa, aunque su madre a veces rehusó dichas intenciones por no querer que se distraiga de lo primordial: tener una carrera y forjar su futuro. Más que nada, para que su vida no sea similar a la de ella. Veía en su hijo un camino mejor al suyo y por nada le pondría obstáculos, más bien, vería tratar de que ni una piedra evite hacerlo tropezar en su camino.

Se llevó la cena, un tazón de fideos, a su alcoba para disponerse a leer un libro de los tantos que tenía en su pequeña biblioteca. El sitio donde vivía no era siquiera una «casa» como la de otros, era un piso alquilado de cuatro cuartos: cocina, baño y dos habitaciones. Cada espacio como el de una ratonera. Más rectangular que cuadrada. La casera era más metiche que un personaje de telenovela. Tenía ojos en todas partes para venir más de tres veces a la semana con alguna excusa, ya sea el pago de la renta, recados u otra cosa.

Exactamente, siendo las nueve y media de la noche, y oyendo ruidos provenientes de la puerta principal, Baek Hyun sabía que se trataba de ella.

—Buenas noches, señora Hang que-

Calló su habitual saludo cuando observó claramente que las personas frente suyo por nada tenía la apariencia de la tediosa señora Hang.

Tres tipos, posiblemente de la edad de su madre o más, se encontraban de lo más sonrientes y con signos de estar ebrios para soltar más de un disparate en referencia de su aspecto que lo asimilaba con una mujer. Hasta uno intentó tocarle la mejilla, pero Baek Hyun lo esquivó al retroceder un paso.

—¿Parece que... la señorita... no se quiere divertir? —expresó uno de ellos con dejé de diversión e hipeando por su desastroso estado.

—¡Eh, muchacha! No te hagas la decente, bien que eres una pu-

Ni Baek Hyun se lo esperó. Fue tan rápido lo ocurrido que permaneció boquiabierto y detrás de su madre por haber sido casi empujado a un lado de la puerta. Ella abofeteó tan fuerte la mejilla de aquel hombre antes de que terminase de soltar una barbaridad.

—¡Lárguense! ¡LÁRGUENSE DE MI CASA!

Ese elevado tono trajo más de una mirada curiosa en el edificio. Algunos vecinos salieron de sus respectivos pisos en el momento exacto que aquel hombre iba a levantarle una mano. Se veía en su rostro una rabia y más con su caótico estado, pudo ocasionar otro desenlace que se evitó por la rápida intervención de los vigilantes que fueron requeridos.

Ese incidente, más que haber atentado contra la vida de ellos, y ser merecedores de alguna disculpa, fue usado por la señora Hang como motivo de aumentar la renta. Debían poner más de dos vigilantes en el edificio. Por supuesto, no trajo buenas miras de parte de algunos vecinos que empezaron a crear rumores de que posiblemente Baek Hyun o su madre estén metidos en algo turbio.

—¡Ya lo pensé! ¿Por qué no nos vamos de aquí?

La señora Byun se encontraba picando verduras en el lavadero cuando oyó la propuesta de su hijo. Ella solo suspiró, sacudió la cabeza y siguió picando como tomando el tema a la ligera.

—¡Es la verdad, mamá! Tenemos que irnos. ¿Acaso piensas vivir toda tu vida en este viejo edificio? Los vecinos están hablando a nuestras espaldas.

—Como si nunca lo hubieran hecho, Baek Hyun. Ellos siempre hablan.

—¡Con más razón! ¿Por qué aguantas vivir con esos hipócritas?

—Porque así es la sociedad. No puedes irte siempre de cada lugar donde estés porque algo no te guste. Vivirías sin rumbo. Y no, jovencito. No debes huir de tus problemas.

—¿Y tú sí? ¿No es lo que hiciste? ¿Irte de la casa de la abuela?

Su madre detuvo lo que hacía para expresarse por una única vez en todo el día cuando le gritó amargamente: ¡Vete de aquí!

Esas palabras llevaron a Baek Hyun a fruncir el ceño, levantarse abruptamente de la silla del comedor, caminar hacia el perchero para ponerse su casaca de siempre y hacer escuchar con fuerza la puerta tras salir molesto de su casa.

Había más de un sitio donde podría relajar la cabeza, pero tenía algo en mente desde tiempo atrás. Cada noche, era lo mismo, no poder conciliar bien el sueño por sentir que su alma abandonaba su cuerpo para caminar por calles que no conocía en absoluto y lo llevaban al mismo encuentro, con una persona que no veía hace años y no recordaba mucho su aspecto, pero ella se lo hacía saber, en cada peligroso escenario que se presentaba, la reconoció, era su abuela.

—Abuela... Abuela... ¡Abuela!

Levantó angustiado de la cama, agarrando con cierta fuerza las sábanas y con gotas de sudor en la frente que lo hacía ver a todas partes por cerciorarse donde se encontraba. La presencia de su compañero lo hizo caer en cuenta que se encontraba en los dormitorios de su facultad.

—¿Tuviste un mal sueño?

—¿Cuánto tiempo dormí?

—Tres horas.

—¡¿Qué?!

De un salto salió de la cama para alistarse a toda prisa. En una mochila colocó lo esencial, tampoco es que tuviera mucha ropa que poner. No trajo lo suficiente de su casa. Él solo se dirigió hacia los dormitorios de su facultad para descansar. Su compañero de cuarto, Do Kyung Soo, le entregó un papel con una dirección que solicitó como un gran favor. Tener alguien que supiera de informática era muy útil en estos casos, cuando estás buscando desesperadamente a alguien.

—¿Cuánto tiempo te piensas quedar?

—No lo sé, supongo que una semana. Sabes que te llamaré. Necesito que cuides de mi madre.

—Ya son dos favores.

—De los muchos que te debo. Sigue poniéndolo a mi cuenta. Te pagaré.

Kyung Soo suspiró sin rehusarse.

—Ve con cuidado.

Con una característica sonrisa, que hacía pronunciar sus pómulos y arrugar la nariz, Baek Hyun marchó hacia la estación de trenes. Llegando a la hora exacta para abordar y dirigirse hacia la provincia de Busan. Donde tendría que tomar un autobús durante la noche para llegar hacia el pueblo en el cual su madre vivió tantos años.

El clima anunciaba desde horas atrás que estaría por llover. Las gotas empezaron a hacerse cada vez más notorias contra las lunas del autobús que Baek Hyun comenzó a sentir más frío de lo usual a medida que se adentraba a una espesa niebla en la carretera. Intentó limpiar bien su ventana para tratar de ver algo, pero más que conseguir observar, no esperó que el autobús frenará tan abruptamente ocasionando que se diera un fuerte golpe contra la luna y su cabeza rebote hacia el respaldar del asiento de enfrente para terminar quedando inconsciente.

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