LOS PECADOS DEL PADRE SOLO SERÁN SUPERADOS POR LOS PECADOS DE LA HIJA
1989
No había ninguna razón para conservar el trozo de papel que Anna dejó y sin embargo, Sean Devlin todavía lo tenía. No sabía por qué. Su partida había sido repentina, sí, pero en verdad él había comenzado a aburrirse de la relación; su figura embotada en su mente, por lo que el hecho de que ella la terminara por su propia voluntad al irse le ahorró una ruptura molesta. No había ninguna razón para siquiera pensar en esa mujer después de tantos años.
Él había estado entre misiones en ese momento, atrapado en un trabajo de escritorio en uno de los negocios fachada de su empleador, y cuando llegó a casa, Anna y sus cosas ya no estaban, salvo una carta que quedó en el cajón de su mesa de noche. Otra incógnita era por qué allí y no a la vista.
La carta estaba en su estilo empalagoso habitual, podía escribir inglés mejor que hablarlo, diciendo cuánto lo amaba y quería estar con él en una prosa tan púrpura que debería haberse convertido en una novelista. La habría tirado si eso fuera todo lo que ofrecía, pero fue la siguiente parte la que despertó su interés.
Su motivo para irse, a pesar de tanto amor, fue que gente de Aufstieg había aparecido y la había amenazado, sugiriéndole que se fuera, incluso ofreciéndole el billete de avión por sus problemas. Anna luego continuó, diciendo que se habría quedado de todos modos, que se habría opuesto a cualquier cosa, excepto...
...pero no puedo arriesgar a nuestro bebé.
Ella no lo obligaría a nada, él era libre de hacer lo que quisiera, pero si quería encontrarla, le dejó instrucciones sobre dónde probablemente estaría en Irlanda.
Fue una mentira. Por supuesto que lo fue. Había sido cuidadoso... la mayor parte del tiempo. Ella se fue y esperaba que en algún ataque de emoción, Sean hubiera venido persiguiéndola hasta Irlanda. Él no encontraría ningún hijo, pero ella intentaría convencerlo de que podría tenerlo, si se casaba con ella, obtenía su ciudadanía...
Afortunadamente no le faltaba descendencia.
...no podemos arriesgar a nuestro bebé.
Pero ¿y si hubiera algo de verdad en ello? ¿Y si Aufstieg realmente le hubiera sugerido que se fuera? Si se hubiera tratado de una tarjeta de residencia vencida o de algún otro asunto de inmigración, habría acudido a él, como siempre lo había hecho antes. La única razón por la que tenía esa tarjeta era por él. Si ella perdió interés en él, ¿por qué tentarlo con una narrativa infantil falsa? No había otra razón por la que hubiera huido.
Y si se trataba de Aufstieg, eso era algo en lo que Devlin estaba muy interesado. Por muy profundo que estuviera Devlin en Aufstieg, era una elección de carrera para toda la vida; era una organización secreta con grandes planes incluso ocultos para él y sin embargo, a pesar de eso se mantenía fuera de su vida personal, siempre y cuando mantuviera esa vida personal fuera de su alcance.
Aufstieg. ¿A qué se debe ese repentino interés por Anna Mc'Tagerth? ¿Más específicamente su relación con él?
Si hubiera descubierto algo, la habrían matado y luego castigado a Devlin por ser negligente con su seguridad. Comprobó los manifiestos de vuelo y efectivamente ella había subido al avión y regresado a casa, así que la dejaron ir. Anna no tenía nada sobre Aufstieg, pero la despidieron y no le dijeron nada a Devlin al respecto. Aufstieg la quería alejada de él.
¿Por qué? ¿Qué sabía Aufstieg sobre él? Más importante aún, ¿qué sabían ellos que él no?
...nuestro bebe.
Lo perseguía. Porque existía la posibilidad de que ella no estuviera mintiendo. Si bien las mujeres eran generalmente criaturas manipuladoras, Anna había sido abierta e incluso ingenua con él; mentir para llamar la atención no había sido su manera. ¿Y si ella no estuviera mintiendo?
¿Y si tuviera descendencia? Un niño, o tal vez una niña.
Reflexionó sobre la idea en su mente, una y otra vez. Descubrió que todavía no le importaba.
Debería, pensó.
Si bien no quería tener hijos, la transmisión de los genes era la prioridad en todos los seres vivos, la única inmortalidad que uno tenía. La idea de que posiblemente hubiera una criatura con su legado genético debería causar algún tipo de emoción. ¿Orgullo? ¿Alivio? ¿Preocupación? ¿No debería haber una parte de él diseñada por millones de años de evolución para querer proteger ese legado garantizando que el niño sobreviviera? O al menos aumentar las posibilidades de supervivencia haciendo más de ellos, pero Devlin nunca había sido de compañeros casuales.
Tampoco había sido nunca alguien de socios serios. Anna fue la primera, e incluso eso había sido más un experimento que impulsado por la necesidad de compañía.
Devlin no salió a buscar activamente una pareja, y no estaba buscando una cuando conoció a Anna. Una joven extranjera, en mala suerte y necesitada de ayuda. La había recogido al costado de la carretera haciendo autostop, y este recordatorio de su propia juventud lo hizo detenerse por ella. Curiosidad, nada más. Ella no tenía un destino, sólo escapar, así que él la llevó a casa. La dejo quedarse. No hizo preguntas sobre cómo terminó casi sin un centavo en Estados Unidos. Ella le retribuyó cuidándolo, cocinándole, limpiando y lavando la ropa. Teniendo en cuenta su horario de trabajo, esto le resultó beneficioso.
Anna también fue quien dio el primer paso. Él no había mencionado que la deseaba, ni siquiera lo había considerado. Luego ella lo besó, y fue entonces cuando él se dio cuenta de que era una mujer atractiva, un rostro suave, cabello rojo alborotado, cuerpo ágil y ojos brillantes que lo miraban con nada más que adoración.
Y, oh, ¿esa adoración fue más allá de su mirada? Cómo ella se abrió a él, lo tocó, lo amó, prácticamente lo adoró en susurros mientras él la penetraba.
Fue un momento agradable, Sean tuvo que admitir. Él le consiguió la documentación necesaria y la tarjeta de residencia, casi esperando que ella desapareciera poco después, pero ella se quedó. Y Anna quería algo más que un hogar y sexo, prácticamente lo arrastraba fuera cuando él tenía tiempo y corrían como locos por la ciudad, bebiendo y riendo y luego regresaban a su jeep y tenían relaciones en la parte de atrás.
Entonces su rostro era brillante, nítido y lleno de color, pero después de un tiempo comenzó a apagarse a medida que el interés de Devlin disminuía. La novedad de todo aquello se desvaneció y para él se volvió más de lo mismo, sus deseos más intrusivos, sus necesidades una molestia. Ella se estaba desvaneciendo de su enfoque cuando desapareció, dejando nada más que una nota cursi de amor y un posible hijo.
Buen viaje. Termina con todo antes de que se convierta en una tarea monótona. Tira la nota y sigue adelante.
Sin embargo, todavía tenía este lamentable trozo de papel. Todavía tenía este recordatorio de una posible descendencia.
Podría tener un hijo ahí fuera. Un posible hijo, una posible hija.
¿Por qué no le importaba?
Él debería. Esos eran sus genes, su legado.
¿Por qué no puedo querer a nadie... por qué?
***
2014
Long Island, Nueva York.
-¿Estás preparada? – pregunto Asmund –
-No tienes por qué decirlo – le contesto Jennifer –
Aquella noche de tormenta, una organización se armó para recibir una invasión inminente. Estaban recluidos dentro de un teatro con un nivel de detalles visuales tan impresionante, que era imposible calcular todo el dinero invertido en su construcción. Destacaba la gran cantidad de asientos de tela roja, apuntando hacia el escenario de madera maciza con una enorme cortina roja de notable grosor.
Tal organización era la mafia colombiana, quienes intentaron establecer una alianza con Abraham Moshek, un traficante de armas israelí. Las negociaciones iban bien encaminadas, pero terminaron en fracaso por un altercado puntual, producto de una disputa por el territorio de Long Island. Todo culminó en una declaración de guerra. Los colombianos sabían que sus rivales irían por ellos porque estaban preparados para una redada, por tal razón tenía sus propios ases para jugar.
Tenían a dos mercenarios entrenados para la guerra. Uno de ellos era un enorme y musculoso guardián de tez blanca, de origen noruego, con cabello rubio alargado, enorme barba con forma de tridente y mirada de pocos amigos, lo que le concedía el aspecto de un verdadero vikingo. Se hacía llamar Asmund, era un hombre entrenado en el Forsvaret (el ejército de su país), quien decidió desertar por considerar que ser mercenario era mejor remunerado que estar solo al servicio de un país. En esta ocasión, la mafia colombiana era un sitio donde no solo haría gala de su habilidad con inmoralidad, sino que sería el único hogar que lo acogería. Desde entonces, Asmund se volvió uno de los hombres más confiables del jefe de la mafia latina en los Estados Unidos.
Por otro lado, la otra agente era una mujer de pelo largo y rubio, delgada, que solía vestir de traje negro completo. Tenía habilidades sobresalientes en las artes marciales, podría enfrentar a cualquier hombre armado y desarmarlo sin dificultad. En el bajo mundo se le conoció solo como Jennifer. Vivía en Dublín, había sido criada por sus tios ya que su madre había muerto cuando era pequeña. Eran tan severos con ella que perdió su infancia y los sueños que alguna vez tuvo. No supo el por qué sino hasta cumplir la mayoría de edad, cuando por fin la iniciaron en el bajo mundo. Ahí supo que eran afiliados a la IRA, una organización guerrillera que estaba en una guerra eterna con Inglaterra. Sus tíos la habían preparado para preservar su legado, lo que trajo consigo un enorme rencor hacia ellos.
Jennifer conoció a Asmund hace 4 años, en una de las misiones que el noruego tenía para la mafia. Aspiraba a cobrar una recompensa por unos desertores de los colombianos en Marruecos, tanto para honrar a su familia, como para tener esa cantidad en su bolsillo. La asesina también deseaba el dinero, por lo que se encontraron en una carrera mortal por matar primero a los fugitivos. Muchas veces pelearon entre sí, lo cual más que odio formo en ellos una relación de respeto mutuo y cuando por fin mataron a sus objetivos, se perdonaron la vida, estrecharon sus manos y decidieron repartirse el botín.
Jennifer invitó a Asmund a hospedarse con ella; compartieron la habitación durante mucho tiempo y el noruego la invitó a unirse a la mafia colombiana, aunque lo dijo en tono de broma. Si bien la mujer sí lo entendió así, mostró un interés serio en la propuesta, incluso calzaba con su idea de huir lo más lejos posible de las garras de el IRA. Al decidirse, Jennifer se fue con Asmund, no sin previa amenaza de sus jefes por cerrarle las puertas a un posible regreso. La asesina se contentó, pero a la vez, su ira hacia Irlanda crecía mucho más. Solo participaba por su creciente amistad con el ex soldado noruego. Más de una vez se le cruzó la idea de destruir a todo el mundo como este lugar.
Desde entonces, ambos lucharon con éxito en muchas misiones y formaron una confianza mutua, tanto que incluso se revelaron sus nombres en forma mutua con el juramento de nunca decírselo a nadie más.
-¿Tú estás preparado? – le preguntó Jennifer – porque te noto preocupado, Asmund.
El gigante rubio la miró y suspiro con intranquilidad.
-Lo único que te pido, Jennifer, es que no te confíes cuando te encuentres con "Jin Park".
Cuando comenzó la guerra, Asmund temía por esa mujer y Jennifer se inquietaban de verlo así por primera vez. Su miedo no era porque los judíos denotaban superioridad en arsenal de combate, sino porque tenían entre sus filas a la asesina más peligrosa que el mundo hubiera visto. Esta guerrera era conocida como "Sakura", la flor de cerezo que crecía en Japón. Y no solo por su etnia, sino por que al igual que la flor roja, Jin Park manchaba de rojo sangre todos los lugares a donde iba. Su nombre cruzaba el ambiente como una brisa helada que ponía los pelos de punta a cualquiera que lo escuchase: Jin Park.
-Oí de esa tal Jin Park – dijo Jennifer – Dicen que es una jodida leyenda, pero no me parece tan impresionante.
-Ja, es porque no viste lo que yo. Una vez la vi matar a cuatro hombres con un abanico.
-¿Un abanico?
-Un maldito abanico...
Unos pasos apresurados se escucharon en la lejanía.
Jennifer miró reacia hacia su compañero porque no creía en su advertencia. En tanto, el último solo se centraba en el sonido de los pasos. Era uno de sus compañeros de la mafia colombiana.
-¡Ya están acá! – dijo – ¡Llegaron los judíos!
Cuando se fue el mensajero, el dúo de mercenarios preparó sus armas. Nada más pasados unos segundos, los sonidos de disparos y explosiones se escucharon en todo el lugar. Sus adversarios entraron con rapidez en un ataque sorpresa. Más que exaltarse, Jennifer salió sonriendo.
- ¿Atacamos de frente o en sigilo?
-Esta vez... – dijo el gigante – prefiero guardar mis energías para Sakura.
-Entonces, será el sigilo.
En los primeros pasillos del teatro ya se apreciaba un festival de balas entre ambos bandos. Mientras las hordas de los judíos ingresaban como una plaga, Jennifer y Asmund se internaron entre los enemigos y fueron matándolos por decenas. La especialidad de Jennifer era disparar en las sienes de los enemigos a quemarropa, con ello podía eliminarlos con rapidez y reducir el gasto de balas. Mientras tanto, Asmund prefería los cuchillos y sus manos, muy rara vez utilizaba la pistola porque sus golpes eran tan poderosos y certeros, que podía desnucar a su víctima con sólo golpear su mandíbula. El dúo de asesinos también contaba con su arsenal de agarres asfixiantes, dislocaciones, golpes y patadas.
No dudaban en usar toda clase de recursos para reducir a sus enemigos, los cuales cayeron en número con ayuda de algunos colombianos. La sangre escurría en el piso de madera de las decenas de muertos, los agujeros de balas en las paredes se multiplicaban a montón y los destrozos convertían aquel hermoso teatro en una aparente zona de demolición. Asmund no se salvó de recibir un par de balas en su estómago y Jennifer recibió un corte con cuchillo en su pantorrilla derecha. Aun así, ambos seguían de pie, listos para seguir luchando.
Cuando vieron la pila de muertos, se relajaron.
-¿Estás bien, Jennifer? – dijo Asmund –
-Je – dijo Jennifer llevándose la mano a la pantorrilla sangrante – mejor que nunca.
Para desgracia de ambos, uno de sus compañeros apareció con expresión de desesperación:
-¡Volvamos al salón! ¡Han capturado a nuestro jefe!
-Pero ¿cómo? – preguntó incrédula Jennifer –
-¡Entraron en una compuerta que no estaba protegida! ¡Nos distrajeron para atraparlo!
Sin perder tiempo, el dúo junto con otros miembros de la mafia, fueron hacia un enorme salón tras el escenario en donde se ocultaba el jefe. Era un sitio adornado con espejos para cuerpo completo en todos los muros, excepto las salidas. Los adornos de linternas redondas de papel colgadas en el techo, y pilares con dibujos de dragones rojos, daban la sensación de estar en una residencia oriental, disonando con el clásico ambiente teatral en el resto del recinto.
Al llegar, los mafiosos colombianos miraban impotentes como su jefe (un hombre de piel trigueña, calvo, de contextura gruesa y de enorme bigote canoso) fue amarrado a una silla de madera por sus enemigos judíos, teniendo en frente a Abraham Moshek, el jefe. enemigo.
-¿Creíste que te saldrías con la tuya, hijo de puta? – dijo Abraham apuntándole a la cabeza con una pistola – ¿Creíste que podías robarme el armamento y salir como si nada? Maldito hispano idiota.
-Besa mi pene, imbécil – dijo el jefe colombiano escupiéndole al judío –
Abraham sonrió mostrando sus dientes y le propinó un puñetazo que le hizo sangrar la nariz.
-Sabías las consecuencias. Te metiste en mi territorio... sabes que tengo el poder para borrar a tu bandita de toda la faz de la Tierra... y además la tengo a ella.
Ninguno de los miembros de la mafia colombiana (ni siquiera Asmund) oculto su temor al ver salir de las sombras a una mujer vestida con un costoso traje rojo, pelo corto hasta el cuello, ojos rasgados y una mirada indiferente. Esa mirada era la muestra inequívoca de las millas de muertes bajo su mano y una advertencia de que seguiría matando de ser necesario.
-Sakura... – dijo el jefe colombiano con miedo –
-Haz lo tuyo, Sakura – dijo Abraham –
El jefe judío junto a cuatro de sus hombres, se llevó al colombiano mientras dejó a Jin Park junto a otros diez compañeros judíos para erradicar a sus adversarios.
-¡Disparen! – grito Asmund –
El objetivo del noruego era que las balas acabaran con Sakura en los primeros momentos. Para su desgracia, ésta logró esconderse en uno de los pilares al igual que sus compañeros. Solo dos judíos fueron acribillados en el primer ataque.
-¡Cúbranse todos! – grito Asmund –
Los colombianos hicieron lo propio. Quedaron detrás de los pilares e iniciaron las ráfagas de balas entre ambos bandos. Los espejos se rompían, sus fragmentos caían con peligrosidad y alguno que otro combatiente de ambos bandos sufrió daños por los fragmentos.
Cuando las balas se acabaron en ambos bandos, estos salieron de su posición para enfrentarse cara a cara. Algunos sacaron cuchillos, otros usaron sus puños y otros, fragmentos de espejos. La batalla campal duró largos minutos, de a poco caían los miembros, hasta que quedaron en pie Jin Park como único miembro de su bando, mientras que Asmund, Jennifer y otros dos de su bando se preparaban para enfrentarla al mismo tiempo.
Los últimos fueron de inmediato a atacarla, sin saber que la japonesa escondía un cuchillo en su bota, el cual sacó y de un solo tajo, degolló a uno de los colombianos quien cayó como saco de papas, esparciendo la sangre en el suelo. El otro trató de cortar a su enemiga con un trozo de espejo, pero fue inútil porque Jin Park le propinó un corte en el antebrazo, lo cual le quitó la fuerza de su mano y soltó el espejo. Luego enterró su cuchillo en el pecho izquierdo y usó toda su fuerza para alargar el corte en forma horizontal hacia el pecho derecho, atravesando su corazón. El cadáver cayó sobre el otro cuerpo degollado.
-Siguen ustedes – dijo Jin –
Jennifer estiró sus comisuras y dijo:
-Un placer conocerte, Jin Park.
-El placer es mío – Jin respondió con gentileza, para luego mirar al gigante – A Asmund ya lo había visto antes.
El hombre perdió el nerviosismo inicial y habló:
-Sí, Jin. Todavía te recuerdo del teatro kabuki en Tokio...
-Ellos se lo buscaron – Jin Park se sacó el chaleco negro y la corbata, dando la espalda a sus oponentes y buscando algo parecido a un colgador en una pared, donde dejó aquellas prendas – ¿Comenzamos?
Asmund y Jennifer realizaron sus poses de combate. El gigante corrió con toda violencia hacia la asesina japonesa para dar un golpe certero, pero la última era tan veloz que esquivó su ataque inicial. Asmund ejecutó varios golpes de boxeo, pero ninguno acertó e incluso era Jin Park la que aprovechaba de esquivar y golpearle su torso en el momento. Para rematar de forma rápida, Jennifer se acercó a la pelea, sacó una pistola y apuntó a la cabeza. Sin embargo, la japonesa anticipo su movimiento con solo sujetarle la muñeca y golpearle el antebrazo con su codo. Esto provocó que emitiera un grito rasposo mientras soltaba la pistola, la cual Jin pateó a lo lejos. Pero fue ese breve instante el que necesitó Asmund para conectar un rápido golpe a la cabeza.
Asmund creyó tener la victoria segura, ese golpe era su forma de rematar a sus oponentes y jamás le fallaba. Para su desgracia, Jin Park no era nada de lo que había enfrentado antes y quedó comprobado al ver como apenas daba un par de pasos atrás y se mantenía en pie, dispuesta a terminar con su misión.
Sorprendida, Jennifer saltó para golpear con un rodillazo la cabeza de Sakura, pero ésta la tomó en el aire y la hizo caer en forma violenta de espalda contra el suelo. El rubio gigante (caído en la desesperación) no se hizo esperar y tratado de matar con golpes y patadas a la legendaria asesina, pero no lograba siquiera tocarla. Jennifer se incorporó al combate, pero por más esfuerzo que hacían, sus habilidades no se igualaban a las de Jin Park, quien esquivaba ataques como si nada para contraatacar con maniobras sorpresivas.
En ese instante, Jin tomó el traje de Jennifer, usando la mano izquierda para tomarle en la zona del hombro y la derecha para el ombligo, y se dejó caer de espalda para lanzarla a un par de metros en un clásico movimiento de Judo, dejándola aturdida.
-¡Vas a morir! – exclamó Asmund –
En ciertos momentos, parecía que el rubio tenía dominio del combate, pero Jin Park se recuperaba de una manera anormal y con cada nuevo ataque, el gigante se debilitaba aún más. No sintió otra opción que sacar un cuchillo curvo escondido bajo su pantalón con tal de sorprenderla con un corte. Pero ese fue el error que cometió Asmund, porque Jin Park se dio cuenta del arma, cuyo filo apuntaba al torso de su portador. La asesina japonesa usó todo el peso de su cuerpo para impulsarse y lograr que el cuchillo se enterrara cerca del corazón de su adversario. Completamente inmovilizado y aún sujetando el cuchillo, Asmund sintió el frío metal atravesando su pecho y no pudo contenerse al vomitar sangre de su boca. Este cayó de rodillas mientras su visión se nublaba, observando a su asesina frente a él.
Jennifer quedó pasmada al no poder detener la ejecución de su mejor amigo. Si bien sabía que ese era el potencial destino de un asesino, ella deseaba que las cosas terminaran de forma diferente. Quería salir de ese bajo mundo, retirarse para vivir una vida tranquila, sin caminar mirando de un lado a otro por temor a perder su vida a manos de algún colega. Desde niña la entrenaron para ser algo que nunca quiso ser y en aquel instante, más que nunca, detestaba a la mafia colombiana, a Irlanda... y a Jin Park.
Fue entonces cuando la japonesa sacó una pistola para darle el tiro de gracia en la cabeza de Asmund, pero antes de jalar el gatillo, Jennifer notó que estaba cerca de la pistola que le quitaron. No perdió tiempo y la tomó para disparar todas sus balas en una sola ráfaga, gritando como desquiciada. Su oponente no anticipó ese ataque y recibió un balazo certero en su hombro y le rozó otra bala en su cuello. Jin tocó su hombro por instinto y Asmund, perdiendo toda su fuerza restante, cayó de costado.
La asesina se levantó de un salto y tomó un trozo de vidrio para usarlo contra su oponente. Corrió y conectó una certera patada voladora a la cintura de Jin Park. Con ello, le siguieron muchas patadas altas de las cuales le costó esquivar por estar pendiente de su dolor de hombro. Jennifer llevó el trozó de vidrio hacia la garganta de Jin, lo cual parecía una muerte segura. Pero ésta (todavía sujetando su pistola) le disparó en un riñón a Jennifer. El dolor ralentizó su maniobra la cual fue esquivada con facilidad.
El castigo continuó con un repentino dolor cerca de su costado izquierdo, producto de otro disparo propinado por Sakura, por lo cual Jennifer cayó de inmediato al suelo. Otra bala más salió del cañón y llegó al costado derecho. Gritando y luego apretando los dientes del dolor, Jennifer tenía inmovilizadas las piernas y perdía la sensibilidad en ambas. El continuo flujo de sangre le quitaba fuerzas para seguir luchando.
-Termina conmigo... – dijo Jennifer, agonizante –
-Lo haré con gusto – contesto Jin –
La japonesa camino hacia la cabeza de su oponente y le acercó la pistola hacia su sien. La asesina cerró los ojos en espera del inevitable final, pero tan solo escuchó el sonido de un pequeño metal golpeándose con otro. Abrió de a poco los ojos y notó que la pistola de Jin se quedó sin balas.
-Tienes suerte – dijo Jin con disgusto – unos segundos más de vida.
Luego de ello, Jin Park abandonó el cargador de su pistola y metió la mano en su bolsillo para sacar otro cargador con balas. No obstante al cargarla, un extraño sonido se escuchó con sonoridad en las afueras de lo que alguna vez fue un teatro, lo cual llamó su atención y se alejó de sus víctimas.
En cuanto a la asesina lisiada, perdió sus energías y finalmente cerró sus ojos.
***
En un hospital
-Despierta... despierta...
Jennifer abrió los ojos con paciencia. Miró a todos los lados que permitía el yeso que rodeaba su cuello, notó que se encontraba en una camilla conectada a una bolsa de suero cuya manguera iba directa a la vena de su antebrazo derecho. De la calma y tranquilidad iniciales, le vino un torrente de recuerdos de su pelea con Sakura; el cómo ésta mató a su amigo, el cómo le rompió las piernas...
En ello, Jennifer levantó su torso con rapidez y destapó la sábana sobre ella, revelando la terrible verdad; ya no sentía sensibilidad en sus articulaciones, había quedado lisiada. El sentimiento de ira no se hizo esperar. La mujer de cabello negro tomó la manguera del suero y se lo desprendió del antebrazo, lanzándolo lo más lejos que le permitía su fuerza.
-Sé lo enojada que estás – dijo una voz masculina con una extraña pronunciación, claro signo de que era extranjero –
Jennifer miró al hombre que hablaba, sentado a unos metros de distancia. Era un tipo de tez blanca, de bastante edad para la forma en cómo vestía; de un traje completamente negro y gafas oscuras. Su voz le llamaba mucha la atención.
-Sé que quieres venganza... yo te la puedo ofrecer.
-¿Quién eres tú? – pregunto Jennifer –
-Me llamo Sean Devlin y te rescaté porque sé de tu potencial.
La mujer miró sus piernas inutilizadas y dijo:
-Debiste dejarme morir... ahora viviré como una lisiada. Ni siquiera pude salvar a mi compañero de la muerte.
-Lo de tu amigo rubio fue algo desafortunado. Fue tarde para él, pero no lo es para ti. Te ofrezco una oportunidad para que vuelvas a caminar.
Jennifer dudaba de aquel tipo, su noticia era demasiado buena para ser verdad. Se mantuvo cautelosa:
-¿Entonces tienes una forma de que vuelva a hacer uso de mis piernas?
-Exacto, pero te recomiendo que seas discreta y dejes de preguntar cosas.
Aunque todavía no lo creía del todo, la mujer sabía que no contaba con mejores opciones, pero le era satisfactoria la noticia de que este hombre le ofrecía una oportunidad para volver a caminar.
-Y ¿qué debería hacer yo, exactamente? ¿Por qué yo?
-Simple: sólo que me cuides la espalda. Mientras investigábamos a la mafia colombiana, notamos tu forma de pelear y créeme, nos serías de mucha utilidad. Tu madre era débil... – le contesto Sean con una sonrisa maliciosa – Pero tú no – y entonces le tendió la mano – eres mi hija, y he regresado por ti.
Después de esa demostración tan impactante y vigorosa, Sean supo que Jennifer era fuerte. Igual que él. Afortunadamente, ya también tenía a una candidata para que se encargara de Jin Park. Después de todo, Jin había sido su alumna y no podría matarla el mismo.
-Sí claro... ¿crees que puedo creerte? Yo no sé qué paso con mi padre.
-Por que tu madre y tus idiotas tíos nunca te hablaron de mí. Ellos solo se limitaban a la cloaca que tenían por país, pero yo no me limito a Irlanda. Conmigo podrás alcanzar todo tu potencial.
-Dime, Sean... ¿trabajas para una organización gubernamental o algo similar?
-Trabajo para "La Organización", mi proyecto es completamente financiado por mí y otros socios anónimos. Sé lo difícil que es convivir con gente que lo controla todo en este mundo. Tú debes saberlo, has luchado dentro de un círculo vicioso: mafias que gobiernan a las personas, gobiernos que alteran la economía a su favor, que mueve hilos y que se confrontan y que hacen de este planeta un lugar cada vez peor porque nadie es capaz de detenerlos.
Jennifer miraba de forma extrañada a su "salvador"
-Pero si te unes a mí, serás parte de un plan a largo plazo, uno que ayudará a mejorar este mundo y todos esos gobiernos que tanto destruyen la vida dejarán de existir. Si me apoyas, no sólo te verás beneficiada porque ya no serás perseguida, sino que estarás sobre todos.
Para Jennifer, todo lo que decía Sean Devlin parecía presuntuoso y aun así, una persona desquiciada que no debía tener conocimiento de su oscuro mundo, demostraba tener una influencia interesante. El hospital tan lujoso en el que estaba era parte del nivel de dinero que Sean tenia.
Sean le mostró a Jennifer una jeringa con un líquido amarillo, que según le explico reviviría las células muertas debajo de su cadera y la haría caminar de nuevo. A la mujer le atrajo ese tal "Compuesto X" y sorprendentemente, acepto la oferta del hombre.
Se arriesgaría a creerle a su padre con tal de obtener su venganza.
-No tengo nada que perder. Solo una cosa... padre. Quiero matar a Jin Park.
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