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EL DECLIVE DE BOATMAN

Mayo de 2016

Damasco, Siria

Jonathan Brooks, de la Tercera Unidad de Defensa de la Infantería de Marina, estaba cansado y extremadamente nervioso. La multitud de manifestantes sirios se amontonaba aún más cuando la noche se acercaba. Brooks preparó sus gafas de visión nocturna para ver a los manifestantes en condiciones de poca luz. Él y su equipo de defensa habían estado en posición desde la tarde, después de que el líder de la embajada de Estados Unidos, Hal Eldridge, pidiera apoyo inmediato después de que los manifestantes antiestadounidenses se aglomeraran en las puertas delanteras de la embajada de Damasco, Siria.

Tenía que haber unos quinientos de estos sirios, gritando cánticos musulmanes y quemando banderas británicas y estadounidenses. El personal de seguridad de la embajada ya había asegurado los lados de la calle que conducían a ambos lados de la embajada, pero eso no fue suficiente para evitar la protesta.

Desde donde Brooks estaba sentado, podía ver las luces y los pilares decorativos del edificio detrás de él; el lugar donde el embajador Alan Harrison iba a pronunciar un discurso histórico que... diablos, Brooks ni siquiera sabía qué era. Era un discurso "sorpresa"; Alan Harrison era un veterano militar que había trabajado varios años como agente del gobierno, y no había forma de detener al hombre una vez que su mente se centraba sobre algo.

En cuanto a Brooks, su trabajo como marine se centraba principalmente en identificar y prevenir actos de terrorismo, lo que en este caso se tradujo en cuidar a Alan Harrison y a todo el personal en la embajada.

¿Fue valiente el plan de Harrison? ¿Fue temerario? De cualquier manera, por alguna razón, el embajador de los Estados Unidos había decidido usar la celebración de paz de esa noche para aclarar el incidente de la torre de Burton Grand Pharmaceuticals. Sí, después de años de negaciones y encubrimientos, Alan Harrison iba a revelar todo lo que el gobierno sabía sobre la situación con BGP, los incidentes con armas biológicas y el terrorismo a sueldo que vino después. Entonces, ¿qué pasaría si la gente se enterara de estas cosas?

Alan Harrison aun trabajaba en la CIA por aquel entonces, por lo que no era como si la gente pudiera culparlo por ello, y Estados Unidos no fue el único país que sufrió ese tipo de incidente, pero seguramente habría todo tipo de agitación política y otras estupideces como esa.

Aun así, sería bueno si todos los políticos de todo el mundo simplemente sacaran la cabeza de sus traseros para poder concentrarse en deshacerse de los problemas reales. Eran como si pensaran eso solo porque BGP estaba en el inodoro, los terroristas simplemente se irían y dejaran sus armas biológicas por la "paz mundial".

Claro, muchas de las amenazas de renombre todavía estaban en libertad, como Sean Devlin. Honestamente, Alan Harrison estaba en conflicto con este último tema, ya que una parte de él no quería nada más que destruir a ese monstruo para siempre, y una parte igualmente grande de él rezaba a todos los dioses existentes para que nunca volvieran a surgir más gentes como él.

Lástima que un grupo terrorista emergente de Medio Oriente conocido como Al-Qatala hubiera decidido irrumpir en medio de tal acontecimiento.

Ya se habían disparado algunos tiros, pero solo de advertencia; ninguno dirigido hacia los manifestantes. Pero a medida que se acercaba la noche, los manifestantes se volvieron aún más ruidosos.

-Sargento Brooks, tenemos unos cincuenta manifestantes moviéndose a toda velocidad hacia la embajada – era la voz del Cabo Lance Díaz que habló con urgencia a través de la radio de Brooks –

-No disparen a menos que estos manifestantes se pongan agresivos, no... – algo lo interrumpió –

Brooks escuchó una andanada de disparos. Sonaba como un AK-47 debido a los sonidos agudos que emitía. Brooks movió la mira de su M-4 hacia la fuente de los disparos.

-¡Brooks! Nos están disparando. Los manifestantes están armados y se están enfrentando, ¡cambio! – la voz del sargento Harris entro por el auricular, notando que no estaba alucinando –

Brooks sabía que si sus hombres no devolvían el fuego, serían carne desmenuzada.

-¡Devuelvan el fuego! ¡Repito, devuelvan el fuego! – Brooks gritó por su radio –

Desde la distancia, pudo ver a todos los marines a los alrededores de la embajada moviéndose desde sus puestos listos para abrir fuego.

Brooks vio destellos desde los techos de la embajada en los que los francotiradores de la marina se estaban cubriendo. Brooks, que estaba en un rincón en la esquina sureste de la calle, no vio a ningún manifestante disparando, pero aun así escuchó los agudos repiqueteos de los disparos tanto de los AK-47 como de los M-4. Después de cinco minutos de disparos, Brooks pudo ver un helicóptero Black Hawk que se acercaba a la embajada, manteniendo una altitud de treinta metros. El artillero de la puerta disparó rondas de la Minigun directamente hacia la multitud. Fue lo más horrible que Brooks haya visto jamás. Persona tras persona estaban siendo masacradas; había sangre salpicada y cuerpos colapsados. No hubo piedad para los manifestantes que sufrieron una muerte horrible bajo la misericordia de un joven ametrallador.

Pero Brooks sabía que la multitud era hostil y cualquiera de ellos podría haber empuñado un arma. El helicóptero procedió a sobrevolar la embajada mientras que tres cuerdas gruesas colgaron del helicóptero como serpientes. Vio a algunos infantes de marina descender frenéticamente por las cuerdas mientras los operativos de seguridad disparaban sus rifles de asalto contra la multitud. Brooks luego se dio cuenta de que el ochenta y cinco por ciento de los manifestantes estaban armados y disparaban activamente contra el helicóptero. El humo comenzó a bramar desde la hélice trasera del helicóptero, por lo que todos supieron que solo era cuestión de tiempo para que lo derribaran.

Y finalmente si sucedió. Las hélices explotaron y el helicóptero comenzó a caer en picada hacia la calle. Una fuerte explosión hizo que todos se callaran y procedieran a tirarse hacia el suelo.

-¿Qué diablos está pasando ahí fuera? ¿Cuántos han caído? – pregunto Brooks mientras trataba de ponerse de pie –

Brooks primero escuchó una explosión de estática y luego la respuesta al otro lado de la radio.

-Al parecer fueron ocho, señor. Regresaremos a buscar a los muertos, pero tenemos que evacuar a los sobrevivientes. Ya tenemos informes de manifestantes armados que se infiltran en la embajada desde el área bloqueada. Necesitamos que permanezca en su posición antes de que podamos sacarlo. Cambio y fuera – era la voz de la teniente Jocelyn De La Torre, la infante de marina a cargo de la fuerza de reacción rápida, que habían sido los que salieron del helicóptero –

A medida que avanzaba la noche, Brooks solo podía esperar poder sobrevivir al ataque masivo de los terroristas armados, que ya no eran manifestantes.

***

Anna Benson escribió en la computadora de su oficina lo más rápido que pudo, tratando de coordinar las comunicaciones entre las fuerzas de seguridad de la embajada y el apoyo aéreo adicional. Hacia solo dos días, el Cuartel General de la Estación Echo en Damasco obtuvo información sobre una gran operación que iba a tener lugar en esa misma fecha. Algo sobre manifestantes armados y terroristas fueron incluidos en ese informe, pero Anna no podía entender la situación ya que la Agencia de Seguridad Nacional y la CIA tampoco lo sabían. No fue hasta que la embajada de Estados Unidos se mostró en todos los canales de noticias por cable tuvieron la cobertura del asedio que al fin Anna creyó en los informes de "terroristas".

Esto le recordó a Anna el asedio iraní de 1979 a la embajada de Estados Unidos en Teherán, en el que los rehenes quedaron atrapados en Irán durante meses. En esta ocasión, el rescate de la Operación Eagle Claw por parte del Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales fracasó y ocho militares murieron. Anna no quería que sucediera la misma situación, por lo que empezó a coordinar algunas unidades de drones Spectre para realizar un reconocimiento a unos cien metros de la embajada, lejos de las cámaras de noticias. Anna también había puesto en alerta a los agentes de respuesta rápida de la Estación Echo, que estaban a la espera en el piso de abajo.

Mike Shepherd y otros agentes miraron todos los monitores de televisión que rodeaban su pequeño cuarto de hormigón. Cada monitor de televisión estaba conectado a diferentes canales, todos cubriendo el asedio a la embajada de Estados Unidos en Damasco. K no estaba aquí, pero William Redding (el jefe de estación de la CIA) y Anna Benson (los ojos y los oídos del cuartel) estaban en la habitación. Anna estaba obsesionada con lo que estaba haciendo. Estaba transmitiendo comunicaciones en un bucle sin fin a varios equipos de fuerzas especiales listos para intervenir y rescatar a los rehenes. No estaba claro cuántos rehenes había en la embajada, pero probablemente eran muchos.

Mike se sentó en una silla junto a Anna que acababa de entrar, viendo imágenes satelitales de la embajada y muchas otras tonterías que no entendía.

-El presidente Richard Hellerman, dice que no negociará con terroristas. Es la política estadounidense, pero se mantiene callado sobre cualquier intento de rescate. Su administración probablemente esté planeando operaciones encubiertas contra estos terroristas – dijo Anna, masticando su chicle muy ruidosamente –

-La Administración Hellerman no permitirá que algo como lo de Irán vuelva a suceder. Una operación rápida equivale a que no haya rehenes asesinados – dijo Mike con voz cansada y aturdida. Se estaba cansando. No había dormido en treinta y dos horas, pero él era un ex SEAL de la Marina. Él podría durar despierto el tiempo que fuera –

Entonces la puerta de las barracas se abrió de golpe, dando paso a William Redding, que entro con cara de pocos amigos, justo como si acabara de recibir una orden que le disgustaba.

-Las cosas van a ser así, el alto mando acaba de darnos la orden de retirada. No vamos a hacer ningún rescate de rehenes. La Delta Force llevará a cabo una operación de rescate mañana por la noche. Ha sido cuidadosamente planeada y repasada. No debería de fallar.

-Si esperan a mañana todo se ira al demonio – dijo Mike, enojado ante su orden para no actuar – Van a morir estadounidenses.

-No tenemos autorización para estar aquí. Si las autoridades sirias ven a agentes de la CIA actuar en esta crisis van a ocasionar un incidente internacional. Si las operaciones fallan, cosa que no ocurrirá, la Casa Blanca nos dio luz verde para infiltrarnos en la embajada y asegurar a los rehenes.

-Claro, mañana por la noche – dijo Shepherd, y entonces se paró de la silla y fue hasta su casillero. Antes de abrirlo, volteo a ver a los muchachos que había ahí junto a el – ¿Quién viene conmigo?

Seis de sus compañeros asintieron y decidieron seguirle el juego. Mike ya había trabajado lo suficiente con ellos como para saber que pensaban lo mismo que él. También eran buenos agentes y odiaban el significado de "cadena de mando". Tampoco iban a dejar morir a ciudadanos estadounidenses. Nada, ni siquiera el jefe Redding sería un problema.

Pero si había un problema. Michael no se especializaba en el rescate de rehenes. Su trabajo en los últimos años fue la recopilación de inteligencia sobre armas bio-fabricadas, asesinatos e infiltraciones. Nada más y nada menos. Con suerte, Mike y los demás tendrían un plan de respaldo si tuvieran que entrar allí.

***

Casi media hora después, Mike Shepherd y el grupo de agentes de la CIA ya estaban preparando sus M-4 y todo el equipo táctico que iban a ocupar. La furgoneta en donde iban a toda velocidad los estaba acercando a seis kilómetros al norte de la embajada, por lo que el agente al volante; Leon "Sasha" Ploce lanzó un grito de la emoción que estaba sintiendo. Mike sintió emoción y miedo al mismo tiempo. Como operador de la CIA desde hacía mucho tiempo, todas las misiones que había realizado desde Irak, Afganistán y Libano habían estado en el mismo grupo demográfico aterrador; Medio Oriente. Esa parte del Golfo Pérsico estaba marcada por el hambre, las plagas y la guerra civil, y Mike Shepherd tuvo que sentirlo, olerlo y verlo todo.

-¡Boatman! – gritó Sasha desde el asiento del conductor – Cinco minutos para el punto de encuentro.

-Entendido – respondió Mike, alistando y asegurando el cargador en su M-4 –

Los rostros de sus compañeros de escuadrón se veían espeluznantes en la iluminación azul interna de la furgoneta. Todos vestidos de faena; sin cascos, solo pañuelos de colores del desierto y rifles M-4, estaban ansiosos. A pesar de que todos eran ex militares y sabían a lo que se enfrentaban, también tenían en cuenta de que debían de estar preparados para cualquier cosa.

Anna Benson había podido ponerlos en contacto con la policía local, por lo cual los operadores sirios le dijeron al equipo de la CIA que las bengalas azules marcarían el área de control, pero podrían atraer al enemigo más mortífero que era los medios de comunicación. Con suerte, si las cámaras y los reporteros estuvieran en la escena, sus rostros no quedarían atrapados en los flashes.

-Ya estamos aquí – Sasha dijo por encima del fuerte sonido del motor al apagarlo –

Mike podía ver en su visión periférica las bengalas azules de las que hablaban los sirios. Se alinearon en las calles aledañas con precisión simétrica, pero no había señales de vida. Solo filas y filas de casas sin gente o tan siquiera luces. Las bengalas abarcaron al menos un kilómetro a través de lo grueso y lo delgado de las calles.

La furgoneta se estaciono con cuidado en una pequeña área despejada hecha por los hombres de ley que se habían hecho rudos en las calles de Damasco. Ploce, Wilkes, Tim y Mike Shepherd salieron del vehículo. El área estaba oscura y las bengalas ya no proporcionaban mucha iluminación.

El equipo se movió lentamente hacia el área de preparación y los agentes de la CIA vieron a los agentes de la ley locales. Una voz saludó a Mike Shepherd, quien se adelantó rápidamente a sus compañeros.

-Hola, soy el Mayor Akurdet del Comando de Operaciones Especiales – era una voz masculina. El hombre medía un metro con setenta de alto, pero su rostro no se notaba debido a la débil iluminación – Su amiga por la radio ya nos informo todo. Hemos preparado la mayor parte del área del escenario, solo algunas naves más para asegurar la extracción de los rehenes – las últimas dos palabras que pronunció el hombre fueron ahogadas por el sonido de dos helicópteros MH-53 que gritaban en lo alto, y dos helicópteros más del Cuerpo de Marines de Estados Unidos se movieron sobre el área y desaparecieron en el cielo nocturno –

-¿Qué hacen aquí los helicópteros de la Marina? – preguntó Mike – Creí que solo los marines de la embajada eran los que estaban disponibles.

-Hay otra zona de aterrizaje a dos kilómetros al este de aquí. También se están preparando para el apoyo aéreo para el rescate – dijo el mayor Akurdet. Miró a Mike de manera peculiar y luego al resto de su escuadrón detrás de él – Me dijeron que ustedes son la punta de la lanza.

Mike asintió y miró a lo lejos. Podía ver a los comandos sirios tomando posición en los vehículos, con sus rifles de asalto listos. Después vio a sus hombres y también hicieron lo mismo. Todos se mezclaron bastante bien, usando la efectividad de los vehículos y el ingenio de sus mentes.

Parecía que todo iba de acuerdo al plan.

***

Fouad Zillah mantuvo su walkie talkie cerca mientras sus hombres apuntaban con sus AK-47 a los aproximadamente sesenta rehenes en la gran sección del vestíbulo de la embajada. La toma de posesión fue un éxito. Sus hombres (vestidos como manifestantes) pudieron derrotar a los marines estadounidenses de resguardo y lograron tomar al personal de la embajada, todo a cambio de la liberación del sudanés Arish Tazirbu, el líder de Al-Qatala en la región. Tazirbu había sido encarcelado por los infieles británicos hacia dos semanas, y el equipo de Fouad fue asignado a una misión abierta para infiltrarse en la embajada americana para tomar rehenes. Si su equipo fallaba (cosa que no sucedió) todos serían decapitados por su propio comandante. Fouad tenía más de noventa hombres, todos patrullando alrededor de la embajada y vigilando a los cautivos. Muchos de los rehenes eran empleados civiles, algunos otros eran infantes de marina y diplomáticos de alto rango.

Había veinticinco rehenes en el vestíbulo grande, otros veinticinco estaban en el segundo piso y otros diez en un gran gimnasio hacia la parte trasera de la embajada. Si los estadounidenses amenazaban con asaltar la embajada, Fouad dijo que primero les advertiría y si no retrocedían, ejecutaría a veinte rehenes. Fouad se aseguró de que los rehenes estuvieran bien alimentados y mantuvieran una apariencia higienizada. Pudieron comer, dormir y usar el baño sin problemas. Los hombres de Fouad bloquearon todo el edificio. También instalaron explosivos C4 a control remoto en las oficinas del piso superior y áreas con ventanas en caso de que los comandos enemigos intentaran ingresar.

Fouad mantenía un vínculo constante con sus comandantes a través de un enlace de radio. Debido al campo de enlace inalámbrico satelital en toda la embajada, podía mantener comunicaciones a millas y millas de distancia. Fouad estaba sentado en el escritorio de una recepcionista, cuando una mujer joven se acercó a él. Era castaña, blanca, vestía un suéter azul de cuello alto y jeans negros.

-Señor, necesito salir. Necesito ver un poco de luz solar – el inglés de la mujer estaba bien articulado y sus ojos cafés se veían más brillantes cuando estaba preocupada –

-No. No se te permite salir. Ahora siéntate – Fouad tenía ojos oscuros, piel morena oscura, cabello lacio y un bigote espeso. Tenía cuarenta y tantos años, pero aun así era bastante intimidante –

-Por favor, señor. Necesito...

-Si te dejo salir, ¿te callarás?

-Sí.

Fouad despidió a la mujer, pero asintió con la cabeza a uno de sus hombres que estaba cerca para que la observara atentamente. Pasó junto a los rehenes sentados en el suelo, que estaban hablando, comiendo o durmiendo. Ella camino hasta una puerta corrediza situada al oeste de la embajada. Podía ver los misteriosos caminos vacíos cuando salió. El guardia estaba detrás de ella, con su AK-47 apuntado hacia su cuerpo.

La mujer alcanzó su dedo índice y presionó su oreja tres veces, como si estuviera señalando. Luego se dio la vuelta, y a la velocidad de la luz desarmó al guardia y usó un golpe de Karate para golpearlo en la cabeza. Después le quitó el AK-47 al terrorista y usó unas esposas que había escondido en sus pantalones para apresarle las manos a la puerta.

El sirio estaba enojado y conmocionado al mismo tiempo; trató de gritar, pero la mujer le puso una mordaza en la boca. Ella nunca había tenido miedo a morir, pero esto era lo más cercano a eso. Volteándose, la mujer vio el destello de luz desde la distancia, y se aseguró de escabullirse de la embajada y evitar a los guardias.

***

La mujer interna del Servicio Secreto, Debbie Harrison, hizo muy bien su trabajo. Hizo una señal al operador que estaba en la parte superior de un edificio distante y después alertó al equipo observador de la policía local.

Tan pronto como Debbie hizo una señal al operador sirio, este cargó las coordenadas de la embajada hacia un helicóptero Pave Low en donde se encontraba el equipo de asalto de la CIA. El sol ya empezaba a salir en el horizonte, lo que significaba que los comandos no podían confiar en la oscuridad, sino que tenían que confiar en la velocidad y la precisión.

El elegante helicóptero negro mate casi se deslizó por el aire. Tres helicópteros más lo siguieron, formando una posición triangular en el cielo. Cuatro MH-53 más estaban en camino, con el grueso de los marines que harían el asalto. El plan era colocar a cada equipo en cada uno de los tres pisos, matar a los terroristas y proceder a asegurar el perímetro y la extracción segura de los rehenes. Todos esperaban que nada saliera mal.

El helicóptero explorador Pave Low voló entre las carreteras a las afueras de Damasco hasta adentrarse a la zona de peligro. Su distintivo de llamada era Scout One. Tardó aproximadamente cuatro minutos (volando casi a toda velocidad) en llegar a la ciudad. La embajada estaba al sur, así que había más vuelos cerca. El piloto, McCash, volvió a comprobar las coordenadas de la embajada de Estados Unidos.

Los terroristas tenían una ventaja; las tres grandes carreteras que conducían a la embajada servían como una especie de cuello de botella, por lo que era una zona trampa. Si los comandos estuvieran en peligro, los terroristas podrían rodear las carreteras interconectadas y como una anaconda, sujetarían a los comandos con fuerza mediante una emboscada con lanzamisiles RPG. Pero eso era casi imposible debido a la cantidad de apoyo que tenían los comandos. Además de eso, algunos francotiradores de la policía local estarían apostados en los edificios distantes con rifles de alto poder.

Los corresponsales de guerra también estaban en el terreno, un poco lejos de la embajada pero aún dentro del alcance de la cámara durante toda la operación. Con suerte, los periodistas no serían tan estúpidos como para encontrarse en un fuego cruzado. El Pave Low voló a baja altura entre las calles y los edificios vacíos de la ciudad, hasta que McCash pudo ver la embajada desde el radar de su cabina.

-Edificio objetivo a trescientos metros al norte – dijo McCash –

-Entendido Scout Two. Scout Three, comuníquense con el equipo táctico. Estamos listos para la operación – instruyó el coopiloto Lake –

Cuando el Pave Low se acercó a su marca, los pilotos pudieron ver literalmente las puertas delanteras de la embajada aparentemente sin vida. De repente, en la visión periférica de Lake, este pudo ver una columna de humo blanco... ¡y luego escuchó un fuerte estruendo!

Todo lo que vieron los pilotos fue una enorme bola de fuego, y Lake recordó a McCash gritando en su radio.

-¡Scout One ha sido alcanzado, repito, Scout One ha sido alcanzado por un proyectil explosivo!

El Pave Low estaba en picada descontrolada, con humo negro y fuego saliendo de su cola hasta que finalmente encontró su hogar en el suelo. También se escuchó el sonido de los disparos cuando McCash y Lake salieron de entre los escombros y corrieron para ponerse a salvo. Milagrosamente, los pilotos resultaron ilesos, pero conmocionados.

Scout Two y Scout Three volaron sobre la embajada y rociaron el techo con rondas de ametralladoras de calibre cincuenta. Los secuestradores de arriba cayeron muertos con una enorme cantidad de sangre y balas. El polvo pareció engullir al Scout Two y al Scout Three mientras continuaba disparando rondas en el techo, asegurándose de que todos los enemigos estuvieran muertos. Sin embargo, ambos helicópteros tuvieron que retirarse debido a que los terroristas comenzaron a disparar misiles RPG.

Ese fue el principio del fin.

Unos minutos más tarde, cuatro helicópteros MH-53 volaron hacia la escena de la batalla e intentaron deshacer la misión ya condenada. El plan era desplegar los comandos en la azotea, pero eso fue imposible debido al caos que reinaba allí. En cambio, los MH-53 se detuvieron antes de llegar a la ubicación del objetivo, y los marines junto a los operadores de la CIA descendieron por las cuerdas para dirigirse hacia la embajada.

Los helicópteros distrajeron a los terroristas mientras los operadores de Delta avanzaban hacia el primer piso de la embajada, pero eso ya era imposible debido al caos que reinaba allí. Los marines los siguieron solo para caer en la trampa. Los terroristas sacaron las bocas de sus AK-47 por las ventanas del primer piso y dispararon contra los soldados. Pasaron quince segundos antes de que los operadores de la CIA murieran en una lluvia de disparos y sangre caliente.

Otro MH-53 voló hacia la escena de la batalla, pero se acercó al techo. Un terrorista escondido en la azotea (que salió ileso de los disparos) disparó su RPG al vientre del helicóptero. Una enorme bola de fuego mató al terrorista, pero también provocó que el MH-53 cayera sobre el techo y explotara cinco segundos después. Los Pave Lows, Scout Two y Scout Three, fueron los únicos sobrevivientes además de los pilotos ilesos que se escondieron.

A duras penas, Mike y su equipo llegaron hasta el primer piso aniquilando a cuanto terrorista se les puso en sus caminos, ya sea disparándoles con sus M-4 o luchando cuerpo a cuerpo. La embajada olía primero a aire acondicionado, pero ahora olía a pólvora y sangre. Mike examinó el vestíbulo y pudo ver a los rehenes. El problema era que había unos cuantos terroristas custodiándolos, pero Mike vio algo muy horrible; luces rojas parpadeantes se alineaban en las paredes oscuras detrás de los rehenes.

Las luces parpadeantes no eran cualquier luz. Eran minas de movimiento NWZX-20 cuidadosamente cableadas. Si las minas detectaran un movimiento rápido, crearían una explosión impactante en una reacción en cadena y destruyendo la embajada matando a todos.

Había terroristas que les hablaron a los rehenes en voz alta, diciéndoles en inglés que no se movieran o no verían la luz de la mañana.

Casi a la distancia, Mike reconoció a uno de los terroristas: Fouad Zillah, que era uno de los blancos prioritarios de búsqueda y captura en la región. Antes de que pudieran reaccionar ante las bombas y los rehenes, los agentes de la CIA se vieron rodeados por cerca de treinta terroristas que se arremolinaron en las escaleras y en la puerta.

Ya no había nada que hacer, no había lugar para ponerse a cubierto y además ya tenían sus balas contadas. Los terroristas les comenzaron a ladrar cosas que ninguno de los americanos entendía, por lo que Mike miro a sus hombres; desde a Ploce, a Wilkes y a Tim, que era el más joven y parecía que estaba sudando frio. Todos se conocías y parecía que escuchaban sus pensamientos como si tuvieran telequinesis.

-Nos van a capturar y nos van a ejecutar en un video en vivo – les dijo Tim alzando su M-4 –

-Pues a mí no me van a agarrar vivo – le respondió Wilkes, poniendo una mirada triste y aceptando su destino –

Maldición. ¿En qué diablos se metió Mike? ¿Cómo iba a cumplir esta misión? Bueno, Mike Shepherd no lo sabía. Era más un improvisador. Improvisaba planes sobre la marcha, no planifica con antelación. Pero el haberse lanzado a esta misión le había costado caro. Tantos aliados muertos, y ahora también los rehenes y sus compañeros de la CIA serian presas de sus imprudencias.

¿En qué mierda me metí? ¿Qué estupidez hice?

Sin hacer o decir algo más, Mike Shepherd y sus hombres alzaron sus armas y abrieron fuego contra todos los terroristas que tenían en frente. Mike apenas y noto que había derribado como a cuatro sirios justo cuando las balas en su cargador se terminaron. No le dio tiempo de recargar pues justo en ese momento, Mike sintió como una bala entraba de lleno en su hombro, seguida de otras más en todo el brazo izquierdo y una en la pierna.

Se derrumbó; todos sus sentidos se volvieron de lo más pesados justo cuando vio como Tim era atravesado por una bala en la cabeza. Ploce dio más pelea, pero finalmente también fue acribillado brutalmente cuando tres terroristas le llenaron completamente su cuerpo con balas de AK-47. Mike trato de jalar a Wilkes que apenas y podía disparar su Beretta mientras que se arrastraba por el suelo, pero entonces hubo una explosión que sacudió el lugar entero.

Al caer al suelo, Mike sintió un dolor agudo en la parte posterior de la cabeza. Tocó el lugar donde el sentía el dolor y entonces noto como un pedazo de metal sobresalía de unos centímetros atrás de su oreja. Al volver a ver su mano, Mike vio sangre de color rojo oscuro en sus dedos.

Debido al shock, Mike cayo a la oscuridad justo en ese momento.

Después de diez minutos, el polvo se asentó y no había nada más que sangre caliente corriendo por la arena dentro de toda esa carnicería.

***

El embajador Alan Harrison miró a su alrededor mientras lo arrastraban hacia el patio después de haber sido noqueado.

Dos insurgentes de Al-Qatala llevaban rifles AK-47 y cada uno de ellos le sujetaba el brazo. Lo empujaron hacia el centro y este volvió a medio perder el conocimiento. Uno de los terroristas usó la culata del AK y la estrelló justo en la cara del embajador. Mientras veía como los sirios formaban a todos los rehenes, Alan Harrison quedo devastado por la destrucción de la conferencia que iba a dar por parte de los insurgentes, pero lo único que podía hacer era permanecer indefenso. Si intentaba escapar, estaría muerto.

En un abrir y cerrar de ojos, vio a sus compatriotas que había jurado proteger siendo asesinados sin piedad en un coro terrorífico de balas causado por los rifles de Al-Qatala. Un montón de animales salvajes estaban listos para desatar el infierno en la embajada. A medida que alguien se acercaba a la arena, las armas volvieron a apuntar hacia el cielo como si fueran superiores a los demás.

El embajador volvió a ser llevado a rastras, para que después un insurgente le diera una patada en la cara. Alan Harrison se despertó solo para descubrir que había sido crucificado en un poste. Fouad Zillah, el cerebro detrás de todo, tomo una pistola Desert Eagle y comenzó a dar un discurso aterrador ante una serie de cámaras que tenía en frente.

-Esto es lo que ocurre cuando intentan derribarnos. Los infieles mueren y nosotros prevalecemos... su misión de rescate les salió bastante cara.

Alan Harrison acepto su destino al momento en que las cámaras lo enfocaron y Fouad le apunto a la cabeza.

-Esto se sacan los infieles cuando se meten donde no se les llama...

Y entonces hubo un disparo. Las palabras de Fouad fueron lo último que Alan Harrison escucho en vida.

***

Washington DC

Un mes después

Mike tuvo suerte; le sacaron los pedazos de metralla de la cabeza, lo sacaron de Damasco y le buscaron una habitación privada en el hospital Walter Reed. La mayoría de los soldados en la sala de al lado no habían tenido tanta suerte. Habían perdido brazos, piernas, partes de la cara, trozos de cráneo.

Mike se avergonzaba de su buena estrella. Había salido de Siria en un C-130 con los restos de un soldado (el sargento Jonathan Brooks) que había muerto por una granada a las afueras de la embajada. La caja que contenía lo que quedaba de él era más una taquilla metálica que un féretro, pero iba envuelta en la bandera estadounidense.

Recibieron el cuerpo en Kuwait con una solemne ceremonia. Lo llamaban "Maniobra Patriótica", pero después de saludar a los restos del soldado, la guardia de honor alzó la taquilla metálica y la metió en lo que parecía un camión de carne. Los soldados salieron y el camión se marchó.

El mismo K se trasladó al Walter Reed poco después de que rescataran a Mike. Tenía el aspecto astuto y acicalado de un aristócrata veneciano. Lo acompañaba Ben Hirsch que caminaba con las piernas tiesas, pavoneándose como un entrenador de fútbol de los años cincuenta. Mike estaba todavía muy sedado, y al despertar se dio cuenta de que K le agarraba la mano.

-¿Cómo estás?

Mike gimió, y el jefe de la Estación Echo le dio un apretón en la mano.

-Sí que la cagaste, ¿me oyes? – al ver que Mike no respondía, el hombre continuó – He venido a decirte una cosa. Te vamos a dar un descanso en lo que terminamos de con los asuntos burocráticos.

Mike intentó dar una explicación por el rescate fallido, pero las palabras no le salían con mucha claridad. K hablaba de nuevo. Hablaba de terroristas y de que los agentes de la CIA eran guerreros silenciosos, no una fuerza de respuesta rápida. Mike intentó dar una respuesta, cuando K comentó que tal vez debería marcharse para que el paciente pudiera descansar. Esto último lo dijo con tono desenvuelto:

-Descansa, muchacho. Lo feo vendrá después.

-Gracias – consiguió decir Mike, y cerró los ojos. Antes de volver a caer en un narcótico sopor, reconstruyó mentalmente las caras de los agentes muertos que había dejado en Damasco –

Hirsch volvió unos días más tarde. Mike ya se encontraba mejor. El efecto de los sedantes empezaba a desvanecerse, con lo cual la cabeza le dolía más, pero tenía la mente más despejada.

-Has hecho un buen trabajo – dijo Ben con sarcasmo – Tu padre estaría orgulloso de ti.

Mike se incorporó en la cama para ver mejor a Hirsch.

-Si te dije que mi padre odiaba la CIA y al gobierno en general. ¿No?

-Ya lo sé. Por eso habría estado orgulloso de ti. La cagaste en grande

Y era cierto. Tom Shepherd había sido del Cuerpo de Marines y había luchado en Vietnam, y había odiado casi cada minuto de su labor. Había trabajado con operadores de la CIA en misiones de sabotaje en las selvas de Laos y Camboya, y lo único que podía decir de los de la CIA era que solo eran unos muchachos privilegiados que no entendían el significado de la guerra y que a la vez les hacían el trabajo sucio a los políticos. Tal vez Tom se habría sentido orgulloso de saber que su chico se había unido a la misma gente que lo había atormentado a él, pero Mike lo dudaba.

-Quiero volver a Damasco... tengo que cazar a los imbéciles que hicieron esto – expresó Mike –

-Ni hablar – se apresuró a responder Hirsch – Eso está fuera de toda cuestión. Estás quemado. El jefe Redding y Anna Benson te han echado toda la responsabilidad por el asesinato del embajador y el resto del personal en la embajada. Estas embarrado hasta la mierda de todo lo que vaya a pasar.

-Pues dimito. O me mandas de vuelta a Damasco a arreglar el "supuesto desastre" que yo cometí o me busco otro trabajo.

-No seas imbécil, Michael. Y no me amenaces, que no te va a servir de nada. De todas formas, tengo otra idea para ti. ¿Te gustaría hacer algo que es... digamos, poco convencional?

-¿En las oficinas centrales? En absoluto. Si intentas obligarme, no me limitaré a dimitir. Me pasaré al enemigo.

-Serás analista en las oficinas de la Estación Echo en lo que salimos de todos los líos burocráticos que se soltaron. Ya te digo que es poco convencional en análisis de información, pero al menos no tendrás que jugarte la vida por un largo tiempo. Te va a gustar, te lo prometo. Es un trabajo hecho para un alborotador como tú – dijo Hirsch –

-Pues olvídalo. Quiero volver a Siria – insistió Mike – Te lo he dicho: o vuelvo a Damasco o me largo.

-Déjalo ya y a ver si maduras un poco. Te repito que Damasco es imposible. Te equivocas si rechazas mi propuesta, pero ese es tu problema. Si insistes en volver al trabajo de campo, estoy dispuesto a ofrecerte lo mejor después de Damasco, que es Washington... donde por cierto ya también se enteraron de tu maniobra – le respondió Ben, pero ahora ya traía un tono molesto en su voz – Este trabajo que te estoy ofreciendo es mejor en realidad, porque puedes coordinar operaciones auténticas, en lugar de andar siempre rogando para que no te vuelen el culo. Así que cierra el pico. Bueno, mejor no lo cierres y dime: "Gracias, Ben. Washington es un regalo. Te agradezco de verdad la confianza que tienes en mí por que no les entregaste mi cabeza a los altos mandos".

Mike se rascó la espinosa barba. Luego se pasó la mano por la parte trasera de su cabeza, donde noto la gran banda que cubría la parte donde el fierro se había incrustado anteriormente. Se dio cuenta de que realmente había sido un tipo suertudo por seguir vivo y en una pieza.

-¿Cuándo me marcho? Si acepto lo de las oficinas, claro.

-En cuanto puedas andar sin tambalearte, que según me dicen será dentro de una semana más o menos.

Mike miró por la ventana más allá del jardín, hacia el atasco de tráfico en la calle dieciséis: los chicos de reparto de Pizza Hut, los mensajeros de paquetería y los trabajadores que volvían a casa a toda prisa para ver sus programas favoritos de televisión. Norteamérica era muy normal. El sangriento caos de Medio Oriente y la lucha contra facciones terroristas como "La Organización" parecía de otro planeta. Se volteo hacia Hirsch, que evidentemente esperaba una respuesta. A pesar de sus fanfarronadas, Ben Hirsch era como todo el mundo. Sólo quería recibir buenas noticias. Pero Mike no estaba de humor. Le dolía mucho la cabeza.

-Estamos perdiendo la guerra, Ben. Te das cuenta, ¿verdad?

-Claro que sí, suponiendo que estés hablando de la pequeña guerra en Medio Oriente. Pero no estamos perdiendo "la gran guerra", por lo menos todavía. La guerra que podría acabar con todo, desde Los Ángeles hasta Maine, y dejar a los ciudadanos de a pie tan aterrados que se irían cagando en los pantalones. En esa guerra nos vamos defendiendo, pero a duras penas. Por eso te quiero en las oficinas, demostrando que aun eres eficiente para que después de un tiempo te permitan volver al campo. Desde la información que nos pasaste de Camboya diste con algo bueno. La red de Sean Devlin es auténtica. Y en los últimos meses nos ha llegado información de otras fuentes. Tenemos que acabar con él. Es fundamental. Así que deja de compadecerte de ti mismo y ponte bien. Haz la rehabilitación y vuelve a darle caza a ese imbécil.

Mike esbozó una lánguida sonrisa.

-¿Acaso tengo elección?

-No.

Hirsch se levantó para marcharse, pero se lo pensó mejor y volvió a sentarse. Quería que Mike comprendiera que aquello no era un premio de consolación. Entornó un ojo, como si intentara concentrarse en algo muy lejano.

-¿Recuerdas la primera vez que apareciste en la CIA, justo después de haber sobrevivido a la torre de BGP en Nueva York?

-Sí. Me aterrorizaste.

-Me halagas. Pero quiero que sepas una cosa; incluso desde que estuvimos juntos en los SEAL, supe que quería que tú y yo hiciéramos equipo, ¿Y sabes por qué? Desde el DUBS destacaste en todo. Fuiste un crack, pero eso no es todo. Muchos de los que se pasan de la Armada a la CIA luego se convierten en unos desastres como agentes. Es como en el instituto. Hay una especie de relación inversa entre el éxito precoz y la vida real más adelante. No, lo que me llamó la atención fue otra cosa. Algo tan poco común que tenía miedo de que desapareciera en nuestra línea de trabajo.

-Me rindo – admitió Mike – ¿Qué era?

-Que tu talento es innato. Es la única forma que tengo de expresarlo. Ni siquiera habías empezado todavía y ya sabías lo que estabas haciendo. Sabías que ahí fuera había gente muy mala que quería matar estadounidenses. Los habías estudiado. Sabías que venían por nosotros, y eso es más de lo que entendía el noventa y nueve por ciento del personal de la agencia por aquel entonces.

Ben agarro su saco que estaba en la silla y se lo puso sobre el hombro, preparándose para salir del cuarto del hospital.

-Adelante, recupérate en lo que pasan todas las sanciones burocráticas, haz tu pantalla de obediente y después vuelve a la pelea. A veces siento que tú eres el único que tiene los tamaños para enfrentarse contra todos.

Las semanas pasaron y Mike continúo con las fisioterapias. Sus sentidos cognitivos estaban regresando con rapidez y su andar ya se estaba normalizando, para sorpresa del personal médico. Aun no sabían cómo era que estaba recuperándose tan rápido ya que una herida en la cabeza de ese nivel lo hubiera dejado en estado de coma, o mínimo con una discapacidad.

Pero a Mike nada lo paraba. El doctor le dijo que era bastante afortunado.

Afortunado... si, ¿Cómo no, Doc?

Con un tintineo en la mesilla de noche y aun con los ojos cerrados, Mike saboreo la sensación de ardor en la garganta. Había pasado un tiempo desde que tomó un trago tan fuerte, sin importar que su lengua estaba entrenada para saborear el ardor. Pero las ocasiones especiales requerían como siempre una noche tradicional con otra botellita de la tienda de autoservicio; al menos la enfermera accedió a comprarle unas dos a pesar de sus suplicas.

Otro fracaso más. Nadie se salvó. Mike no hablaba consigo mismo sin pensar, pero esta noche era diferente. ¿Cuál sería el punto? ¿Cuál era el punto de él? Si no estaba arrastrando a un alma inocente al infierno, estaría siendo entrenado hasta el punto de ruptura o traicionado una y otra vez por la misma gente de mierda; tal vez simplemente era otra espiral más que no podía controlar. Él sentía que sucedió de ese modo. Ninguna cantidad de correr, respirar o beber era capaz de retener esa gran e inevitable verdad.

Debería suicidarse. Debería haberse suicidado. ¿Por qué sería tan arrogante como para creer que podía apoyar a sus compañeros en el campo, y mucho menos a la humanidad misma? Ya era un hombre de mediana edad con una larga vida escasa de amistades, y casi vacía de romance. No era normal y tal vez nunca lo fue. Tal vez el incidente de la torre de BGP había sido sólo una excusa conveniente, porque incluso en aquel entonces, cuando era un chico de veintitantos años estaba tan desesperado por demostrar su valía. ¿A quién? ¿A Jin Park? ¿A el mismo? ¿Por qué? Quizás nunca valió nada.

Así que se terminada la segunda botella, Mike apago la luz, escucho la discusión a su derecha del marine que le faltaba la pierna con la enfermera y luego intentaría desmayarse de lo cursis que se estaban poniendo.

No se suicidaría esta noche, pero algún día lo haría... de una forma u otra el ya sentía que estaba muerto en vida.


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