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XX: ¿Te gustaría conocer a Sammy?

Forzar la caída de las plumas o arrancarlas puede ser doloroso para el pavo real, y dejarlo sin su cola antes de tiempo puede causarle enfermedades graves.

Laetitia miraba en su teléfono un corto video para mostrarle a Emeraude que Sam estaba de vuelta en Estados Unidos cuando chocó con alguien al voltear por el corredor que llevaba al salón en el que debía dictar la clase de Ilustración Digital.

—¡Lo siento mucho! —sin mirar quién era, la joven se disculpó de inmediato.

—Señorita Seward —le respondió una voz recia y un poco altiva—, esto no habría sucedido si hubiera mirado al frente en lugar de estar jugando Pokémon Go en su teléfono.

Manfred Gorski, el terror de la clase de Estadística. El mismo profesor que le hizo la vida imposible a Emeraude mientras la tuvo bajo su tutela.

—Profesor Gorski... ¿cómo está? —inquirió Laetitia con cortesía.

—Luchando con muchos alumnos desobedientes, jovencita —replicó el hombre mientras se frotaba suavemente la barbilla—. Me dijeron que ahora usted es profesora aquí.

—Oh. Así es —dijo la chica de cabello violeta—. Clases locas de Diseño que nadie estaba dispuesto a dictar.

—Tal vez no estaban dispuestos porque no eran lo suficientemente buenos, señorita Seward.

—Señora Schlagzeuger-Seward —corrigió ella mostrándole la mano con el anillo de bodas—. Soy casada ahora.

—Ya veo. Felicidades.

—Gracias, señor.

—¿Qué hay de su amiguita de cabello estridente? —preguntó el profesor con genuina curiosidad.

Laetitia suspiró antes de responder. Sin duda, el camino de Emeraude había sido bastante complicado desde el último encuentro que tuvo con Gorski.

—No sé por dónde empezar, profesor. Ella ha tenido unas cuantas dificultades de salud que la tienen un poco mermada.

—Vaya —respondió un poco apesadumbrado—. No me gusta oír algo así. Afortunadamente ella es buena, inteligente y tiene a una amiga como usted para ayudarla —el hombre miró su reloj—. Disculpe, jovencita. Debo ir a clase para torturar más estudiantes. Ya usted sabe los métodos.

—Claro, y no los repetiría por nada —contestó Laetitia antes de que los dos tomaran caminos separados—. Que tenga buena tarde, profesor.

—Lo mismo para usted, profesora. Salúdeme a la señorita Blanchard, me daría una gran satisfacción ayudarle en lo que pueda.

Emeraude, más que disgustada, estaba sorprendida. Le urgía saber muchísimas cosas, y aunque Laetitia podía resolver algunas dudas, tenía otras que no podían ser respondidas tan fácilmente.

—Vale, Ems. Te conozco lo suficiente como para saber que prefieres preguntarme todo antes de dormir. Te voy a traer una libreta y un lápiz para que escribas lo que quieras saber.

La cantante asintió y tomó lo que su mejor amiga le ofrecía. Luego escribió la palabra "¿Cuándo?".

—Fue el día que te desmayaste y te trajeron aquí. Lo siento, sé que debí decírtelo mucho antes.

La joven se rascó la cabeza y escribió "¿Hablaron?".

—No, Ems. Iba tarde a clase.

"¿Quién es ella?". Emeraude se mordió la uña de su dedo pulgar.

—Esa mujer es Aiko Watanabe, una de las cazatalentos de Nintendo.

"¿Están saliendo?". La cantante levantó una ceja.

—No lo creo, Ems. Ella es un poco mayor para él. Pero cabe la posibilidad...

"¿Se quedará aquí con ella?". Emeraude se mordió el labio con nerviosismo. Su mejor amiga soltó un leve suspiro.

—No tengo idea, Ems. ¿Quieres que te diga qué hacer? Sabes que siempre he estado a favor de decirle todo a Sam, pero...

"Eso no es temporal".

—Lo sé —dijo la chica de cabello violeta—. No quieres ser la que estropee su gran trabajo haciendo videojuegos ahora que sabes que le está yendo tan bien. Lo entiendo.

"¿Y Sonny?". La cantante, conmocionada, se cubrió la cara con las manos.

—Sonny debe saber sobre su padre, ¡eso no se pregunta! No puedes ocultarle que Sam está cerca.

Emeraude respiró hondo y cerró los ojos.

—Sé cómo piensas, Ems. Estás planeando esperar un poco más para decírselo. ¿Crees que es buena idea? —la cantante asintió. Laetitia se cruzó de brazos—. No estoy de acuerdo con eso, pero entiendo que no quieras. ¿Tienes alguna otra pregunta? —la cantante movió la cabeza suavemente en señal de negación—. Vale. Trata de descansar, mañana tengo que contarte sobre alguien más que me preguntó por ti. Que tengas buena noche.

Laetitia tenía razón cuando le dijo a su mejor amiga que no dormiría tranquila esa noche. Por un lado, le alegraba que Sam hubiera regresado de Japón, pero no sabía con qué planes lo hacía. Y aunque no quería llegar como una intrusa y acabar con esos proyectos, tuvo que admitir en silencio que una parte de ella quería hacerlo, pero prefirió dejarlo pasar, pues no podría soportar que el chico tatuado la odiara por acabar con su vida laboral y por ocultarle al pequeño pelirrojo.

Cuando Emeraude se quedó dormida, no pasó mucho tiempo para que su inquieto subconsciente volviera a entretenerla. Sam estaba junto a su cama, con un pequeño tablero de vinilo y un par de rotuladores borrables, uno negro y otro rojo.

—¿Jugamos Pictionary?

Sam sonrió y le entregó el tablero a la cantante. Ella respiró hondo antes de garabatear algo y mostrárselo a él: un escalpelo y unas pinzas.

—Vale. Te hicieron una cirugía —Emeraude se tocó la punta de la nariz con el dedo índice y sonrió. Luego borró el dibujo y pintó unas pastillas—. Medicinas. Tienes que tomar medicinas después —la joven asintió. Pacientemente, el chico tatuado que se aparecía en los sueños de la cantante esperó a que ella dibujara un niño de pelo rojo y un chico con camiseta del mismo color—. Sonny y... Sam. Quieres que se conozcan. —sin hacer ningún gesto, Emeraude borró el tablero y pintó una mujer junto a la bandera de Japón. Sam, al ver el dibujo, entendió el mensaje de inmediato: se refería a Aiko Watanabe—. Ems, lo siento. —ella borró el dibujo y escribió algo.

—"Descuida, en algún momento él iba a regresar a Copper Grace."

—Pero no esperabas que fuera junto a alguien más.

—"Soy una lenta idiota."

—No lo eres —dijo el muchacho—. Tenías otros asuntos en qué pensar, no era como si pudieras estar pendiente de él todo el tiempo.

—"No se me dan las cosas. Tengo mucho por decir y aun no puedo hablar."

—Podrás hacerlo después, y si crees que es tiempo de decirle a Sam acerca de Sonny, deberías.

—"No quiero llegar de nuevo a su vida destrozándola. Él no me lo perdonaría. Yo no lo haría si fuera él."

—Deja de decir eso, Ems. —replicó el muchacho.

—"Sin importar que deje de decirlo, es cierto."

—Vale. No se lo vas a decir todavía. ¿Y si la película que te estás armando en la cabeza es cierta y tiene algo con esa mujer? ¿Y si se casan y tienen hijos? No entiendo qué más quieres esperar para eso, ¿a que Sonny se gradúe de la universidad?

—"Sé justo conmigo. Aun no he resuelto mis asuntos."

—Lo soy, pero no puedes esperar a que molesten a Sonny en la escuela de nuevo porque su padre no está cerca. Lo sabes, el mini pateador lo sabe —el muchacho tomó a Emeraude de la mano—. Acéptalo, cada vez que tu hijo te mira tiene una sola pregunta en mente que no quiere hacer por temor a herirte. No esperes a que él la haga, respóndela de una vez. Es imposible que sigas con tu maldita terquedad después de todo lo que te ha pasado.

El Sam de los sueños de Emeraude tenía razón. Ella tenía que hablarle a Sonny sobre su padre, sería más difícil hacerlo mientras más tiempo dejara pasar, y con todo lo que ya llevaba encima, la cantante no planeaba esperar a que su hijo empezara a desarrollar resentimiento por eso.

—"Lo haré." —Sam sonrió al leer aquello.

—¿Cuándo lo harás?

—"Cuando me sienta mejor."

—Está bien. Descansa, lo necesitas.

Emeraude cerró los ojos de nuevo. Al despertar, Alastor estaba sentado junto a ella comiendo una manzana.

—Buenos días, Ems —él, sabiendo que la cantante no podía hablar, se levantó de la silla y le tomó la mano—. No te esfuerces, tienes que descansar. Vine a traerte algo antes de visitar a Sylvia —el muchacho se acercó al sofá y sacó una diminuta caja de madera negra. Luego se la entregó a la joven —. Estaba en el auto de Clip. La recuperé hace unos días mientras me encargaba de terminar con todo lo de la investigación del accidente. Fue culpa de la compañía eléctrica por mal mantenimiento de los transformadores y te espera una gran indemnización. Ese capítulo ya se terminó.

Emeraude suspiró. Le aliviaba un poco saber que ese asunto estuviera resuelto y apreciaba que su cuñado se hubiera dedicado a eso en los últimos meses, aligerando la carga sobre sus hombros.

—Ems, ¿quieres estar a solas para ver lo que te traje? —la joven negó con la cabeza. Alastor se sentó junto a ella—. Vale. Pero no respondo por lo que te cause cuando lo veas. —cuando Emeraude abrió la caja no pudo creer lo que vio dentro, y los ojos se le llenaron de lágrimas: un anillo de diamante azul con un perfecto corte princesa.

Alastor era consciente de lo que le había entregado a la joven.

—Ems, ese es el anillo de compromiso de mi madre —la cantante se cubrió la cara con las manos y tomó a su cuñado de la mano mientras articulaba un trémulo "gracias", a lo que él sonrió—. No es nada. Sabía que Clip quería proponértelo, pero tuve que callarme. Planeaba algo especial.

—¡Sí que es una gran piedra! —Maximus entró a la habitación de Emeraude mientras bebía un granizado de café—. Buenos días, pepinillo. Veo que ya tienes lo que había en el auto de Clip.

La joven saludó a Maximus con la mano y él sonrió.

—Es lindo, ¿no? El pequeñín nos había dicho algo sobre proponerte matrimonio en el gimnasio, o algo así... pero bueno, todo este rollo pasó y... —Emeraude respiró hondo. Maximus le entregó a su hermano un vaso de café de Mokchai—. Sin canela, exactamente como lo pediste. —el fotógrafo asintió y le dio un sorbo para luego hacer una mueca de asco.

—Maldita sea, Maxie... ¡tiene una tonelada! ¡Olvidaste decirle a la chica que no le pusiera canela a mi café! —el musculoso hombre rió. A Alastor no se le hacía tan gracioso, pues detestaba aquel condimento con toda su alma—. Estabas muy ocupado coqueteando con ella, ¿no? —Maximus tomó el vaso de su hermano y lo probó.

—No es mi tipo, Al. Probablemente era ella quien coqueteaba conmigo, nunca lo sabré. Además no tiene tanta canela, ¡sé hombre! —Emeraude reía en silencio, pues encontraba muy divertida aquella discusión. Le habría gustado mucho tener un hermano o hermana, pero la vida no le dio esa oportunidad, aunque la compensó con Sonny, que se había convertido en su mejor amigo desde que nació.

Laetitia entró a la habitación con un vaso de helado de limón.

—Buenos días, Ems. Al, Maxie. —los tres saludaron con la mano mientras ella ponía el helado en la mesa de noche y se sentaba en el sofá. La cantante, rápidamente, le mostró el anillo a su mejor amiga, quien estuvo a punto de irse de espaldas—. No me digas que... —Emeraude asintió y Alastor se lo confirmó.

—Era de mamá. Se lo dio a Clip.

—Sal del edificio. ¡Iba a ser la boda del año! —exclamó Laetitia.

—Claro que sí. Otro evento en el que Maxie estaría medio desnudo.

Maximus le dio otro sorbo al café de Alastor y rió en silencio. Luego le puso la mano en el hombro a Laetitia.

—Niña, ¿podemos hablar un momento? —sin decir nada, la chica de cabello violeta asintió. Los dos salieron de la habitación. Alastor miró su celular y luego se acercó a Emeraude.

—Ems, hablé con Shelley y traerá a Sonny en un rato. Iré a visitar a Sylvia y a su madre, regresaré en la tarde. —la cantante asintió y cerró los ojos cuando él salió. Un rato después, su hijo estaba de vuelta junto a ella.

—Hola, mami. ¿Cómo te sientes? —la joven levantó el dedo pulgar indicando que se sentía bien—. Eso es genial. Mami, tengo que contarte algo: ¡Braulio quiere que presente examen para cinta azul el próximo año! —una orgullosa Emeraude aplaudió—. Quiero que estés ahí cuando me lo entreguen. Por favor... —ella asintió. Luego le tendió la mano a su hijo, levantando el dedo meñique. Él entrelazó su meñique con el de su madre—. Promesa de súper meñique, ¡mami!

Laetitia entró un poco fastidiada y se sentó en el sofá. El pequeño pelirrojo se acercó a ella.

—Tía Lety, ¿estás bien? —ella asintió.

—Sí, Sonny. Cosas que pasan, luego te explico. —la chica tecleó algo en su celular y luego miró a su mejor amiga.

—Ems, tengo que salir a hacer unas cosas. Si necesitas algo no dudes en escribirme y lo traeré para ti. —la cantante asintió—. Bien, voy a estar aquí en la tarde.

Apenas Laetitia salió de la habitación y Emeraude estuvo sola con su hijo, él tomó un cuaderno y empezó a dibujar. Luego de un rato, le mostró el papel a su madre.

—Mira, es un gatito... ¿te gusta? —ella asintió—. Es para ti. Yo ya tengo muchos en mi cuarto y tú no tienes ninguno. —la cantante sonrió y abrazó el dibujo. Luego Sonny le entregó el cuaderno a su madre para que ella escribiera algo.

—"Gracias, cariño. Es una obra de arte."

—Todos mis dibujos serán para ti de ahora en adelante. —afirmó el pequeño con satisfacción.

—"Los voy a poner en la sala de la casa."

—Mami, tengo algo para decirte. La tía Lety está rara.

—"¿Por qué lo dices?"

—Tiene algo que ver con Samuel.

Emeraude pasó saliva. Era la primera vez que Sonny le decía algo así.

—Mami, Samuel está en Copper Grace, ¿verdad? —ella asintió y escribió en el cuaderno.

—"¿Cómo lo supiste?" —Sonny chasqueó los dedos después de unos segundos de silencio.

—Escuché a la tía Lety diciéndole eso al tío Arne. ¿Es cierto?

—"Lo es."

El pequeño mantuvo la mirada fija en el suelo por unos instantes sin decir nada. Luego soltó un suspiro leve y esperó pacientemente a que su madre le dijera algo más.

—"Quiero proponerte algo, hijo. ¿Te gustaría conocer a Sammy cuando lo del gusano termine?"

—Sí, mami —asintió el niño—. Quiero conocerlo.

—"Eso quería escuchar. Te prometo que lo conocerás cuando termine las terapias." —la joven sonrió.

—Gracias, mami.

Con un prolongado abrazo, Emeraude Blanchard sellaba una promesa que no podía incumplir. La más importante de todas, la que haría que Sonny se sintiera un poco más feliz. La que haría que él tuviera la familia que se merecía.

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