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XVIII: Crimson tiene un padre.

En la India y Sri Lanka se tiene la creencia de que cuando un pavo real abre la cola es sinónimo de lluvia.

—Dios, me voy a tardar en responder todo.

Sam llegó de una larga expedición de compras en Akihabara y tuvo una pequeña conversación con uno de sus vecinos antes de darse cuenta de que su celular había estado apagado durante casi la mitad del día. Tendría el buzón de voz y de texto a reventar.

El chico tatuado hacía lo posible para ocultar la tinta de su cuerpo al público, pues en ciertos lugares de Japón podían confundirlo con un yakuza[13] y negarle la entrada, por lo que la mayor parte del tiempo se veía obligado a usar sacos de manga larga y chaquetas de varias capas que le daban mucho calor. La que había llevado a Akihabara era especialmente difícil de quitar, así que puso el teléfono en altavoz mientras desabrochaba los imposibles botones y llamaba a Irina, que a esa hora debía estar tomando un batido de Harvest con una tajada de tarta de manzana.

—Hola, tonto. Deberías verme ahora, me tinturé el cabello de negro y todos me miran como si fuera una supermodelo.

—¿Cuándo me vas a enviar una foto del cambio de look?

—Nunca en esta vida. Tendrás que volver aquí para ver cómo qued... oh, ¡lo siento! ¡Lo siento mucho!

Irina estaba mirando para otro lado mientras hablaba con su mejor amigo y no se dio cuenta de que, sin querer, empujó con la cadera a un niño, tirándole al suelo su jugo de naranja. Cuando se dio cuenta de eso, se agachó para ayudarle.

—Luego te llamo, Sam. Acabo de hacer un desastre.

La joven miró al pequeño mientras se disculpaba, notando que era un pelirrojo de ojos grises muy tranquilo, demasiado para su edad. Ella recogió el vaso mientras él cubría de servilletas la mancha de jugo.

—Lo siento, amigo. No quería hacerlo.

—Está bien, yo soy torpe. Estaba atravesado en lugar de caminar junto a mi amigo.

El pequeño señaló a su acompañante, quien al ver lo que había pasado se acercó preocupado.

—Sonny, ¿te hiciste daño?

—No, Syl. La chica bonita venía caminando y se tropezó porque me atravesé —respondió el pequeño. Luego miró a Irina—. ¿Tú estás bien?

—Sí, no te preocupes. Déjame pagarte otro jugo —la joven tiró todo en el bote de basura—. Te llamas Sonny, ¿verdad?

—Mi nombre es Crimson, pero puedes decirme Sonny si quieres. ¿Cómo te llamas tú?

—Soy Irina —ella le tendió la mano—. Eres muy educado, amiguito.

—Gracias, mami me enseñó. —respondió orgulloso el pequeño.

Los dos se levantaron y se acercaron a la caja registradora. Luego de un nuevo jugo y un corto intercambio amistoso de palabras entre los tres, Irina se despidió de Sylvain y Sonny antes de ir a trabajar.

"Qué lindo niño. Me recuerda mucho a alguien", pensó la joven mientras volvía a llamar a su mejor amigo para retomar la conversación.

"Todo estará bien mientras sigas respirando."

Emeraude se repetía esa frase mentalmente todos los días como un mantra que le ayudaba a calmarse. Trataba de mantener la compostura a medida que Frankie y Caroline le diezmaban el cuerpo con terapias que bien podían ser agotadoras y dolorosas, pero su espíritu se mantenía incorruptible, como la terca y obstinada chica que era.

Su rutina se componía de una hora diaria de entrenamiento para no perder la costumbre, unas cuantas horas de trabajo de escritorio en el gimnasio seguidas de sesiones de laboratorio en la mansión Tremblay, pasar la tarde con Sonny, y la noche con la guitarra colgada al cuello en el bar mientras Charlie cantaba por ella. En condiciones normales habría podido sentirse extremadamente agotada con el tiempo, pero aquel parásito se comportaba de manera muy extraña en su organismo. A pesar de que le molestaba la garganta y el dolor en ciertas horas del día era insoportable sin medicamentos, trataba de mantenerse enérgica y despierta para poder seguir su ritmo de vida en una forma normal, aunque a veces le costara trabajo.

La cantante trataba de luchar contra "el sepulturero" y tenía todo el apoyo de sus amigos, pero aquella pequeña compensación no se comparaba con lo que el gusano le había quitado para siempre al escogerla como huésped: su voz.

Le hacía falta cantar, jugar con el micrófono y llenar el aire con el sonido que salía de su garganta, y haber perdido su instrumento más preciado era como si le hubieran mutilado una extremidad. Se sentía incómoda y fuera de lugar, incompleta e intranquila.

Y aun más intranquila se sentía a medida que las terapias avanzaban y no sentía cambios significativos, pero prefería mantener eso como un secreto para evitar alarmas con sus amigos y con Sonny. No quería preocuparlos más de lo debido.

Los días pasaban, y mientras Emeraude sentía un cambio en su cuerpo, también lo sentía a su alrededor. Copper Grace se estaba transformando, y pudo verlo con sus amigos como ejemplo: Laetitia se aburrió de trabajar como diseñadora independiente luego de varios años de haberse graduado y se dio cuenta de que era buena enseñando. Así que después de tomar un par de cursos sobre pedagogía, aplicó a un puesto como profesora en la misma universidad que la formó y consiguió hacerse con dos grupos de ilustración. Sonny mejoraba cada vez más en su entrenamiento de karate. A diferencia de su madre que encontraba más satisfacción en el kumite[14], se inclinó por la kata[15] y se volvió muy bueno, ganando varios torneos en esa modalidad. Se estaba convirtiendo en un niño calmado y sensato que aprendió bien a no casar peleas ni a aprovecharse de lo que sabía para molestar a alguien más. Por eso, Emeraude sabía que era una buena madre al haberlo criado en el camino de la mano vacía, como se le llama al karate.

Ella no podía negar que estaba cansada. En medio de un par de terapias estuvo muy tentada a dejar de asistir a la mansión, pero se decía a sí misma que si había alguna esperanza de recuperarse la tomaría, sin importar lo pequeña que fuera.

Las cosas para Emeraude andaban relativamente tranquilas, y a pesar de la insistencia de Maximus para que ella no se preocupara por dejar el apartamento de Clip, estar sola con Sonny en aquel lugar le causaba una inmensa tristeza, así que volvió a casa de Arne donde podía controlar un poco todo lo que estaba a su cargo, y tendría más ayuda de parte de sus amigos.

En una de las mañanas normales por las que la cantante pasaba sin muchos sobresaltos, recibió una llamada que no estaba acostumbrada a atender. Era la directora de la primaria a la cual Sonny asistía.

—Señorita Blanchard, soy la directora Yasmine McCormick. Necesito que venga aquí con urgencia.

—Le pasó algo a mi hijo, ¿señora McCormick?

—Me temo que no puedo hablarle de eso por teléfono. Por eso requiero de su presencia en mi oficina.

—Voy en camino.

Excusándose con Keira, la cantante salió de inmediato hacia el colegio de Sonny. Al entrar a la oficina de la directora encontró a su hijo sentado en una silla y a otro niño, un poco más grande que él, con un moretón en el pómulo izquierdo, y no tuvo que pensar mucho para saber lo que había sucedido.

La directora se levantó de su silla y le tendió la mano a Emeraude, a lo que ella respondió con un firme apretón. Las dos mujeres tomaron asiento mientras la cantante miraba a su hijo con curiosidad.

—Señorita Blanchard, lamento hacerla salir de su trabajo así, pero la situación lo amerita. Su hijo se puso violento y —la mujer suspiró— golpeó a un chico de cuarto grado.

—Antes de que empiece a juzgar mal, directora... mi hijo no golpearía a alguien sin razón. —apuntó la joven, confiada en que su hijo era disciplinado y amable.

—Tengo entendido que el pequeño practica karate. Tal vez eso lo volvió un poco revoltoso, esas cosas convierten a los niños en matones.

—Lo cree usted, ¿señora? —preguntó Emeraude luego de levantar una ceja con incredulidad.

—Bueno, tal vez...

La cantante respiró hondo, incapaz de creer que la inteligente mujer hubiera dicho tal barbaridad. Luego se acercó a su hijo, lo alzó en brazos y lo sentó sobre su regazo.

—Sonny, cariño... ¿quieres enseñarle a la directora McCormick el dojokun? —el pequeño pelirrojo asintió sin titubear y se enderezó antes de empezar a mencionar los principios del karate.

—Esforzarse por la perfección del carácter. Fomentar el espíritu del esfuerzo. Defender los caminos de la verdad. Honrar los principios de etiqueta y... y... —él miró angustiado a su madre—. Mami, creo que olvidé uno. —ella le dio un beso en la cabeza.

—Guardarse contra el valor impetuoso. Directora —se dirigió a la otra adulta en el recinto—, mi hijo es un buen karateka. A él se le enseña a no lanzar el primer golpe, pero tiene que defenderse cuando sea necesario. Estoy segura de que el moretón que tiene este niño en la cara fue completamente justificado.

El niño en la otra silla bufó. Emeraude se levantó y se acercó a él después de dejar a Sonny en su silla.

—Cómo te llamas, ¿jovencito?

—Shawn.

—Vale, Shawn. ¿Puedo preguntar qué le hiciste a mi hijo para que te estampara el zapato en la cara?

—Lo empujé y le dije que... no tenía padre.

La cantante, angustiada, tragó saliva. No sabía que Sonny se había convertido en objeto de burlas por no tener una familia normal.

—¿Por qué le dijiste eso?

—Porque es cierto.

—No es cierto. Crimson tiene un padre.

—Por qué no vino él en su lugar, ¿señora con cabeza de árbol?

—No puede venir si está lejos de aquí, Shawn.

Sonny se levantó de la silla y tomó a su madre del brazo.

—Se lo dije, mami. Le dije que mi papá está lejos pero no me creyó. —Emeraude pasó su brazo alrededor de la espalda de su hijo mientras la puerta de la dirección se abría de nuevo y entraba un hombre, que no podía ser nadie más que el padre de Shawn.

—Señor Pennington, discúlpeme por hacerlo venir hasta aquí, pero... —la directora McCormick acercó una silla al padre de Shawn y éste se sentó. Luego miró a la cantante de arriba a abajo, haciéndola sentir incómoda.

—Creí que llamarían a los padres del niño, no a su hermana mayor. —Emeraude tomó asiento de nuevo.

—Soy la madre de Crimson, señor. —el padre de Shawn reparó en la cara de su hijo y notó el moretón en su mejilla.

—Shawn, ¿te dejaste golpear de alguien más pequeño que tú? —el niño asintió en silencio al ver la exasperación de su padre—. ¿Qué clase de hombre eres? ¿Por qué lo permitiste? Eres lo suficientemente grande como para no dejar que un niñito de primer año te golpee, no puedes dejar que te hagan algo así, tienes que portarte como macho, ¿acaso olvidas lo que te he enseñado? Yo...

—Oiga, ¡OIGA! ¡No le hable así a su hijo! —Emeraude, lejos de juzgar a Shawn por lo que le había dicho a Sonny, se dio cuenta de que el problema no era del niño, sino de la forma en la que el padre lo trataba.

—No me diga lo que tengo que hacer, jovencita. ¿Con qué derecho viene a darme órdenes?

—Con el derecho a ser madre de un niño pequeño —la cantante se cruzó de brazos—. Por Dios, Shawn no tiene ni doce años y lo está tratando como a un cadete del Ejército, ¿qué demonios le pasa?

—Es mi hijo. Puedo educarlo como quiera.

—Perdóneme, señor Pennington... pero lo que usted hace no es educar. Así no se educa a un hijo. Usted debería ser mucho mejor que esto.

La directora se aclaró la garganta ruidosamente. El señor Pennington y Emeraude la miraron.

—Señores, resolvamos esto como adultos civilizados que somos, por favor... —la cantante se sentó junto a Sonny. La directora McCormick empezó a escribir algo en un papel—. Bueno, el joven Pennington reconoció lo que hizo. El joven Blanchard tomó represalias. Los dos tienen que prometer que no volverán a agredirse, o tendré que suspenderlos por tres días. ¿Entendido? —los dos niños asintieron—. Bien, ahora discúlpense.

Sonny se levantó de la silla y le tendió la mano a Shawn.

—Me disculpo por golpearte. —el niño, después de mirar al pequeño pelirrojo por un instante, estrechó su mano de vuelta.

—Me disculpo por empujarte y decir que no tienes padre. —el señor Pennington cruzó los brazos.

—Así que eso fue... señorita Blanchard, me permite un momento a solas, ¿por favor? —Emeraude asintió y acompañó al señor Pennington al pasillo donde él, apenado, se cubrió la cara con las manos.

—Señorita Blanchard, discúlpeme. Mi hijo...

—No se preocupe, señor. Todo está bien ahora.

—No lo entiende, señorita Blanchard.

—Por favor, llámeme Emeraude.

—Está bien —el hombre respiró hondo—. Emeraude... mi hijo es un poco hostil, pero es algo complicado de entender. Su madre nos abandonó hace un año.

—Oh... cuánto lo siento.

—Mire, siento mucho que mi hijo le haya dicho tal cosa al suyo. Nadie debería ser tan cruel.

La cantante se recostó en una de las paredes del pasillo. En ese momento comprendió que Shawn usaba la hostilidad como mecanismo de defensa por la ausencia de su madre, y aunque entendía que él hubiera actuado así, era responsabilidad de su padre corregir esa actitud de buena manera.

—Señor Pennington...

—August. —respondió el hombre.

—August, ¿sabe por qué mi voz suena así?

—No lo sé. ¿Le molestaría decírmelo?

—Para nada, se lo haré más fácil de entender. Tengo un parásito incurable en la garganta.

—Lo lamento mucho.

—No se preocupe —dijo la joven con tranquilidad—. Shawn no tenía manera de saberlo, le pedí a Sonny que no hablara del tema con nadie.

—De verdad lo siento mucho.

—Tranquilícese. Lo que quiero decirle es que mi hijo no ha tenido una familia normal. Su padre vive en Japón y no sabe que existe. Yo intento no caer antes de que mi enfermedad se complique, así que entiendo muy bien cómo se siente.

Emeraude abrazó al señor Pennington, que no sabía qué decir.

—August, no convierta a su hijo en un bárbaro. Es lo peor que puede hacerle. —él suspiró mientras veía que los niños salían de la oficina de la directora. Shawn abrazó a Sonny y sonrió.

—¿Estás seguro de que puedes enseñarme a patear así? —el pequeño pelirrojo asintió.

—Claro que puedo enseñarte. Mi mami puede enseñarte también, es cinta negra y es muy buena sensei. —los dos niños sonrieron. Se habían hecho amigos. August se acercó a su hijo y lo abrazó.

—Hijo, pórtate bien. Voy a hablar algo más con la directora. Nos vemos en casa, ¿sí? —Shawn asintió y salió corriendo con Sonny al patio de recreo.

Después de despedirse de Sonny, firmar un par de documentos y entablar una corta conversación con la directora y el señor Pennington, Emeraude volvió a trabajar al gimnasio antes de terminar la hora de almuerzo. Keira la recibió con una sonrisa.

—Ems, ¿cómo te fue? —desplomándose en la silla, la cantante respiró hondo.

—Todo bien, Kei. Un chico de cuarto molestó a Sonny y terminó con una marca de zapato en la mejilla.

La joven bebió un poco de agua. Se sentía inusualmente agitada y su jefa lo notó de inmediato.

—Ems, estás un poco pálida. ¿Te encuentras bien?

—No, Kei... creo que voy a...

Y gracias a un inoportuno desmayo, Emeraude ni siquiera tuvo tiempo de terminar la frase.


[13] Yakuza: Miembro de la mafia japonesa.

[14] Kumite: Aplicación de las técnicas de karate en un enfrentamiento contra un oponente real.

[15] Kata: Secuencia de técnicas y movimientos específicos que muestran la aplicación de estos contra un oponente imaginario, siguiendo un esquema ya establecido.

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