XVII: Max Cavalera, Daisuke Tsuda.
—¿No recordaban su nombre real y por eso le decían Janice? —la cantante asintió.
—La llamábamos así por la ex de Chandler Bing. Nos la recordaba mucho con esa vocecita irritante.
—Déjame ver si entendí, Mimi: ¿Janice trató de llevarse a los integrantes de tu banda en la escuela porque estaba celosa de ti?
—Básicamente se hartó de oírme cantar el himno nacional en todos los eventos escolares y soñaba con un cambio —Emeraude tomó una toalla de papel y secó uno de los platos que Clip había acabado de lavar—. ¿Qué podía hacer yo? Siempre pasaba las audiciones.
—Cantabas mejor que ella. Era justo que lo hicieras tú.
—Sí... pero está más loca que una cabra. No entiende razones. Yo trataba de no prestarle atención, ya tenía suficiente con ocultar que George me hacía sangrar por idioteces y no tenía mente para preocuparme por ella.
—¿Cómo hiciste para sacártela de encima?
—No lo hice yo. Una vez dejé que cantara en un partido de baloncesto y la gente empezó a abuchearla. Con eso fue suficiente para que me dejara tranquila.
—Bueno, al menos se dio cuenta de las cosas.
—Novería muy entretenido el volver a encontrármela. Sería una pesadilla.
La última vez que Emeraude había hablado de Janice Cartland fue en una fiesta de piscina con sus amigos en el apartamento de Clip. Aquella chica era una niña mimada e irritante, escandalosa, engreída y con un ego del tamaño del Cañón del Colorado que no lograba compensar con absolutamente nada. Era un completo fastidio, y cuando la época de secundaria pasó, la cantante agradeció el hecho de no tener que volverla a ver jamás.
Imaginaba que iba a ser así, hasta que llegó a "The Stockpile" con el cabello tinturado de un opaco verde aceituna y usando un par de botas de cuero sintético, en una paupérrima imitación del estilo militar que Emeraude usaba para vestir.
Laetitia, tratando de justificarse, llevó a su mejor amiga al camerino para hablar.
—No llamé a Janice, Ems. Llamé a Chris y él me dijo que ella estaría de visita en Copper Grace, así que pensé...
—Parece que no me conocieras y sabes que no la tolero —la cantante se cruzó de brazos—. Ella es, es... ¡una idiota!
—Está muchísimos niveles por debajo de ti. Pero Chris dice que ha mejorado.
—Vaya, ahora Chris es el loco. ¿Crees que Janice va a aceptar que le enseñen cosas? ¡Es demasiado orgullosa como para eso!
—Dale una oportunidad, Ems.
—Vale. Le daré una oportunidad a la chica que se negó a recibir clases de técnica vocal porque dice que canta como Ariana Grande y estuvo a punto de hacerme pelear con Chris, Gabs y Louie. ¿Feliz?
—No feliz. Conforme.
—Iré a hablar con ella. Pero no va a salir nada bueno de esto.
Emeraude, tratando de ocultar su enorme disgusto, salió del camerino y se sentó junto a una de las mesas cercanas a la tarima, donde Janice la esperaba con una sonrisa.
—Hola, Guacamole Blanchard. Han pasado muchos años. —la cantante recibió un shot de tequila de Sylvain y se lo bebió de inmediato.
—Janice... diría que llamé para que me devolvieras mi apariencia, pero estás a kilómetros de parecerte a esto. —la cantante se pasó los dedos por el cabello y chasqueó la lengua. La inesperada visitante la miró extrañada.
—Oh, lo siento. Creo que no eres Emeraude Blanchard. Te ves como ella, pero hablas como Max Cavalera[11]. ¿Qué te pasó?
Emeraude permitía que sus amigos hicieran ese tipo de chistes, pero no iba a dejar que alguien de afuera se atreviera a hablarle así. No le había dado tanta confianza.
—Max Cavalera será tu madre, Janice Cartland. Ni siquiera sabes qué demonios canta Max Cavalera, no repitas lo que oyes de Chris sin saber de quién hablas. ¿Qué haces aquí?
—Oye, cálmate. Chris me dijo que necesitabas un reemplazo, y aquí está tu sucesora natural.
—Sucesora natural, ¿tú? Déjame decirte algo, niña —la cantante, exasperada, soltó un bufido de burla—: no hay un planeta en el que tú seas mi sucesora natural. Tú, mi sucesora natural, ¡qué ofensa!
—Mira, Guacamole...
—Guacamole, ¡mi trasero! No voy a permitir que te subas a mi escenario.
—¿Tu escenario? Claro que no es solo tuyo —la chica señaló al resto de la banda—. Detrás de ti hay otros cuatro integrantes y es suyo también. Deberías tener en cuenta sus opiniones, ¿no crees?
Aunque a Emeraude le costara trabajo aceptarlo, Janice tenía razón. Ella no era la única que se subía al escenario y sus amigos tenían una gran parte en las decisiones de la banda. Pero si ella los conocía bien, no iban a permitir a alguien tan tóxico junto a ellos. O al menos eso creía.
Alex se acercó a la mesa donde las dos chicas estaban sentadas y puso la mano en el hombro de su amiga.
—Janice, ¿nos permites un momento? —la visitante asintió. Luego el guitarrista llevó a su amiga hasta el camerino, y cuando ella lo oyó hablar, no podía creer lo que escuchaba.
—Ems, dale una oportunidad a la chica. Todos hemos estado hablando, y...
—Debes estar loco, Alex —lo interrumpió la cantante—. Te hablé de ella, sabes cómo hay que tratarla, ¡y ahora dices que hay que darle una oportunidad!
—¿No crees que se la merece? Lo de ustedes sucedió hace años.
—Sí, fue hace años. ¿Pero quién vino aquí imitando mi ropa y mi cabello? No puedo tomármela en serio cuando viene aquí tratando de ser yo.
—Por favor...
—No, ¡maldita sea! No voy a permitir que Janice Cartland se quede con mi puesto mientras yo me acabo y me pudro, ¡no mientras viva!
—Pero, Ems... ¿qué te pasa?
—¡ME PASA QUE ESTOY ENFERMA! ¡TENGO UN MALDITO PARÁSITO EN LA GARGANTA QUE NO TIENE FORMA DE EXTRAERSE!
Aterrada al darse cuenta de lo que acababa de decir, Emeraude se cubrió la boca. Alex, sorprendido por la noticia, se sentó en el sofá sin saber si hablar o permanecer en silencio. Los demás, que habían estado espiando la conversación, entraron al camerino y se sentaron junto al guitarrista, con el mismo desconcierto que él experimentaba en ese momento. Laetitia, preocupada, tomó la mano de su mejor amiga, tratando de no llorar.
—Ems... ¿qué rayos acabas de decir?
—Lety...
—Por eso te escondiste de nosotros hace dos semanas, ¿verdad?
Emeraude asintió. Le aliviaba un poco el hecho de que sus amigos supieran la verdad, pero le molestaba haberla revelado en una circunstancia tan adversa, y le molestaba aun más que el detonante de todo hubiera sido la presencia de Janice en el bar.
—¿Qué te dijeron los médicos?
—Está pegado a la garganta como si fuera parte de la laringe. Caroline y Frankie temen sugerir alguna cosa que me haga más daño que bien, entonces no saben qué tratamiento hacer. Solo le dicen a esa cosa "el sepulturero" porque la contraje de la tierra del cementerio cuando visitaba a Clip.
—Galletita... ¿Sonny lo sabe? —inquirió Sylvain.
—Se lo dije hace poco.
—Vale... ya sabe que estás enferma. —dijo Charlie.
—Cree que me voy a curar. Aseguró que es como cuando a Scarlet le sacaron un gusano de la pierna, pero...
—No sabe que lo tuyo es diferente. —mencionó Lyle.
—Quería esperar a decírselo después... pero no sé con certeza lo que va a suceder conmigo.
—Bueno, Frau Ems... escúchame —Arne se acercó a su amiga—. Tener eso no es una sentencia de muerte. Ya averiguaremos qué se puede hacer para curarte. Sabes que no vas a estar sola en esto. Mientras tanto, deja que te ayudemos. ¿Te parece bien?
—Sí.
—¿Vas a dejar que Janice cante con la banda? —preguntó Laetitia.
—Lety...
—Solo una canción —pidió un curioso Sylvain—. Por favor...
—Está bien.
Todos se levantaron del sofá mientras Emeraude se limpiaba las lágrimas. Lyle le puso una mano en el hombro y sonrió ligeramente.
—Voy a odiar su voz, Emi. Te lo prometo. —la cantante soltó una pequeña risa, se levantó y se dirigió a la mesa donde Janice seguía sentada.
—Párate allá y canta ya. —la irritante chica se levantó de la silla y echó su cabello hacia atrás mientras subía al escenario. Luego le tocó la mejilla a Charlie con las yemas de los dedos y le guiñó el ojo.
—Toquemos "The Reason", lindura.
Emeraude puso los ojos en blanco. Detestaba oírla. Con su primera banda la había tocado tantas veces que terminó guardándole una aversión imposible de medir, a pesar de que otras canciones de Hoobastank le seguían gustando. Y la voz de Janice no ayudaba mucho, pues seguía tan básica y desafinada como siempre. Alex y Charlie trataban de aguantarse la risa, Arne gruñó y Lyle hizo gestos de asco durante toda la canción, y así lograron animar un poco a quien consideraban su hermana pequeña.
Laetitia se acercó a su mejor amiga y se sentó junto a ella.
—Ems... perdóname. De verdad lo siento mucho. No debí permitir que esta idiota viniera, ¡lo hace tan mal como siempre! —Emeraude sonrió débilmente.
—Te apuesto lo que sea a que Chris y Janice se están acostando. Es la única explicación que se me ocurre para que él siga en contacto con ella. —Ernie se les acercó con cara de preocupación.
—Por favor, bajen a esa loca del escenario. Tengo una ballesta en la parte de atrás del bar, denle un flechazo en la pierna, se los ruego... —las dos chicas rieron. Sabían que Ernie no hablaba en serio con lo de la ballesta, pero entendían que él tampoco soportara aquel desastre. Harriet también se unió al descontento general.
—No digo que esa chica sea candidata para comer pez globo mal cocinado, pero al menos un salmón de dos semanas sí le hace falta.
Todos esperaron al final de la canción, y antes de que a Janice se le ocurriera sugerir otra cosa se bajaron del escenario y se sentaron junto a la barra.
—Bueno, eso fue genial. Deberíamos hacerlo más seguido. —Janice se sentó en el lugar que ocupaba antes de subirse al escenario y sonrió. Los demás no compartían esa misma alegría, y ella se dio cuenta de inmediato.
—Chicos, ¿qué les pasa? Los veo un poco apagados. —Arne caminó junto a la joven antes de irse enfurecido al camerino e hizo una mueca de asco. Alex y Lyle optaron por el silencio y Charlie se sentó junto a ella. Respiró hondo antes de arrancar la curita.
—Janice, Janice, Janice. Voy a dejar de parecerte una lindura cuando sepas lo que pienso. —ella apoyó los codos en la mesa.
—Te escucho, lindura. —Charlie respiró hondo.
—Mira... te voy a ser muy honesto y espero que lo entiendas. Va a sonar horrendo, pero en este momento preferimos poner un loro frente al micrófono antes que a ti. No sabes cantar. —Janice hizo pucheros.
—Ay, no me digas. ¿Tan mal estuve? —el muchacho asintió.
—Lo siento. Pero como dice Ems, no hay ningún planeta en el que tú seas su sucesora natural. Ni en media galaxia a años luz de aquí.
Janice, al ver que Charlie hablaba en serio, se levantó enfurecida de la silla. Al parecer no había aprendido nada.
—Ustedes se lo pierden. Buena suerte tratando de encontrar alguien que cante mejor que yo. Adiós. —la joven enfurecida tomó sus cosas, y antes de salir del bar, se detuvo frente a sus dos antiguas conocidas.
—Guacamole. Laetitia. —las dos chicas se despidieron con la mano, y trataron de aguantar la risa mientras Janice atravesaba el quicio de la puerta.
Después de aquel desafinado tornado, el par de mejores amigas se sentaron en el camerino junto a los demás antes de que el bar empezara a llenarse para hablar de cosas más serias. Alex decidió tomar la palabra al ver que nadie lo hacía después de unos segundos de silencio.
—¿Vas a estar bien, Ems? —Emeraude asintió mientras bebía un poco de agua.
—Sí, Alex. Tengo muchas consultas médicas por hacer. —Laetitia tomó la mano de su amiga y la abrazó.
—Sabes que puedo acompañarte a donde necesites. Pero por favor, habla con nosotros. No nos excluyas de esto, y menos ahora que sabemos la seriedad de lo que tienes. Queremos acompañarte en esto, ¿te parece bien?
Ernie y Braulio, después de intercambiar unas cuantas palabras, se acercaron a la cantante. Braulio habló por los dos.
—Nosotros también vamos a ayudarte, pequeña. Puedes salir del trabajo para hacerte pruebas o si te sientes indispuesta, lo único que te pedimos es que nos avises cuando eso suceda. ¿Puedes hacerlo? —Emeraude asintió. Le llenaba de felicidad sentir el apoyo de sus amigos.
—Sí, Braulio. Se los haré saber, lo prometo.
Al terminar la noche de trabajo, Laetitia y Emeraude se disponían a salir del bar cuando Sylvain las tomó del brazo, las arrastró hacia la barra y las obligó a agacharse. La cantante se sobresaltó.
—Syl, ¿qué demo... —el bartender no la dejó terminar la frase.
—Ems, Alastor está afuera. Acaba de mandarme un mensaje preguntándome si seguía aquí y cuando me asomé a la ventana lo vi sentado en el banco de piedra.
—Oh, y todavía no le has dicho la verdad... —replicó la chica de cabello violeta.
—Lety, él estaba en Senegal y llegó una semana antes —respondió el muchacho—. Por eso no me maquillé hoy, ¡y obviamente no le he dicho nada!
—¿Cariño, no has pensado en hablar con él sobre eso? —preguntó Emeraude—. Tienes que dejar de jugar a ser RuPaul versión yoga appletini. Es mejor que se lo digas tú a que se dé cuenta por otro lado.
—Créeme que lo he pensado, galletita —dijo el muchacho—. Pero no he encontrado el momento, él pasa mucho tiempo viajando y nunca sé si lo molesto o no.
—Sylvain O'Brien, no te creo esa —increpó la joven—. Sonny habla con el tío Al cada tres días por videoconferencia y nunca lo fastidia. Estoy segura de que tiene tiempo para ti. Ya está bien de excusas —Emeraude se levantó y tomó a su amigo de la muñeca para tratar de llevarlo afuera—, vamos a hablar con él ya.
—No, por favor —suplicó el muchacho mientras trataba de soltarse—. Por favor, lo haré, pero no me obligues hoy. Lo prometo, por favor.
La cantante suspiró y reflexionó un par de segundos, luego de los cuales asintió.
—Está bien, Sylvia. Ya mismo te lo quito de encima por hoy.
La cantante salió de detrás de la barra al encuentro de su cuñado y amigo.
—¡Hola, Al! Sylvia acaba de irse.
—Olvida a Sylvia, ¡para un segundo! —replicó el muchacho, notablemente sorprendido por oír así a su amiga—. ¿Hiciste la de Úrsula y le robaste la voz a Daisuke Tsuda[12]?
—Ese estuvo bueno —dijo Emeraude luego de una corta risa—. Ya te contaré. ¿Quieres ir por algo de comer?
—¡Por favor! Llegué hace una hora de Senegal y tomar fotos de tantos animales comiendo en el parque nacional Niokolo-Koba me hizo antojar de una hamburguesa.
—Vale. Dame un momento, iré por mi bolso.
Emeraude entró de nuevo al bar y fue directo al camerino por sus cosas. Antes de salir, Sylvain le cortó el paso con gentileza y besó a su amiga en la mejilla para despedirse aliviado.
—Te debo una enorme, galletita.
—Lacobraré cuando menos pienses, belleza. De nada.
[11] Max Cavalera: Vocalista de la banda Sepultura entre 1984 y 1996 y creador de la banda Soulfly.
[12] Daisuke Tsuda: Vocalista y miembro fundador de la banda japonesa de hardcore punk Maximum The Hormone.
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