Cocina
-¡Cállense Ya! Escuincles -entre dientes se le escuchaba -. Estoy loca, quiero que los adopten y se larguen- decía Carlota.
Frente a Matilde cambió su aspecto rápidamente a uno falso y forzadamente gentil. Nos vio de arriba a abajo.
-¿Y estos quiénes son?- le pregunta a Matilde.
-Estas personas desde hoy se unen a El Orfanato, Pablo y su hija adoptiva, Kathania.
-Estoy confundida, ¿si es su hija adoptiva que hacen aquí, no debería irse?- cuestiona.
-El caballero trabajará como Jardinero y su hija quien recientemente perdió a sus padres vivirá con nosotros, haciendo pequeñas tareas.- responde
-Ya veo, Bien, Bienvenidos.
Esta rápidamente siguió su camino y nosotros el nuestro. Las habitaciones de empleados no eran lo mejor ni lo peor, en el pasillo se encontraba Don Carlos una persona que lamentablemente describiría como la versión masculina de Carlota. Maniático de la limpieza, mantenía los pasillos y habitaciones impecables y no hablaba con nadie.
Solos en nuestro cuarto desempaqué mi poca ropa y hambrienta fui la cocina, allí se encontraba Esmeralda, el corazón de la cocina. Se escuchaban las burbujas del agua hirviendo y un delicioso aroma.
-Nunca te había visto ¿Eres nueva cariño?- Le contesté moviendo mi cabeza de forma afirmativa -Los niños no pueden bajar a la cocina ni a las habitaciones de empleados ¿Qué haces aquí?
-Es mi hija, soy el nuevo jardinero- responde Pablo.
-Ahh ¡¡que emoción!! Al fin gente nueva por este lugar, un placer, soy esmeralda la cocinera, la que le da sazón a tu comida.
-Gracias, aquí para servirle- ríe un poco.
Yo estaba sonrojada, ambos no apartaban sus miradas el uno y del otro. Esmeralda era un mujer ancha y rellena con grandes senos y mi pablo con ojos achinados, pelo lacio negro, musculoso, con cicatrices de batalla, no sabía que pasaría.
Esmeralda se pone al día en nuestra historia y un poco llorosa nos sirve lo que estaba preparando y platicamos de todo.
-¡¡A trabajar, a trabajar carajo!!- entró Carlota a la cocina.
El ambiente cambió rápido, esmeralda continúo cocinando y mi papá salió a inspeccionar los alrededores.
-Ven, Matilde me mandó a que te presentara con los demás niños- me cogió de la mano casi arrastrándome y con prisa, pensé que me arrancaría el brazo.
Era de noche, se encontraban en sus dormitorios y estaba muy nerviosa, finalmente conocería a los demás y no sabía que esperar de ellos y qué pensarían de mí.
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