IV
Me desperté con la urgencia de partir cuanto antes y llegar al campamento. Después de lavarme la cara, fui a buscar mis cosas, pero al llegar, no encontré nada: ni mi armadura ni la orden de enlistamiento. Desesperado, corrí al cuarto de mis hijos y descubrí que Jimin no estaba. Con el corazón en un puño, fui a avisarle rápidamente a mi esposa. Entré en la habitación con desesperación y le dije:
—¡Jimin se ha ido!
Ella me miró con tristeza y respondió:
—Lo sé, yo dejé que se marchara.
—¿Estás loca? ¿Por qué lo has dejado ir? Si lo descubren, lo matarán.
—Confío en Jimin.
—No estamos hablando de si confías o no en sus capacidades. Sé que mi hijo es fuerte, pero estamos hablando de la guerra. Estará en un campamento lleno de alfas. ¿No pensaste en el peligro? ¿Qué le harán si se enteran de que es un omega?
—¿Podemos buscarlo? —dije, entrando en razón.
—No, si lo exponemos, podríamos tener aún más problemas. ¿Pero qué has hecho, mujer? ¡Debías detenerlo, debiste llamarme!
—Vi la decisión en sus ojos. Él realmente siente que puede hacerlo.
—Iré a pedirle a los ancestros que cuiden y guíen a mi preciado hijo.
Antes de llegar al campamento, me puse la armadura y practiqué con la espada. Era tan pesada que apenas podía levantarla, y ni hablar del peso de la armadura, que me aplastaba los hombros. Cada movimiento era un esfuerzo titánico, pero sabía que debía acostumbrarme para no ser descubierto. "Este peso no es nada para un alfa", me repetía, tratando de convencerme. Practiqué hacer mi voz más ronca, hasta que mi garganta ardió, y me llené de tierra para disfrazar mi olor. Al llegar a la puerta del campamento, con el corazón latiendo a mil por hora, presenté la orden de enlistamiento.
El guardia me miró con desdén.
—No debías haber venido vestido de soldado, señor Park.
Tragué saliva, sintiendo el sudor frío recorrer mi espalda.
—Soy su hijo, Park Jimin.
El guardia frunció el ceño.
—Por haber llegado vestido de soldado, te quedarás sin comer.
No había comido desde que salí de casa, pero sabía que debía soportarlo.
—Está bien, señor —respondí, tratando de mantener la voz firme.
—Ve a la tienda de campaña con Min Yoongi.
—¡Sí, señor! —Caminé con paso firme, aunque por dentro temblaba. Busqué la tienda de campaña que compartiría y, al entrar, me encontré con un hombre de piel blanca como la leche. Su espalda era ancha y sus brazos musculosos. Se dio la vuelta y me miró con sus ojos gatunos, marrones como la avellana. Su cabello era negro como la noche y sus labios rosados como los pétalos del árbol de sakura. Su abdomen estaba esculpido y, con voz grave, me preguntó:
—¿Qué tanto me miras?
Sentí un nudo en la garganta.
—Perdón, ¿es usted Min Yoongi?
—Sí, soy yo. ¿Y tú, quién eres?
—Park Jimin, su compañero.
—¿Por qué tienes armadura?
—Pensé que debía venir así.
Yoongi soltó una risa sarcástica.
—Solo se usa la armadura cuando te preparas para el combate. ¿Acaso tu padre es tan mediocre que no te enseñó eso?
La sangre me hirvió.
—No hables así de mi padre, idiota.
Yoongi me miró con una mezcla de sorpresa y diversión.
—Tienes agallas, eso te lo concedo. Pero aquí, las agallas no te salvarán. Más te vale aprender rápido.
¿Me veo tan inexperto? —me pregunté a mí mismo.
—Eso a ti no te importa —le respondí, firme.
—Quita tu armadura. Quiero ver quién tiene las agallas de enfrentarme.
Me quité el casco y lo miré fijamente a los ojos. Mi corazón latía con fuerza mientras mi omega gritaba en mi interior: ¡Mío, mío, mío!
—Para ser alfa, estás muy débil y pareces omega —dijo Yoongi con desdén. Mi alfa rugía dentro de mí, clamando: ¡Mío, mío, mío!
—¡Ja! No me diga. Mire, señor Min, podré tener las facciones de un omega, como usted dice, pero si me molesta, le enseñaré de lo que es capaz un alfa de verdad.
—Eso lo veremos en el entrenamiento, Park —respondió Yoongi, empujándome ligeramente con su hombro al salir de la tienda.
Apenas Yoongi salió, sentí que podía respirar de nuevo. El miedo me invadió; ese alfa me propondría pelear. Este sí era un alfa de verdad, no como los que veía en mi pueblo. Ahora, ¿qué se supone que debo hacer?
Primero, me vendaré para parecer más ancho y también para ocultar mis pechos, que son ligeramente más prominentes, listos para alimentar a mis futuros cachorros. Rápidamente me vendé y me puse dos camisas para no verme tan débil. Luego, me puse un pantalón ancho, ocultando mis curvas.
¡Atención a todos, preséntense inmediatamente a su superior!
Apenas escuché eso, salí rápidamente de mi tienda y me puse en formación. Los alfas que estaban allí me gruñeron y me miraron con desprecio. Entre ellos también se podía ver la tensión. ¿Qué estaba pasando aquí?
—Uno a uno, vayan presentándose al pelotón.
Escuchaba atentamente la presentación de todos y juro que ninguna voz me pareció tan ronca y profunda como la de Yoongi. Toda su aura era de autoridad; incluso los alfas allí bajaban la cabeza. Estaba tan perdido en mis pensamientos, observando a Yoongi, que no escuché cuando el general me dijo que me presentara.
—¡Usted, soldado, preséntese! ¿No me está escuchando?
—Perdón —dije con mi voz aguda. Afiné mi garganta y hablé con voz gruesa—. Perdón, mi nombre es Park Jimin.
—Muy bien, por haber respondido tarde, todos harán cien lagartijas, empezando desde ahora. Vamos, uno, dos, tres.
Los alfas comenzaron a hacer las lagartijas con facilidad, sus músculos trabajando en perfecta sincronía. Cada uno de ellos parecía estar en su elemento, moviéndose con una fuerza y resistencia que yo solo podía envidiar. En cambio, para mí, cada lagartija era un tormento. Mis brazos temblaban bajo el peso de mi propio cuerpo, y el dolor se extendía desde mis hombros hasta mis muñecas. Sentía que mis músculos ardían y que, en cualquier momento, me fallarían.
A medida que avanzábamos en la cuenta, el sudor me corría por la frente y caía al suelo en gruesas gotas. Mis respiraciones se volvieron jadeos desesperados, y cada vez que miraba a mi alrededor, veía las miradas de desprecio y odio de los otros soldados. Ellos lo hacían parecer tan fácil, como si fuera un simple calentamiento, mientras yo luchaba por mantener el ritmo.
Yoongi, en particular, parecía observarme con una mezcla de curiosidad y desdén. Sus movimientos eran fluidos y controlados, y no mostraba ni una pizca de esfuerzo. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía una punzada de vergüenza y determinación. No podía permitirme fallar, no aquí, no ahora.
Al terminar las cien lagartijas, mis brazos estaban al borde del colapso y mi cuerpo temblaba de agotamiento. Todos me miraban con odio, y sabía que había empeorado mi situación. Esto no podía ser peor.
—¡Soldados, vayan a comer!
Recordé lo que me había dicho el soldado de la puerta: que no comería, pero el hambre me estaba matando. Internamente, peleaba entre si debía o no desobedecer la orden. Mi estómago rugía, y cada paso hacia el comedor se sentía como una batalla interna.
—Park Jimin, ¿dónde están tus agallas? ¿Dónde quedó el alfa que dijo que me probaría lo que es ser un alfa?
Yoongi me estaba hablando, y sentí un nudo en el estómago. Mi omega, como loco, gritaba: ¡Mío, mío, mío! Traté de mantener la compostura.
—Agradece que estoy tan cansado como para responder —dije, tratando de sonar indiferente.
—Sí, te vi sufriendo por cien lagartijas. Yo puedo hacer más de mil sin sudar una gota.
—¡Qué dichoso eres! ¿Qué esperas, ¿que te aplauda? Min, estoy de mal humor y tengo hambre. No me molestes.
Yoongi soltó una risa sarcástica.
—Deberíamos ser buenos amigos, sobre todo si somos compañeros de habitación. Pero desde ya te aviso que me caes muy mal.
—Sí, pues lo mismo digo —respondí, dejando a Yoongi parado allí mientras me decidía a ir a buscar comida.
El comedor estaba lleno de soldados, todos comiendo con avidez. El olor de la comida me hizo salivar, pero sabía que no debía. Me acerqué a la mesa, observando cómo los demás devoraban sus raciones. Mi estómago rugía aún más fuerte, y la tentación de desobedecer la orden era casi insoportable.
Mientras me debatía, sentí la mirada de Yoongi clavada en mí. Sus ojos gatunos me observaban con una mezcla de curiosidad y desafío. Sé que cualquier movimiento en falso podría delatarme. Respiré hondo y me alejé de la mesa, tratando de ignorar el hambre que me consumía.
—¿A dónde vas? ¿No piensas comer?
Miré frente a mí y vi a un castaño de ojos como la miel, alto y con un perfil perfecto. Qué belleza de alfa.
—No, es que recordé que el soldado de la puerta me prohibió comer.
—A todos nos dijeron lo mismo, así que no hagas caso. Siéntate a comer. ¿Cómo te llamas?
—Park Jimin. ¿Y tú?
—Kim Taehyung.
Me senté junto a Taehyung, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo. El comedor estaba lleno de soldados, y el ruido de las conversaciones y el clatter de los utensilios llenaba el aire. Taehyung me pasó una bandeja con comida, y mi estómago rugió en respuesta.
—Gracias —dije, tomando la bandeja.
—No te preocupes. Aquí todos estamos en el mismo barco —respondió Taehyung con una sonrisa tranquilizadora.
Mientras comía, no pude evitar notar cómo los otros soldados nos miraban de reojo. Algunos con curiosidad, otros con desdén. Yoongi, en particular, seguía observándome desde el otro lado del comedor. Sentí su mirada como un peso sobre mis hombros, pero traté de concentrarme en la comida frente a mí.
—¿Es tu primer día aquí? —preguntó Taehyung, rompiendo el silencio.
—Sí, lo es. Y ya me he metido en problemas —respondí con una sonrisa amarga.
—No te preocupes, todos cometemos errores al principio. Lo importante es aprender rápido y no dejar que te afecte.
Asentí, agradecido por sus palabras. Taehyung parecía ser un alfa diferente, alguien en quien podría confiar. Mientras terminaba mi comida, sentí que, tal vez, no todo estaba perdido en este primer día.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro