III
Una semana después.
Estaba cambiando las herraduras de los caballos cuando, de repente, el sonido de tambores y cascos de caballos resonó en la distancia. Miré hacia el horizonte y vi una nube de polvo acercándose rápidamente a nuestra comunidad. Subí al tejado de mi casa para tener una mejor vista y, con el corazón en un puño, confirmé mis peores temores: eran soldados imperiales. Si ellos habían venido, seguro no traían buenas noticias.
"¡Todos los alfas de cada familia, repórtense! ¡Están llamados a pelear por la soberanía de nuestro país! Familia Bang, Familia Kim, Familia Jeon..."
Escuchaba los nombres de las familias siendo llamados uno por uno, y mi corazón latía con fuerza. Entonces, oí lo que más temía: "¡Familia Park!" Mi padre, que apenas podía caminar, salió con dificultad a recibir la orden imperial.
—¿No hay en tu familia un alfa joven y fuerte? —preguntó el soldado con voz autoritaria.
—Serví antes para el imperio y lo haré ahora —respondió mi padre con firmeza.
—En tres días deben estar en el campamento —ordenó el soldado antes de marcharse.
Cuando mi padre entró, me acerqué a él con desesperación.
—Padre, no puedes ir.
—Es mi deber —respondió con voz grave.
—Si vas, no resistirás —insistí, con lágrimas en los ojos.
—Jimin, no seas insolente. Soy un alfa y es mi deber servir para que las nuevas generaciones tengan paz.
—Si vas, no regresarás —dije, casi suplicando.
—¡Es suficiente, Jimin! Si muero en combate, al menos no será siendo un cobarde. No te preocupes por cosas de alfas y preocúpate por aprender a ser un buen omega.
—Déjame ir en tu lugar —supliqué, con la voz quebrada.
—¿Crees que no tengo orgullo? Te dije que iré a servir a mi país.
—¿Y cómo lo harás si no puedes ni caminar?
¡Slap! Por primera vez, mi padre me había abofeteado. —Respétame, yo soy tu padre y soy un alfa. Te he dejado hacer y decir todo cuanto has querido, pero es hora de que entiendas que el alfa de esta familia soy yo. Así que vete inmediatamente a la cocina a ayudar a tu madre; ese es tu lugar de omega.
—Puedes golpearme todo lo que quieras, tú sabes que tengo razón. Pero ahora entiendo de quién saqué lo testarudo.
—Ya vete a hacer lo que te dije.
Me fui esta vez en silencio y, al llegar a la cocina, encontré a mi madre llorando desconsoladamente. Mi instinto fue abrazarla.
—No pasa nada, hijo. Solo estoy llorando por picar la cebolla.
—Mamá, está bien. Sé que te preocupa y duele.
—Debo prepararme para vivir sin tu padre nuevamente. La guerra lo apartará de mi lado.
—¿Por qué no le dices lo que sientes?
—Porque soy un omega. Mi trabajo es alimentar a mi familia y guardar silencio.
Me quedé en silencio y empecé a ayudar a mi madre, aunque en mi mente solo había una idea: ¡Yo iré en lugar de mi padre!
Esa noche, mientras mi madre y yo preparábamos la cena, mi padre entró en la cocina. Mi madre, con lágrimas en los ojos, se acercó a él.
—Amado esposo, te ruego que no vayas.
—Pero, mujer, ¿qué pasa contigo? Sabes que es mi deber. Si hubiésemos tenido alfas, tal vez ellos pudieran ocupar mi lugar, pero no fue así.
—Pero mira, tú no estás en condiciones. Por culpa de la guerra, no pudimos tener más hijos y quedaste en este estado.
—Entiende, quedarme sería como decir que soy un cobarde.
—No es cobardía que me elijas a mí y a tus hijos. Ya has entregado suficiente por este imperio.
—Parece que estuviese hablando con Jimin. ¿Te has dejado meter ideas en la cabeza?
Me di la vuelta y sequé mis lágrimas. —Haz lo que tengas que hacer, cumple con tu deber.
Después de comer, vi a mi padre sacar su armadura y empezar a pulir su espada. La miraba con orgullo, y al acercarme, noté por primera vez unas palabras grabadas en su filo: "Lealtad, Valor y Verdad". La luz de las lámparas de aceite reflejaba en el metal, dándole un brillo casi místico. Mi madre estaba en silencio, pero sus ojos rojos delataban las lágrimas contenidas. Jungkook permanecía en silencio, observando la escena con una mezcla de admiración y tristeza. Cuando mi padre terminó, dijo con voz firme:
—Vayan a descansar. Debo salir en la madrugada para llegar a tiempo al campamento.
—Padre, te amo —dijo Jungkook, conteniendo las lágrimas que amenazaban con desbordarse.
—Yo también los amo a ambos. Si voy a esta guerra, es para asegurar el futuro de ustedes —respondió mi padre, su voz temblando ligeramente.
Me alejé y me fui a mi habitación. Quité la peineta rosa que mi padre me había regalado; sin duda, es lo más preciado para mí. La sostuve en mis manos, sintiendo su peso emocional. Suspiré cansado, pero con una sola idea en mente: ¡seré yo quien vaya a la guerra!
Las lámparas de aceite se apagaron una a una, sumiendo la casa en una penumbra silenciosa. Después de un rato, me levanté con cuidado de no despertar a Jungkook. Tomé un saco con poca ropa y mi corazón latía con fuerza por el miedo de ser descubierto, pero no había marcha atrás. Al llegar a donde estaban la armadura, la espada y la orden de enlistamiento, fui sorprendido por mi madre, que apareció en la oscuridad como un espectro.
—¿Qué haces, Jimin? —preguntó con voz temblorosa.
—Madre, lo siento, pero no dejaré que mi padre vaya a la guerra. Yo tomaré su lugar —respondí, tratando de mantener la calma.
—¿Pero si te descubren? —su voz era apenas un susurro, cargado de preocupación.
—Eso no pasará. Me esforzaré y traeré honor a mi familia —dije con determinación, aunque por dentro sentía un nudo de miedo.
—Entonces ve, y que los ancestros te protejan. Tal vez sea egoísta, pero sé que naciste para cambiar las cosas. Por algo no te adaptas a ser un omega —dijo mi madre, con sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y tristeza.
—Gracias por entender, mamá. Tomé la armadura, la espada y la orden, y le di un abrazo fuerte. —Dile a papá que me perdone.
Con el corazón apesadumbrado, me dirigí hacia la puerta, consciente de que mi vida cambiaría irrevocablemente a partir de este instante. Tomé uno de los caballos y, con un enérgico "¡Ha!", el noble animal comenzó a moverse, marcando el inicio de un nuevo y desconocido destino para mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro