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II

Cinco años después...

—Jimin, ya tienes dieciocho años y has vuelto a fallar el examen. No puedes estar más aquí —dijo el instructor con un tono severo.

—No, por favor, déjenme intentarlo nuevamente —suplicó Jimin, su voz llena de desesperación.

—Eres inteligente, pero nunca te esforzaste en aprender. Te ideaste cualquier cantidad de trampas y ya no podemos hacer más por ti. En estos momentos, tu padre está con la directora.

Mientras tanto, en la oficina de la directora...

—Señor Park, lamento decirle que no logramos un cambio con su hijo. Él nunca será un omega que traiga honor a la familia Park —dijo la directora con un tono de pesar.

—Pero, ¿no hay otra manera? ¿Un tutor independiente, tal vez? —pregunte aferrandome a la esperanza.

—No, su hijo ya tiene dieciocho años. Nadie aceptará darle tutoría. Esto es algo que jamás había pasado en nuestra institución. Lo sentimos mucho.

—Está bien, comprendo —dijo el señor Park, resignado, sintiendo el peso de la decepción.

Yo esperaba afuera, sintiéndome mal de que mi padre debe estar tan decepcionado de mí. Y las palabras del instructor resuenan en mi mente, aumentando mi sentimiento de fracaso.

—Papá, lo siento tanto —dije cuando mi padre salió de la oficina.

—Vamos a casa, hijo —respondí, tratando de ocultar mi tristeza.

El camino de regreso fue silencioso, y en mi interior, con cada paso, me llenaba de una mezcla de arrepentimiento y determinación. Yo sé que, aunque todo se vea mal, las cosas para mí no han terminado; sé que debo encontrar mi propio camino, aunque no sea el que mi familia espera de mí.

—¡Jungkook, ya viene llegando Jimin! Lo puedo ver con tu padre —dijo mi madre, asomándose por la ventana.

Me recogí el cabello y me paré en la entrada de nuestra puerta, con el corazón latiendo con fuerza. No podía creer que, después de cinco años, volvería a ver a mi hermano.

—Bienvenido a casa, Jimin —dije, bajándome del caballo.

Miré a mi alrededor y noté que nada parecía haber cambiado. Luego vi a un hermoso joven acercarse a mí.

—¿Jungkook, eres tú? —pregunté, incrédulo.

—Sí, hermano, bienvenido a casa —respondió Jungkook con una sonrisa.

—Pero sí que has cambiado. ¡Mira qué alto estás! —dije, sorprendido por su crecimiento.

—Hijo, no puedo creer que te tengo aquí. Y ahora que has salido del instituto como un verdadero omega, te podremos casar —dijo mi madre, con los ojos llenos de esperanza.

Vi a mi padre poner la mano en su hombro y su expresión se tornó seria.

—No, no lo logramos —dijo mi padre con voz grave.

—¿Qué? ¿Me vas a decir que en estos cinco años no lograron nada con Jimin? ¿Perdí la oportunidad de disfrutar a mi hijo en vano? —preguntó mi madre, con la voz llena de decepción.

—Ellos lo intentaron —respondió mi padre, tratando de calmarla.

—No, no lo suficiente —dijo mi madre, con la voz quebrándose.

—Mamá, soy yo el problema, no la institución. Pero encontraré mi propio camino —dije, tratando de mantener la calma.

—¿Tu propio camino? Te quedarás solo, sin una familia —respondió mi madre, con la voz llena de preocupación.

—Los tengo a ustedes —dije, tratando de sonar seguro.

—No es lo mismo, Jimin —dijo mi madre, con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Pueden tan siquiera dejarme descansar? No me han dejado ni entrar a casa.

—Está bien, entra y descansa. Hablaremos después —dijo mi padre, finalmente cediendo.

Entré a mi cuarto y todo lucía igual. Incluso mi vieja ropa seguía colgada en el armario. Suspiré, sintiendo una tristeza profunda porque me duele que todos me vean como un problema. ¿Por qué debemos ser sometidos? ¿Por qué un omega debe ser como todos esperan que seamos, mientras los alfas pueden hacer y deshacer a su antojo? Es tan injusto. No sueño con tener un alfa, estar en casa y tener muchos cachorros.

—Jimin, hermano, perdona a nuestra madre. Ella realmente te ha extrañado tanto que ha mantenido todas tus cosas como las dejaste —dijo Jungkook, entrando en mi cuarto.

—Lo sé, Jungkook, pero me duele que me vean como un problema.

—No eres un problema para mí. Quería que supieras que ya tengo planes para casarme el próximo año —dijo Jungkook con una sonrisa tímida.

—¿Tan pequeño? —pregunté, sorprendido.

—Tengo diecisiete. Está bien, es una buena edad. Además, es el alfa más apuesto que he visto y de buena familia.

—¿Quién es? —pregunté, curioso.

—Bang Chan —respondió Jungkook, con orgullo.

—¿El que su mamá tiene cara de cerdo? —dije sin pensar.

—Jimin, no digas eso de mi futura suegra —respondió Jungkook, frunciendo el ceño.

—Lo siento, pero por culpa de esa señora tuve que ir a la escuela de omegas. Y sí, tiene cara de cerdo —dije, sintiendo la rabia volver.

Jungkook suspiró y se acercó a mí, poniendo una mano en mi hombro.

—Hermano, sé que todo esto ha sido difícil para ti. Pero, por favor, trata de no guardar rencor. Encontrarás tu propio camino, estoy seguro de ello.

—Gracias, Jungkook. Tus palabras me reconfortan. Me alegra que entre tú y yo nada haya cambiado.

—Jungkook, Jimin, arréglense. La familia de Bang Chan vendrá a hablar sobre la boda —dijo nuestra madre, entrando apresuradamente.

—¿Qué, mamá? Pero si no me he hidratado la piel y mi cabello... ¿luce bien? —preguntó Jungkook, preocupado.

—Hermano, estás perfecto —respondí, tratando de calmarlo.

—Bueno, sin perder el tiempo, prepárense, por favor. Y tú, Jimin, sé bueno. Tal vez ellos te recomienden algún alfa —dijo mi madre, mirándome con esperanza.

Rodé los ojos y asentí, resignado.

Luego de algunas horas, llegó Bang Chan acompañado de su familia. Hice una reverencia de saludo y me senté junto a todos.

—¡Qué cambio tan radical has hecho, Jimin! Casi ni te reconozco. Ya no eres aquel gordito que buscaba problemas —dijo la señora Bang, con una sonrisa forzada.

—Sí, señora. Ahora soy alguien nuevo. Cinco años en la escuela de omegas me ayudaron mucho —respondí, tratando de mantener la compostura.

—Qué bueno que tu padre me escuchó. Pero la razón por la que hemos venido es porque queremos cancelar el compromiso —dijo la señora Bang, su tono cambiando a uno más serio.

—¿Cuál es la razón? —preguntó mi padre, asombrado.

—Bang Chan ha marcado a un omega y la ha dejado en cinta. Nuestra familia no puede costear a dos omegas, pero por romper el compromiso hemos traído cincuenta monedas de oro —explicó la señora Bang, sacando una bolsa de monedas.

Sentí debajo de la mesa que alguien tocaba mi muslo. Vi que era Bang Chan y, con enojo, sin importar que me escucharan, hablé:

—¡Deja de tocar mi muslo!

—¿Qué dices? —preguntó Bang Chan, fingiendo inocencia.

—Que dejes de tocarme y no te hagas el idiota —repliqué, mi voz llena de rabia.

—¿Pero cómo un omega responde así? No aprendiste nada en la escuela, jovencito —dijo la señora Bang, indignada.

—Sí, aprendí que no me voy a dejar por ningún alfa y menos por su hijo, cara de cerdo. Me alegra que cancelaran el compromiso porque mi hermano es mucho para su hijo —dije, mirando a Bang Chan con desprecio.

—Park, ten las monedas. Bang Chan, vámonos inmediatamente de esta casa —ordenó la señora Bang, levantándose con furia.

Agarre el brazo de Jimin.

—Yo soy ahora todo un alfa. Ya no puedes golpearme como cuando éramos niños —dijo Bang Chan, con arrogancia.

Di una sonrisa falsa, cerré mi mano haciéndola un puño y le di justo en la nariz a Bang Chan, rompiéndola de inmediato.

—¡Largo de mi casa! —dije, mi voz resonando con autoridad.

—Pagarás por esto, Jimin —gritó Bang Chan, sosteniéndose la nariz ensangrentada.

—Ven nuevamente y te romperé algo más que la nariz —respondí con furia.

Todos salieron y, cuando me volteé, vi a mi madre mirándome con lágrimas en los ojos. Jungkook estaba arrodillado, con la cabeza mirando hacia sus rodillas, y mi padre tenía el rostro preocupado.

—¿Era necesario todo eso porque un alfa tocara tu muslo, hijo? —preguntó mi madre, su voz temblando.

—¿Qué querías? ¿Que dejara que me faltara el respeto? —respondí, tratando de contener mi enojo.

—Eres un omega. En silencio, te alejas y ya. No era necesario todo lo que hiciste. Con eso no solo alejas a los alfas de ti, sino también de tu hermano —dijo mi madre, su voz llena de tristeza.

—Padre, ¿no piensas decir nada? ¿Tú también crees que está bien dejar que alguien me falte el respeto? —pregunté, buscando apoyo.

—No, hijo, no está bien. Pero tienes que pensar antes de actuar. Tus decisiones no solo te afectan a ti —respondió mi padre, con un tono calmado pero firme.

—Jungkook, perdón, hermano —dije, sintiéndome culpable.

—No pasa nada, Jimin. A mí me hubiese gustado poder haberle dado ese golpe. Madre, padre, no quiero un alfa que descaradamente toque a mi hermano delante de nosotros. Y yo no pienso enojarme con Jimin —dijo Jungkook, levantando la cabeza y mirándonos con determinación.

—Vayan a buscar el ganado. Olvidemos lo ocurrido —dijo mi padre, tratando de poner fin a la tensión.

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