I
El sol se estaba poniendo detrás de las montañas cuando finalmente llegué al lugar sagrado en la cima de la montaña. Había caminado durante una hora para llegar allí, pero no estaba cansado. Estaba lleno de determinación y esperanza.
Había venido a rezar por mi hijo, el mayor de los omegas, quien estaba luchando por comprender su rol. A pesar de que se identificaba como omega, se comportaba como un alfa, lo que incomodaba a todos los cercanos a la familia. Nunca dejaban de decir: "Ese omega solo trae deshonra a su familia". A mí no me molestaba su espíritu aventurero, pero temía que se quedara solo o tomara malas decisiones.
El lugar sagrado era una pequeña edificación de madera, con un techo de paja y lajas, y paredes de troncos fuertes. En el interior, había una pequeña mesa con fotos de los ancestros y sus guías espirituales, así como de sus lobos, alfas y omegas que dieron vida a esta familia. También había un pequeño altar con las cenizas de los ancestros de la familia Park.
Prendí el incienso, saludé a mis ancestros y me arrodillé frente al altar, cerrando los ojos. Comencé a orar en voz baja:
"Ancestros, les ruego que, junto a sus guías espirituales, ayuden a mi hijo a encontrar la paz y la felicidad. Que acepte que es un omega y ya no dé más batalla. Sé que apenas tiene doce años, pero la gente no para de criticarlo. Así jamás encontrará un alfa que lo acompañe en el camino de la vida."
Después de unos minutos, abrí los ojos por el alboroto que había afuera. Salí rápidamente, no sin antes pedir perdón respetuosamente a mis ancestros.
—¿Qué ha pasado? —pregunté.
—Tu hijo Park, mira cómo ha dejado a mi niño. Tú y tu mujer, por la vejez, solo han podido criar mal a su hijo. ¡Qué deshonra tener un omega así!
—Por favor, perdona a Jimin. Hablaré con él y le pediré que se disculpe.
—Deberías seriamente mandarlo a una escuela correccional de omegas.
—Gracias por su consejo. Nuevamente, perdona a mi hijo. Es joven y comete errores.
—Siempre pones la misma excusa, Park —dijo la señora Jung con desdén, sus ojos llenos de reproche.
Golpeé ligeramente el hombro de mi hijo, tratando de mantener la calma.
—Pide perdón, Jimin.
—Papá, la culpa la tuvo él por llamarme gordo —respondió Jimin, su voz temblando de indignación.
—No te estoy preguntando quién tuvo la culpa, te estoy ordenando que te disculpes —dije con firmeza, tratando de contener mi frustración.
—Lo siento —dijo Jimin casi en un susurro, su mirada fija en el suelo.
—No deberías traer más a tu hijo aquí. Este es un lugar sagrado —espetó la señora Jung, con su tono lleno de desprecio.
—Y usted no debería venir aquí porque no tiene un corazón puro y, con esa cara, asusta a los ancestros —replicó Jimin, con su voz cargada de desafío.
—¡Park Jimin! —exclamé, horrorizado por su falta de respeto.
—Ya, ya, lo siento, señora Jung —dijo Jimin, aunque su tono seguía siendo desafiante.
—Niño insolente y malcriado. Vámonos, hijo —habló la señora Jung, llevándose a su hijo con un gesto de desdén.
Me volví hacia Jimin, mi corazón pesado de preocupación.
—Jimin, estás alejando a todas las personas de ti. Así nunca tendrás un alfa o conseguirás que alguien te considere para que seas parte de su familia.
—No importa, siempre seré parte de la familia Park —respondió Jimin con terquedad.
—Jimin, el sueño de todo padre es ver a sus hijos realizados. Eres un omega precioso, pero debes controlar tu temperamento, pensar antes de actuar y honrar a la familia. Te enviaré a la escuela de omegas.
—¿Qué? No, padre, eso es una tortura —protestó Jimin, con los ojos llenos de lágrimas.
—Es lo que necesitas —dije con tristeza, sabiendo que es la mejor decisión para su futuro.
Bajé con mi padre desde la cima y fui a mi cuarto, el cual comparto con mi hermano. Empecé a recoger mis cosas, sintiendo una mezcla de tristeza, rabia y frustración.
—¿Qué haces, Jimin? —preguntó Jungkook, mi hermano menor, con curiosidad.
—Estoy haciendo origamis, ¿no ves? —respondí con sarcasmo, sin poder contener mi frustración.
—Perdón por preguntar —dijo Jungkook, bajando la mirada.
—Perdón, hermano. Es que estoy enojado. Papá va a llevarme a la escuela para omegas.
—¿De verdad? —preguntó, sorprendido.
—Sí, y odio la idea de tener que ir, pero daré batalla. No me dejaré doblegar tan fácil.
Golpeé mi frente con la mano, sin poder creer lo terco que es Jimin. —Hermano, ¿no sueñas con tener un alfa? Tu propia camada.
—No, yo sueño con ser libre, andar a caballo y atrapar maleantes —respondí con determinación.
—Somos omegas, no estamos para hacer esas cosas.
—¿Quién lo decidió? Yo forjaré mi propio destino.
—Jimin, ¿estás listo? —preguntó mi padre desde afuera.
—Sí, padre, ya terminé —respondí, abrazando rápidamente a Jungkook—. No me extrañes mucho —le dije con una sonrisa forzada y salí del cuarto.
—Jimishi, hijo mío, por favor, aprende todo lo que puedas y llena a esta familia de honor —dijo mi madre, con lágrimas en los ojos.
—Sí, mamá, por favor, no llores.
—¡Vamos, hijo! —dijo mi padre con firmeza.
Subí al caballo con mi padre y empezamos el camino de dos horas hasta llegar a la escuela de omegas. Al ver el lugar, mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Papá, no me dejes aquí —supliqué, con la voz quebrándose.
—Jimin, todo será por tu bien. Me lo vas a agradecer —dijo, colocando una peineta de jade rosa en mi cabello. Se dio vuelta antes de rendirse ante mis lágrimas.
—¡Joven Park Jimin! Entre, por favor —dijo una voz autoritaria desde la entrada.
—Adiós, papá —dije, sintiendo cómo mi corazón se rompía un poco más con cada paso que daba hacia la escuela.
Una vez dentro, nos alinearon a todos en formación. Un instructor de aspecto severo caminaba de un lado a otro, observándonos con ojos críticos.
—¡Todos en formación! —gritó, su voz resonando en el aire—. ¡Todos ustedes son omegas defectuosos! Han sido enviados aquí para que cambien su naturaleza. Aquí seguirán todo al pie de la letra o, si no, tendrán severos castigos. Deben aprender a atender a sus alfas, sus hogares y a educar a sus futuros cachorros.
El tiempo pasaba lentamente y cada día se sentía como una eternidad. Las órdenes eran constantes y estrictas, y todo lo que se escuchaba era:
—Así no, Jimin. Baja de allí, Jimin. ¡Jimin, Jimin, Jimin!
Cada día era una lucha constante. Sentía que todos los ojos estaban puestos en mí, esperando que cometiera un error.
Pero no me rendiré, no dejaré que me dobleguen tan fácilmente. La presión es inmensa, pero mi determinación es aún mayor.
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