2. Que buenas vacaciones
(...)
—Mirar al otro lado no te hará despertar curiosa Brigtmort— escuchaba la voz sin ver algo más allá que una negrura recubriendo el entorno.
Un olor pudriento inundaban mis pensamientos, un leve latido en las palmas de las manos me hizo retroceder unos cuantos pasos en la oscuridad.
—¿Que hago aquí?— cuestioné casi en un susurro débil. Mi vista era nublosa y una pesadez me cubría de pies a cabeza.
Por alguna razón el lugar me resultaba familiar, parpadeé con debilidad, sentía una re sequedad infernal.
A unos cuantos pasos pude divisar un cuerpo anormal, el mismo del museo que había logrado quitarme la calma —señor Nadir— solté sin siquiera saber el porqué lo había dicho.
Mi cuerpo se mantuvo rígido ante la mirada amarillenta del cadaver frente a mi, parecía una momia resucitada.
Sus movimientos eran detenidos, como si en cualquier momento fuese a derrumbarse, como un espectro a punto de partir.
Una luz morada ilumino al hablante, resaltando los vendajes que mantenían los huesos y la piel seca de este —El... te ha encontrado...— una risa grotesca salió del ser extraño frente a mi —en cualquier momento reclamarán lo que les pertenece— señaló mi frente con una garra, dejando sangre sobre mi rostro.
Con los dedos temblorosos toque la zona afectada, el ardor de mis palmas se intensificó, aún era tolerable el dolor.
Su ojo me observo con sorpresa —Pero tú no eres Elisa— su voz subió de tono y un chillido salió de su boca pudrienta.
El espacio comenzó a reducirse, no podía respirar y mis ojos ardían.
Sentía como si mi pecho se estuviera rompiendo en pedazos, quería correr o gritar...
—Mierda, mierda...— desperté rasgando las sábanas bajo mi cuerpo tembloroso, sudor frío me recorría la piel, el escalofrío aún estaba en mi.
Me sentía observada, decidí ponerme de pie y cerrar las cortinas de la habitación, acelerada me tumbe sobre la cama ¿Que mierda había ocurrido? No tenía ni una pizca de miedo, solo tenía una extraña sensación recorriéndome la espina dorsal, revisé mis manos, las cuales tenían un leve color rojizo, como si el cuerpo estuviese más caliente de lo normal —Extraño...—solté para mi.
Al verme de reojo en el tocador me exalte, por un momento creí ver que mis iris estaban teñidas de rojo, como si algo estuviera dentro de mi.
La impresión de aquella figura en el museo me había provocado algunas malas pesadillas.
Pero solo eran eso, pesadillas.
(...)
—¿Estás bien?— Pregunto al tirar un mechón de mi cabello para continuar lamiendo su helado de vainilla con fresas. Asentí al continuar subiendo las maletas restantes, tenía una extraña sensación de que quizás "Nadir" realmente me estaba advirtiendo de que algo estaba por ocurrir.
¿Que cosa podría advertirme un muerto? Nunca soñaba, era una nueva experiencia.
No creía en estos temas para ser sincera.
Imagino que Jacobo pregunta si estoy bien por las grandes ojeras que tienen mis ojos, por qué ya es una costumbre que se note el poco empeño que doy al peinarme o vestirme, casi toda la noche estuve investigando sobre Nadir y que era un Brigtmort, no encontré absolutamente nada, quizás solo es producto de mi imaginación.
Solo me estoy auto saboteando.
—Jacobo ¿Crees que si existan mundos paralelos? O bueno, ¿Que haya seres que te adviertan del peligro mediante los sueños?— Sonreí frustrada al preguntar semejante idiotez.
El chico me observo incrédulo hasta que decidió hablar —Doña religiosa me pregunta a mi ¿Si creo en cualquier cosa fuera de lo normal?— carraspeó en la última palabra "normal".
—Ajan— solté al desviar la mirada, sentía vergüenza, hace unos días tuvimos una charla intensa del tema y puesto que yo tenía una religión base a Dios, saqué mis conclusiones con versículos de la biblia como mi madre hubiese querido.
—Claro que creo en lo anormal, hasta hay estudios del tema fresita— sonrió dándole un último mordisco al cono —si vas a contarme un sueño, que sea después de las doce, por que se puede cumplir— Jacobo tomó mis cachetes y los apretujó con fuerza hasta que Federica nos dio una mirada acusatoria.
—Ya casi es hora del vuelo y aún siguen jugando— sus ojos resaltaban al sol.
Federica era una mujer ya madura, sus cabellos castaños caían hacia sus hombros, sus maquillajes tendían a ser muy naturales, traía consigo un vestido naranja y unos tacones muy discretos, muy propio de ella.
Me pregunto cómo debió de ser mi madre, como vestía o cual era su helado favorito.
Eran preguntas que nadie podía responder.
Respire muy profundo al observar de reojo a mi victima.
Con un pellizco en el trasero Jacobo dio un salto, había comenzado una guerra de pellizcos en medio de dos adultos conservadores, muy propio de Georgia, crear un desorden.
(...)
Ocho horas después...
—Que prefieres ¿Perros o gatos?— solté con una mirada divertida. —Perros— Hizo un gesto como si su respuesta fuese la mejor.
—¿Encerio pulgoso?— dije entre carcajadas. —Los perros son más fieles que Los Gatos, ellos aunque los maltrates, solo dan amor incondicional— hizo una mueca de desaprobación —aparte son buenos para jugar, y... te defienden ante el peligro tarada— se defendió.
—Tonto, Los Gatos de igual manera dan amor, solo que ellos son más selectivos, se van más a la vibra que tú les des, te dan amor, pero no están sobre ti todo el tiempo— mirándolo retadora mente lo deje junto a la fogata.
Si, olvide mencionar que ya casi es de media noche y estamos en medio del bosque.
Que grandes vacaciones ¡hurra!
La ciudad estaba casi colapsando de turismo y los pueblos cercanos no tenían hospedaje de igual manera, así que la familia decidió rentar casas de campaña y quedarse en el bosque.
Jacobo estaba feliz por estar cerca de un lago, pero yo no. No me mal entiendan, amo la naturaleza, solo que este no era mi plan a seguir, yo deseaba otro tipo de velada.
—Fresita— me llamó el castaño sacándome de mis pensamientos negativos.
—¿Que quieres pulgoso?— pregunte sin interés alguno.
—Trae más chocolate de la camioneta, ya se acabó este y el abuelo no tarda en despertarse y ya sabes...— me señaló una cazuela frente a él.
A regañadientes fui a la camioneta, el abuelo era un buen narrador y si quería oír unas buenas historias, tenia que pagarle con chocolate.
La camioneta que tenía el rico dulce estaba a unos cuantos metros de las casas de acampar, podía ir sola sin ningún problema, así que insistí para que Jacobo se quedara asando malvaviscos en vez de venir a cuidar mi trasero.
Yo podía ir y venir sin problemas.
Pase algunos árboles y unas cuantas ramas colmaron mi paciencia al rasgar un poco la piel de mis brazos y piernas expuestas, me exalte al notar como parecía que pequeñas gotas doradas salían de los finos rasguños, lo que debía ser sangre, ahora era una especie de líquido del color del oro.
—¿Que mierda?—Susurre con miedo.
—E...lisa...— una voz macabra me palideció.
Frente al lago apareció un humo grisáceo, como cuando se hervía demasiado el agua, un cuerpo negro comenzó a verse, venía desde las profundidades del lago, enmudecida y con las piernas postradas al suelo, me desvanecí.
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Espero y les gustara el capituló, apenas va iniciando el misterio.
Les dejo una imagen del pulgoso🤙🏻
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