otro día normal
Hoy todo ocurrió en el patio, un lugar que solía ser mi refugio, pero ahora no es más que otro rincón donde mi mente no encuentra paz. Me senté en el tronco de un árbol, mi lugar de siempre, y dejé que el peso de mis pensamientos me aplastara. No quería hablar con nadie, no quería que nadie me mirara. Pero Eclipse, como siempre, no podía dejarme en paz. Se acercó con esa cara de preocupación que me daba asco, preguntando qué me pasaba, por qué era así, que si no éramos amigos. ¿Amigos? ¿De verdad podía tener el descaro de usar esa palabra?
Levanté la vista y lo miré directamente, dejando que mi rostro apagado hablara por mí. Luego me puse de pie, y con una sonrisa que no significaba nada, le respondí: "¿Somos amigos? ¿En serio piensas eso?". Mi voz salió cortada, temblorosa, como si estuviese al borde de la locura. Antes de que pudiera responder, lo interrumpí: "Yo te lo diré... ¿dónde has estado estos últimos nueve años?". Sabía que no respondería, pero no lo dejé intentarlo. "Estabas con mi hermanita dulce y adorable, claro. Me ignoraste. No te mereces llamarme amiga. No me mereces para nada. Si hubieras sido un verdadero amigo, me habrías dejado morir aquel día."
Eclipse me miró con esos ojos llenos de confusión y culpa, pero no me importaba. No necesitaba sus explicaciones. Blue apareció de repente, como siempre lo hacía, interrumpiendo el momento. Sus ojos encontraron los míos, llenos de preocupación, y me preguntó qué había pasado. Sólo le dije que nada, con la voz más vacía que pude reunir, y los dejé allí.
Me fui a clase, pero no llegué muy lejos antes de que el director me llamara a su oficina. Sabía que nada bueno saldría de eso. Entré y allí estaba él, con una mirada severa y una carpeta llena de fotos sobre su escritorio. Fotos de mí... desnuda. Las dejó frente a mí como si fueran evidencia de un crimen, y me preguntó qué significaba eso. No respondí. ¿Qué podría decir? Me quedé callada mientras él me advertía que no quería que eso volviera a suceder, que si alguien más tomaba fotos así, sería expulsada. ¿Expulsada? Me daban igual sus amenazas. No tenía nada que decir, así que me levanté y me fui sin mirar atrás.
Cuando llegué a casa, lo primero que vi fue a Sol, durmiendo tranquilamente en su cama, como si nada hubiera pasado. La ignoré, me cambié de ropa y me senté junto a la ventana, observando el mundo al que no quería pertenecer. El día parecía arrastrarse lentamente, pero todo cambió cuando mi hermano mayor entró a la habitación. No sé por qué lo hizo. No sé por qué decidió que hoy era el día para hablar conmigo. Me agarró del brazo y me obligó a girarme, haciendo que nuestras miradas se encontraran. Su expresión era de puro odio. Me dijo que lo que había hecho estaba mal, que no podía seguir así. Pero no se limitó a las palabras.
Antes de que pudiera reaccionar, sentí su puño en mi estómago. El dolor fue tan intenso que escupí sangre, pero lo peor no fue eso. Lo peor fue el vacío. No me dolía físicamente. No sentía nada. Todo mi cuerpo estaba entumecido. Luego, sin más, me levantó y me lanzó por la ventana. Sentí el viento frío en mi piel, el impacto del suelo contra mi espalda. El dolor llegó lentamente, pero cuando lo hizo, fue insoportable. Pude sentir la sangre extendiéndose bajo mí, cálida y pegajosa. Miré al cielo y pensé que era el final. Susurré un adiós al mundo y cerré los ojos, lista para irme.
Pero no fue así. Abrí los ojos nuevamente, esta vez en un hospital. No podía moverme. Mi espalda estaba destrozada, pero de alguna manera seguía viva. Un milagro, dijeron. Me dijeron que en dos días podría volver a moverme, pero mientras tanto tendría que quedarme allí, atrapada en esa cama, impotente. Mi madre estaba allí cuando me lo dijeron, pero no dijo nada. Sólo se fue, dejándome sola con una enfermera que intentaba consolarme. No podía escucharla. No podía escuchar nada.
Todo lo que sentía era el dolor. No sólo el dolor físico, aunque ese era suficiente para volver loco a cualquiera. Era el dolor de saber que estaba sola, que nadie realmente me quería aquí. ¿Por qué sigo luchando? ¿Por qué sigo respirando? No tengo respuestas, diario. Sólo tengo este vacío que parece no tener fin.
Estoy cansada. Estoy tan cansada.
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