Hoy llegué a casa después de un día que, aunque empezó esperanzador, terminó recordándome lo frágil que puede ser la felicidad. Dejé mis cosas en un rincón de mi cuarto, en esa pequeña esquina que comparto con mi hermana Sol. Sin siquiera pensar, agarré una toalla y me dirigí al baño. Solo quería sentir el agua cayendo sobre mí, quizá lavar algo de la tristeza que sentía.

Mientras el agua comenzaba a caer, traté de respirar hondo, pero el dolor de mi cuerpo lo hacía difícil. Cada gota que tocaba mis heridas se sentía como un recordatorio de todo lo que había pasado. Estaba sumida en mis pensamientos, intentando calmarme, cuando de repente la puerta del baño se abrió de golpe.

Era mi hermano, él, el que siempre disfruta de verme sufrir. Antes de que pudiera reaccionar, me empujó contra la pared y comenzó a reírse a carcajadas. "¡Vaya, mira cómo estás! Casi pareces un monstruo", dijo burlándose de mis heridas. Sentía el frío de los azulejos en mi espalda y el miedo recorriendo mi cuerpo.

Sin previo aviso, giró la llave del agua fría y dejó que la helada corriente me empapara por completo. Era como si el frío me cortara la piel, pero no me moví, no lloré. Solo cerré los ojos, esperando a que terminara. Finalmente, se fue, dejándome sola, temblando y con el agua aún cayendo.

Cuando reuní fuerzas, giré la llave hacia el agua caliente, pero fue peor de lo que esperaba. Mi cuerpo estaba tan herido que cada gota caliente se sentía como cuchillas atravesándome. Aun así, me quedé allí un rato, intentando calmarme, intentando ser fuerte.

Cuando salí del baño, con el cuerpo cubierto por una toalla, escuché voces en la sala. Me acerqué con cautela y, para mi sorpresa, vi a Mark. Mi hermano mayor había regresado del ejército. Sentí una alegría que no puedo describir con palabras. Mark siempre ha sido el único que me trata como si fuera alguien importante, como si yo mereciera algo mejor.

"Luna, ¡mira cómo has crecido!" dijo con una sonrisa enorme mientras se acercaba para abrazarme. Por un momento, olvidé el dolor en mi cuerpo y me aferré a él como si fuera mi salvación. Mark me propuso salir a comer algo fuera, y yo acepté sin dudarlo. Necesitaba escapar de esa casa aunque fuera por unas horas.

Durante nuestra comida, le conté todo lo que había pasado. Cada golpe, cada burla, cada lágrima. Mark escuchó en silencio, pero podía ver la furia en sus ojos. Cuando terminé, me agarró las manos y me miró fijamente. "Luna, te prometo que cuando tenga el dinero suficiente, nos iremos de aquí. Te llevaré a un lugar donde nadie pueda hacerte daño."

Esas palabras fueron un rayo de esperanza en mi oscuridad. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que había una posibilidad de escapar, de tener una vida mejor.

Cuando volvimos a casa, Mark tuvo que irse de nuevo. Me abrazó fuerte y me dijo que me cuidara, que todo mejoraría. Lo vi alejarse, deseando que no tuviera que irse, deseando que pudiera quedarse para protegerme.

Entré en la casa y, como siempre, Sol estaba allí, esperando para hacerme sentir miserable. En cuanto me vio, soltó una carcajada. "¡Mira tu cara! ¡Creo que por fin estás un poco más guapa!" dijo con ese tono venenoso que siempre usa. Yo no respondí. Solo bajé la mirada y me fui a mi rincón.

Otro día más. Otro día menos. Pero hoy tuve un rayo de luz, aunque fuera pequeño. Y eso es lo que me mantiene en pie.

Hasta mañana, querido diario.