No pasó un mes para que Iraíla fuera canonizada por el Papa, en la misa celebrada en la plaza de San Pedro en el Vaticano. Fue incorporada al santoral de la iglesia católica, como la santa: Iraíla Khaes Willevark. Su madre estuvo en la ceremonia. Su padre se negó a ir. «No quiero una santa de yeso —dijo a su esposa ante la invitación del Papa—, quiero a mi hija Iraíla, de carne y hueso».

Peregrinos de muchas partes del mundo, especialmente de Europa, asistieron a la misa. Era una nueva oportunidad que no se perderían, con la esperanza de que su canto, que aún permanecía vivo en las paredes, los patios y los jardines del Vaticano, se escuchara de nuevo amenizado por la orquesta de ángeles.

Visionando lo que pudiera ocurrir, el pequeño ejército militar de la guardia Suiza encargado de la seguridad del Estado de la ciudad del Vaticano, debió ser reforzado por la policía italiana en todas las fronteras...

De nuevo, la plaza de San Pedro y los alrededores del Vaticano, habían sido convertidos en una colosal colmena de abejas humanas, constituida por varias castas de todas las especies.

En la homilía, el Papa justificó la distinción con el elogio de sus acciones, que por primera vez en la historia no hacía falta.

—Indagar sobre los milagros de Iraíla para tener consideraciones y elevarla al sitio que merece, sería un irrespeto, cuando ella misma fue el milagro que propició milagros. Se convirtió en el suministro celestial de muchas curaciones. La intención divina se reflejó en su canto que aún perdura en nuestros oídos para colmarnos de favores... No siendo del orden eclesiástico, y siendo apenas una jovencita de dieciséis años con el vigor de la adolescencia radiando en sus pensamientos, si Dios la escogió como instrumento de su amor para llevar el mensaje de sanación a través de su canto milagroso, ¿quiénes somos para cuestionarlo? Su vida, aunque corta, fue de sacrificios. Ella la aceptó con sus acciones —concluyó.

Se dijo que aquel día en medio de un sol radiante, la orquesta de ángeles no se hizo presente, quizá, porque tenía demasiados compromisos por cumplir en el universo. Pero muchos aseguraron que en los cantos de la eucaristía, el espíritu de su voz diluida en el incienso de la fe, susurró las canciones y amenizó la plaza para contagiarlos a todos de una paz respirable.

La nueva imagen de Iraíla, que vestiría por siempre, fue presentada en una pancarta de tela que reflejaba su inocencia; tenía el cuerpo cubierto con un vestido blanco sin adornos, y de su cuello colgaba un pectoral de plata. Sus cabellos caían al natural sobre sus hombros. El aspecto de su rostro blanco y simple, enseñaba sus ojos azul celeste que invitaban a seguirla al cielo, y la expresión de su boca indicaba que estaba cantando. La actitud de sus manos a la altura de su vientre, predecía que el canto era lírico. Sin duda era ópera. Al verla, los feligreses cerrarían sus ojos y escucharían el apacible sonido de su voz penetrar en sus espíritus.

Sucedió como lo profesa la biblia... Iraíla fue el grano de trigo que cayó en tierra espiritual estéril, para dar la vida y germinar.

Si le hubieran preguntado a su padre lo que opinaba sobre la imagen, los había mandado al carajo. Si le hubieran preguntado a Antoon, es probable que como su gestor de imagen y enamorado, la hubiera maquillado resaltando el color de sus ojos y algo de rubor para el tono de la piel, le hubiera colocado brillo en los labios, dibujado una sonrisa, laca en su cabello, una blusa llamativa con escote placentero, y aun siendo católico, le habría cambiado el pectoral por una llamativa cadena con piedras de bisutería, le hubiera variado la posición de las manos a una actitud más sensual. Y en fin, la habría hecho moderna y joven, y seguramente, habría motivado un conflicto de opiniones con la curia romana.

Cuando el país de Holanda estaba conmocionado con los acontecimientos milagrosos que giraban en torno a Iraíla, y después entristecido con su muerte, pero igual conmovido por la gran proeza lograda en la ciudad del Vaticano, la noticia de que fuera canonizada en la plaza de San Pedro por el Papa, los dejó boquiabiertos, porque coincidía con la fiesta de San Nicolás el cinco de diciembre del año 2035.

Una semana antes de que ella viajara a Italia para la audiencia con el Papa, con el país dividido en sus creencias religiosas, y con una alta y nociva mayoría huérfanos de religión, las opiniones la mantenían en equilibrio como buena y como no tan buena para hacer desquiciar a los cristianos católicos. Pero con su muerte y la canonización, con la certeza de que todo muerto es bueno, y que el Alzheimer, motivado en los funerales como una vacuna contra el duelo hace olvidar los malos ratos, Iraíla ya tenía una fanaticada que se extendía en círculo cerrado, entre los cuatro puntos cardinales de los países bajos.

Fue entonces, que comenzó a correr otro rumor en la web, de que la santa Iraíla, sería en el futuro, una más de los ayudantes de San Nicolás. Que mientras el criado Zwarte Piet, portaba el saco de los regalos y descendía por las chimeneas de las casas para dejarlos en los zapatos de los niños, Iraíla portaría canciones empaquetadas en globos de látex, que al dejarlos caer por la chimenea, por el peso de las canciones explotarían con el hollín, y se esparciría el canto al interior de la casa para aliviar las penas y sanar los males.

Así, las fiestas navideñas serían fabulosas para los niños con obsequios materiales y regalos espirituales. Las aflicciones humanas serían menos cada vez, y Holanda, entraría a liderar el ranking de los países con mejor nivel de vida para su sociedad, cuando la calidad de vida medida por el índice de desarrollo humano, evidencie un país en equilibrio y rico en bienestares, motivado por el bienestar emocional en crecimiento.

La idea gustó tanto que, España y otros países, no dudaron en asumirla con la intención de ponerla en práctica.