Capítulo 45
Cuando observaba a través de un tris de la ventana de la habitación en la hostal, esperando el regreso de sus padres, con la cortina a medio correr y sin atreverse a mostrar la cara, sonó el celular. Era Abigaíl. Al retirarse de la ventana no advirtió que ellos llegaban.
Se mostró simpática al saludarla antes de iniciar el tema de la cirugía, y fue allí que el color de la voz se destiñó. Iraíla percibió, que Abigaíl intentaba simular o esconder algo, así le hubiera manifestado que la cirugía fue todo un éxito. Algo que no entendió porque pareció escucharlo en tono interrogativo.
—Tuve que repasar tres veces los números de los contactos en el celular de Antoon antes de encontrar el tuyo —dijo—. Supuse que era el del nombre: Flor Iraíla. ¿No te llamas Flor?, o ¿sí?
—Claro que no. Es una rara historia que inventó Antoon —comentó.
Las dos callaron. Ninguna mencionó una sola palabra durante largos segundos. Eso hizo que el color natural de su tez blanca mudara repentinamente; cogió un brillo rojizo apenas perceptible, que sirvió de estímulo para que el calor de la tarde afinara el tono. Los nervios la erizaron.
Después de colgar, Abigaíl sintió la necesidad inmediata de llamarla de nuevo.
—La verdad... —prosiguió como si no hubiera habido ninguna interrupción—, la cirugía salió bien..., pero, ha perdido la funcionalidad muscular en su pierna y su mano izquierda. Todavía debe quedarse en el hospital para una evaluación neurológica. Apenas retornó de la anestesia, y un fuerte dolor de cabeza lo ha mantenido en cuidados intensivos. No ha dejado de preguntar por ti... Esperan que su recuperación sea pronta para dar inicio a la terapia de recuperación física. El médico dice, que el riesgo de un segundo accidente cerebrovascular, es mayor durante las primeras semanas... después del primero... —Un leve lamento le llegó a Abigail—. Imaginé que querías saber la verdad. No es para preocuparse, pero... es bueno que tu estadía en el Vaticano tenga un buen desenlace. Antoon necesita de tu amistad y compañía. Debes verlo tan pronto regreses. Es probable que su estado de ánimo no sea el mismo, así que... debes entenderlo.
Abigaíl se despidió. Iraíla agradeció que la hubiera vuelto a llamar, y le pidió que la mantuviera al tanto de cualquier pronóstico médico.
—Su pierna y su mano izquierda... —susurró para sí un par de veces.
Sus ojos se encharcaron al imaginarse en su situación. No podría soportar la idea de que sus cuerdas vocales se atrofiaran, o la garganta enfermara. Sería tan fatal como el pintor perder sus manos o el futbolista sus piernas. Suspiró y repitió de nuevo: «su pierna y su mano izquierda...». La imagen del piano llegó a su cerebro y sintió una profunda lástima. Antoon llevaba toda una vida compartiendo intimidades, miedos y alegrías con su amigo de cuerda percutida.
Sus padres ingresaron a la habitación, y se abalanzó sobre ellos buscando alivio. La intuición de Gisele fue cierta: necesitaba compañía. Entre sollozos, los enteró de lo que había ocurrido. Decidieron que el día jueves lo pasarían en familia.
El turismo quedaba suspendido.
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