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Vidrios rotos

Luna espera en el mismo lugar de la avenida de siempre, pero no al colectivo, sino la moto enduro que doblaría en unas quince cuadras a la derecha. Espera a David, como lo ha hecho toda esa semana. Desde que se vieron en el cementerio, y quedaron que a partir de esa semana llegarían juntos a la escuela.

¿Con quién viniste? le preguntó Marti apenas bajó del colectivo y se encontró que su amiga ya estaba ahí.

Con David.

¿El chico de la moto?

Ése mismo.

¿Hay algo entre ustedes?

Quizás.

Marti se puso totalmente colorada, y después dio un gritito de emoción.

Me tenés que contar todo... con lujo y detalle, con lujo y detalle- volvió a repetir la frase lentamente.

No te emociones tanto, es algo pasajero.

Pero te gusta, ¿o no?

Todavía no lo sé.

La moto aceleró frente a ella y David le sonrió con picardía. Luna le devuelve la sonrisa y se monta en la moto y abraza a David por debajo de los brazos. Es increíble lo poco que le ha costado acostumbrarse a eso, al contacto con ese joven delgado pero fibroso, a sentir con sus manos su musculatura definida, a apoyar su cabeza entre sus omoplatos.

Desde que decidieron montar la farsa se han mostrado juntos en cada momento que pueden, cuando llegan a la escuela, en los recreos, en la salida, Luna, incluso, ha aceptado quedarse más tiempo después de clases para fingir amor adolescente en la plaza. Y si, ha permitido que los vean de la mano, ha dejado que él se recueste sobre su falda en el típico banco blanco debajo del árbol, y más importante aún, lo ha besado frente a múltiples testigos. Todo ese tiempo, ha esperado con paciencia, ha esperado que se desate el típico chismorreo que al principio parece ser un rocío que pasa de uno en uno, pero que después crece como una bola de pelos, y va atragantándose en el decir de todos, para que finalmente se desprenda como tormenta de verano, y llegue a todos lados. Está esperando que llegue a la gente de su barrio, que llegue a Agustín, a Marco, a su madre... sobre todo a su madre. Quiere que ella se entere sin que Luna abra la boca en ningún momento.

No ha podido, quizás por esta necesidad, contarle de la farsa a nadie, ni siquiera a Marti, que se supone que es su mejor amiga, la ha mantenido entre sombras y luces todo el tiempo, diciéndole mitad verdades, mitad mentiras.

¿Te gusta o no te gusta?había preguntado Marti por quinta vez.

Me gusta para pasar el rato, como estamos haciendo, pero no me "gusta" en el sentido de que quiero algo especial con él.

¿Conocés la expresión sacar un clavo con otro clavo? ¿Bajarse de una montaña para subirse a otra?

Sí, ¿y qué?

¿No estás haciendo eso? ¿No estás usando a David para olvidarte por completo de Agustín?

Nunca llegué a tener emociones por Agustín no necesito sacar... ningún clavo.

Mentirosa.

¿Por qué no me podés creer?

Porque sé perfectamente cuando alguien miente sobre sus emociones, yo lo hago todo el tiempo... le dijo Marti y sus ojos se cristalizaron.

Marti le había contado que tenía un amor imposible, realmente imposible porque rayaba cerca del tabú, estaba enamorada de una especie de primo y Luna era la única que lo sabía. Sin embargo, sintió una punzada de dolor en el estómago ante esas palabras. Ese extraño dolor le impidió decir cualquier tipo de excusa.

Como sea dijo Marti aclarándose la garganta me alegra que te estés olvidando de la bestia de Agustín... pero este chico, David, parece buen chico, no se merece que lo uses, nadie se lo merece...

Es increíble como te preocupás por todos Marti... este mundo es el que no te merece le contestó Luna acariciándole la mano No te hagas problema, él sabe exactamente cómo me siento, no le estoy mintiendo...

¿Sabe de Agustín?

Sip...


Cuando llegan a la escuela, al igual que todos los días, David la ayuda a bajarse de la moto y la despide con un beso suave en la mejilla.

—Te veo más tarde— le dice David.

Luna contesta con un guiño de ojo. Y se da vuelta para encontrarse a Marti, como casi todos los días, a unos metros de la entrada, presenciado la escena cálida y amorosa que han llevado a cabo.

—Hay algo en todo esto que no me cierra— le dice Marta.

Pero antes de que Luna pueda contestarle aparece Edgar frente a ellas, el compañero de David, un tipo grande, cuello escaso y cabeza marcadamente cuadrada. Les cierra el paso deliberadamente. Ambas chicas se tensan y le responden con miradas asesinas.

—¿Qué te pasa?— pregunta Luna —Dejanos pasar.

—¿Tan agresiva siempre Luna? ¿Cómo puede ser que una chica tan mala como vos esté con un pelele como David?

—Lo que yo haga con mi vida y mi intimidad no te interesa.

—¿Intimidad? ¿Ya han tenido intimidad? Decime, ¿Cuánto duró? ¿Se le paró siquiera?

—¿Sabés lo que es proyectar Edgar?— pregunta entonces Luna con una sonrisa —Por supuesto que no sabés, proyectar es poner en el otro lo que a vos te pasa, y nos han contado que todo eso es lo tuyo, sí, sí, eso de mantener erecciones y durar más de tres minutos ¿o no?

Edgar se pone rojo en menos de dos segundos y pierde la capacidad del habla. Marti y Luna pasan por al lado golpeándole el hombro, pero antes de que logren traspasarlo Edgar toma del brazo a Luna.

—¿Quién te dijo eso?

—¿Cómo funciona tu cerebro Edgar, vos podés preguntar y ventilar la intimidad de los demás y pensás que no van a hacer lo mismo con la tuya?- responde Luna sarcástica.

—La mojigata que haya dicho eso...

—Ay Edgar... ya me aburrí, ¿por qué no tratás de bajarle un poco a los anabólicos? Seguro que la cosa mejora.

Marti suelta una carcajada y Luna aprovecha para zafar el brazo. Apenas toman la suficiente distancia Marti, todavía sin dejar de reír admite:

—Me encanta cuando les respondés así, no sé cómo es que tenés todo ese girl power...

Luna ríe en respuesta, pero se pone más seria cuando ve a Edgar pasar junto a ellas cargando toda esa furia junta. Sabe que eso va a tener repercusiones, que el rugbier lindo de la escuela no se va a quedar conforme después de haber sido insultado. Eso le genera una mezcla de sensaciones, por un lado, siente la satisfacción de la victoria bailándole por dentro, la emoción de haber podido insultar gratamente a un nene de papá, y por el otro lado se siente consumida, de pronto por la ansiedad, la incertidumbre, el miedo a una posible represalia. La balanza se inclina, sin embargo, a esa saciedad de triunfo, de saber que su posible humillación, ella que realmente conoce la verdadera humillación, nunca le va a llegar a los tobillos a la que pueda llegar a sentir Edgar, quien no ha conocido otra cosa que un mundo subalterno, donde todos le dicen lo lindo, lo bueno que es. Luna no puede evitar pensar, que es definitivamente el dolor el que divide al mundo en diferentes tipos de personas. Están los que saben del dolor y los que creen que saben lo que es dolor,

A la salida del colegio las espera David, se acerca con el mismo aire cómplice que ha traído todos esos días. Luna no puede evitar sonreír, se lo ve casi altanero, como si le hubieran dado a interpretar el papel perfecto.

—Esta noche hay una fiesta- dice apenas llega hasta ellas- en la finca de Matías, estamos invitados...

Matías es también del último año, va a la tercera división de la escuela, es popular, pero tiene un aura diferente, es el presidente del centro de estudiantes, camina como si tuviera resortes en los talones, y simplemente se lleva bien con todos. De todas formas, Luna se asombra cuando le dice que están invitadas.

—¿Desde cuándo? —pregunta Marti, que al parecer está igual de sorprendida que Luna —No me malinterpretes, Matías me cae bien, pero no creo que ni me registre...

—Está toda la escuela invitada— explica David.

—Sí, pero no nos había pasado... hasta ahora— contesta Luna.

Las fiestas en la finca de Matías eran legendarias, eran fiestas masivas donde casi toda la escuela iba, así había sido durante los últimos tres años, sin embargo, Marti y Luna, nunca habían entrado en la masividad, en la homogeneidad, en la normalidad.

David las mira visiblemente incómodo.

—Bueno... no sé, ¿vienen o no?

—No puedo— contesta inmediatamente Marti.

—¿Por qué?— pregunta Luna.

—Mi mamá...— se limita a decir Marti.

—¿Y vos?- pregunta David mirando a Luna— ¿Venis?

—Bueno, dale.

—Buenísimo, te paso a buscar entonces, a las once.

—Bien, ¿nos das un minuto?

David hace una pequeña reverencia y se va hacia la plaza, donde espera a Luna para llevarla a su casa.

—¿Qué pasó con tu mamá?— pregunta Luna cuando David esta lo suficientemente lejos.

—No me va a dejar salir, pasó algo el fin de semana...

—¿Qué?

—Me atrapó viendo porno.

Luna sabía que la madre de Marti era una mujer increíblemente chapada a la antigua, y con una religión ferviente, hasta tal punto, que se había negado a que Marti fuera a esa escuela, en un primer momento quiso impedir que se postulara, Marti logró rendir los exámenes sin que ella se enterara y gracias a la complicidad con su padre. Una vez que ingresó, ella terminó cediendo, aunque su intención había sido enviarla a un internado religioso.

—Bueno, no es nada del otro mundo...

—Porno lésbico Luna...

Luna alza las cejas y mira a Marti con interés y diversión.

—¿Qué? Yo también siento curiosidad.

Luna suelta una carcajada a la que Marti se le une.

—Bueno, no lo provoques demasiado, el internado de monjas te puede abrir las puertas en cualquier momento.

—Naa... ya sabe que si lo intenta me escapo.

Llegan a la plaza, y a lo lejos Luna divisa a David, apoyado ligeramente sobre la moto y con los brazos cruzados. Su postura, su remera negra de AC DC, el pelo lacio cayendo a los costados de su rostro, la media sonrisa que mantenía, son una combinación que de pronto llama la atención del resto de las chicas. Luna no puede evitar sonreír internamente, era como si se hubiera permitido, de un día para el otro, convertirse en alguien visible, incluso su forma de caminar había variado, sus ademanes eran más determinados, como si toda su personalidad hubiera decidido explotar en todas las dimensiones de su cuerpo y su expresión. Apenas llega a él le da un beso corto en los labios, y sonríe ante el leve sonrojamiento en las mejillas de David.

—Te pusiste colorado- le dice poniendo sus manos sobre sus hombros y dejando que él coloque las suyas sobre su cintura.

—Todavía no termino de acostumbrarme...

—¿De besar a una chica?

—De besarte a vos— contesta y Luna siente, esta vez, el ardor en sus mejillas —te pusiste colorada— le devuelve sus palabras con una sonrisa.

—Todavía no termino de acostumbrarme...

Antes de que pudiera preguntarle a qué, Luna se inclina sobre David y vuelve a besarlo. Primero lo hace apenas pegando sus labios, en pequeños besos, uno detrás del otro, pero en un momento se encuentra con los labios de David abiertos, y ella abre los suyos, se deja envolver por los labios de David, y mordisquea su labio inferior, provocando, inmediatamente, que David la tome de la cintura y la presione hacia él, profundizando el beso, introduciendo su lengua en la boca de Luna. Siente como su respiración empieza a cambiar, como su cuerpo reacciona inmediatamente al roce de ambos cuerpos. Se separa en el momento que empieza a sentir como el calor la invade a ella, y algo se endurece en el cuerpo de David.

Hasta ese entonces, nunca se habían besado de aquella forma. Siempre habían tocado superficies, jugado a que se besaban, habían armado un circo, un simple circo... hasta ese día. Luna se separa del cuerpo de David y aparta su mirada.

Esto es un juego Luna, se supone que es sólo un juego. Pero antes de que pudiera decirse nada a sí misma, o tratar de excusarse frente a David, ve, a lo lejos, un Ford blanco, estacionado paralelamente a ellos, alcanza a ver, incluso, la expresión de Agustín, entre tristeza y bronca, una mezcla que podría explotar y extenderse infinitamente. Le sonríe a la distancia y vuelve a abrazar a David.



David llegó a la casa de Luna, estacionó la moto en la puerta, y le envió un mensaje de texto, tal como ella le había pedido. Sabía que ella no quería que entrara a su casa, y no pensaba objetar nada, ese había sido un día de muchos avances. No había podido dejar de pensar en el beso que se habían dado en la plaza, todavía tenía la sensación pegada a los labios, todavía tenía su sabor impregnado. No iba a mentir, se sintió un poco decepcionado cuando después vio el Ford blanco estacionado, junto con la cara de desilusión de Agustín, sí, el tipo del que Luna le había dicho que se quería despegar. Aunque David todavía no estaba muy seguro de eso, todavía le faltaba entender a Luna, ver hasta donde llegaba su mutación... hasta donde era capaz de seguir mutando, de seguir transformándose si se la presionaba un poco, después de todo esa era su capacidad, ver hasta donde podían llegar las personas. Hasta ahora siempre se había sentido decepcionado, esperaba que esta vez fuera diferente...

En fin, David sentía que ha logrado un gran progreso esa tarde, porque a pesar de que entendía que quizás era sólo un montaje de celos, David lo había sentido, por primera vez genuino, había percibido a sus cuerpos corresponderse, comunicado, entrelazado.

Luna salió de su casa y David alzó la vista y por un momento se quedó anonadado ante ella. Estaba usando unas calzas negras de cuero y un top dorado que dejaba ver mucha piel, sobre todo en su espalda que la tenía por completo al descubierto. Le silbó ligeramente y Luna le devolvió una sonrisa. Sabía lo sexy que era Luna, todos lo sabían, pero esa mezcla, entre sensualidad y rudeza era lo que la hacían especialmente explosiva.

Entraron a la finca de la mano, e inmediatamente llamaron la atención de todos, separados habían sido siempre ignorados, percibidos como estereotipos, de pronto, juntos, saliéndose de las casillas que les habían asignado, eran un imán de las miradas y el interés de todos. Todo estaba dispuesto al aire libre, había cuatro enormes parlantes, y luces colgando entre los árboles. Se quedaron en el medio del espacio delimitado para bailar, mientras el cuchicheo se repartía a su alrededor. Rodrigo apareció detrás de ellos, con dos bebidas en la mano, le pasó una a David, antes incluso de dignarse a decir algo, y miró a Luna de arriba abajo.

—¿Y vos sos?— le preguntó con un tono altanero.

—Luna.

—Él es mi amigo...

—Rodrigo— terminó Luna— yo no voy a hacer de cuenta que no lo conozco.

—Luna— repitió Rodrigo sonriendo— un placer conocerte al fin.

Luna le devolvió una sonrisa forzada.

—No estás empezando muy bien...

—¿Tengo que caerte bien acaso?

—¿No deberías?

—¿Por qué debería?-

David miraba el diálogo de ambos, y podía sentir como la tensión iba subiendo, colocó una mano en la espalda de Luna y pudo percibir como ella relajaba sus músculos un poco. Sin embargo, no tenía intenciones de intervenir, no pretendía cortar la diversión.

—Él es mi mejor amigo.

—Y es mi...— Luna se cortó en seco.

—Sí, ¿tu qué?— preguntó David divertido, hasta el momento nunca habían quedado en cómo se iban a presentar ante los demás, con mostrarse juntos había sido suficiente.

Luna le lanzó una mirada asesina, pero no retrocedió.

—Mi novio.

David la miró con expresión de sorpresa y diversión.

—¿Y qué pasó con el que vende drogas?— retrucó Rodrigo —no es fácil dejar a uno de esos ¿no?

—Él no es mi novio... nunca fue mi novio— la voz de Luna estaba llena de bronca y su cuerpo se había tensado completamente de nuevo.

—Rodrigo— dijo David en tono de advertencia.

—Está bien... está bien— respondió Rodrigo levantando las manos, como en señal de rendición- lo único que quiero decirle a tu "novia" es que si te mete en algo raro se las va a ver conmigo.

—¡Ay qué tierno!— se burló Luna— con amenaza y todo...

Otra vez Rodrigo volvió a sonreír.

—Me caes bien Lunita, tengo que admitirlo...— terminó de decir y se fue.

—Tenés un amigo muy agresivo— dijo Luna en cuanto Rodrigo se perdió entre la gente.

—¿Qué te puedo decir?, me atraen las personalidades fuertes— dijo y se acercó un poco más a ella, sin sacar su mano de su espalda.

Luna sonrió, y se acercó un poco más a David y puso sus brazos sobre sus hombros.

—¿Querés dar otro espectáculo como el de esta tarde?— le preguntó Luna acercando su boca a su oído.

—Me encantaría— respondió David con la voz más ronca y empezó a acariciarle la espalda, esperando a que ella diera el primer paso.

Ella le sonrió e inmediatamente y lo besó, pero a diferencia de como había sido en la tarde, que había empezado con dulzura, con lentitud, lo hizo con rudeza, con un dejo de desesperación, de dejar salir un poco la bestia enjaulada. David tiró a un lado el vaso con bebida a un costado, para entrelazar sus brazos en su cintura y apretarla contra sí. Y entonces, una mano lo agarró del cuello y lo tiró hacia atrás, lanzándolo hacia el piso.

—¡Agustín!- gritó Luna.

Pero Agustín hizo caso omiso y se lanzó sobre David para darle un puño en la cara. Sin embargo, al segundo intento de asestarle otro golpe, Luna le vació un vaso de cerveza en la cabeza, lo cual lo sacó de su eje por unos segundos. Momento que aprovechó David para devolverle el golpe y quitárselo de encima. En cuanto se puso de pie, Luna pudo ver que tenía un labio partido.

—Agustín...- volvió a repetir Luna mirando al joven que se estaba poniendo de pie, sin embargo, su tono no era de amenaza, sino más bien de súplica.

Agustín se puso de pie sin decir nada, pasó por el costado de David y simplemente se limitó a susurrarle algo en el oído que sólo él podía escuchar.

—No la toques de nuevo, porque te mato.

La escena había llamado la atención de media fiesta. A un costado de ellos estaba Rodrigo, le dirigió una sonrisa torcida a Luna, en una especie de "te lo dije" totalmente despreciable. Luna se dio la media y desapareció entre la gente. David terminó de limpiarse la sangre con el dorso y la siguió.

Luna

Todos los ojos están en mí, Agustín le dice algo al oído a David antes de irse. No me hace falta ser muy perceptiva para saber qué le dijo, seguro algo con las palabras desaparecer o matar... David entonces me mira de una forma que no lo ha hecho nunca, de una forma que no puedo interpretar, que no puedo leer.

Podría decir que esto es exactamente lo que quería, lo que esperaba... y no sé por qué de pronto me siento tan vacía, me siento increíblemente sucia.

Entro en la enorme casa. Busco entre las distintas habitaciones el baño, pero la mayoría de las puertas que abro son dormitorios que ya están siendo aprovechados por adolescentes hormonales. Hasta que finalmente encuentro el baño, me sostengo del lavamanos mientras una lágrima se desprende y cae en el respiradero. Escucho que se abre la puerta, y cuando levanto la vista veo a David en el reflejo del espejo. La bronca que entonces siento es demasiada, no puedo contenerla, no puedo ponerle más barreras. Mi puño cerrado golpea el espejo, que se rompe en seis o siete partes, y me corta los nudillos que inmediatamente empiezan a sangrar, pero no importa, no me importa nada.

David me mira en silencio, no dice nada ¿por qué no dice nada? ¿por qué no se alarma? ¿por qué no me dice que estoy loca? David se mueve hacia mí, despacio, hasta que de nuevo está cerca, muy cerca.

—Mirá el espejo- me dice.

Yo me giro nuevamente al espejo, que ya no es espejo sino un montón de vidrios rotos.

—¿Qué ves?

—Veo lo rota que estoy— admito —la imagen verdadera.

—¿Y qué vas a hacer con eso?

—No sé...

—¿Qué es lo querés Luna?

—¡No sé!— grito.

David hunde su cabeza en mi nuca, puedo sentir su respiración suave y profunda.

—Sí sabés— me dice —querés lo mismo que yo.

—¿Y qué es?

—Romper todos los espejos, todas las imágenes...

Me giro para mirarlo, para mirarlo a los ojos como si, por primera vez, fuera capaz de reconocerlo, sabiendo, que por imposible que fuera, he encontrado a un par. Le sonrío, no es justo, pienso, creí que todo este tiempo había estado jugando sola.




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Bueno, bueno, la cosa va cambiando aquí, ¿qué es lo que quiere David? ¿Es tan inocente como piensa Luna? ¿Qué quiere Luna? Esa es la gran pregunta...

Me encantó escribir este capítulo, siento que de a poco las verdaderas naturalezas empiezan a deslumbrarse, pero para saber quién de los dos está más loco, van a tener que esperar al próximo capítulo. No se olviden de opinar, corregir, y si les gustó de darle a la bendita estrellita. 

Nos estamos viendo, loquitos

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