Luna llegó a su casa y vio el desastre repartirse por todos lados, el olor a vómito era tan penetrante que parecía pegado a las paredes, pero lo más terrible era el silencio. Era ese tipo de silencio que se acorralaba en cada esquina decidido a volverla loca, a arrancarle la piel, a morderle las sienes hasta que ya no pudiera pensar en otra cosa más que en su propia desesperación.

No pudo quedarse mucho más en esa casa, no podía quedarse, algo de sí misma iba a volver a morir si permanecía. Cerró la puerta con toda la violencia que pudo, con la fuerza que le quedaba en su estúpido ánimo. Miró su celular dudando a quién llamar, a quién acudir. Los nombres de Agustín y David estaban entre los primeros a elegir. Sabía que cada uno representaba una trampa ¿Qué forma de destrucción iba a elegir esa noche?

David

Agustín

David

Como si fuera el desgaje de una flor... me quiere, no me quiere.

La respuesta es igual de inicua.

Pero claro que esto no empezó acá...

Si Luna tuviera que devolverse hasta el comienzo, diría que todo empezó con su propio y ridículo nombre.

Sí... esto empezó con nombres, 

      luego se descuartizó en las etimologías 

                 y finalmente se gangrenó en las composiciones.

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Esta novela tiene escenas de sexo explícito, consumo de drogas y violencia. No es apta para menores de edad o personas susceptibles a dichos temas. El autor de esta novela no promueve el consumo de drogas o la violencia sino que intenta recrear escenarios que lamentablemente acometen en la vida real y crear consciencia sobre ellos.