Marti
La música en mi habitación está a todo volumen, pero en realidad no estoy escuchando. Estoy con los auriculares puestos mientras veo un video en mi celular... sí, esa clase de video poco realista en donde dos mujeres pasan, como si nada, de una guerra de almohadas a otro tipo de guerra, donde hay besos y jadeos. Es poco realista, ya saben, porque he estado en guerras de almohadas, con Luna por ejemplo, pero terminan ahí, en las risas, no en los besos. El poco realismo, sin embargo, no evita que sienta la excitación subir, escalar levemente por mi cuerpo, primero, para después lograr que todo se sienta más caliente, para sentir que pequeños espasmos de placer empiezan a dispararse, ahí, involuntariamente. No puedo evitar llevar mi mano a mi clítoris y empezar a masajear suavemente e ir subiendo poco a poco la velocidad. Llega un momento que las imágenes que me ofrece la pantalla no son necesarias. Mi imaginación es mucho más potente, y me veo a mí misma besando a Luna, puedo sentir como me acaricia, como me toca... estoy tan cerca...
—¡Marta!
El grito de mi madre me saca de mí misma. Me saco los auriculares, trato de sacar el video.
Es demasiado tarde.
Los gritos llenan todo el lugar.
Necesito que la tierra se abra y me succione... para siempre.
—Me das asco— dice mi mamá saliendo de la habitación y pegando un portazo.
Las lágrimas todavía no salen, en realidad jamás salen... tengo un vacío que es peor que el dolor.
Quisiera desaparecer...
Quisiera ser humo...
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