Confesiones
Cuando Luna y Marti se vuelven a encontrar, ambas están con el maquillaje corrido, los labios casi entumecidos y el pelo desacomodado. Se reconocen por unos segundos y no pueden evitar reírse con complicidad. Vuelven a la casa de Marti con una sensación de liviandad en el cuerpo, probablemente a causa del alcohol que todavía recorre sus vasos sanguíneos, probablemente porque todavía se sientes audaces y liberadas, aunque Luna sospecha que el éxtasis no le va a durar hasta la mañana. Espera que nunca llegue la mañana.
En la habitación de Marti, ya sin el maquillaje, sin las máscaras, sin los vestidos, les cuesta dormirse, ninguna de las dos quiere hacerlo. No quieren que todas las sensaciones que les recorren el cuerpo finalmente se adormezcan, se queden en la nebulosa que degluta memorias.
—Besa tan bien— dice Marti.
—¿Tan bien para mantenerte estampada contra la pared todo ese tiempo?— pregunta Luna riéndose.
—Exactamente así de bien, aunque por supuesto hubo un poco de manoseo también— responde uniéndose a la risa de Luna.
—¿Sabés cómo se llama? ¿O solamente quedó como Diego de La Vega?
—Sebastián... hasta su nombre me encanta.
—Es todo un logro que sepas su nombre, no los vi hablar mucho.
—Tenía miedo que la cagara si hablaba, pero no, estuvo bien... cuando finalmente hablamos sonaba interesante y todo, hasta es posible que quiera que me escriba... pero ya hablamos mucho de mí, ¿y vos? ¿con quién te besaste?
—Con quienes querrás decir...
—NOOO- exclama Marti divertida —¡No podés ser tan zorra!
—Siempre zorra, nunca inzorra— bromea Luna.
Ambas ríen a carcajadas, tratan de ahogar sus rizas en las almohadas.
—¿Quiénes?— pregunta Marti cuando la risa, finalmente, la deja hablar.
Luna no sabe si es el alcohol, o si es el cansancio, el cansancio de tratar de ser algo que no es, que nunca será frente a su única amiga, pero termina sorprendida, avergonzada y finalmente liberada ante la respuesta que suelta como confesión a capellán antes de la horca.
—Agustín y David.
El silencio las invade entonces como una ola de concreto. Marti que estaba boca arriba, se da vuelta en la cama y la mira, sus rostros quedan a pocos centímetros uno del otro. La mirada de Marti se vuelve profunda, Luna trata de leerla, no hay enojo en esa mirada, no hay pena, hay una búsqueda, ella quiere encontrar algo dentro de Luna, por lo que no puede evitar desviar la mirada, siente que si llega muy profundo podría encontrar eso que lleva mucho tiempo descomponiéndose en su interior.
—Me alegra que me lo digas— dice Marti con una seriedad amable.
—Yo también.
—Sé que a veces no me contás algunas cosas, sobre todo lo que pasa con Agustín.
—No te cuento algunas cosas porque me da miedo— confiesa Luna, y se estremece levemente por la honestidad que sigue arrastrando esa noche.
—¿Miedo de qué?
—Miedo de que veas lo imbécil que soy y dejes de ser mi amiga.
Marti le regala una sonrisa contagiosa.
—Jamás vas a dejar de ser mi amiga, no importa lo rota que estés... aparte ya sabía que eras medio imbécil cuando decidí ser tu amiga.
Ambas ríen, al principio es una risa controlada, pero va creciendo hasta el punto que ya no pueden parar, hasta el punto que tienen sostenerse el estómago y las lágrimas empiezan a salir sin control a causa de la risa ya imparable. Marti ama eso de ellas dos, la capacidad que tienen de morirse de la risa sin razón aparente.
—¡Hey! ¡Desquiciadas!— grita el padre de Marti desde la otra habitación— ¡Ya duérmanse!
Ambas ahogan su risa dentro de la almohada y se obligan a tranquilizarse, poco a poco van relajando los músculos a pesar de los espasmos que sus cuerpos liberan involuntariamente. Tratan de no mirarse en el proceso porque de lo contrario volverían a empezar, y si bien el padre de Marti es un hombre dulce y sin las estructuras rígidas de su madre, ambas saben que también él tiene un límite. Sólo cuando ya han controlado y guardado las ganas de reír como unas idiotas Marti se da vuelta y la mira de nuevo.
—Entonces...— empieza con una seriedad absoluta. Luna la mira también seria, un poco sorprendida de la capacidad que ambas tienen de ser una excéntrica montaña rusa emocional —¿Qué pasó con Agustín?
—Apareció después de que te fuiste con Diego de La Vega— empieza Luna y no puede evitar sonreír mentalmente, sabiendo que para ambas ya se había plantado una etiqueta inevitable —me arrastró hasta una esquina y nos besamos, y él me tocó, y después se fue... lo peor de todo, lo más loco es que David nos vio, vio todo.
—¿Y después de que te vio con Agustín te besaste con él?
—Sí...
—Bueno amiga, eso es raro, es...
—¿Retorcido?
—Iba a decir bizarro, pero retorcido también va bien... ¿Cómo es que quiso besarte después de ver que le estabas... no sé... metiéndole los cuernos?
—Esa es otro tema... nuestra relación fue más bien un trato... yo lo ayudaba con eso de que es virgen...
—Que en realidad no sabemos si de verdad lo es— interrumpe Marti.
—Y no creo que lo sea— reconoce Luna —pero bueno, el rumor sí era real, yo lo ayudaba con eso, y el me ayudaba con Agustín.
—¡Qué bien va la cosa entonces!— ironiza Marti.
—Sí, ya sé.
Las dos se vuelven a quedar en silencio, en ese caso, es un silencio pensativo, destinado a no tener alas y a morir pronto en las dudas que se dicen en voz alta.
—Sigo sin entender por qué te besó— dice finalmente Marti.
—Creo que esta noche se convirtió en algo así como mi novio.
—¿Qué?— preguntó Marti totalmente desconcertada, ahora el extrañamiento se volvía una realidad dificultosa entre ellas.
—Me dijo que no tenía problema de seguir con el trato, a pesar de lo que había visto- intenta explicar Luna —me dijo que de verdad quería ayudarme.
—Eso es muy... raro, amiga.
—¡Ya sé!— suelta Luna con un dejo de desespero —él me confunde tanto... no sé quién es realmente, no sé qué quiere...— hace una pausa tratando de ordenarse mentalmente —la cosa es que le dije que quería seguir, que quería dejar de pensar, en algún momento, que todo lo nuestro era una farsa...
—¿Y qué te dijo?— pregunta Marti cuando se da cuenta que Luna se queda callada.
—Me besó— dice Luna en un susurro —y primero fue dulce y cuidadoso... pero después la cosa terminó... tan caliente, tan intensa... la forma en que me besó, me tocó... estoy prácticamente segura que no es virgen.
—Wow— es todo lo que puede decir Marti— ¿Te gusta?
—Sí, creo que me gusta— vuelve a confesar Luna y no puede evitar sentirse sorprendida de ella misma, otra vez. Luna no confesaba lo que sentía por un chico, jamás, ni siquiera en voz alta para ella misma.
—¿Más que Agustín?
—Eso espero.
Las dos se colocan sobre sus espaldas y suspiran, como si el lío que tiene Luna enredándose cada vez más en su interior les perteneciera ahora a las dos, como si la enredadera interna de Luna se hubiera hecho camino fuera de su cuerpo y ahora estuviera anidando las entrañas de Marti.
—¿Qué tiene ese tipo que no lo podés sacar de tu vida?— pregunta Marti y Luna percibe el ¿enojo? No, su voz suena más bien a frustración.
—Es complicado.
—Explicame.
—Él no es malo, no del todo, simplemente ha tenido una vida de mierda... y es una de las pocas personas que me ha cuidado desde los trece— Luna suspira lentamente —hemos creado un círculo vicioso, no nos hacemos bien, ni él a mí, ni yo a él, pero no podemos dejar al otro avanzar...
—¿Estás enamorada de él?
—No— esa respuesta sale con facilidad, Luna sabe que el amor no es lo que gira entre ellos dos —y él tampoco está enamorado de mí... él tiene una obsesión conmigo.
—¿Y vos?
—Yo...
Pero no puede terminar la frase, y quizás sea que el efecto del alcohol se empieza a disipar, o quizás que el demonio de la honestidad finalmente la abandonó después de haberse divertido despedazándola esa noche, pero ya no puede decir la verdad, la profunda razón.
—Yo no sé por qué sigo volviendo a él...— miente y se da vuelta para darle la espalda a Marti —estoy cansada— agrega en un tono más seco del que hubiera querido.
—Buenas noches— responde Marti sabiendo que no hay más grietas para introducir preguntas esa noche.
Se colocan espalda con espalda y tratan de no pensar, de no imaginar ni recrear momentos de esa noche, con la esperanza de que el sueño las llame de una vez por todas.
—Te quiero— le dice Luna en un susurro, en una especie de disculpa, en una búsqueda de redención.
—Yo también te quiero— responde Marti, que lentamente se da vuelta y la abraza por la espalda.
Ahí encuentran la paz que termina por doblegar el pandemonio de pensamientos que ambas tienen rugiendo en sus cabezas, y en pocos minutos el sueño y cansancio termina por subyugarlas.
***********************************************************
Hola Desquiciados y desquiciadas! Si bien este ha sido un capítulo con algunas revelaciones, no era el capítulo denso al que me referí anteriormente, van a tener que esperar un poco más para eso, mientras tanto, disfruten de las pequeñas verdades que salen porque no suelen haber muchas.
Se los quiere
Ruy
अलविदा alavida
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro