Capítulo 8: Responsable
—POBRE LIAM... NO me gustaría estar en sus zapatos en este momento.
Darlyne observaba el paisaje nocturno desde el acantilado: la luz de la luna se reflejaba en la nieve que aún se negaba a derretirse en las copas de los pinos, varios metros más abajo. El bosque se extendía hasta donde alcanzaba la vista, pero en el horizonte, las estrellas titilantes menguaban ante la luz amarillenta, como enferma, de la ciudad.
—¿A qué te refieres? —preguntó Abdiel a su lado. El vaho que salió de sus labios se desvaneció en la noche.
Darlyne lo miró con sus ojos violeta como si acabara de decir una estupidez.
—¿De verdad tengo que recordártelo? ¿Nepen, Sasha, Dylan, Montse...?
—Ah, sí. Sus fracasos —Abdiel peinó hacia atrás sus cabellos blancos.
Darlyne bufó y caminó de regreso a los árboles. No tenía deseos de discutir nuevamente con él.
—¡Darlyne, espera!
Abdiel la siguió hasta los primeros árboles, pero su rastro desaparecía a los pies de un pino.
—¿Darlyne?
Abdiel dio vueltas en círculos, gritando, buscándola.
—Darlyne, por favor, tú no...
Estaba a punto de llamar mentalmente a otros Guardianes, cuando escuchó la voz risueña de Darlyne sobre su cabeza.
—Si no te agrada Liam como Líder, ¿por qué no lo desafías?
Abdiel miró hacia arriba: Darlyne estaba en la copa de un enorme arce desnudo. Trepó ágilmente y se ubicó unas ramas más abajo.
—No vuelvas a hacer eso —le dijo, molesto—. Somos una pareja de rastreo...
—Repito: ¿por qué no confrontas a Liam y demandas tu derecho a ser elegido Líder del clan?
—Si nuestro Jefe te escucha hablar así, se enojará —replicó el albino, suspirando.
—No cambies el tema —Darlyne saltó a un pino cercano con la ligereza de una ardilla.
—Conozco a Liam demasiado bien —Abdiel saltó al pino de Darlyne, que se meció con su peso—. Cuando llegue el momento de tomar una decisión importante, no le interesará la opinión del grupo y hará lo que quiera.
Darlyne contempló a Abdiel desde la rama opuesta frunciendo el ceño.
—Para ser líder debes tomar decisiones importantes muy rápido. No puedes consultarle a todo el mundo cuando la vida de tus amigos está en peligro. Si estuvieras en su lugar, muchos te criticarían también.
—Cariño, ¿vamos a discutir por esto? Ya sé de qué lado estás y no quiero pelear contigo —Abdiel trepó a la rama de Darlyne para abrazarla, pero ella saltó a otro árbol—. ¿Y por qué estamos jugando sobre los árboles?
—Yo tampoco quiero pelear —dijo ella, y descendió al suelo deslizándose por la corteza del árbol. "Igual que una ardilla", pensó Abdiel—. Pero me molesta que hables como lo hacen otros en el clan, como si Liam tuviese la culpa de todo lo que pasa. Nunca nos habíamos visto en una situación como esta. Nadie sabe cómo enfrentarla, y lo primero que se les ocurre es cuestionar al Líder... porque es nuevo.
Las palabras de Darlyne hicieron mella en los fríos ojos plateados de Abdiel.
—No me pidas que me quede tranquilo mientras... —Abdiel bajó al suelo y abrazó a Darlyne, sumergiendo su rostro en sus cabellos castaños—. Noah debe estar destruido. Si a ti te ocurriera algo así, no descansaría hasta encontrarte. ¿Pero qué hace Liam? Lo obliga a custodiar a Nepen, como si eso pudiera ayudarle.
—Noah es guerrero, no rastreador. Si te preocupa Noah, entonces seamos de ayuda: no nos quejemos y vayamos tras la pista de Montse y los demás.
Abdiel asintió.
—Tienes razón, como siempre. Aportemos con lo que sabemos hacer mejor.
Abdiel le tomó la mano a Darlyne y le sonrió. Ella le sonrió a su vez, pero había algo triste en esa sonrisa.
Unas nubes oscuras cubrieron la luna.
En el otro extremo del condado, Liam observaba la misma luna escondiéndose tras las nubes mientras estudiaba un mapa del bosque. Echaba de menos a Montse, quien conocía mejor que nadie todos los rincones del condado. Con un poco más de tiempo, el rastreador quizás les habría ayudado a descubrir todos los escondites posibles donde se ocultaran los Oscuros...
Los demás rastreadores no habían podido seguir el rastro de Sasha, Dylan y Montse. Liam lamentaba mucho la desaparición de Sasha: la Guardiana había sido transferida a su condado al tiempo que Reuen los abandonaba para unirse a las filas Bursen. Algo reacia a generar amistades, Sasha se había ganado la confianza de los Hidden al comportarse de acuerdo a los lineamientos del clan sin quejas ni réplicas. Era fuerte, inflexible a la hora de perseguir una presa y darle caza, una rastreadora con todas las de la ley.
Los otros guerreros eran Guardianes de su clan desde los inicios. El mismo Liam había formado a Montse y éste había sido a su vez instructor de Dylan.
¿Cómo era posible que desaparecieran sin dejar huellas? Liam llevaba miles de años luchando contra los Oscuros y jamás había escuchado nada similar. Y el hecho de que los Oscuros estuviesen tan poco activos también era preocupante. Los Guardianes no padecían debilidades humanas, ver la sangre de sus amigos y sentir el sufrimiento mental había mermado la confianza del clan.
Liam esperaba que su entereza bastara para que los Hidden se mantuvieran firmes y en permanente trabajo, pero tampoco podía enviarlos a cumplir misiones a ciegas. Necesitaba un plan, un objetivo concreto que les permitiera recobrar la confianza.
Un asunto muy distinto era la recuperación de Nepen. Liam lo sabía bien: él era el único responsable de la situación que vivía. Había alcanzado el punto donde su existencia ya no tenía posibilidad de retorno.
—Estoy cansada, Liam —le dijo Nepen aquella tarde de primavera.
Todavía faltaba mucho para aquella última batalla. El bosque estaba en flor, los verdes de los árboles estaban más brillantes que nunca. Nepen se lavaba los pies en un estanque que brotaba entre los árboles, sin arroyo que lo alimentara ni lo desaguara.
—Yo también lo estoy —dijo él; sumergió su mano en el estanque y la sacó de inmediato—. ¿Cómo puedes lavarte aquí? ¡El agua está heladísima!
Nepen se rió.
—Lo dices como si en verdad te afectara... A veces eres más humano de lo que nos haces creer.
Liam pareció ofendido.
—No nos enfermamos, pero eso no significa que el agua fría sea agradable.
—A mí me gusta. Me despeja la mente. Y me provoca dolor. El dolor me recuerda que no todo es para siempre, Liam.
—Nosotros sí.
—De eso no estamos seguros.
Una liebre se acercó tímidamente al estanque donde estaban Liam y Nepen. Parecía ignorarlos, como si no estuvieran allí. Acercó su cabeza al agua y bebió unos sorbos. Levantó las orejas, atenta a los sonidos del bosque, y luego siguió bebiendo, a un palmo de los pies de Nepen.
A pocos árboles de distancia, un lince gris acechaba. Liam y Nepen lo habían visto. Se acercaba silencioso, a espaldas de la desprevenida liebre, que cada dos sorbos levantaba la cabeza y atendía a los movimientos del bosque. El lince estaba a punto de lanzarse sobre ella cuando las orejas de la liebre captaron el peligro y se lanzó a correr por el bosque. El lince salió detrás de ella y desaparecieron entre los árboles.
—Es el mismo ciclo, una y otra vez —dijo Nepen.
—Nacimiento, madurez, muerte. Sobrevivencia, cacería, muerte —dijo Liam—. Y vida otra vez. Nosotros siempre retornamos a la vida.
—A veces me pesa demasiado luchar por los humanos y ver que no avanzan ni mejoran en absoluto. Siento que van perdiendo su pureza mientras nosotros vivimos sumergidos entre batallas. Quisiera poder romper el ciclo, vivir a mi antojo al menos por un tiempo.
—Tenemos una responsabilidad aquí.
—Un día, tanto esfuerzo nos va a empujar al límite. No es saludable esta vida que llevamos. Nos estamos convirtiendo en simples máquinas asesinas de Oscuros. Ocultamos nuestras emociones, guardamos nuestros sentimientos y nos atamos a los deberes que asumimos al llegar a este mundo. No es sano, Liam. De ninguna manera.
Liam no respondió. No supo cómo. Ella lo dejó solo frente al estanque, con su silencio y sus dudas. El miedo de no cumplir con las expectativas que Ainor guardaba para él, acorralaba al guerrero entre su sentido del deber y el amor que guardaba hacia Nepen, alejándolo de ella sin poder evitarlo.
Apenas unos meses después, ocurrió la gran batalla contra Urso. Nepen estuvo al frente, como siempre lo había estado. Y al final fue esa batalla la verdadera causante de su separación. Y ahora confiaba en la idea de que Nepen regresaría a su casa por cuenta propia. Era parte de ella —de su propia naturaleza— el volver al lugar donde había crecido, aunque bien podía tomarle toda una vida aquel regreso, y Liam lamentaba comprender que estaba atado a sus decisiones y tareas asumidas. No podía forzar algo que estaba fuera de sus manos. No podía obligarla a volver.
Liam se sentía más perdido que nunca. Nepen había tenido razón, por supuesto. ¿Cómo podía ser un buen Líder si tenía tanto miedo? ¿Cómo conduciría a todo un clan si no era capaz de proteger siquiera a unos pocos Guardianes?
Quería forzar a Noah a rehuir de sus impulsos pidiéndole que cuidara de Nepen, pero sabía que en cuanto terminara su hora de guardia, iría en busca de su Montse y no se detendría por nada del mundo. Lo entendía perfectamente, eso era lo más doloroso. Él había deseado ir tras Nepen. Había querido salvarla por sobre todas las cosas. Noah estaba en una situación similar. Liam no tenía derecho alguno a decirle que se guardara las emociones y cumpliera con su trabajo cotidiano. Había perdido una parte de sí mismo al dejar a un lado lo que sentía por Nepen para enfrentar sus responsabilidades. Noah no era capaz de actuar así. Guardaba una humanidad que Liam había perdido con el paso del tiempo. Algo que Reuen le venía reclamando desde hacía años y él había decidido ignorar por completo.
No podía dar rienda suelta a los sentimientos. El clan lo precisaba. No había lugar para las emociones en el papel de líder. Así lo había formado Ainor y no pensaba manchar la memoria de su tutor actuando como no correspondía.
Aunque cada vez tenía más dudas sobre qué era actuar correctamente.
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