Capítulo 41: Sacrificio
YA AL RESGUARDO tras las barreras de Derek y Darlyne, Nepen retomó el control de su escudo al tiempo que sus compañeros se anoticiaban sobre los efectos del enfrentamientos sobre los humanos y demás Guardianes.
Según Jane, los humanos se habían mostrado incordiosos ante la situación de saberse ciegos y sordos por acción de los Muros. Ciara, ya repuesta de su estado de shock, había cuidado de calmarlos y explicarles que todo aquello ocurría por su propio bien.
Los Protectores daban signos positivos en relación a la energía que les quedaba para luchar, indicando que hasta tanto Nepen no bajara su escudo, no pensaban abandonar sus poses de combate. Dago quedaba eximido de su función como guerrero y había sido enviado a compartir lugar con los humanos. Ya no sangraba, pero seguía débil y no querían que peleara en esas condiciones.
Una risa macabra resonó entre los árboles. Para sorpresa de todos, sin aviso ni señal que previera su llegada, otra criatura de apariencia humana surgió y se plantó donde antes había estado Haruf.
Un nuevo silencio dominó al clan. Los novatos se miraron entre ellos, sin entender la actitud de los veteranos.
Liam parpadeó varias veces, mientras sus compañeros intentaban aceptar lo que observaban.
—¿Ainor? —preguntó el guerrero.
La criatura volvió a reír y los Hidden sintieron que no tenían oportunidad alguna de ganar aquella contienda.
Nepen reforzó su escudo, incitando a los Guardianes que la ayudaban a sostener la barrera con más esmero. Si el Jefe se mostraba desconcertado ante el recién llegado, ella solo podía gruñir y buscar la manera de proteger a los suyos.
—¡Qué recibimiento, chicos! ¿Me extrañaron?
Aquella voz sonaba como la Ainor. Aquel cuerpo poseía todos los rasgos del antiguo Líder. Incluso la esencia que emanaba era algo similar a la que había poseído el Protector años atrás. Pero no era él. Liam y los demás lo sabían.
—¿Cómo puede ser posible? —murmuró Abdiel.
—¿Intentaron buscar las partículas de Ainor cuando se desfragmentó? —inquirió Nepen, mirando de reojo a Liam.
El muchacho negó con la cabeza sin dejar de observar a la criatura que tenía a unos cuantos metros de distancia. Desconcertado, murmuró:
—No había rastro alguno de Ainor, nada quedaba de él que nos hiciera pensar que debíamos buscarlo.
—Las partículas de Ainor deben de haberse fusionado con las de Urso luego de la explosión —aventuró Selene.
—Entonces, ¿qué esperanza tenemos? Todos sabemos el poder que poseía Ainor. Súmaselo a Urso y nos da como resultado una criatura de fuerza e inteligencia muy superior a la de cualquier otro Demon conocido —Derek hablaba con el rostro contraído por la angustia de ver a su grupo sin posibilidades de sobrevivir frente a Urso.
—¿Qué tanto murmuran, Protectores? ¿Me tienen miedo, acaso? —la risa macabra de Ainor no se condecía en absoluto con su expresión tranquila y sus rasgos suaves.
—No me importa quién haya sido —dijo Abdiel, observando a Liam—. Ya nada queda en él del compañero que conocimos. Debemos actuar igual que con Sasha, Dylan, Montse y Queyla: ese no es nuestro Jefe ni tampoco será nuestro asesino. Creció, ¿y qué? Nosotros también evolucionamos.
—Así es —replicó Liam con una media sonrisa—. No vamos a darnos por vencidos antes enfrentarlo siquiera. Si caemos, lo haremos dándolo todo. Ainor no habría esperado menos de nosotros.
Los Hidden se acomodaron en sus posiciones, listos para atacar a la señal de su Líder. Frente a ellos, Urso los miró con desprecio.
—Al final, no son más que asesinos. Se dicen "Guardianes" de la vida y los humanos, pero solo son criaturas sedientas de sangre. Se entrenan para matar, usan a los humanos para matar...
—Tú no estás vivo, Urso —señaló Nepen, con desprecio—. No eres más que una parodia de la vida. Juegas con los cuerpos de los vivos, como un titiritero. Y tu tiempo se acabó.
A un grito de Liam, los guerreros elevaron sus manos y generaron potentes Esferas de Luz. Tenían un único objetivo y no pensaban darle tiempo a responder el ataque. Al unísono, todas las Esferas reaccionaron en las manos de sus creadores y volaron rumbo a Urso, impactando contra su cuerpo en diferentes puntos y estallando a la vez.
Cuando la luz enceguecedora que desprendían las Esferas se desvaneció, los Protectores aguardaron a ver los resultados de su accionar. Para su espanto, Urso rompió en risas con un sonido macabro que helaba la sangre. El Oscuro no parecía afectado en lo más mínimo. Por el contrario, levantó una mano, la cerró y abrió un par de veces sin dejar de reír.
Ante la mirada atónita de todo el clan, una Esfera, semejante a las que ellos creaban pero de color negro, creció en la palma de la mano del Demon. Con un movimiento fluido y rápido, la Esfera Oscura impactó contra la barrera de los Guardianes.
La tierra tembló, sacudiéndose ante el golpe de tanta energía oscura, pero los Hidden estaban ilesos gracias al esmero de los Escudos.
Liam miró a sus espaldas. Todos se mostraban listos para atacar.
Al fondo, los humanos se mantenían unidos y tranquilos bajo el efecto del poder tranquilizador de Ciara. La energía que emanaban las esencias de los mortales fortalecían las barreras impuestas a lo largo del campo de batalla y les conferían mayores fuerzas a los guerreros que se aprontaban a luchar.
—¡Ahí va! —gritó Randall y miles de aguijones plateados impactaron contra Urso.
El Demon se sacudió, tratando de defenderse, pero más aguijones comenzaron a golpear contra su cuerpo.
Randall no era el único que disparaba con sus palmas abiertas dirigidas al Oscuro. El resto de los Protectores también lo hacían.
En respuesta, Urso gruñó y abandonó el aspecto de Ainor, tomando su verdadera forma. Una bestia provista de fuertes garras y filosos colmillos se sostenía sobre sus patas traseras al tiempo que sacudía los brazos con violencia.
El cuerpo del Demon, entonces, se dividió en tres partes. Su enorme físico, de más de seis metros de altura se convirtió ante la mirada sorprendida de todos, en tres criaturas oscuras de aspecto horroroso.
Dos de las bestias saltaron ágiles por sobre la barrera de Nepen, enfocados al centro del grupo protector, atacando a los Guardianes más cercanos.
Esferas de Luz y Agujas Plateadas volaban en todas direcciones, mientras los Demons lanzaban zarpazos furiosos a cuanto Protector encontraban en su camino. Nadie permitiría que los humanos resultaran heridos, por eso no se medían consecuencias. Luchaban al límite de sus fuerzas, para evitar que los Oscuros se acercaran a Jane y derribaran el Escudo que ella sostenía.
Los humanos, imposibilitados de atender lo que sucedía tras los Muros, comenzaron a impacientarse. El hecho de que el suelo temblara a cada momento los hacía temer por aquello que no veían ni escuchaban. Liam había obrado bien al pedir que se elevaran barreras completas en torno a los civiles. No estaban preparados -ni siquiera los militares- para contemplar la batalla.
Muchos de los Protectores mostraban heridas importantes y no podían regenerarse con los Demons cerca. Les quedaba seguir peleando hasta caer o acabar con los Oscuros.
Liam maldijo por lo bajo cuando el Demon restante, el que guardaba más semejanza con el Urso original, se plantó frente a él y sus compañeros a pocos pasos del escudo de Nepen.
En sus manos, la bestia comenzó a generar Esferas Oscuras que luego impactaron contra la barrera protectora. Solo los Guardianes que estaban en la parte delantera podían luchar contra él.
En el resto del campo de batalla, los otros Protectores seguían peleando contra los dos Oscuros restantes, sin poder derribarlos o lastimarlos gravemente.
Estaban perdiendo la batalla, por mucho que les costara admitirlo.
"Algo extraño ocurre con Urso". Los pensamientos de Derek entraron sigilosos a la conciencia colectiva del clan. "Este Demon que tenemos enfrente está unido a los otros dos, ¿pueden sentirlo? Los otros vigilan lo que él hace".
"Si destrozamos al Oscuro que tenemos delante de nosotros, los otros también caerán. Son como espejismos, atacan y destruyen pero no pueden existir por sí mismos. Por eso no sufren daño. El verdadero cuerpo de Urso está sano y salvo y los otros Demons reflejan esa realidad", repuso Selene.
Liam asintió y miró a Nepen, pensando:
"Tendrás que sostener el escudo tú sola por unos momentos, Selene y Darlyne te ayudarán para que mantenga la forma. Cuando te dé la señal, dejarás caer la barrera, así estaremos lo suficientemente cerca de Urso como para aniquilarlo de una vez y por todas".
Nepen susurró:
—Cuenta conmigo.
Al unísono, Derek, Abdiel, Reuen y Liam golpearon sus manos unas con otras. Comenzaron a absorber la energía de los humanos y en cada mano generaron sendas Esferas de Luz envueltas en espinas plateadas. Eran su arma más letal.
Detrás de ellos, los demás Protectores luchaban encarnizadamente sin obtener resultados positivos. Los Demons iban ganando la batalla a medida que enfrentaban y lastimaban a los guerreros.
Liam miró a Nepen y suspiró.
—Pensaba esperar a que todo terminara, pero necesito decirlo ahora. No soporto guardarme esto... Te amo —susurró, volviendo la vista a Urso, listo para atacar.
—Y yo a ti, pero no es momento para hablar —replicó Nepen, mientras dejaba caer el escudo y en sus manos generaba también Esferas Espinosas.
Durante un instante, mínimo y oculto a la atención de los demás, Nepen y Liam cruzaron miradas. La sonrisa de la guerrera era plena y radiante y en respuesta, el rostro del Jefe se iluminó también. Tal como ese instante nació, se desvaneció entre el griterío y los golpes de uno y otro bando.
Los Guardianes estaban a punto de lanzar su ataque cuando Urso convulsionó. Su cuerpo se estremeció por completo mientras mutaba y retomaba la forma de Ainor. Al hablar, la voz que surgió de aquel ser era la propia del Líder que los Hidden habían conocido tiempo atrás:
—Chicos, unan esfuerzos y ataquen sin piedad. No puedo contenerlo por mucho tiempo. Vamos, destruyan a Urso, ¡es ahora o nunca! —clamó cayendo de rodillas—. No se preocupen por mí. No podré sobrevivir, pero no dejaré que ustedes caigan conmigo.
Los guerreros escucharon a su antiguo Líder y rugieron por lo bajo. Lo poco que quedaba de Ainor intentaba ser de ayuda para el clan más allá de formar parte de un Demon y de saber que cuando recibiera el ataque, no tendría posibilidades de salvarse.
Liam y los demás se aprontaron a lanzar sus Esferas al tiempo que Urso gruñía y recuperaba su verdadera apariencia. La Bestia se abalanzó sobre el grupo, mientras recibía el impacto de los ataques luminosos.
La fuerza de los golpes de las Esferas obligó a Urso a dar varios pasos hacia atrás. Sin embargo, incluso retrocediendo, la criatura tenía poder suficiente para generar Esferas Oscuras y lanzarlas contra los Guardianes.
El grupo no midió las consecuencias ni pensó en las heridas que sus cuerpos comenzaban a padecer. Cada Protector se limitó a formar entre sus manos las armas energéticas con que siempre luchaban.
Débil y con porciones de su cuerpo desfragmentándose, Liam sabía que tanto él como sus compañeros no tenían más alternativa que enfrentar a su oponente y atacarlo en equipo. Podía ver a varios de sus compañeros con heridas profundas y sangrantes, que revelaban la vulnerabilidad de sus esencias al mostrarse humanas. Si la batalla se extendía demasiado, todos correrían igual suerte.
Urso no parecía dolorido a pesar de los golpes que había recibido. Muy por el contrario, tenía fuerzas de sobra para seguir lastimando a sus oponentes con sus proyectiles de energía oscura.
Seguros de que aquel sería el último intento por destruir a Urso, el grupo de Liam tomó impulso y se abalanzó sobre el Demon. Éste los rechazó con un simple zarpazo.
Los cuerpos maltrechos de Nepen, Reuen, Abdiel y Derek se elevaron varios metros y cayeron contra el suelo, haciéndolo temblar. Más atrás, Liam, Darlyne, Noah y Selene apenas tenían fuerza para levantarse.
Mientras el Jefe procuraba acercarse a Nepen y los otros guerreros, las Guardianas que lo acompañaban ayudaron a Randall y Bakan, que intentaban plantarle frente a uno de los Demons menores.
Compungido, Liam comprobó que las heridas que presentaban Derek y Reuen revestían una seriedad alarmante. Nepen y Abdiel tampoco gozaban de mejor pronóstico.
El Oscuro no dejaba de carcajear, pero se percibía dolor en esa risa. Como si Ainor llorara tras esa voz.
—Destruyeron a mis compañeros, a los de mi especie... y me quedo solo otra vez. Solo de nuevo. Así ha sido siempre: yo siempre solo y ustedes se tienen los unos a los otros. ¡Y pretender destruirme otra vez!
Con la desesperación amenazando por dominarlo por completo, Liam recorrió el campo de batalla con la mirada. Poco a poco, los otros Demons se habían ido acercando peligrosamente a la barrera que sostenía Jane para proteger a los humanos. Los miembros del clan que aún se mantenían de pie, se habían congregado cerca de la Escudo para defenderla y plantarle batalla a las bestias.
"Quiero esa compañía que tienen" la voz de Urso sonaba como un crujido de huesos en las mentes de los Guardianes. "¡Quiero sus cuerpos! ¡Dénmelos, y seremos una gran familia por la eternidad!".
Aterrado ante la visión de lo que sería vivir como títeres del Demon, el Líder de los Hidden comprendió que el sacrificio que Nepen había realizado en el primer enfrentamiento con Urso no era algo tonto ni apurado en absoluto. Ella había intentado proteger a su grupo, a esa familia con que se había criado. Ahora, el único cercano a Urso y con fuerzas para algo así, era el propio Liam.
Dando vida a su guadaña por última vez, el guerrero se encaró con la bestia, rogando que su ataque fuera certero y definitivo. Nepen y Reuen se le unieron por el costado derecho. Abdiel y Derek hicieron lo mismo por la izquierda. Ellos no contaban con la fuerza suficiente para elevar espadas, pero sus manos brillaban con las Esferas de Luz que estaban generando. Cuando el ataque ocurriera, no contarían con energía para alejarse o generar ningún escudo. Morirían allí, defendiendo a los suyos.
Estaban listos para atacar cuando Urso dejó de reír y cayó al suelo. Una vez más de rodillas, el cuerpo del Oscuro convulsionaba. En un momento mostraba el aspecto de Ainor, en otro volvía a ser el Demon deseoso de sangre.
Atónitos, los guerreros lo observaban sin saber qué hacer. La criatura oscura se estremecía ante la pelea interna que le planteaba el antiguo Jefe de los Hidden y poca atención podía prestarle al grupo de Protectores que se habían acercado a paso lento.
En un determinado momento, la bestia rugió y se dio de bruces contra el suelo rocoso. Al levantar la mirada, era Ainor quien se mostraba a sus compañeros de combate con la mirada empañada por el llanto. Su voz apenas se dejó oír por sobre el griterío de la contienda:
—Aléjense, muchachos —reclamó con tono forzado. Un brillo enfermizo se dejó ver en sus ojos al tiempo que elevaba el pulgar y se acercaba la garra al cuello.
—¡No, Ainor! —gritó Liam.
—Es por el bien del clan. Sobrevivan, por favor —pidió Ainor y, sin dar tiempo de reacción al grupo, se decapitó a sí mismo.
Una enorme cantidad de energía se desprendió del monstruo y golpeó contra los Guardianes sin darles oportunidad de huir o elevar escudos de protección.
Darlyne fue la primera en percatarse. Noah y Selene, lo vieron segundos más tarde. Los tres gritaron a coro, alarmando al resto de sus compañeros. Todos miraron horrorizados la nube oscura que envolvía y desfragmentaba a Liam y los otros Protectores que lo acompañaban. La noche, inmensa y terrible, se cerró de pronto sobre los Hidden.
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