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Capítulo 40: Sorpresa

LIAM CONTEMPLÓ EL cielo y suspiró.

El momento de enfrentar a Urso había llegado. Al fin podría hacerle frente y eliminarlo de una vez y por todas. No le importaba lo que pudiera ocurrirle en el camino, solo pensaba en matar al Oscuro cobrándose así todo el dolor que le había hecho pasar.

Las horas se habían sucedido demasiado lentas a su parecer. La tensión colmaba sus músculos y la ansiedad lo hacía olvidarse de otras cuestiones, como su miedo por Nepen o la angustia de ir a la batalla sin Ainor.

Junto a Dago, el Jefe de los Hidden había estado vigilando desde los cielos el movimiento de la gente de la reserva, tratando de descubrir un cambio o amenaza. Al igual que en el bosque y el pueblo, no se había detectado ningún efluvio de partículas oscuras. Una misteriosa tranquilidad se cernía sobre el condado.

Al terminar el turno, Liam se dirigió hacia el lugar acordado. En el camino se encontró con Nepen.

—¿Y Reuen? —preguntó al ver que la muchacha no estaba haciéndole compañía a la Escudo, algo raro en verdad.

—Dijo que se encontraría con alguien y que irían juntos —respondió ella con una sonrisa pícara.

—Vaya... —solo eso pudo decir, desconcertado ante la idea de que Reuen hubiera encontrado pareja.

Nepen y él comenzaron a caminar en silencio. Ella llevaba la vista perdida y Liam trataba de no mirarla. No había sido capaz de decirle cuánto la amaba y no era momento ahora. Debía esperar. Si las cosas terminaban bien, tendrían luego tiempo de sobra. Ya lo había dado a entender en la cabaña. Su atención debía estar enfocada en el enfrentamiento que se aproximaba. Perder tiempo y energía en cuestiones ajenas a la batalla no correspondía en absoluto a su papel como Líder del clan.

Faltaban un par de horas para que se cumpliera el plazo dado por Urso. La pareja de Guardianes arribó primero a la zona acordada. El lugar, maltrecho aún por la última batalla, cantaba un mudo grito de guerra que Liam procuró no escuchar.

Poco a poco, los otros guerreros llegaron y se ubicaron en sus puestos. Algunos habían quedado cumpliendo su tarea en el bosque y la montaña, por cualquier eventualidad, junto a los Muros que impedían que el ejército canadiense se acercara para intervenir.

A la izquierda de Liam se ubicaron Dago, Noah y Selene. Nepen quedaba sola por el flanco derecho.

—¿Dónde están Darlyne y Abdiel? ¿Y Reuen? —cuestionó el guerrero, preocupado e impaciente.

Antes de que Nepen pudiera responder, la tierra tembló y se sacudió con fuerza bajo sus pies. Urso se aproximaba.

Liam miró al grupo de Protectores que detrás de él se congregaba. Directamente a sus espaldas, Randall, Bakan, Derek y Milena hacían frente. Iome, Slone, Haziel, Quimey y Anely estaban dispersos en distintos puntos. Eran los más jóvenes y los menos experimentados, por lo que habían sido ubicados cerca de otros compañeros más veteranos.

El número total de Guardianes listos para luchar alcanzaba las cuatro docenas. El clan contaba con la mayor cantidad de guerreros posible, dado el tamaño del territorio que defendían y el poder de algunos como el propio Liam.

De pronto, algo llamó la atención del Jefe. Detrás de la última fila de refuerzos, Darlyne hacía señas con los brazos. Liam miró a Nepen, ella sonrió en silencio y apretó su mano, pidiendo paciencia.

Ante los ojos atónitos de los presentes, uno a uno, todos los habitantes del pueblo llegaron y formaron una barrera entrelazando sus brazos. Era tanta la fuerza de voluntad que los impulsaba, que sus esencias desprendían una energía sorprendente.

Un momento después, Abdiel, bajo la forma de un oso, llegó corriendo y guiando a los indígenas de la tribu para reforzar la barrera de los habitantes del pueblo. Melu y su padre estaban allí y parecían muy entusiasmados con la idea de sumarse al grupo.

Reuen les seguía de cerca, mostrando el camino a extensas filas de entrenados militares que marchaban marcando el paso. Estos se ubicaron delante de los pueblerinos y los indígenas, en un claro gesto protector.

Era algo asombroso de ver. Luego de las horas interminables de enfrentamientos y discusiones, todos se comportaban de forma educada, sin molestar o maltratarse entre sí. Tanto los pueblerinos como los indígenas parecían llevarse bien. Aunque unas horas atrás se hubieran declarado la guerra, en ese momento no había más que paz y fraternidad.

El esmero de los miembros de ejército por defender la vida de los civiles generaba una cantidad de energía extra y ponía en evidencia la valentía de esos hombres y mujeres vestidos para la batalla. También quedaba claro que muchos de ellos anhelaban luchar junto a los Guardianes, aunque se limitaban a actuar como Reuen les había pedido.

Cuando los humanos estuvieron acomodados, Abdiel, Darlyne y Reuen se presentaron junto a Nepen, quién miró avergonzada a Liam y dijo:

—Lo lamento. Sé que fuimos en contra de tu voluntad, pero de verdad necesitamos su ayuda.

Sabiendo que no había tiempo para regresar a las personas a sus hogares, el Líder se resignó a aceptar el accionar de sus compañeros.

—Bien. Se quedarán, pero habrá que reforzar el escudo en torno a ellos —respondió con fingida frialdad.

No debía estar contento, pero ver la energía que desprendían los humanos, saber que podían valerse de la misma para combatir, le dio más ánimos ante la proximidad de la batalla y cualquier enojo contra sus compañeros se disipó en poco tiempo.

El grupo contaba con dos Escudos Especiales, Nepen y Jane. Siendo que Nepen no abandonaría el frente, el otro Escudo se dirigió junto a las personas y, ayudado por los Protectores más cercanos, generó una barrera que envolvió a todos y los dejó al resguardo del ataque de Urso. Todos estaban en sus posiciones, aguardando la llegada del Oscuro.

La tierra volvió a sacudirse antes de que se hiciera presente el enemigo.

Los Guardianes contemplaron con paciencia la llegada de varios Demons pequeños. Detrás de los Oscuros, un hombre caminaba vistiendo ropas de combate. Una capucha ocultaba su rostro, dándole un aspecto algo lúgubre.

Liam no precisó dar voz de alarma. Nada más verlo, los Muros elevaron barreras, eliminando toda posibilidad de que los miembros de la tribu y los pueblerinos observaran la pelea.

Mostrarse aniquilando a un hombre en apariencia indefenso no les haría ningún bien a los Protectores. Muy por el contrario, podían crear un gran revuelo entre los humanos y eso significaría tener varios puntos flojos frente a Urso.

—Creo que ya tomaste una decisión —comentó el Demon. Su voz humana resonaba potente a lo largo y ancho de todo el campo de batalla.

Liam volteó a observar a sus compañeros y regresó la atención al Oscuro al tiempo que respondía:

—Ya te lo dije antes, Urso. Mi trabajo es eliminar las criaturas como tú, no darle medios para que se fortalezcan.

—No pretendía dañar a los mortales y lo sabes. Pero ahora no me dejas alternativa. Es responsabilidad tuya, entonces, la suerte que corran los mortales.

Al decir esas palabras, el Demon movió las manos y ordenó a las pequeñas bestias que emprendieran el ataque.

Nepen miró a Liam y sonrió levemente. En sus pensamientos, ella dibujó las imágenes de su último abrazo y entrelazó a esa escena muchas otras, recordando todo el tiempo que habían compartido.

El Jefe tragó saliva, evitando que un nudo se formara en su garganta. No era momento para flaquear. Sonrió y en su mente se dibujó la escena de cuando ella despertó en sus brazos. Cuando dejó de ser Elis y volvió a ser Nepen, su Nepen.

Ella extendió su sonrisa y luego su rostro se endureció. Sus ojos se entrecerraron al observar al Oscuro de apariencia humana, lista para atacar.

Todo seguía en silencio y quietud, mientras los Demons se desplazaban hacia ellos.

Aquel silencio era diferente. Era el silencio de la muerte. Ese silencio distante a toda paz posible, que ocurre siempre antes de un derrame de sangre.

Liam podía sentirlo. El silencio estaba teñido por el sabor amargo de la pérdida que se aproximaba. ¿Cuántos caerían junto a ellos? ¿Cuántos llorarían su caída?

El silencio intentaba imponerse, pero aquel día los Guardianes cambiarían su significado. En adelante ya no habría silencio alguno antes de luchar, solo el ruido feroz de su energía estallando contra el enemigo.

Como en una obra de teatro donde cada papel es ensayado previamente, sincronizados, todos los Protectores se pusieron en guardia, listos para pelear.

Nepen generó su escudo. A su lado, Reuen, Darlyne y Abdiel le dieron forma encorvando la barrera hacia los Oscuros a fin de alejarlos lo máximo posible. Lo mismo hicieron por el otro extremo Selene, Noah, Dago y Liam.

Abdiel rugió y lanzó su primer ataque. Inmediatamente, enormes Esferas de Luz se encendieron iluminándolo todo. Los demás guerreros siguieron el ejemplo. Decenas de manos creaban y liberaban diferentes expresiones de energía pura. Flechas y dagas brillantes se unían a las Esferas de Luz para generar un ataque devastador.

El Demon, desde figura humana, no se inmutó. Los ataques no iban en su dirección. Los Hidden pensaban acabar con los Oscuros de menor tamaño antes de ir a por el premio mayor. Tanto entrenamiento los había vuelto más fuertes, al punto que las bestias se desintegraban con facilidad, sin dejar rastro de su existencia.

Enardecido por el resultado positivo de los ataques y confiado de terminar la batalla sin bajas en su clan, Liam movió sus manos y formó entre ellas la guadaña de energía que acostumbraba a utilizar para encarar a sus oponentes.

El Demon comenzó a reír al tiempo que se quitaba la capucha. El grito de Nepen se dejó oír en todo el campo de batalla, mientras el Jefe de los Hidden agradecía haber generado los muros para enceguecer a los humanos.

Frente a ellos, Maoko los miraba con malicia.

—Veo que han mejorado mucho en los últimos meses. Me alegro por ustedes —el Oscuro comenzó a aplaudir con una sonrisa sarcástica en el rostro—. Sin embargo, temo que no será suficiente. Hay otros guerreros esperando poder enfrentarse con ustedes.

Nepen desvió su atención a Liam por un momento. Se maldijo, al no considerar aquella alternativa para con el cuerpo de su difunto amigo. Ahora, no tenían más alternativa que encerrar sus emociones y lanzarse a la lucha sin pensar en nada más.

Mientras que la Escudo y su Líder se miraban en silencio, los demás Protectores murmuraban, asustados. Caminando a paso lento, los compañeros que habían creído desaparecidos se hicieron presentes. Uno a uno, Sasha, Dylan, Montse y Queyla se ubicaron cerca de la barrera que sostenían los Hidden como protección para con los Oscuros, formando un semicírculo. En el centro del mismo, Ciara se detuvo y cerró los ojos.

Todos fijaban la mirada en sus amigos, pero Liam atendía a Urso. Aquel ser maldito había pasado meses jugando con ellos, lo que daba cuenta del poder que creía poseer.

—¿Alguno de ustedes sabe qué ocurre cuando un Guardián es contaminado por partículas Oscuras? Verán... al principio, el experimento iba dirigido a probar cómo reaccionaban seres como ustedes ante energía como la nuestra.

En tanto el Demon hablaba, los guerreros secuestrados se mostraban insensibles y con la mirada perdida. De ser humanos, Nepen hubiera jurado que estaban bajo el efecto de alguna droga. Pero su naturaleza Guardián les impedía padecer ese tipo de dolencias y eso preocupaba aún más a la Escudo.

—La prueba no salió bien —Abdiel se removió en su puesto al escuchar aquellas palabras por parte del Oscuro—. Resulta que ustedes son un hueso duro de roer. Eso no nos detuvo ni quitó el entusiasmo. Probamos con brindarles su cuerpo a Demons menores, procurando minimizar sus defensas y dejándolos tan vulnerables como nos fue posible. El resultado, salta hoy a la vista.

Cuando terminó aquella frase, aquellos que estaban bajo el influjo de Urso parecieron despertar de su letargo. Sasha rugió, al tiempo que se colocaba en pose de pelea. Dylan y Montse la imitaron, al igual que Queyla. Los cuatro rodeaban a Ciara, que gemía sin saber cómo reaccionar.

Los guerreros Hidden no daban en sí ante la escena que estaban contemplando.

Antes de que pudieran hacer nada, el cuerpo de Sasha convulsionó y estalló generando una nube oscura. Misma suerte corrieron los demás, mientras seguían gruñéndole a Ciara. La Guardiana de mirada ciega era incapaz de pedir auxilio, pero claramente estaba padeciendo aquel momento.

Los Protectores estaban a la espera de instrucciones que seguir por parte de su Líder. No podían lanzarse a la pelea sin medir consecuencias.

Más atrás, el Demon escondido en el cuerpo de Maoko se cruzó de brazos a la espera de ver el proceder de sus enemigos. Aquello recién había comenzado.

La polvareda se calmó y dejó en evidencia a cuatro monstruosos Oscuros. Criaturas de aspecto extraño, con la piel cual corteza de álamo y los cabellos como pelaje de lobo. La maldad que destilaban sus miradas rayaba en la locura.

Nepen pensó en la conversación que había tenido con el padre de Melu al ir a pedirle colaboración con la batalla. El cacique había mencionado que había visto a Drabuirs corrompidos. Ahora ella entendía el significado de tales palabras.

El clan completo seguía con la mirada fija, esta vez en Ciara, temiendo lo peor.

Cuando los Guardianes convertidos saltaron sobre la Vidente, todo ocurrió muy rápido. Liam y Abdiel se lanzaron sobre ellos, seguidos por Dago y Selene. Nepen mantenía firme su escudo, sabiendo que si el ataque de sus compañeros fallaba, los Demons irían tras las demás fuerzas del clan. A su lado, Noah parecía no dar en sí con lo que veía. No podía aceptar que Montse ya no existía y que en su lugar, había una criatura que nada tenía de luz y bondad.

Reuen, por su parte, corría veloz en forma de lince. Nada más llegar junto a Ciara, adoptó la forma de un gigantesco oso y envolvió entre sus brazos a la Guardiana, a la par que generaba una barrera protectora en torno a su cuerpo. No importaba lo que ocurriera a su alrededor, Ciara y Reuen estarían a salvo.

Liam se enfrentó al Oscuro que alguna vez había sido Dylan. Los ojos azules del guerrero brillaban sin vida, mientras intentaba asestarle un golpe a su antiguo Jefe. La guadaña de Liam fue más rápida y se hundió en el pecho de Dylan con algo de esfuerzo. El Demon se desfragmentó ante la mirada impasible de su ejecutor. Todo lo que quedó del derruido Guardián fueron algunas diminutas partículas flotando en el aire.

Dago no tuvo tanta suerte al medir sus fuerzas con Sasha. Un poco porque el guerrero era novato comparado con los años de pelea que cargaba a cuestas su oponente, otro poco porque el Oscuro que se había alimentado de la Rastreadora parecía poseer un carácter excesivamente violento, incluso para un Demon.

Noah atravesó la barrera de Nepen junto a Derek cuando vieron que Dago estaba siendo atacado sin poder hacer nada para defenderse. Se mostraba con su imagen humana y la debilidad de aquella apariencia posibilitaba que el Oscuro le generara más daño de lo previsto. El Protector sangraba profusamente, mientras la bestia que lo atacaba emitía un sonido agudo y molesto, como las risas de las hienas durante una cacería.

Mientras Derek intentaba detener a Sasha elevando un escudo a su alrededor, Noah generó una katana luminosa entre sus manos y se lanzó sobre la criatura. Dago alcanzó a ver cómo su atacante retrocedía gimiendo. La bestia había perdido uno de sus brazos y aquello parecía enfurecerla aún más. Su desfragmentación estaba ocurriendo de manera lenta, porque el ataque de Noah no había sido rotundo ni contaba con las fuerzas suficientes para hacerle frente como correspondía.

El grito de alarma de Abdiel dio aviso a los Protectores para que se alejaran de Sasha y se pusieran en guardia. El Oscuro que antes había sido Montse corría hacia ellos con sus manos convertidas en monstruosas garras. Iba directo hacia Noah, pero Derek lo detuvo a mitad de carrera y logró hacer tiempo suficiente como para que Abdiel generara una enorme Esfera de Luz y se la lanzara sin miramientos ni dudas. La Esfera dio de lleno sobre Montse y al estallar, derivó parte de sus fuerzas también a Sasha. Ambos seres se desvanecieron entre las volutas de un humor denso y oscuro.

Aquí y allá, algunas pequeñas partículas de Luz se dejaron ver moviéndose hacia Dago, que se encontraba débil a causa de la pérdida de sangre. Noah cayó de rodillas junto a su compañero herido. Necesitaba gritar, llorar por Montse, pero debía ayudar al novato antes de pensar en sí mismo. Montse jamás le habría perdonado verlo cometiendo un acto tan egoísta y ciego como dejarse llevar por la angustia y olvidarse del clan. Solo por él, por su otra mitad, Noah reunió fuerzas y se concentró en la batalla que se estaba desarrollando a su alrededor.

El Demon generado a partir de Queyla sufrió una suerte similar a manos de Selene y Milena. Liam las vio generar sus armas de luz y sumergirse en la pelea contra el Oscuro en una extraña danza de giros, contragiros y golpes de uno y otro bando. La bestia se valía de sus garras e instinto de supervivencia, las Guardianas aunaban su poder generando un tornado de golpes y ataques de toda índole.

El Líder de los Hidden alcanzó a ver la nube oscura y el cuerpo de Queyla desintegrándose al tiempo que corría hacia Nepen. Sabía que ella estaba haciendo un esfuerzo muy grande por no abandonar a su clan e ir tras Urso para marcar justicia por Maoko y su familia.

—Darlyne y Derek se encargarán de los escudos y muros aquí —dijo, mirando a su compañera—. En cuanto lleguen, tú y yo iremos tras Urso.

Nepen asintió sin dejar de mirar a los guerreros que habían estado luchando contra los que, hasta hacía unos meses, habían sido sus hermanos de clan. Se mostraban heridos, algo fatigados, devastados por haber dado muerte a seres que eran parte de ellos mismos, mas no dejaban ver esa angustia que en otro momento podría haber sido muy clara.

Alguna vez el bosque fue testigo de sus pasos veloces, de sus carreras en busca de aquellos Guardianes que habían desaparecido. En ese momento, el bosque contemplaba el silencio de sus emociones como una declaración de guerra hacia Urso. Al menos Ciara había sobrevivido. Una vida, luego de varias muertes, siempre trae algo de paz y tranquilidad a quienes han servido de verdugos.

La mano de Darlyne sobre su hombro hizo reaccionar a la Escudo. Con una sonrisa, su amiga le estaba daba paso a que fuera tras Urso junto a Liam. Abdiel y Reuen se les unieron, al igual que Selene. Los demás quedaban cuidando de Ciara, que parecía muy afectada, y de Dago, que seguía sangrando por el ataque de Sasha.

La bestia tras el rostro de Maoko observó la llegada de los Protectores sin inmutarse. Sabía que así debía suceder. Lo había estado esperando en secreto por mucho tiempo.

Nepen dejó que sus compañeros establecieran formación en torno al Demon antes de adelantarse y encararlo por sí sola.

—Sabes que estamos dispuestos a luchar y darlo todo con tal de destruirte. El que te escondas detrás de la mirada de alguien que aprecié en vida no te servirá de escudo. Por el contrario, me las cobraré en nombre de Maoko y su tribu —al tiempo que hablaba, la guerrera generó una resplandeciente espada entre las manos—. Pero primero, dime dónde está tu Jefe.

Liam y los demás se miraron entre sí, intentando comprender aquellas palabras.

El Oscuro no respondió. Recorrió con la mirada a los guerreros que se encontraban a su alrededor. Ellos también se veían molestos. Ellos también parecían gritar que no dejarían que el responsable de la muerte de sus compañeros escapara sin recibir su merecido.

—Vamos, habla —lo forzó la Escudo—. No tienes la esencia de Urso, aunque has sabido asimilar su aroma. Creo, más bien, que eres un Demon formado a partir de sus propias partículas, así te dio el poder que emanas. ¿Me equivoco?

—Llevas razón. Mi Señor está cerca, esperando a que me ajusticien. Quiere medir la fuerza del clan. Mi nombre de Haruf. Urso se valió de mí para secuestrar a sus amigos, de la misma manera que me ordenó infiltrarme entre los personas poseyendo cuerpos de seres ya fallecidos.

Los Guardianes no sabían cómo responder. Aquella criatura reconocía sus fechorías, pero parecía estar arrepentido de hacerlo.

—Este muchacho no merecía morir, lo sé —continuó Haruf—. Él hubiera tenido una vida brillante, de no haberme cruzado en su camino. Siempre me he cuestionado la oscuridad que me daba existencia. Dudaba, pensando que tal vez alguna vez supe ser bueno y, sin recordar cómo, me corrompí hacia el mal. Un día descubrí que Urso nos creaba implantando en Demons pequeños un poco de su propia esencia. Supe, desde entonces, que siempre estaría bajo su dominio. Si intentara alejarme, él me devoraría. Nunca quise ese camino. Él ganaría más poder del que ya guarda y tendrían ustedes menos posibilidades de enfrentarlo y vencerlo.

Nepen dudó.

—¿Estás diciendo que no estás a favor de las acciones de Urso?

—Los últimos meses me he visto forzado a convertirme en un asesino, he maltratado, torturado y hecho sufrir a muchos inocentes. Mi Jefe, en tanto, descansaba en la comodidad de su escondite. Mis paseos por este mundo me permitieron aprender que, de la misma manera que ustedes podían generar Oscuridad y odio en sus corazones, un Oscuro bien puede llevar algo de Luz sin pensarlo. He tenido en mis brazos un crío humano y he sentido tanta paz y alegría como nunca antes. Los he visto a ustedes defenderse como hermanos, luchar el uno por el otro, más allá de sus diferencias y desencuentros. Urso jamás haría algo así por mí ni por nadie.

Haruf cayó de rodillas y contuvo el llanto que amenazaba con dominarlo. Vivir en un cuerpo mortal le había dotado de más emociones de las que esperaba.

—Por favor, libérenme. No puedo continuar mi existencia así. No puedo hacerle frente a Urso. Hagan su trabajo y denme algo de tranquilidad —suplicó con los ojos cerrados.

Nepen regresó la mirada a sus compañeros, esperando su opinión. Liam asintió con un gesto de la cabeza y la guerrera se encaminó hacia Haruf, sintiendo que aquella muerte le pesaría demasiado. Al llegar junto al Oscuro, no hubo odio hacia él, a pesar de saber lo que había hecho. Comprendía que el responsable máximo era Urso y era con él que se cobraría todas las tristezas que el clan había debido tolerar.

Conun movimiento limpio de su espada, la Escudo ejecutó a Haruf, separándole la cabeza del cuerpo. Lo hizo desviando la mirada, porque le pesaba dañar a Maoko, aunque fuera de esa manera. Del resto se encargaron Liam y Abdiel. Ella no tenía alma para destruir lo que quedaba de su amigo, prefirió regresar con los demás miembros del clan a esperar la llegada inminente de su mayor enemigo.

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