Capítulo 34: Interrupción
EL TIEMPO SUELE transcurrir con ritmo propio, sin importarle cuánto afecte a los individuos que dependen de él. Se mueve lento, cuando los demás añoran su celeridad. Corre veloz, cuando todos anhelan que transite a paso tranquilo.
Los Guardianes padecían el tiempo de manera extraña. Sus vidas eternas les hacían percibir el paso de las horas como algo de menor importancia. Lo que para un humano significaba una etapa de la vida, para un Protector apenas representaba un cambio mínimo en ellos. Su longevidad les hacía ver el mundo desde otra perspectiva, lo cual no siempre resultaba bueno. ¿Cómo comprender a los humanos si se olvidaban de sentir y vivir como ellos?
Aunque no lo quisiera, Nepen había guardado muchas de sus costumbres humanas. Le había tomado gusto a descansar en la comodidad de su cama y luego de reconstruir y acondicionar la cabaña, se había instalado allí. Ese era el sitio adonde se dirigía siempre con Liam para reunir fuerzas, el lugar donde Reuen la acompañaba. Más de una vez, la joven Rastreadora terminó durmiendo en los sillones de la sala de estar.
El instinto humano de Nepen, sus emociones y sentimientos, permanecían a flor de piel, aunque la muchacha lo negara o procurara evadirlas. Reuen intentaba ayudarla, pero poco podía hacer. Había transcurrido más de un mes desde la charla que habían mantenido sobre su relación con Liam y nada parecía avanzar.
Movida por las dudas y los miedos, empujada por esos sentimientos que no creía posible entre Guardianes, Nepen al final se decidió.
Una tarde, cuando caminaba junto a sus amigos en silencio, luego de un día agotador, la Escudo miró al Jefe de forma muy extraña, tal y como lo venía haciendo en las últimas semanas.
Liam percibió la actitud de Nepen y suspiró, luego de que ella desviara la mirada al comprobar que él también la estaba observando.
Algo se estremecía en el interior de Liam cuando ella lo miraba de esa manera, tan extraña como ahora. Eso lo hacía dudar de su silencio, pero solo un poco.
Reuen se limitó a sonreír por lo bajo y aguardar a que alguno de los dos dijera algo que le diera pie para marcharse y permitirles, así, poder hablar en privado. Odiaba el papel de testigo de piedra que debía cumplir. Nada en ella era tan estricto como para limitarse a caminar sin atender a lo que le sucedía a la pareja que iba a su lado.
—Liam... —susurró Nepen y el Jefe reaccionó del ensimismamiento en que se había sumergido.
—¿Si? —inquirió confundido.
"¿Me dijo algo y no la escuché?", consultó a Reuen sin mirarla, mientras aguardaba la respuesta de Nepen.
"No", replicó la Rastreadora sonriendo. "Pero espero que lo haga ahora".
—Necesito hablar contigo, ¿puede ser? —preguntó ella mirando detenidamente a Liam.
Ya habían llegado a la cabaña y antes de que se dieran cuenta, Reuen se transformó en halcón y emprendió vuelo, dejándolos solos.
—Claro, pasa... —respondió el Jefe mientras abría la puerta y le daba paso a Nepen—. ¿De qué quieres hablar?
Reuen era apenas un punto en el cielo.
—Pues... yo... yo tengo algo que decirte —Nepen estaba nerviosa. El titubeo en su hablar era claro y, desde la distancia, su protegida tan solo deseó que fuera capaz de dar un paso adelante y decir lo que sentía de una vez y por todas.
Todo se interrumpió cuando Dago comenzó a gritar en sus pensamientos.
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