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Capítulo 27: Guardianes

REÚNE YA HABÍA servido la mesa para cuando Elis se les unió a desayunar. En el lugar donde ella se sentaba, había una taza de café con leche y varias tostadas con mermelada. Los dos Guardianes, en cambio, tenían preparado un almuerzo completo como para cuatro personas y ya estaban masticando los primeros bocados.

La muchacha los observó impresionada.

—¿Todo eso, solo para ustedes dos? ¿A las siete de la mañana?

Liam sonrió mientras terminaba de masticar y luego explicó:

—Anoche dormiste varias horas, pero yo no descansé, pues traté de mantenerme al tanto de todo lo que soñabas. No te estoy culpando ni nada por el estilo, pero debo recuperar energías. Hoy debemos hacer muchas cosas antes del anochecer... —dejó la frase en suspenso para seguir comiendo, mientras le hacía señas para que se sentara y se alimentara de una vez.

Ella asintió y comenzó a desayunar tan rápido como le era posible.

Reuen, por su lado, parecía tener tanta hambre que ni se detenía para respirar. Su delicado rostro se había enrojecido a causa del esfuerzo. Sin embargo, guardaba los decoros que podrían esperarse de la dama que era.

—Ella estuvo de guardia, cuidando el perímetro por si llegaba algún Oscuro —explicó Liam.

Elis sonrió y murmuró un agradecimiento, en tanto regresaba la atención a su desayuno.

Una vez que todo estuvo preparado y salieron afuera, Elis se detuvo en el marco de la puerta, mirando el camino de entrada de la cabaña.

—¿Qué ocurre? —inquirió Liam.

—Los mellizos no han venido a verme. Prometieron que lo harían, pero no están aquí. Me gustaría poder hablar con ellos antes de... antes de volver a ser Nepen.

Reuen se mordió la comisura de los labios y suspiró, gesto que tuvo como respuesta un simple asentimiento de cabeza por parte de su Líder.

—Elis... ocurrió una pelea en el hospital. Los miembros de la tribu se enfrentaron a varios guardias de la multinacional. Melu y Maoko no vendrán.

—¿A qué te refieres? ¿Su padre se los prohibió?

Reuen bajó la mirada.

—La tribu regresó a su territorio y están haciendo los preparativos para despedirse... para despedir a Maoko. Él falleció en la revuelta.

Elis abrió la boca y la cerró, sin saber qué decir. Sintió que las piernas le temblaban y el corazón se le había detenido.

—Tengo que ir con Melu. Debe estar devastada.

—No puedes hacerlo —Reuen regresó la mirada a Liam y continuó hablando—. Verás, el cuerpo de Maoko desapareció de la morgue. La tensión entre la tribu y el pueblo está en su punto máximo. No te permitirán acercarte a la tribu, ni siquiera si el Jefe del clan se los pide. Se resguardan de declarar la guerra porque han visto a otros Guardianes en la zona y confían en que estamos allí por algo más grande.

—Quiero acompañar a Melu. Merece mi ayuda.

—Lo mejor que puedes hacer es recuperar tu forma como Nepen y brindarle tus servicios al cuidado de la tribu.

Elis desvió su mirada hacia Liam, que guardaba silencio.

—Si vuelvo a ser Guardián, ¿me dejarás ayudar a resolver la cuestión de Maoko? —cuestionó con voz firme. La resolución iba ganando espacio en sus pensamientos.

—Sí. Lo prometo.

La muchacha asintió, satisfecha. El dolor pugnaba por brotar de su pecho, pero logró calmarse: si volvía a ser Nepen, podría ayudar a sus amigos. No pensaba flaquear ahora, cuando tanto la precisaban.

Caminó hacia la carretera con pasos tranquilos, cuando escuchó que Liam le preguntaba:

—¿A dónde vas?

—Pues... ¿al mismo lugar que ayer? —verlo quieto la hizo dudar.

—No es allí donde debemos ir y tampoco lo haremos caminando. No debemos llamar la atención hasta que no despierte tu esencia de Protector —dijo mientras subía a la camioneta y se sentaba al volante, no sin antes dejar abierta la puerta del lado del acompañante para que ella se acomodara a su gusto.

—¿Y Reuen? —consultó sorprendida al no verla con ellos. Había jurado que estaba a sus espaldas antes de subir al vehículo.

—Decidió adelantarse para vigilar el camino. Nos reencontraremos pronto —Liam encendió el motor del vehículo mientras la muchacha se acomodaba a su lado.

Tomaron la misma y desgastada carretera de siempre, cubierta de barro y nieve sucia.

La ansiedad ganó terreno en Elis.

—¿Queda muy lejos? ¿Falta mucho? —preguntó a los pocos minutos de partir.

Liam la miró y estalló en risas.

—Reuen llevaba la razón: sigues siendo la misma. Aunque parezcas humana esa característica tuya no se perdió... —contestó tratando de hablar claro mientras continuaba riendo.

Ella lo miró enojada: no había respondido su pregunta.

—No, no falta mucho —aclaró él aún entre risas—. Solo un poco más.

A Elis eso no le servía para nada. ¿Cuánto era "un poco más"?

Antes de seguir atosigándolo con interrogantes, pudo verlo. Más adelante se vislumbraba el sitio donde había ocurrido el accidente. No se detuvieron allí, sino que siguieron viaje un par de kilómetros más, hasta llegar a una zona de muchos árboles. La joven supuso que allí esconderían la camioneta.

Se detuvieron al fin. Liam bajó de la camioneta, caminó hacia los frondosos árboles y aguardó a que Elis llegara a donde estaba él.

La muchacha miró el vehículo, dudando si acaso sería buena idea dejarlo ahí, como si nada.

—¿La camioneta queda aquí sin resguardo? —su voz sonó más incrédula de lo que pretendía mostrarse.

—No te preocupes, estará segura en este lugar... —explicó mientras entraba al bosque.

Ella se encogió de hombros y lo siguió veloz, procurando mantener su ritmo por miedo a perderse.

El bosque se mostraba en todo su esplendor: abetos, pinos, álamos y abedules crecían por todos lados, fuertes y altos. Aunque aún había un espeso manto de nieve, unos tímidos brotes anunciaban la inminente primavera.

El trayecto fue largo, aunque resultó más breve de lo que Elis imaginaba. Luego de varios kilómetros se abrió ante ellos una extensa región sin árboles ni arbustos, donde apenas crecía algo de hierba en el suelo. Grandes rocas se ubicaban de forma dispareja por toda la zona.

El asombro de Elis creció cuando descubrió que el lugar no estaba deshabitado. Aquí y allá, en pequeños grupos, algunos sentados en las rocas, otros de pie, había personas y animales esperándolos. Guardianes que observaban su llegada.

La joven y su tutor se detuvieron en el centro mismo de aquel extenso claro. Liam se adelantó unos pasos.

—Hola, amigos —su voz sonó fuerte y clara.

—Hola, Liam —respondieron todos a coro.

—Chicos, necesito que me hagan un gran favor antes que nada... —hablaba en tono tranquilo y apacible—. Todos los que están en forma animal, por favor busquen ropas y tomen forma humana.

—¿Intentaremos el Circulo de Pensamientos? —preguntó un muchacho que Elis no supo identificar.

—Sí, Abdiel, seguiré tu propuesta e intentaremos despertar a Nepen con nuestros propios recuerdos —contestó Liam.

¡Así que ese Protector era quien había fingido ser Arthur! Era tan alto como Liam y su físico marcado pasaba inadvertido, pues lo que más llamaba la atención eran sus cabellos blancos. Si hubiese sido humano, Elis bien podría haber creído que era albino, pero sabía que en Abdiel la característica la había elegido él mismo. Sus ojos también eran un motivo para sorprenderse: de un brillante color gris, como si tuviera plata líquida formando sus iris. La muchacha cayó en la cuenta, por los recuerdos que tenía de él, que cuando Abdiel tomaba la forma de Arthur, debía utilizar lentes de contacto para no llamar la atención. Sí, recordaba claramente su mirada oscura, tan distinta y opaca, comparada con sus brillantes y extraños ojos plateados.

Observando a Abdiel, Elis pensó en sus amigos. ¿Dónde estarían Derek, Randall, Milena y Selene? Trató de buscarlos con la mirada, pero no los distinguió.

Mientras realizaba la pesquisa sin éxito, se dio cuenta de que los animales ya se habían retirado. Desde distintas direcciones, regresaban caminando chicas y chicos que aparentaban tener poco más de veinte años.

La muchacha observó mejor y comprobó que todos los Guardianes tenían esa característica: se mostraban jóvenes. Ninguno parecía haber vivido más de tres décadas.

El último en llegar fue Reuen. Había adoptado el aspecto femenino que llevaba minutos antes, pero los murmullos de sus compañeros delataban que pocos eran los Guardianes que lo habían visto con esa forma luego de su regreso.

La Protectora se acomodó junto a Elis, al tiempo que le regalaba una sonrisa. Hacía caso omiso a la curiosidad de los demás guerreros del clan, pues nada le afectaba lo que pudieran llegar a pensar los más veteranos.

Elis le devolvió la sonrisa, pero no pudo hacer nada más. Liam llamó la atención de todo el grupo:

—Bien, como verán, Elis vino conmigo. La esencia Guardián todavía no reacciona, pero los recuerdos se vuelven más nítidos en sus sueños. Como habrán podido sentir, Nepen está pronta a despertar... —parecía estar dando una conferencia, todos lo escuchaban atentos—. Y como dijo Abdiel, utilizaremos el Círculo de Pensamientos para intentar que Nepen regrese... —Liam dejó la frase en el aire, giró hacia un costado y miró a una joven de cabellos castaños. En su rostro había dibujada una gran sonrisa, parecía alguien cálido y afectuoso y Elis poco precisó para sentir cariño por esa chica, aún sin recordar quién era.

—Darlyne, ¿qué sucede? —preguntó el Líder.

—Pues, quería saber por qué los chicos no se muestran ante Elis como antes, tal vez eso ayude... —esa chica, Darlyne, había hecho la pregunta que Elis no se animaba a hacer.

—La verdad, no había pensado en eso. Tienes razón —Liam asintió y miró a un grupo que estaba sentado varios metros delante nuestro, en una gran roca—. Chicos, pueden hacerlo si lo desean, estoy seguro de que Elis los extraña.

Los Guardianes se miraron entre ellos, asintieron a la par y mientras avanzaban para acercarse a la joven, sus facciones cambiaron. Se detuvieron a un metro de su posición, esperando la reacción de Elis. Ella pudo apreciar de nuevo sus rostros tan familiares: Derek con sus cabellos rubios volando al viento, Selene y su mirada profunda y pensativa que contrastaba con su rebelde cabellera rojiza, Milena, como siempre que se ponía nerviosa, aparentando tranquilidad absoluta, y Randall, con sus ojos de color avellana y sus cabellos castaños claro haciendo juego.

Una alegría inmensa despertó en Elis y la envolvió, alejando todo el dolor que había sentido en algún momento. Corrió a abrazarlos sin pensarlo dos veces.

A su alrededor un murmullo se elevaba, pero la muchacha se limitó a prestar atención a sus amigos, dejando el resto de lado.

Los Guardianes correspondían a los abrazos y le decían que no debía preocuparse por nada, que cuidarían de ella y que todo resultaría bien. Muchas de las preocupaciones de Elis se desvanecieron, el solo hecho de verlos sanos y salvos le daba paz y tranquilidad. Ellos eran el único recuerdo de su vida inventada que correspondía con su existencia Guardián. Lo único real en su memoria humana de la vida antes del accidente.

—Bueno, luego tendrán tiempo para hablar cuanto quieran —la voz de Liam trajo de nuevo a la realidad al grupo.

Los cuatro Protectores, junto a Elis y Reuen se acomodaron en una roca que había cerca. Milena y Selene se sentaron en el suelo, mientras Derek y Randall permanecieron de pie, a sus espaldas. Reuen se sentó al lado de la muchacha, tomó una de sus manos y la sostuvo en su regazo. Con ese simple gesto le estaba dando a entender que ella también le ayudaría tanto como le fuera posible. Elis sonrió y apretó su mano contra la de la joven guerrera de manera afectuosa.

—¿Hay alguna noticia sobre las Oscuros? ¿Algo nuevo para tener en cuenta antes de comenzar? —preguntó Liam.

—La situación es la misma de siempre. Los Escudos y Luchadores mantienen a raya a las partículas que pretendían acercarse hasta la cabaña y ahora se han apostado Muros y Vigías en torno al fórum para que no nos detecten mientras intentamos despertar la esencia de Nepen. Hay también Rastreadores y Luchadores por si algo surgiera fuera de lo previsto, pero nada nos indica que algún Demon haya detectado la presencia de Elis aquí... —explicó otro muchacho, quien estaba tan lejos de la humana que no pudo más que distinguir sus cabellos oscuros.

—Bien, Dago, tú cuida el perímetro —el chico hizo un gesto afirmativo—. Quienes no estén de guardia, acérquense. Formaremos el círculo para que Elis se ubique en el medio...

Liam giró y fue hasta donde se encontraba Elis. La miró detenidamente y le tendió la mano en silencio. Sin pensarlo siquiera, ella aceptó la invitación y se dirigió, guiada por él, al centro del círculo que se estaba formando lentamente. Mientras tanto Derek, Randall y Reuen tomaban lugar junto a otros Guardianes, al igual que Milena y Selene.

En cuestión de minutos, el círculo se había formado completamente.

En el centro del círculo, Liam miraba sin mirar a su protegida, perdido en sus pensamientos.

—¿Qué sucederá ahora? —preguntó ella, nerviosa.

Él reaccionó moviendo la cabeza hacia los lados.

—Cuando comience el Círculo de Pensamientos cada uno de nosotros te mostrará sus recuerdos sobre tus últimas horas de vida. Podrás reconstruir lo que ocurrió el día de la Última Gran Batalla desde todos nuestros puntos de vista y regresarán a ti tus propios recuerdos de lo que viviste.

Asintió, ansiosa por terminar con esto de una buena vez y con la esperanza de alejar los miedos de una vez y por todas.

Liam continuó hablando:

—Pero debes tener en cuenta que todo lo que veas, sientas, escuches, todo es parte de los recuerdos, nada es real. Te parecerá que en verdad estás luchando porque será muy nítido, pero nunca lo olvides: no es real. Si llegas a creer que estás viviendo eso realmente, cuando llegue el momento en que Urso te ataca y destroza, resultarás herida. Por eso, no lo olvides: pase lo que pase, son recuerdos y nada más.

Elis se estremeció, pero tomó fuerzas y levantó la frente en alto y asintió nuevamente. No daría marcha atrás.

Entonces, el Jefe de los Guardianes sonrió y prometió:

—Nosotros estaremos aquí, acompañándote. Recuerda que no te abandonaremos.

Ella le devolvió la sonrisa.

—¿No vas a contarle lo que han estado haciendo los Luchadores en torno al hospital? Ella debería saberlo antes de intentar despertar —la voz resonó provocadora y rompió el silencio—. De la misma manera que merece conocer la suerte que han tenido Sasha, Dylan y Montse.

Elis buscó con la mirada al responsable y se encontró con Abdiel, que la observaba fijo. Sus cabellos blancos brillaban a la luz del tenue sol de otoño.

—¿A qué se refiere? —inquirió la joven, mirando esta vez a Liam.

—Nada.

Abdiel carcajeó.

—¿Nada, dices? Diste orden para aniquilar a esos humanos. Ya van tres. Hemos dado muerte a tres personas, ¿y no se lo comentaste siquiera? También desaparecieron tres de nuestros compañeros y no se lo has dicho. ¿Qué esperabas? ¿Y si la situación es como te dije hace tiempo? ¿Y si todo esto es una estrategia para llegar a Nepen?

Elis contempló a Liam con el pánico dominándola a medida que recapacitaba en aquella explicación de Abdiel. Dio un paso para atrás y se abstuvo de salir corriendo porque Reuen le tomó la mano con dulzura.

Aquí y allá, los demás Guardianes eran testigos de la escena que se desarrollaba sin animarse a interferir. Algunos defendían a Liam por sobre todo, otros coincidían con la manera de pensar de Abdiel. Nadie, sin embargo, se animaba a dar su opinión.

El Líder de los Hidden recorrió al grupo con la mirada y regresó con su protegida antes de decir:

—No hagas caso, Elis. No es como lo piensas. Algo está ocurriendo. De alguna manera, los Demons han encontrado la forma de contaminar cuerpos humanos y manejarlos a su antojo. El médico que intentó secuestrarte es un ejemplo.

—¿Mataste humanos inocentes? ¿No se suponía que los Guardianes luchan contra Oscuros? —Elis iba camino a sufrir un colapso nervioso. Muchas de sus convicciones pendían de un hilo—. ¿Y los Guardianes desaparecidos? ¿Qué fue de ellos?

—No estaban vivos —dijo Reuen, adelantándose al Jefe—. Esos humanos habían fallecido y las partículas oscuras usurparon sus cuerpos. No los matamos. Debimos destruir la materia que los formaba para eliminar los restos de Demons que cargaban.

La muchacha observó a la Guardiana de ojos grises y supo que no mentía.

—¿Los Demons pueden hacer eso? —preguntó a Liam.

Él se cruzó de brazos, al tiempo que se levantaba los hombros y replicó:

—Han evolucionado. Aprendiendo a ingresar en los cuerpos humanos que perdieron la esencia y los manejan a su voluntad. No sabemos cómo lo hacen o cuánto tiempo pueden permanecer en un cuerpo y sobrevivir así. Hemos aprendido, por experiencia, que si no destruimos por completo los cuerpos de los humanos afectados, los Demons pueden escapar con facilidad.

—Aún no me has dicho qué sucedió con esos guerreros que mencionó Abdiel.

—Ellos... sufrieron una emboscada mientras estaban de guardia y desaparecieron sin dejar rastro.

—Encontramos marcas de sangre allí donde estuvieron antes de desvanecerse —agregó Abdiel—. ¿Entiendes nuestra preocupación ahora?

Elis desvió la mirada hacia el cielo, intentando aclarar sus pensamientos.

Abdiel se acercó hacia ella y agregó:

—No es mi intención que te enojes con el Jefe. Solo quise que supieras todo antes de aceptar volver a ser Guardián. No siempre coincido con las decisiones de Liam, pero esta vez concuerdo con su accionar respecto a los humanos corrompidos, aunque no tolero estar en blanco respecto de mis compañeros perdidos. Ahora, Elis, debes entender que cuando te sumerjas en nuestros recuerdos, verás cosas muy difíciles de contemplar, pero eran parte de tu vida y en definitiva, parte de tu verdadera esencia.

La joven lo observó por un momento y luego lo hizo lo mismo con Liam. Percibía entre ambos diferentes perspectivas de una misma realidad, aunque también era claro que una amistad profunda lo unía más allá de todo.

—Estoy lista. Hagámoslo —indicó cerrando los ojos. Los demás siguieron su idea—. Resolvamos esto paso a paso. Tal vez haya algo en mis recuerdos como Guardián que sirvan de ayuda para revelar tantos misterios.

Un centenar de voces comenzaron a sonar entre pensamientos. Murmullos, susurros y gritos se entremezclaban con miles de imágenes que surgían de la nada. Al principio todo parecía un caos, pero poco a poco tomó forma y Elis terminó observando, sin entender cómo, una escena de la cual formaba parte. La Última Gran Batalla sucedía de nuevo, ante sus ojos.

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