Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13: Drabuir

ELIS MIRÓ SORPRENDIDA a Robin. Había preocupación en los ojos del muchacho.

—¿Estás bien? —preguntó él entre susurros. Parecía atormentado por alguna idea que no pensaba mencionar.

—Sí, no pasa nada —dijo ella mientras desviaba la mirada a Yuri, que dormía entre sus brazos.

—¿Dónde encontraste ese búho?

—En el patio. Ya sé que no debía salir, pero lloraba tanto que me dolía en el alma dejarlo solo. ¿Puedo quedármelo? Prometo cuidarlo —Elis levantó la mirada y contempló a Robin con gesto suplicante—. Maoko y Melu dijeron que me ayudarían.

—Debe estar en su hábitat, no aquí entre humanos.

La mirada de Elis se asemejó a la de un perro abandonado, y volvió la atención al ave.

Robin bufó por lo bajo, pero no pudo mantener su temple frío.

—Vale, si te haces cargo de todo, puede quedarse.

Ella sonrió, asintiendo con la cabeza.

—Bueno, entonces prepárate, que haré una cena rápida. Estoy cansado y deseo ir a dormir —dijo él devolviéndole la sonrisa.

La cena resultó una monotonía. Los únicos sonidos que se podían escuchar, dejando de lado sus respiraciones y el latido de sus corazones, eran los de los cubiertos.

Esa noche, Robin se despidió y se fue a dormir sin esperar siquiera que Elis se retirara a su habitación. Ella siguió el ejemplo, cargando en brazos a Yuri.

Sin encontrarle una explicación adecuada, Elis nuevamente se sentía exhausta, como si no hubiera dormido desde hacía mucho tiempo. Poco tardó en sumergirse en los océanos oníricos y dejarse llevar por las suaves corrientes del sueño.

Esta vez, la criatura a la que se enfrentaba parecía superarla en fuerza y poder. Detrás suyo, decenas de compañeros de batalla la observaban hacerle frente a la bestia, que lanzó un gruñido gutural. La criatura intentaba comunicarse con ella. Los ojos brillantes inyectados de sangre la hicieron estremecer.

Cuando comenzó la pelea, supo que llevaba las de perder y temió por la vida de sus amigos. La bestia saltó sobre ella y le apretó el cuello, cortándole la respiración. Lo último que vio Elis fue el rostro de un muchacho que le gritaba extendiendo los brazos, sin poder alcanzarla. Sus cabellos negros parecían más oscuros con la luz del atardecer. Sus ojos verdes brillaban desesperados...

Elis despertó entre los brazos de Robin, que la confortaba con suaves murmullos. Sin pensarlo, la muchacha lo llamó:

—Liam...

—¿Nepen? —preguntó él con un deje de esperanza en la mirada.

—¿Disculpa? —Elis se sentía aturdida y poco entendía de lo ocurrido.

Robin le comentó de las pesadillas que se habían repetido y le prometió acompañarla hasta que se durmiera de nuevo, logrando que el llanto de la joven amainara y su respiración volviera a un ritmo tranquilo.

Sin soltarle la mano al hermano de Derek, Elis volvió al mundo de los sueños. Esta vez, contemplando simplemente paisajes coloridos.

El día siguiente amaneció nublado y parecía que pronto volvería a nevar. La primavera se estaba retrasando, aunque eso no era raro en aquella zona de Canadá.

Robin se limitó a preparar el desayuno de Elis sin decir palabra alguna. Cuando ella se acomodó en su silla, él solo se despidió recordándole que regresaría luego del mediodía para llevarla a la visita que tenían pautada con el médico.

Elis desayunó tranquila, agradecida con Robin por no haber tocado el tema de las pesadillas. Yuri, a su lado, picoteaba un trozo de carne cruda.

—Hoy deberás quedarte solo por unas horas. Espero que te portes bien —le dijo acariciándole la cabeza.

Luego de limpiar la cocina y dejar todo en orden, Elis se dirigió al baño para darse una ducha. Ya había dejado a Yuri en la cama que le había improvisado en la pieza y caminaba pensando en qué ropa se pondría para ir al hospital cuando algo en la habitación de Robin llamó su atención.

Sobre el respaldar de una silla, colgaba una campera de color negro. Era una chaqueta de tela impermeable que a Robin, sin duda, le debía quedar justa al cuerpo. Se parecía mucho a la campera que llevaba puesta el muchacho con el que solía soñar, aunque no recordaba demasiados detalles como para decir si era exactamente igual o sólo parecida.

Desechando las tontas ideas que se formaban en sus pensamientos, la joven regresó a su plan de bañarse y prepararse para ir al doctor. Debía estar lista y preparar de paso el almuerzo, así Robin comía algo antes de regresar al trabajo. Había perdido buena parte de la mañana desayunando y jugando con Yuri y ahora el tiempo apremiaba.

Con la comida lista, Elis se acomodó en el sofá de la sala y regresó al libro que había tomado la noche anterior, aprovechando que Yuri dormía. Robin llegó y la encontró sumergida en la lectura. Esta vez, no había rastros de llanto en su mirada.

—Hola —la saludó.

—Hola —respondió ella mirándolo de manera extraña. Por un momento sintió que Robin ocultaba algo y que no era de fiar, pero se obligó a abandonar sus temores y sonreírle levemente.

—No sé si te acuerdas, hoy tienes turno con el doctor.

—Está bien. ¿Quieres almorzar ahora o cuando regresemos?

—Prefiero llegar a tiempo al hospital. Comeremos luego, salvo que tengas hambre.

Ella negó con la cabeza y él asintió señalando al pequeño búho que dormía plácidamente.

—Dejémoslo aquí, parece familiarizado con esta parte de la casa.

—Está bien —dijo Elis. Se sentía incómoda, pero no sabía por qué.

El traslado hasta la ciudad resultó aburrido y silencioso. Ya en el hospital, Robin se vio obligado a aguardar a Elis en la sala de espera. Debían hacerle los controles de rutina y eso demoraría un buen rato.

Ella procuró mostrar su mejor sonrisa y comentar lo bien que se sentía en casa de Robin, sin mencionar las pesadillas que la molestaban por las noches o la desconfianza que sentía por momentos hacia el hermano de Derek. Tampoco habló de Yuri, segura de que la regañarían por tener en la casa una criatura que bien podía ser vector de diversas enfermedades.

Luego de visitar al cardiólogo, pasar por el consultorio del neurólogo y hablar un buen rato con su psiquiatra y con el médico que llevaba su caso, el doctor Smith, una enfermera la condujo hasta un pequeño cuarto.

—Los doctores deben reunirse y hablar entre ellos sobre tu seguimiento. En cuanto lleguen a una idea común, regresaré y veremos cuándo será tu próximo chequeo.

Elis se acomodó sobre la camilla que se hallaba junto a la pared principal de la habitación. Al cabo de unos minutos la puerta se abrió de nuevo. Para su sorpresa, no era la enfermera, sino el doctor con rostro de cuervo. Sus cabellos negros eran cortos y lustrosos, y su mirada aguda le incomodaba.

—Los demás siguen dialogando tu caso. Ven, falta que yo te ponga a prueba, niña —dijo tomándola por el codo y llevándosela a la rastra.

Elis intentó zafarse del doctor, pero él la aferró con una fuerza inusitada. "Como la garra de un cuervo", pensó. Por fin decidió que lo mejor era seguirle la corriente para terminar con el asunto de manera rápida, así es que se dejó llevar sin gritar ni chistar.

Atravesaron varios pasillos y llegaron a la parte trasera del hospital, donde el jardín se desdibujaba con las lindes del bosque.

Para ese punto, el nerviosismo en Elis había crecido de manera exponencial, aunque intentaba convencerse de que todo se debía al aspecto oscuro del profesional. El hombre la soltó y se plantó frente a ella.

—¿Cómo te llamas? —dijo plantándose frente a ella y liberándole el brazo.

—Elis. Elis Brust.

El médico emitió un gruñido que le erizó los vellos de la nuca y la señaló con un dedo tembloroso.

—No mientas. ¿Cómo te llamas?

—Ya se lo dije —el pánico comenzó hacer mella en Elis—. Por favor, debo irme, deben estar esperándome dentro.

—Te irás cuando yo lo diga. Mi señor está interesado en ti, cree que eres... especial. Pero yo no veo nada extraordinario en ti.

—No sé de qué está hablando. Por favor, quiero volver con Robin.

Un sonido agudo, como el graznido de un cuervo, surgió de la garganta del médico.

—¡Déjate de tonterías! —el hombre la tomó por los hombros—. ¡Quiero tu nombre verdadero! ¡Dilo, dilo!

Por mucho que Elis forcejeaba, no podía liberarse de las manos de aquel desquiciado.

—¡Auxilio! ¡Ayúdenme! —gritó desesperada.

—Nadie podrá oírte —carcajeó el médico—. Estás manos de mi señ...

Desde lo profundo del bosque se escuchó un aullido agudo y amenazador. Elis y el médico giraron la cabeza, justo a tiempo para ver dos osos que salían de entre los árboles. Corrieron hasta ellos y frenaron su carrera a unos centímetros de distancia, rugiendo con todas sus fuerzas. Elis pensó que debía estar aterrada, pero sentía como si las bestias fuesen viejos amigos que no veía en años. El médico le había soltado, y el más pequeño de los osos se había colocado entre ella y el hombre. El de mayor tamaño se paró sobre sus patas traseras y le hizo frente al doctor cuervo, prudente, como si esperara un ataque.

—Esta es la prueba que precisaba, niña... Mi señor volverá por ti —dijo el médico antes de largarse a la carrera por el lateral del patio.

Uno de los osos lo persiguió hacia la oscuridad del bosque. El otro le lamió las manos a Elis antes de ir tras su compañero.

Sólo entonces apareció Robin. Parecía asustado y llevaba los cabellos revueltos.

—Elis, ¡aquí estás! La enfermera no te encontraba... Nos preocupamos por ti. Revisamos cada habitación, nunca pensamos en buscar aquí...

Elis cayó de rodillas, llorando, y él no dudó en arrodillarse a su lado y abrazarla.

—Tranquila, todo está bien.

—Ese hombre... quiso... quiso hacerme daño. Dijo... dijo que su señor me buscaba. ¡Me asusté tanto!

Robin tomó el rostro de Elis entre sus manos y la obligó a mirarlo a los ojos.

—Elis, ¿qué pasó? No entiendo nada.

—El doctor... ese médico con perfil de cuervo, me dijo que debía hablar conmigo y me trajo por la fuerza hasta este lugar. Dijo que su señor quería saber mi verdadero nombre —su voz se ahogó contra el pecho de Robin.

—Está bien, estás segura ahora. No te preocupes.

—¿Lo conoces? ¿Sabes quién era? Hay que darle el parte a la policía.

—No conozco ningún médico así que trabaje en este hospital. Tal vez es algún desquiciado y fuiste su víctima...

—Estaba presente el día que me dieron el alta. Él y otros seis médicos firmaron mi permiso para vivir contigo.

Robin dudó antes de replicar:

—No, Elis. Solo firmaron el alta seis médicos. La persona que mencionas no era parte del grupo que cuidaba de ti. Estuve tres meses velando tu reposo, sé bien quiénes te atendían.

Elis se estremecía presa del miedo.

—No va a volver a molestarte, lo prometo. ¿Dónde se fue? ¿Por qué te dejó sola si quería hacerte daño?

La muchacha lo miró en silencio, pensando si debía explicar todo tal y como había sucedido o se guardaba la verdad para ella sola. Al final, la mirada preocupada de Robin la hizo decidirse.

—Júrame que no le dirás a los médicos ni me creerás demente.

—Elis...

—Júralo.

—Está bien. Juro creerte y no decirle a nada a nadie.

Elis tomó aire y trató de hablar lo más seriamente posible.

—Mientras ese hombre me amenazaba, escuchamos un ruido que provenía del bosque. De pronto, aparecieron dos osos enormes y ellos... ellos me salvaron. Él salió corriendo, los osos lo persiguieron y entonces tú llegaste.

El hermano de Derek escuchaba a su protegida con total atención, sin dar muestras de dudar de su palabra y eso la tranquilizó bastante.

—Llevas razón. No podemos decírselo a los médicos.

—¿Me crees?

—Sí, Elis, te creo. Y entiendo tu postura de mantener el secreto. Esto es algo que no debemos hablar en público.

—Tengo miedo, ¿y si ese hombre regresa a buscarme?

—No volverá —el tono de Robin era grave y profundo—. Confía en mí. Nadie te hará daño. Me comprometí a cuidarte, ¿recuerdas? Siempre cumplo mis promesas.

Ella asintió, al tiempo que hacía el amague de ponerse de pie. Robin la ayudó con sumo cuidado. Abrazándola en tono protector, la condujo de regreso al hospital. Los médicos debían de estar preocupados por su paradero.

Inventando una excusa cualquiera, Elis se disculpó por su repentina desaparición y prometió no volver a causar tantos problemas. El doctor Smith dejó pasar el asunto, tranquilo al ver que ella estaba bien y reclamándole que regresara la semana siguiente.

Cuando iban saliendo hacia el estacionamiento, Elis se sorprendió ante el griterío en las puertas del hospital. Una masa de gente se acumulaba con carteles y carpas montadas aquí y allá. Era obvio que pensaban quedarse bastante tiempo.

—Han regresado —comentó Robin, explicándole antes de que ella formulara la pregunta—. Son miembros de la tribu de Maoko y Melu, reclaman para que la multinacional se retire del bosque.

—¿Por qué reclaman aquí y no en el municipio?

—Uno de los directivos de la empresa está internado en el hospital. Debieron hospitalizarlo luego de un incidente en la zona donde están los pozos  petroleros.

—La gente de la tribu lleva la razón, ¿cierto?

—Sí, pero la multinacional tiene mucho dinero y maneja los asuntos corrompiendo a medio mundo.

—Eso está mal...

—No siempre ocurre lo que está bien. Si quienes gobiernan no defienden a los más débiles, nadie lo hará jamás.

—Lo mismo me dijeron los mellizos cuando mencionaron el tema.

—Ellos son los hijos del cacique, deben velar por el bien de su tribu. Este asunto no les agrada en absoluto y creo que les está haciendo dudar acerca del camino que pretenden tomar a futuro.

Elis iba pensando en las palabras de Robin cuando un niño indígena la obligó a detenerse. Con una sonrisa dibujada en el rostro, el pequeño le ofrecía pequeña estrella tallada en madera.

—Drabuir —dijo sonriendo—. ¡Drabuir!

Robin observó al niño mientras Elis aceptaba el regalo.

Un adulto, tal vez el padre del pequeño, se acercó a ellos y abrazó al niño mientras el pequeño volvió a pronunciar aquella extraña palabra.

—Disculpe, no lo entiendo, ¿qué quiere decir?

Robin ya estaba empujándola rumbo a la camioneta, sin esperar respuesta del recién llegado, cuando las palabras surgieron de los labios del hombre con acento marcado, pero claras:

—Drabuir... Guardián. Gracias por acompañarnos en nuestro reclamo.

Elis no pudo replicar aquel comentario, Robin ya estaba abriendo la puerta del vehículo a la espera de que subiera.

Se veía molesto, aunque la muchacha no pensaba preguntarle la razón. Aquel día había resultado de lo más extraño y las emociones vividas le reclamaban regresar a la cabaña y descansar al abrigo del hogar, donde se sentía segura.

Yuri debía de estar esperándola ansioso. Llevaban muchas horas fuera y el pequeño búho no los había visto marchar. Al menos le había dejado comida y agua fresca, se consoló Elis. La cría no corría peligro en la casa, a diferencia de lo que ocurría en el bosque.

Regresaron a la cabaña sin decir palabra alguna. Se estaba volviendo costumbre eso de trasladarse en camioneta en silencio. Elis no tenía ganas de romper el momento, se limitó simplemente a mirar el paisaje y perderse en sus pensamientos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro