Hacía un rato que habíamos salido del campamento/pista de aterrizaje. Era un día soleado, con el orbe solar sobre nuestras cabezas, y musical. Sí, habéis leído bien, se oía música (supongo que provenía de las nubes trompeteras que había visto el día anterior, pero también pensaba que habría otras criaturas que producieran melodías; después de todo, era una dimensión completamente distinta a la mía).

Ocaso y yo charlabamos de cosas al azar, intentando simplemente saciar nuestra mutua curiosidad.

- ¿Cómo se llama este lugar?

- Ah, sí, no lo sabes. Este lugar tiene muchos nombres: El Ocaso de la Realidad, El Amanecer de la Imaginación, El Eclipse de la Razón, La Tierra de la Creatividad; básicamente, puedes llamarlo como quieras siempre que no sea despectivo. Me toca, ¿por qué tenías cara de enfado cuando llegaste a El Eclipse de la Razón?

- Es una larga historia.

- Me apetece oírla.

- Bueno... para acortar, grité a alguien que no se portaba bien conmigo, pero me pasé un pelín y acabé asustando a mi mejor amiga.

- Ah- Ocaso tenía cara de sorpresa, como si no pudiera imaginar esa escena. Algo raro viniendo de La Tierra de la Creatividad.

- Cambiando de tema, El Amanecer de la Imaginación, ¿está organizado de algún modo?

- Sí, está organizado en tres zonas- aunque se le seguía notando el asombro en la voz insistió en disimularlo. Me centré en lo que decía-: Tierras de Fantasía, Reino de los Sueños Celestes y Montañas de los Miedos Ocultos.

- ¿Montañas de los Miedos Ocultos? - en ese instante, yo también estaba sorprendida. No sabía que aquel lugar tuviera un lado malvado.

- Sí; pero tranquila, aquellos monstruos que son sus habitantes están encerrados allí. No pueden hacer nada para escapar.

Caminábamos ya por las orillas del llamado río al revés (cuya corriente subía en vez de precipitarse como haría el agua normal) cuando, de repente, escuchamos grito. Algo dentro de mi se encendió y, siguiendo a aquella nueva sensación que me instaba a ayudar, corrí en dirección al alarido. Ocaso, que había dejado de lado el carácter amable que había mostrado en la conversación anterior, me gritaba para que volviera atrás:

- ¡Pero estás loca! A menos que sepas magia o tengas una espada, ¡nunca se va hacia el peligro! ¡Se va en dirección contraria, a buscar ayuda!

Yo no escuchaba. Aquel estridente sonido me llenaba los oídos. Algo dentro de mí me decía que tenía que ayudar. A cualquier precio.

Cuando llegué a la fuente del grito, éste ya había cesado. Pero lo que había dejado tras de si me dejó estupefacta.

En centro del río había una casa construida encima de una presa. Llamas oscuras, como hechas de sombras, reducían los escombros a cenizas . Unas criaturas humanoides pero con cierto aire a castor estaban al lado. Tenían su cuerpecito parecido al humano cubierto de un pelaje marrón, dos dientes sobresalían de sus boquitas y colas palmeadas sobresalían de su, ejem, parte trasera. Los ojitos negros de una de ellas estaban cubiertos de lágrimas.

Me acerqué con cuidado para no asustarles y pude oír algo de su conversación:

-...¡pero Brandon, han secuestrado a Beni! ¡Nuestro pequeño Beni! ¡Y han calcinado nuestro hogar! ¡No podemos seguir como si nada!- decía la criatura llorosa. Tenía voz de mujer.

- Tranquila, Beatriz, tranquila. Tienes razón, tenemos que hacer algo. Pero no podremos hacer nada si no te calmas.

- Perdónenme, no he podido evitar escuchar. ¿De qué habláis?

- Perdone usted, pero ésta es una conversación privada.

- Beatriz, sólo quiere ayudar.- y dirigiéndose a mí, añadió-. Lo siento, no era la intención de mi mujer ser descortés. Mi nombre es Brandon Beaver y ésta es mi esposa, Beatriz. ¿Y usted?

- Ah, sí. Mi nombre es Annabeth y esa que viene por detrás es Ocaso.

- Encantada- dijo ella sin respirar del todo bien. Supongo que también era asmática, como yo. Teníamos más en común de lo que creía.

- Bien, se acabaron las presentaciones. Ahora, ¡marchaos!- Beatriz parecía nerviosa y a punto de romper a llorar de nuevo.

Brandon le sujetó la mano.

- Calma. Si queremos cambiar las cosas, no podemos callarnoslo más.

- ¡Pero Brad!

- Necesitaremos ayuda si queremos recuperar a Beni.

- Vale- desistió al fin. Supuse, que la mención de su hijo le había tocado la fibra.

Y, sin más demora, el Sr. Beaver comenzó la historia:

- Hace mucho tiempo encerraron a las pesadillas en Montañas de los Miedos Ocultos. Bueno, eso lo sabe todo el mundo. Lo que casi nadie sabe es que últimamente están saliendo de allí. Una fuente muy fiable nos ha contado que alguien apodado La Reina de las Sombras les está dejando salir. Se dice que la Reina de las Sombras es también una pesadilla, pero muchísimo más poderosa que las convencionales. Algo o alguien debe de tenerle mucho miedo. El caso es que las pesadillas liberadas están atacando, entre muchos seres, a nuestra familia. Han raptado a nuestro hijo Beni y han quemado nuestra casa. Y todo por un secreto familiar que, al final, se han llevado. Un secreto que me hubiera llevado a la tumba si hubiese podido pelear.

Estaba confusa. ¿Quién era La Reina de las Sombras? ¿Por qué estaba soltando a las pesadillas? ¿Y qué secreto familiar valía la vida de un niño y la destrucción de un hogar? Además de que el Sr. Beaver había dicho que el habría dado la vida por protegerlo.

Menos mal, la última pregunta me la contestó él:

- La familia Beaver guarda, o mejor dicho, guardaba una de las cuatro láminas de Lamicury, una de las magias más poderosas que existen.