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CAPÍTULO 26: En el limbo

Abrí los ojos y me encontré...¿cómo decirlo? Flotando en una niebla blanca que se extendía en kilómetros a la redonda. Estaba allí, suspendida en gravedad cero, sin ver un pimiento y preguntándome como demonios había llegado allí.

¡Por fín despertaste!, exclamó una voz extrañamente conocida, que reverberaba por todo el vacío (ni idea de porqué había eco en el vacío, así que no preguntéis), ¡estamos en una dimensión atemporal, pero eso no es excusa para perder el tiempo!

-¿Quién anda ahí?-pregunté (ya sé, la típica pregunta que uno NUNCA debe hacer si no quiere una muerte prematura; eso es lo que se deduce de las películas de terror, al menos).

Mejor que lo veas por ti misma, respondió. Entonces, la niebla se empezó a juntar en una especie de embudos, como tornados en miniatura colocados al revés. De los conos de niebla salieron brazos y piernas y, en unos segundos, estaba suspendida en frente de una legión de mujeres de distintas edades, que los únicos rasgos que tenían en común eran sus cabelleras blancas centelleantes y sus irises cambiantes. Una joven bronceada con el cabello rizado chamuscado en las puntas me sonreía desde el centro de la primera fila.

Algo hizo click en mi mente (aunque, a estas alturas, ya lo tendréis más que adivinado; la verdad es que no hay que ser un genio). Los cabellos blancos con chispitas de colores que cambian de sitio y de tonalidad (eso es exactamente como es, no hay mejor manera de decirlo), los ojos caleidoscópicos...las marcas de la Lamicury. Aquellas eran mis vidas pasadas y la chica que me sonreía era mi antecesora, Isabela.

Cuando recuperé el habla, lo primero que pregunté fue:

-¿Estoy muerta?-sé que suena a pregunta tonta; pero, habiendome desmayado y reunido con mis vidas pasadas, cualquiera pensaría que la ha palmado.

Aún percibiendo la angustia que crecía en mi pecho por momentos, Isabela se rió ante mi pregunta, seguida después por las demás. Menudo golpe para mi autoestima.

Cuando consiguió detener sus carcajadas lo suficiente para vocalizar, Isabela habló:

-¡Claro que no estás muerta! ¡Estás en el limbo!-aún seguía riéndose, por lo que paraba al final de las oraciones para soltar una pequeña carcajada. Luego, más seria, añadió-: lo siento, no debí haberme reído; lo cierto es que a todos se nos pasó esa idea por la cabeza la primera vez que nos trajeron, pero eres la primera en expresarla en voz alta.

-El limbo...-murmuré-sigue sin ser mejor que la muerte.

-Lo es, créeme-dijo otra joven antepasada mía, de cabellera recogida en un moño y piel sonrosada.

-Estás aquí para que te ayudemos-dijo otra, de pelo hasta la cintura y piel morena.

-¡Silencio!-gritó Isa (me va a matar cuando sepa que la he llamado así; pero ella está muerta, así que...), atrayendo la atención de todos-. Esto ya lo hemos hablado; yo daré el discurso y vosotras levantaréis la mano si queréis añadir algo.

-Entonces...¿me vais a ayudar? ¿combatir a mi lado?

-Et, et, et... para el carro, Annabeth. No podemos luchar a tu lado, no estamos vivas; pero te podemos darte algo mucho mejor: el conocimiento.

-¿Conocimiento?-pregunté yo; no tenía ni la más remota idea de que necesitaba saber en ese momento.

-Ajá, conocimiento. ¿O es qué acaso ya has descubierto en que orden hay que pronunciar las estrofas?

Me llevé la mano a la frente. "Pues claro, Annie; un hechizo tan poderoso tiene que tener algún orden. ¿Qué hubiera pasado si no lo hubiese dicho ella? Decirlo mal puede equivaler a un daño irreparable".

-Lo imaginaba-dijo Isabela, al ver mi reacción- el orden es éste: creatividad, razón, imaginación y realidad.

-¿Qué?

-La última palabra de la estrofa, que hace referencia directa a uno de nuestros nombres.

-Vale...entonces la primera es la del Fénix, después la de los Beaver, luego la del palacio y por último la fundida.

-¡Qué casi se me olvida! La última vino conmigo a la otra vida; pensando que nunca te iba a ver en persona, te la canturreaba al oído cuando eras pequeña. Pero, ahora que estás aquí, no hay razón para que no te la quedes tú. Toma.

-Gra...gracias-le agradecí la pieza de plata que me acababa de entregar, entre tartamudeos.

-No hay de que-dijo mi antepasada. Después, titubeante, añadió-: respecto a las carcajadas de antes, ¿puedo compensarte de alguna forma?

Había cierto tema del que me moría de ganas de hablar con ella. Desde aquel flashback me sentía como si me hubieran quitado un libro cuando iba por la mitad y alguien me hubiera contado el final (no me refiero a enfadada, aunque también lo estaría), quería saber como Molly y Teo se acabaron besando si en la página en la que iba se odiaban a muerte (he dicho personajes a voleo y me he inventado ese argumento; podría haber utilizado el final de un libro real, pero no quería hacer ningún spoiler). Sólo que esta vez era justo al revés; necesitaba saber porque Derek asesinó a Isabela si la amaba con todo su corazón, tal y como él decía. Aún así, sería irrespetuoso preguntarle a alguien mayor que tú sobre su vida privada. "¡A la porra el respeto! ¡Estoy hablando conmigo misma en otra vida!" me dije y, tomar ejemplo de Ocaso, lo pregunté sin rodeos:

-¿Qué pasó para que Derek quisiera incinerarte?

Isabela se ruborizó. Luego, pidió intimidad a las demás Lamicury, que se deshicieron en niebla.

-Me avergüenza hablar del tema, ¿vale?-casi pensé que no me diría nada, que me mandaría a mi cuerpo y me quedaría sin saber como termina; pero, para mi grata sorpresa, siguió hablando-. Aún así, si de verdad quieres saber eso, te lo mostraré.

Dicho esto, tocó mi frente y nos transportamos dentro de un flashback.

Era nuestro aniversario. Derek me había citado en el lago, donde nos besamos por primera vez. Yo estaba arreglada: llevaba un sencillo vestido azul claro (un color, que, según él, me sentaba genial) de tirantes y unas sandalias negras con un poco de tacón. Había llegado algo pronto, así que esperé.

Repentinamente, unos elfos aparecieron. Por la ropa y los arcos, debían ser Infernales. Me atacaron por sorpresa y, gracias a mi atuendo, no pude hacer mucho. Me dieron con un dardo paralizante y me capturaron. Estuve todo el camino soltando improperios contra mis captores, puesto que el veneno no me había paralizado la boca.

Me metieron en una celda, de esas que bloquean los conjuros, semanas. Yo llamaba a Derek sin parar, rogando para que me oyera.

Un día en el que mi esperanza casi era inexistente, me liberaron. Fui corriendo a la sala del trono a ver a mi novio y contarle lo sucedido. Pero, al parecer, alguien le había estado lavando el cerebro; habían grabado los insultos que había soltado el día de la captura y le habían hecho pensar que eran dirigidos a él. Eso, junto a mi desaparición, le había alterado. Cuando me vio, me soltó:

- TÚ, ¿CÓMO TE ATREVES A VOLVER AQUÍ DESPUÉS DE LO QUE HAS HECHO? ¡ME DEJASTE PLANTADO Y, NO CONTENTA CON ELLO, ME PUSISTE VERDE EN PÚBLICO!

-Pero, cariño...-intenté explicarme, pero él me interrumpió.

-¡NI PEROS NI PERAS, SUCIA ARPÍA REPUGNANTE! ¡NADIE RIDICULIZA A DEREK, EL LÍDER DE LOS INFERNALES! ¡NADIE!

Salimos del recuerdo un poco mareadas.

-Mandó a los incineradores a darme caza. El resto ya lo sabes.

Yo estaba anonadada.

-¿Moriste por culpa de un estúpido malentendido?

-Ese estúpido malentendido causó más que mi muerte; por esa tontería el odia a las Lamicury, por eso te quería muerta. Todo por mi culpa-se puso a llorar.

-Tranquila,-intenté calmarla- no fue culpa tuya; fue de los que lo manipularon y suya, por creerse que tú harías algo así.

-Bueno-dijo ella, enjugándose sus fantasmagóricas lágrimas-, es hora de que vuelvas. Por cierto, hay una sorpresa para ti allí abajo.

Agitó la mano y me volatilicé.

Abrí los ojos. Estaba en el mismo sitio donde me desmayé; parecía que no había pasado ni medio segundo. "Una dimensión atemporal", pensé.

Sin embargo, había algo distinto; el humo negro había desaparecido.

Susurré un gracias y me levanté, lista para enfrentarme a Devora.

Hola,

Hoy tocaba capítulo, así que... aquí está. Otra cosa más...¡ya somos 1K! (para quien no lo sepa, K significa mil) He decidido hacer el maratón la semana que viene: vosotros tendréis maratón y yo, tiempo para escribirlo.

Esto es todo por ahora. Chao,

Mireia

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