—¿Puedes hacerme ese favor? —lo miro una vez más con ojos suplicantes.

—Y... ¿qué ganaría yo a cambio? —su sonrisa enigmática aparece y eso no es nada bueno.

—¿Necesitas ganar algo a cambio? —suspiro pensativa. ¡No puedo echarme atrás ahora! —Está bien —me resigno—. Haré lo que quieras, pero prométeme que esto se queda entre nosotros.

—Si cumples tú promesa yo cumpliré la mía.

La intensidad de su mirada me causa escalofríos.

—¿Segura que estás dispuesta a lo que sea? —su tono burlón e incrédulo empieza a provocarme.

No puedo creer que estoy haciendo esto.

—Si —esa afirmación es apenas un murmullo, pero basta para saber que he entrado en el juego y que ya no hay marcha atrás.

—¿Trato? —me extiende la mano.

Si quedaba al menos una oportunidad para echarme atrás y mandar todo a la mierda, se fue en el instante que mi mano se estrechó con la de él y confirmé una sentencia de la cual sabía que me iba a arrepentir.

—Trato.