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quienes son ustedes

Hanafusa esquivaba con agilidad los ataques de su oponente, aprovechando cada momento para lanzar cortes rápidos y superficiales con sus espadas de hueso. A pesar de que cada corte apenas arañaba la piel, el enemigo, un hombre corpulento con cicatrices, se reía burlonamente.

"¿Es todo lo que tienes?" preguntó el hombre, con una voz cargada de desprecio. Agarró a Hanafusa con fuerza, sometiéndolo. "Ya te tengo dominado... ¿De verdad pensabas que podrías derrotarme con esos cortes insignificantes?"

Hanafusa, con una calma inquietante, lo miró directamente a los ojos, sin mostrar signos de preocupación. "Te dije que la fuerza bruta no bastaba para vencerme."

El hombre soltó una risa arrogante, pero algo cambió en su expresión. De repente, comenzó a sentir su cuerpo más pesado, como si una gran presión invisible lo oprimiera. Trató de moverse, pero sus músculos no respondían con la misma rapidez.

"¿Qué... qué me hiciste?" preguntó, con una mezcla de confusión y temor en su voz. Su cuerpo comenzaba a sentirse cada vez más torpe, sus movimientos volviéndose lentos e imprecisos.

Hanafusa sonrió levemente, observando cómo el veneno que había introducido lentamente en su sistema a través de los cortes comenzaba a hacer efecto.

El hombre, desesperado al sentir cómo su cuerpo se volvía más pesado, intentó someter a Hanafusa, lanzándose sobre él con toda su fuerza. Sin embargo, a pesar de su tamaño y su brutalidad, apenas podía mantener su agarre.

"¿Qué demonios...?" murmuró, tratando de usar todo su peso para dominar a Hanafusa, pero su cuerpo no respondía. Intentó aplicar una llave, pero sus manos se resbalaban, y sus movimientos, antes imponentes, ahora eran torpes e ineficaces.

Hanafusa, completamente tranquilo, lo esquivaba con facilidad, moviéndose con una agilidad que parecía casi inhumana. "Te dije que la fuerza bruta no sería suficiente", repitió, su voz firme pero tranquila.

El hombre, cada vez más frustrado, trató una vez más de someterlo, pero sus brazos apenas lograban sostenerse. Finalmente, cayó de rodillas, jadeando y mirando a Hanafusa con incredulidad. "No... no puede ser..."

Hanafusa lo miró desde arriba, impasible. "Ya es inútil. Tu cuerpo ya no te responderá."

Hanafusa observaba a Mizaza mientras este seguía luchando ferozmente contra el hombre de la cicatriz. El sonido de los golpes resonaba en toda la sala de la enfermería, y cada movimiento parecía más rápido y más violento que el anterior. La pelea estaba en su punto máximo, y ambos combatientes se mantenían firmes, ninguno dispuesto a ceder terreno.

El hombre de la cicatriz lanzó un rápido derechazo hacia Mizaza, buscando un golpe limpio, pero Mizaza esquivó el ataque con agilidad, inclinando su cuerpo hacia un lado y contraatacando con un gancho de izquierda que impactó directamente en el costado del enemigo. El hombre gruñó de dolor, pero rápidamente recuperó su compostura y respondió con una serie de golpes rectos, cada uno dirigido con precisión hacia la cabeza de Mizaza.

Mizaza bloqueó el primer golpe con su antebrazo, pero el segundo le alcanzó el hombro, obligándolo a retroceder un paso. Sin perder tiempo, su oponente cerró la distancia y lanzó un rodillazo al abdomen de Mizaza, pero este, con rápidos reflejos, giró su cuerpo para evitar el ataque y atrapó la pierna del hombre de la cicatriz, arrojándolo al suelo con un movimiento rápido y contundente.

"¡Eso es, Mizaza!" gritó Hanafusa, observando la pelea con creciente interés.

El hombre de la cicatriz no se quedó en el suelo por mucho tiempo. Con una agilidad sorprendente, se levantó de un salto, con una sonrisa burlona en el rostro. "Vaya... eres más fuerte de lo que pensaba", dijo mientras se limpiaba la sangre que goteaba de su labio.

Mizaza no respondió. Sus ojos se enfocaron completamente en su oponente, manteniendo una postura defensiva mientras respiraba profundamente. Sabía que el hombre frente a él no se rendiría fácilmente.

Sin previo aviso, el hombre de la cicatriz lanzó una nueva ofensiva, lanzando una patada alta hacia la cabeza de Mizaza. Este levantó ambos brazos para bloquear, pero la fuerza del impacto lo hizo tambalearse. El hombre aprovechó el desequilibrio de Mizaza para lanzar un puñetazo directo a su rostro, pero Mizaza, con reflejos rápidos, inclinó la cabeza hacia un lado, esquivando por milímetros.

Aprovechando la apertura, Mizaza se agachó y lanzó un poderoso golpe ascendente al abdomen de su enemigo, quien soltó un gruñido de dolor mientras su cuerpo se doblaba ligeramente por el impacto. Sin darle tiempo a recuperarse, Mizaza continuó con una ráfaga de golpes, dirigiendo cada uno a las costillas y al torso del hombre de la cicatriz, obligándolo a retroceder hacia una de las paredes.

El hombre de la cicatriz, ahora acorralado, lanzó un desesperado ataque, buscando alejar a Mizaza con una patada frontal, pero este bloqueó el ataque y se acercó más, agarrando al hombre por la camisa y arrojándolo contra la pared. El impacto fue fuerte, y por un breve momento, el hombre pareció aturdido.

Sin embargo, con una sonrisa torcida, el hombre de la cicatriz lanzó un puñetazo rápido al estómago de Mizaza, aprovechando su cercanía. Mizaza sintió el impacto y retrocedió ligeramente, pero no lo suficiente como para perder el control de la pelea. Se lanzó de nuevo hacia su oponente, esta vez buscando finalizar el combate con una técnica contundente.

Con un rápido movimiento, atrapó el brazo del hombre de la cicatriz y lo torció hacia atrás, forzando al enemigo a inclinarse hacia adelante. Sin dudarlo, Mizaza usó la fuerza de su oponente en su contra y lo derribó con un giro, dejándolo tendido en el suelo.

El hombre de la cicatriz intentó levantarse una vez más, pero esta vez Mizaza no le dio oportunidad. Con un fuerte pisotón en el pecho, lo mantuvo en el suelo, mientras ambos jadeaban, agotados por la intensidad del combate.

"Esto se acabó", dijo Mizaza con voz firme.

Desde la distancia, Hanafusa, aunque ocupado con su propio combate, observó con aprobación. Mizaza había logrado dominar a su oponente, y aunque la batalla había sido reñida, su habilidad y determinación habían prevalecido.

Pero aún no podían bajar la guardia.

Mizaza mantuvo la presión sobre su oponente, lanzando una combinación de movimientos rápidos y precisos. Con cada golpe y patada, mantenía al hombre de la cicatriz a raya, controlando la distancia para evitar que su enemigo lo atrapara en un cuerpo a cuerpo. Pero a pesar de su destreza, el hombre de la cicatriz respondía con una técnica igual de formidable, usando su conocimiento en el Systema, un arte marcial ruso conocido por su fluidez, eficiencia y adaptabilidad.

El hombre bloqueaba y desviaba los ataques de Mizaza con movimientos suaves pero poderosos. Utilizaba la energía de los golpes de Mizaza en su contra, absorbiendo el impacto y girando su cuerpo para crear aperturas. Lanzó un golpe directo con el puño cerrado, siguiendo la técnica de "Puño Flotante" del Systema, buscando desestabilizar el equilibrio de Mizaza. Este retrocedió momentáneamente, sorprendido por la habilidad de su enemigo para neutralizar sus ataques.

El hombre de la cicatriz, sin perder tiempo, usó la técnica de "Control de Articulaciones", que es clave en Systema. Agarró el brazo de Mizaza, intentando torcerlo en una palanca, pero Mizaza, rápido en su reacción, dio un giro brusco, liberándose antes de que la sumisión se completara.

Hanafusa, habiendo terminado con su propio oponente, se unió rápidamente a la pelea. Con sus dos espadas de hueso listas, atacó al hombre de la cicatriz, buscando romper su defensa. Sin embargo, el enemigo mostró una increíble adaptabilidad, usando otra técnica de Systema conocida como "Movimiento Corporal Fluido". Su cuerpo parecía moverse en ondas, evitando los ataques de Hanafusa con una facilidad desconcertante.

El hombre de la cicatriz contraatacó con una técnica de "Golpe de Punto Vital", apuntando al cuello de Hanafusa con precisión. Hanafusa apenas lo esquivó, consciente de que un golpe en ese lugar podría ser fatal.

"Este tipo no es un peleador cualquiera," dijo Hanafusa, mientras se posicionaba junto a Mizaza. "Está usando Systema, un arte marcial ruso que se especializa en el control del cuerpo, la respiración y el uso de la energía del oponente. Es por eso que nuestros golpes no le hacen tanto daño como deberían."

Mizaza asintió, manteniendo su guardia alta. "Lo he notado. Parece que cada vez que lo atacamos, él transforma la energía en su favor."

"Entonces atacaremos juntos," respondió Hanafusa. "Si no le damos espacio para maniobrar, podremos someterlo."

Ambos se lanzaron al ataque al unísono. Mizaza mantuvo la ofensiva a corta distancia, lanzando golpes rápidos, mientras Hanafusa se encargaba de los ataques más precisos con sus espadas de hueso. El hombre de la cicatriz trató de usar su técnica de "Movimiento Corporal Fluido" nuevamente, pero al enfrentar a dos oponentes tan hábiles, no pudo evitar todas las ofensivas.

Finalmente, Hanafusa, con un golpe preciso a las piernas del hombre, lo desequilibró. Mizaza aprovechó la oportunidad para aplicar un golpe final, derribándolo al suelo. Ambos lo sometieron, asegurándose de no pudiera levantarse nueva mente .

Hanafusa, con una expresión fría y calculadora, se lanzó primero. Sus espadas de hueso salieron disparadas de sus manos con movimientos veloces, buscando cortar a su oponente en puntos vitales. El hombre de la cicatriz, con una increíble agilidad, esquivaba cada corte, retrocediendo un paso y girando su cuerpo para evitar el filo mortal de las espadas. Los cortes apenas rozaban su piel, dejando finas marcas superficiales.

Con un movimiento fluido, el hombre bloqueó uno de los ataques de Hanafusa, desviando la trayectoria de una de las espadas con el antebrazo y lanzando un rápido contragolpe directo al abdomen de Hanafusa. Este apenas tuvo tiempo de reaccionar, recibiendo el impacto de lleno y retrocediendo varios pasos, intentando mantener el equilibrio.

“¿Eso es todo lo que tienes?” se burló el hombre, sin mostrar signos de fatiga.

Hanafusa no dijo nada, recuperándose rápidamente y atacando de nuevo, pero el hombre continuaba evadiendo sus ataques con una calma desconcertante. Aplicaba los principios del Systema con precisión: bloqueando con suavidad, absorbiendo la energía de los ataques de Hanafusa y devolviéndola con golpes rápidos y certeros. Hanafusa se movía con una velocidad formidable, pero cada vez que intentaba cortar, su enemigo lo bloqueaba, desviando el ataque antes de que llegara a hacer un daño significativo.

El hombre contraatacó con un puñetazo preciso al pecho de Hanafusa, aprovechando una apertura. El golpe fue fuerte, y Hanafusa fue enviado hacia atrás, sintiendo el dolor expandirse por su torso. Antes de que pudiera recuperarse por completo, el hombre avanzó con más ataques, golpeando con precisión en las costillas y el estómago, llevándolo aún más al límite.

“¡Mizaza, ahora!” gritó Hanafusa, consciente de que necesitaba a su compañero para equilibrar la pelea.

Mizaza no perdió tiempo. Aprovechando el momento en que el hombre de la cicatriz estaba enfocado en Hanafusa, se lanzó con un ataque contundente. Su puño, rápido como un rayo, se dirigió directamente hacia la cabeza del enemigo, quien apenas pudo esquivarlo a tiempo. Pero Mizaza no se detuvo. Con una serie de movimientos precisos, empezó a presionar al hombre, lanzando patadas y puñetazos sin descanso, buscando romper su defensa.

El hombre intentó aplicar una técnica del Systema, desviando los ataques de Mizaza con sus manos y codos, pero la intensidad del ataque de Mizaza lo obligó a retroceder. Mizaza lanzó un poderoso golpe ascendente, apuntando al mentón del hombre, quien apenas logró bloquearlo, pero el impacto lo hizo tambalearse hacia atrás.

Mizaza, viendo una oportunidad, lanzó una patada baja que conectó con la pierna del hombre, desestabilizándolo. El enemigo se tambaleó, pero antes de caer, usó su técnica de "Control Corporal" del Systema, recuperando el equilibrio con un movimiento suave y fluido. Sin embargo, ahora estaba en la defensiva.

Hanafusa, aprovechando que el enemigo estaba distraído con Mizaza, intentó atacar desde el costado. El hombre se dio cuenta en el último segundo, girando su cuerpo para bloquear los golpes de las espadas de Hanafusa. Pero ahora estaba siendo atacado desde dos frentes, y aunque seguía bloqueando y esquivando con gran destreza, empezaba a mostrar signos de fatiga.

Mizaza lanzó otro golpe, esta vez dirigido al abdomen del hombre, que no pudo bloquear a tiempo. El impacto lo hizo retroceder, y antes de que pudiera recuperarse por completo, Hanafusa aprovechó para lanzar un corte con sus espadas de hueso, que logró cortar superficialmente el brazo del hombre.

“¡Tú lo distraes y yo lo remato!” gritó Mizaza, aumentando el ritmo de sus ataques.

Hanafusa asintió, posicionándose en un ángulo donde podía seguir atacando sin interferir con los movimientos de Mizaza. Juntos, empezaron a acorralar al hombre de la cicatriz, que se encontraba luchando por mantener el ritmo. Aunque seguía utilizando sus técnicas del Systema para bloquear y esquivar, ya no podía mantener la misma fluidez de movimientos.

Finalmente, Mizaza vio una apertura y lanzó un golpe devastador al costado del hombre, quien no pudo evitarlo. El impacto lo dejó sin aliento, y en ese momento, Hanafusa se movió con precisión quirúrgica, cortando de nuevo con sus espadas, esta vez logrando hacer un corte más profundo en la pierna del hombre.

El enemigo cayó de rodillas, jadeando, con sangre goteando de sus heridas. A pesar de su habilidad, había sido superado por la cooperación y la fuerza de Mizaza y Hanafusa.

Mientras el enemigo caía de rodillas, jadeando y con sangre fluyendo de las heridas provocadas por Hanafusa y Mizaza, la tensión en el ambiente aún era palpable. Hanafusa, siempre imperturbable, observó al hombre con sus ojos fríos y calculadores, mientras Mizaza, aún en guardia, mantenía sus puños apretados, listo para cualquier otro intento de resistencia.

El otro hombre, que había sido dominado por Hanafusa previamente, yacía atado en el suelo, consciente pero visiblemente derrotado. Ambos enemigos sabían que no había escapatoria, pero no parecían del todo dispuestos a hablar.

Mizaza se acercó al hombre de la cicatriz, respirando profundamente para calmar su adrenalina después de la dura batalla. Se inclinó hacia él, con una mirada intensa, y habló en un tono bajo pero amenazante.

"Voy a hacer esta pregunta solo una vez... ¿Quién te envió?" preguntó Mizaza, su voz cargada de una mezcla de furia y control. "¿Y por qué diablos estás intentando eliminarme?"

El hombre de la cicatriz levantó la mirada lentamente, con una sonrisa burlona dibujándose en su rostro, a pesar de sus heridas. Sus ojos destilaban una arrogancia que solo enfureció más a Mizaza. "¿De verdad crees que voy a decírtelo? No es tan simple, chico."

Mizaza apretó los dientes, su paciencia disminuyendo rápidamente. "Si no hablas ahora, te aseguro que Hanafusa aquí te hará arrepentirte."

Hanafusa, quien permanecía en silencio mientras afilaba una de sus espadas de hueso, levantó la mirada brevemente, como si simplemente estuviera esperando la señal para actuar. El hombre de la cicatriz notó la fría determinación en los ojos de Hanafusa, lo cual lo hizo reconsiderar por un momento.

El segundo hombre, aún atado, soltó una risa forzada. "¿Crees que el miedo va a funcionar con nosotros? Hemos lidiado con situaciones peores. Esto es un simple trabajo. Nada personal."

Mizaza se giró hacia el segundo hombre, con una expresión de incredulidad. "¿Nada personal? ¿Intentar asesinarme no es personal? Explícame cómo es eso."

El hombre de la cicatriz dejó escapar un gruñido y habló entrecortadamente. "No es personal, Mizaza. Para nosotros... tú solo eres un obstáculo. Un objetivo como cualquier otro."

Hanafusa finalmente intervino, su voz calmada pero cargada de una amenaza implícita. "Puede que no sea personal para ti, pero para nosotros lo es. Tienes dos opciones: o hablas, o empezamos a probar cuánta sangre puedes perder antes de que te desmayes." Sus ojos destellaron mientras giraba una de sus espadas de hueso con habilidad.

El hombre de la cicatriz tragó saliva, su cuerpo visiblemente tenso. No estaba acostumbrado a lidiar con gente tan peligrosa como Hanafusa, y eso empezaba a pesar en su juicio.

"Nos enviaron porque alguien en las altas esferas te quiere fuera, Mizaza," murmuró finalmente el hombre, su voz aún desafiante, pero con un toque de resignación. "Eres una amenaza. Te has ganado enemigos que prefieren verte muerto antes que dejándote seguir avanzando."

"¿Enemigos? ¿Quiénes?" Mizaza se acercó más, exigiendo una respuesta clara.

El segundo hombre, aún con una sonrisa burlona en el rostro, decidió intervenir. "No tenemos nombres, solo órdenes. Pero... hay quienes creen que sabes demasiado. Te has acercado a información que no deberías haber visto. Y eso te convierte en un problema."

Hanafusa inclinó ligeramente la cabeza, considerando las palabras del hombre. "Información... ¿Estás diciendo que esto va más allá de un simple enfrentamiento? ¿Algo más grande está ocurriendo?"

El hombre de la cicatriz soltó una risa amarga. "Más grande de lo que te imaginas. Nosotros solo somos las piezas pequeñas. Los verdaderos jugadores ni siquiera se ensucian las manos con gente como tú. Pero si sigues hurgando, Mizaza... no tendrás muchas más oportunidades para salir con vida."

Mizaza, con los puños apretados, respiró profundamente para no dejarse llevar por la ira. "¿Y qué clase de información es tan importante como para que quieran eliminarme?"

El hombre miró a Hanafusa, luego de vuelta a Mizaza, como si estuviera decidiendo si valía la pena revelarlo. "No puedo decirte todo, porque ni siquiera nosotros lo sabemos. Solo sabemos que te acercaste a algo que debías ignorar. Alguien en las sombras... le preocupas demasiado."

"Las sombras... siempre las sombras," murmuró Hanafusa, más para sí mismo. "Siempre hay alguien moviendo los hilos."

"Exacto," dijo el hombre de la cicatriz, con una sonrisa débil. "Nos contrataron, nos pagaron bien, y nos dijeron que debíamos asegurarnos de que no salieras de este lugar. Eso es todo lo que sabemos."

Mizaza asintió lentamente, tomando en cuenta la información. "Entonces, somos solo peones en un juego mucho más grande. Pero dime, ¿quién fue el intermediario? ¿Quién hizo el contacto?"

El segundo hombre levantó la cabeza, observando a Mizaza con una mezcla de cautela y desprecio. "No te serviría de nada saberlo. Los intermediarios cambian, desaparecen... pero si realmente quieres un nombre, búscalo en los rincones más oscuros. Ahí es donde se esconden los que te quieren muerto."

"Y si seguimos buscando," interrumpió Hanafusa, "¿seguiremos encontrando más obstáculos como ustedes dos?"

El hombre de la cicatriz se rió por lo bajo. "Oh, sí. Y algunos serán mucho peores que nosotros."

Mizaza intercambió una mirada con Hanafusa, sabiendo que esta conversación era solo la punta del iceberg. Algo mucho más grande se movía detrás de todo esto, y no les quedaba otra opción más que profundizar en las sombras si querían llegar al fondo.

Hanafusa, sin perder su actitud fría, se inclinó hacia el hombre de la cicatriz. "Gracias por la información. Ahora... ¿qué hacemos con ustedes dos?"

Fin del capítulo

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