XXVII
Delilah.
Primero, el zumbido en los oídos. Parpadeé y mi alrededor fue recobrando su forma. Me encontré sola, tirada en el suelo de lozas blancas y negras. Parecía un tablero de ajedrez. La luz había aumentado, la barra había desaparecido detrás de una cortina de terciopelo vino. La puerta que Dante había señalado y las mesas seguían en su lugar.
—¿Dante? —Pregunté con la poca voz que pude juntar.
—¿Sí? —Escuché que respondió detrás de mí.
Lo encaré. Él también lucía distinto, más elegante. Quizá era ese saco que se había puesto y su cabello peinado. No aparentaba ser peligroso, pero mi interior me rogaba que me mantuviera alejada de él. Estaba en sus gestos, en la forma con la que miraba, como si no tuviese miedo a actuar, como si fueses algo insignificante.
—¿Q-qué fue eso? Me t-tocaste y...
—Tenía que ver...
—¿Y? —Lo interrumpí. Alzó la ceja, pero no me lo reprochó.
—Ahora toca tomar.
***
(5/5)
Una tanda más de actualizaciones y listo :[
¡Pero hay epílogo y nueva historia con estos chamacos!
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