XXII
Delilah.
El color en sus ojos cambió de un gris a un violáceo, lucía divertido. ¿En serio creía que iba a caer en su juego? ¿Un deseo? Nadie puede conceder un deseo, ¡ni que fuese un hada madrina!
«¿Hada madrina?», su sonrisa se tornó perturbadora.
Y contuve la respiración.
No había movido los labios, no sonó su voz en el espacio, sino en el interior de mi cabeza.
«Sabemos que no soy eso, Delilah.»
—¿Quieres tu deseo?
***
(5/5)
¡Último de hoy! ¿Qué les parece?
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