XIX
Delilah.
En algún momento les habrá pasado que empiezan a hablar con un extraño y cuando se dan cuenta... bueno, ya boquearon los problemas más íntimos. No sé por qué sucede, pero sucede. Uno se deja llevar por el momento, porque existe la promesa de no verse otra vez, quizá.
Mi relato acabó y él me preguntó:
—¿Qué darías por un deseo?
Tenía una sonrisa divertida en los labios, una chispa mágica en el rostro y nunca se me cruzó que el significado fuese literal.
—¡Cualquier cosa! ¿Tú no?
Se limitó a sonreír.
***
(2/5)
¿Alguna idea de cómo podría terminar?
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